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Un grupo de científicos descubrió una nueva especie de caracol terrestre en el parque nacional de Ulu Temburong, al este de Brunei, y decidieron nombrarlo Greta Thunberg, en honor a la activista sueca.

“Nombrar a este caracol como Greta Thunberg es nuestra forma de reconocer que su generación será responsable de solucionar los problemas que no crearon. Y es una promesa que personas de todas las generaciones se unirán a ella para ayudarla”, indicó el científico J.P. Lim, quien encontró a esta especie.

El investigador trabajaba junto con científicos de Taxon Expeditions, una compañía que organiza excursiones científicas, y decidieron nombrar al molusco: Craspedotropis gretathunbergae, de acuerdo con el portal de la revista Biodiversity Data Journal.

“El caracol recién descrito pertenece a los llamados caenogastrópodos, un grupo de caracoles terrestres que se sabe que son sensibles a la sequía, las temperaturas extremas y la degradación forestal”, refirió el experto en caracoles Menno Schilthuizen.

El reporte señaló que el equipo de expedición se acercó a Thunberg, quien dijo que estaría “encantada” de que esta especie llevara su nombre.

Thunberg, de 17 años, ha alentado a los estudiantes a faltar a la escuela para unirse a las protestas que exigen una acción más rápida sobre el cambio climático, un movimiento que se ha extendido a todo el mundo con el nombre de Fridays For Future.

En 2019 estuvo entre las cuatro personas nombradas como ganadoras del Premio Right Livelihood Award, conocido como el “Nobel Alternativo” y fue nombrada Persona del Año por la revista Time, además a principios de este mes dos legisladores suecos nominaron a la activista al Premio Nobel de la Paz 2020.

MOISÉS NAÍM

EL PAÍS

 

 

La mayoría de los animales no comen carne humana. Sin embargo, hay tigres, leones, leopardos, osos y cocodrilos que, una vez que la han probado, la incorporan a su dieta y, activamente, cazan seres humanos para comerlos. Son los llamados “devoradores de hombres”. Una vez que han probado carne humana no pueden dejar de comerla.

Algo parecido está sucediendo con la política. En algunos países, una vez que el sistema político aprende a defenestrar al jefe de Estado, se acostumbra a hacerlo periódicamente. Los elimina a través de un sacrificio ritual que, generalmente, ocurre en tribunales, parlamentos y medios de comunicación, así como en plazas y calles. La conflictividad social, el revanchismo, la polarización y la antipolítica que hoy caracteriza a muchas sociedades crean el caldo de cultivo que conduce al despido, la cárcel y, a veces, hasta la muerte de sus presidentes. Como sabemos, ese difuso pero feroz animal come-políticos ahora cuenta con las redes sociales como potente arma para acorralar a sus presas. También sabemos que la exasperación y frustración de los votantes contra sus políticos no es ni artificial, ni gratuita: la precariedad económica, la desigualdad, la corrupción y el mal desempeño de los Gobiernos son la causa última del enardecimiento de la fiera come-políticos.

Es obvio que a veces es sano salir de un mal jefe de Estado antes de que termine su periodo. Eso hay que aplaudirlo, no censurarlo. Brasil, por ejemplo, les debe mucho a los jueces que se enfrentaron a algunos de los políticos y empresarios más poderosos y lograron mandarlos a prisión. Cientos de miles de brasileños indignados por la corrupción reinante tomaron las calles y crearon el ambiente que condujo a la salida de la presidenta Dilma Rousseff antes de terminar su mandato. La fiera política brasileña que, sin darse cuenta, le abrió paso al ahora presidente Jair Bolsonaro, podría también devorarlo a él.

En Centroamérica el hábitat natural de uno de cada dos expresidentes es la cárcel. Según el diario mexicano El Universal, de los 42 presidentes que entre 1990 y 2018 gobernaron Guatemala, el Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, y Panamá 19 han estado, o aún están, en la cárcel.

