Luis de la Calle Pardo
EL UNIVERSAL

 

Este lunes se anunció en la oficina oval de la Casa Blanca el entendimiento entre Estados Unidos y México en materia comercial como culminación bilateral del proceso de modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).  El anuncio fue inusual por su formato y contenido. Sólo en la era de Donald Trump podría darse un evento de esta naturaleza: en el escritorio presidencial, con el presidente de México en el altavoz del teléfono, sin banderas de los países en el fondo y con una colección de placas de policía en su lugar. En términos de contenido, la principal noticia consistió en la ausencia de Canadá y el fuerte lenguaje de Trump con respecto a su principal aliado histórico y su primer socio comercial y mercado para sus exportadores.

El progreso en la renegociación tenía ya mucho de positivo, de hecho suficiente para que la modernización del TLCAN pudiera ser considerada como exitosa. Aunque se habla poco de estos temas, se lograron importantes avances en materia de asuntos sanitarios y fitozoosanitarios, procedimientos aduaneros, y facilitación de comercio, propiedad intelectual, empresas propiedad del estado, pequeñas y medianas empresas, competencia económica,
barreras técnicas, telecomunicaciones, servicios financieros, transparencia y medidas anticorrupción, buenas prácticas regulatorias, comercio electrónico, anexos sectoriales y otros capítulos.

En este contexto, la estrategia de Canadá y México terminó siendo fundamentalmente defensiva y se dejó de un lado, por la agresividad del gobierno Trump, buscar un acuerdo en el que se discutieran temas relevantes, ofensivos y novedosos para la competitividad futura de la región y para atacar algunos de los problemas más álgidos que la aquejan. Por ejemplo, conseguir para los socios del TLCAN una excepción a la Jones Act que prohíbe el cabotaje
marítimo y la construcción y reparación de navíos; promover un esquema para una integración y desarrollo eficaz
de turismo médico; eliminar la posibilidad de la imposición de cuotas compensatorias entre socios; expandir el universo de profesiones con visas de entrada múltiple TLCAN; liberalizar el transporte, incluido el cabotaje, en sus modalidades aéreas y terrestre; expandir el mandato del Banco de Desarrollo de América del Norte para apoyar infraestructura terrestre y urbanismo; acordar un pacto para promover el desarrollo económico de América
Central y otros.

El entendimiento contiene avances en los temas en los que se encontró espacio de convergencia, al tiempo que se trató de minimizar el daño mercantilista en aras de salvaguardar el TLCAN. Una vez que se hagan públicos los textos podrá emitirse un juicio fundamentado sobre el balance de la negociación.

En el corto plazo, hay un beneficio importante en tanto que se disminuye el riesgo de que el gobierno de Estados Unidos invoque la cláusula de salida 2205 y se transita a un ámbito macroeconómico de menor incertidumbre. De hecho, éste era uno de los objetivos centrales tanto del gobierno saliente como del entrante en México.

Adicionalmente, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador tenían un incentivo para que el primero firme el nuevo tratado antes de la entrada del nuevo gobierno. Peña, por la responsabilidad de cerrar un expediente complejo y que el equipo negociador había manejado con tino. AMLO, además de la contribución al panorama macroeconómico para su primer año en 2019, quizá prefería que su firma no quedara en la base del principal pilar del “neoliberalismo”, el TLCAN.  Los negociadores de Estados Unidos supieron aprovechar este ánimo mexicano para presionar condiciones de cierre.

Canadá puede unirse y salvar la trilateralidad esta semana o, aún, posteriormente con miras a firmar en noviembre. Otra opción a la que debe darse el peso que merece es proseguir con las negociaciones hasta que se atiendan todos los pendientes canadienses a pesar de que esto implique posponer la firma unas semanas o meses. No hay impedimento legal para no firmar en noviembre y posponer la firma puede convertirse en elemento clave para preservar la idea de América del Norte, la integridad del tratado y su viabilidad política.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



Escribe un comentario