Sería muy sano que la justa indignación que se expresa por el socavón del Paso Express de Cuernavaca se dé también por el fraude que significó la Línea 12 del Metro en la Ciudad de México.

 

No es así. Y no lo es porque un amplio sector de comentaristas en los medios de comunicación tiene una agenda política y sólo protestan cuando la corrupción es atribuible al PRI o al PAN.

 

Partidizado el enojo contra la corrupción, no sirve de nada. Es manipulación política.

 

Vaya, hasta la Estela de Luz (construida por los mismos que hicieron el Paso Express) del gobierno de Felipe Calderón, tuvo una crítica más dura que la construcción fraudulenta de la Línea 12.

 

En el Paso Express de Cuernavaca murieron dos personas que fueron víctimas de una obra malhecha, y todo apunta a que se ahorraron dinero al no ejecutar trabajos que estaban en el contrato y no se hicieron. De ahí sale un fuerte tufo a corrupción y colusión.

 

Pero en la Línea 12 habrían sido decenas o centenares los muertos si el nuevo gobierno capitalino no hubiese frenado su operación, pues el diagnóstico era “descarrilamiento”.

 

¿Por qué los indignados con el socavón de Cuernavaca se quedaron callados con la estafa criminal de la Línea 12?

 

Porque tienen agenda política y nos quieren hacer creer que en la izquierda la corrupción tiene otro nombre o simplemente no existe. Queda absuelta por definición.

 

Como detalló Ana Paula Ordorica en su columna del viernes en El Universal, el Paso Express no costó los mil 45 millones de pesos presupuestados originalmente, sino que terminó costando dos mil 213 millones de pesos: el doble.

 

Además, no sirvió porque se abrió un hoyo que no se puede explicar por “lluvias atípicas” ni retórica insensible. Ya nadie se chupa el dedo. Ahí murieron dos personas humildes, decentes y trabajadoras, y debe castigarse a los responsables.

 

En el caso de la Línea 12 los trenes se iban a descarrillar porque no son compatibles con las vías. A pesar de eso los adquirieron.

 

Y esos 30 trenes se compraron en secreto, sin licitación.

 

El desgaste de las vías por el martilleo de las ruedas en las curvas cerradas y prohibidas (se hicieron 22 fuera de norma) iba a provocar el descarrilamiento del tren cargado de ciudadanos.

 

¿Dónde estuvo el enojo ante ese asalto que pudo haber matado a centenares de personas? En lugar de señalar a los responsables, hubo quejas porque Mancera cerró la Línea.

 

Los culpables de ese atraco siguen en política tan campantes, y tal vez ganen la presidencia porque los comentaristas en los medios y en las redes han sido omisos al señalar su corrupción.

 

La obra de Cuernavaca costó mil millones más de lo presupuestado.

 

Y la Línea 12 del Metro costó 12 mil millones de pesos más de lo previsto.

 

El proyecto Metro estuvo a cargo, por parte del gobierno de Ebrard, del hermano del vicepresidente de la empresa privada que construyó las vías, que no sirven para esos trenes y tienen curvas cerradas prohibidas.

 

¿Qué enjuague fue ese? Los 30 trenes que se adquirieron por adjudicación directa son para suburbanos y no para un Metro, establecieron los peritajes internacionales.

 

Además de pagar por trenes que no sirven y gastarse 12 mil millones de pesos de más en obras, hubo que invertir mil 200 millones de pesos para reparar los rieles… momentáneamente, pues hay que darle mantenimiento anual por 200 millones adicionales. Todo eso, para que no se muera la gente por una obra obscura.

 

No, no son parejos los comentaristas ante la corrupción, la ineficacia y la puesta en riesgo de la vida de la gente por obras fraudulentas.

 

La indignación no es igual porque tiene mucho de manipulación política.

Twitter: @PabloHiriart

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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