Lo mismo sucede en Perú. El presidente Pedro Pablo Kuczysnki se vio obligado a dimitir en 2018 y recientemente, un tribunal ordenó su prisión preventiva por tres años. El expresidente Ollanta Humala también estuvo encarcelado, al igual que su esposa Nadine Heredia. Alejandro Toledo, quien fue presidente del 2001 al 2006 es prófugo de la justicia peruana y desde 2017 las autoridades han solicitado al Gobierno de Estados Unidos su extradición. Su esposa, Eliane Karp, tiene orden de arresto y está fuera del país. Keiko Fujimori, la líder de la oposición, ha sido condenada a tres años de prisión preventiva, mientras que su padre, el expresidente Alberto Fujimori, sigue purgando una larga condena. La cárcel también hubiese sido el destino de Alan García, el dos veces presidente, de no ser porque hace unas semanas se suicidó de un disparo en la cabeza cuando la policía llegó a su casa a detenerlo.

Este no es solo un fenómeno latinoamericano, es una tendencia mundial. La fiera come-políticos esta activísima en Europa. Y Asia no se queda atrás. Park Geun-hye, de 67 años, acusada de corrupción, se vio obligada a dimitir como presidenta de Corea del sur y cumple una condena de 24 años de cárcel, lo que en su caso equivale a cadena perpetua. Lee Myung-Bak, uno de sus predecesores, fue juzgado por corrupción y condenado a 15 años, mientras que otro expresidente, Roh Moo-Hyun, también implicado en un escándalo de corrupción, se suicidó. En Tailandia, Malasia e Indonesia hay situaciones parecidas.

Una de las sorpresas de todos estos derrocamientos es el reducido rol que han jugado los militares. En el pasado, los generales eran protagonistas centrales. Ya no. Ahora es la gente en la calle y los magistrados en los tribunales. El problema es que, a veces, la presión de la calle desborda a los jueces y los tribunales, en vez de hacer justicia, ceban la fiera mata-políticos.

¿Qué pensar de todo esto? Primero, que la impunidad no es tan común como se cree; muchos políticos corruptos terminan en prisión. Segundo, esto no parece hacer mella en la corrupción. Nada parece indicar que haya disminuido. Tercero, en estas cruzadas judiciales contra funcionarios corruptos, potenciadas por la indignación de la gente en la calle, seguramente se cometen injusticias. Cuarto: las acusaciones de corrupción forman parte del arsenal que usan los políticos contra sus adversarios.

¿Qué hacer? No hay que limitar el activismo judicial contra los corruptos, sino despolitizarlo. La más potente arma contra la corrupción son políticas públicas que no la incentivan. Las políticas públicas deben aumentar la transparencia de las decisiones de los funcionarios y disminuir su discrecionalidad. Y mejorar el escrutinio por parte de entes de vigilancia, medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales.

Esto es más aburrido que ver a la fiera come-políticos en acción. Pero también mucho más sano.

@moisesnaim

El aspirante a candidato independiente a la Presidencia de la República, Armando Ríos Piter, acudió esta tarde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), a presentar una denuncia sobre la violación al proceso de validación de firmas para avalar las candidaturas independientes por parte del Instituto Nacional Electoral (INE).

 

 

El guerrerense indicó que la denuncia es una respuesta ante hechos que atentan contra la democracia constitucional mexicana, contra la democracia participativa de los mexicanos, y contra la posibilidad de tener en la boleta a un candidato sin partido.

 

Confío en que el Tribunal defenderá la democracia mexicana, pues aseguró que presentó todas las evidencias de las violaciones que ha hecho el INE  a sus propios lineamientos. Denunció la violación a sus derechos de seguridad jurídica, de presunción de inocencia, debido proceso, legalidad, garantía de audiencia y equidad en la contienda.

 

Ríos Piter aseguró que debido a que el INE se devora a sí mismo al invalidar las firmas que con anterioridad había validado, desconociendo así el actuar de millones de ciudadanos, fue que decidió presentar la denuncia en el TEPJF. Aclaró que es falso que no haya ejercido su garantía de audiencia, como algunos de sus funcionarios del INE quieren hacer creer.

