ROMÁN REVUELTAS RETES

MILENIO

 

 

¿De dónde sacan eso de que la prensa se quedó bien calladita a lo largo del sexenio de Enrique Peña, que no abrió la boca durante el imperio de Felipe Calderón y que enmudeció obsequiosamente, sin decir ni pío, cuando reinaba Vicente Fox?

Yo pensaría que fueron muy criticados los tres pero que apechugaron a la brava, sin descalificar a sus detractores y plantando cara como toca. Por ahí, a Peña se le ocurrió decir que el pueblo bueno no reconocía, justamente, lo bueno que hacía papá Gobierno y, miren ustedes, al hombre le cayeron encima todavía más invectivas.

Cuando gobiernas te llueven denuestos, escarnios, vilipendios y calumnias, sobre todo en una nación de gente suspicaz y maliciosa como la nuestra. Hagas lo que hagas, sólo unos cuantos reconocerán, digamos, que una medida que tomaste no fue enteramente desafortunada. Los demás dirán que tus acciones están mal, siempre, en todo momento: ¿un viaje al extranjero? Mal. ¿Te apareces en una cena y tu mujer llevaba un vestido que ya se había puesto en otra ocasión? Mal. ¿Mencionaste una cosa en un discurso? Mal. ¿No te referiste a otro asunto al día siguiente? Mal. ¿Decidiste construir tal o cual autopista? Mal.Es parte del oficio y el precio a pagar. Punto.

Pero, caray, visto lo que está pasando ahora en estos pagos, ¿no debieren entonces existir personas que critican, así sea por gusto o mera afición, y sanseacabó? ¿A partir de qué momento el ciudadano criticón se vuelve un adversario, un enemigo, por el mero hecho de ejercer una de las más esenciales prerrogativas que otorga la democracia liberal, a saber, la de expresar abiertamente el descontento? ¿Y porqué se le atribuyen ahora oscuros intereses a los inconformes en vez de reconocer que tienen sus motivos, perfectamente legítimos, y que en toda nación hay en permanencia sectores que no están de acuerdo con el Gobierno de turno, por las razones que sean?

En lo que toca a nosotros, los escribidores de opinión, ¿se nos tienen que imputar pagos –el famoso chayote— por expresar simplemente nuestras inquietudes? ¿No pudiere ser que expresamos preocupaciones auténticas sobre el rumbo que están tomando las cosas en México reconociendo, al mismo tiempo, que en el pasado Gobierno la corrupción alcanzó niveles absolutamente escandalosos y que muchísimos politicastros debieran estar pura y simplemente encarcelados por sus raterías y malos manejos?

Supongamos inclusive que a algunos de nosotros nos pudieren calificar de emisarios directísimos de los fifís. ¿No tenemos voz, entonces, porque representamos a los malos mexicanos? ¿Debemos ser desterrados, nos tenemos que ir de nuestro país? ¿Emigramos pues a Dinamarca, donde la inmensa mayoría de la población es fifí, o nos quedamos aquí con la boca bien cerrada? Ustedes aconséjenos qué hacer, amables lectores.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



Escribe un comentario