 

Rechazó el activismo político del INE contra los independientes y finalizó haciendo un llamado al consejero presidente, Lorenzo Córdova, y al consejero Ciro Murayama, para dejar de lastimar la imagen de los independientes. “Es triste el papel en el que ponen al INE con su agenda política y sesgo mediático. Ahora su simulación es en fiscalización”.

 

LUIS RUBIO

REFORMA

 

 

 

El país lleva décadas confrontando el pasado con el futuro sin querer romper con el primero para abrazar decididamente al segundo. La evidencia es abrumadora y particularmente visible en la interminable colección de acciones gubernamentales orientadas a pretender cambiar sin querer que haya cambio alguno.

 

En los dos ámbitos en que mayor ha sido el activismo político-gubernamental de las últimas décadas -lo electoral y lo económico-comercial- el país se ha caracterizado por enormes reformas con relativamente pobres resultados. Dudo que haya muchos países en el mundo que hayan experimentado tantas reformas electorales en tan pocos años y, a pesar de que éstas han arrojado un sistema extraordinariamente ejemplar y profesional, imitado alrededor del mundo, seguimos viviendo una incontenible disputa electoral y, sobre todo, de credibilidad, cada que hay elecciones. En la economía, el país se ha desvivido por concertar acuerdos comerciales a lo largo y ancho del mundo y ha llevado a cabo ambiciosas reformas que nunca acaban de aterrizarse o implementarse a cabalidad.

 

No sería exagerado afirmar que, gracias al TLC norteamericano y a las oportunidades de empleo que la economía estadounidense aportó por décadas, la clase política mexicana no ha tenido que cambiar sus costumbres o disminuir sus privilegios. Si bien el desempeño económico promedio ha sido, por decir lo menos, mediocre, éste ha sido suficiente para mantener el bote a flote. En el ámbito político, las reformas electorales tampoco han cambiado la naturaleza de la interacción partidista, aunque la han hecho mucho más compleja: siguen fluyendo ríos de dinero, los gobiernos salientes y el gobierno federal siguen dedicados a manipular los resultados y los puestos de elección popular siguen siendo fuentes de enriquecimiento, no de buen gobierno. Todas esas reformas han fracasado en producir un sistema eficaz de gobierno, como ilustra la crisis de seguridad.

 

Otra manera de decir esto es que el país sigue viviendo en el pasado aunque le haga caravanas al futuro. Deirdre McCloskey expresó esta idea de una manera por demás explicativa: “la izquierda y la derecha se unen en oposición al futuro: la primera porque no es un futuro planificado y la segunda porque éste no es idéntico al pasado”. El futuro que todo mundo promete acaba siendo una quimera porque nadie tiene ni la menor intención de construirlo.

 

Hoy, día de elecciones, es necesario reflexionar sobre las promesas de candidatos en campaña frente a los rezagos, carencias, problemas y atrasos que persisten y que son producto de un pasado que los creó pero que es incapaz de resolver. ¿Cómo conciliar estas dos realidades, estas dos caras de una misma moneda?

 

Históricamente, el país ha sido un botín -para robar o para construir otro puesto, pero botín al fin- para los partidos y políticos, lo que obliga a preguntar si el ejercicio continuo e imparable de posponer soluciones es sostenible. Es decir, si bien la economía ha crecido a un ritmo de más o menos 2% en las últimas décadas, esa cifra, como todo promedio, esconde más de lo que revela. Algunas entidades y regiones crecen a tasas casi asiáticas en tanto que otras se contraen. El potencial de conflicto social en estas últimas es infinito y, en muchos sentidos, constante. A pesar de ello, gobiernos van y vienen pero los rezagos -y sus consecuencias- persisten.

 

Los mundos del pasado y del futuro no se comunican, pero uno depende del otro y es ahí donde choca la actividad gubernamental. Los problemas del pasado -inseguridad, mala educación, pésima infraestructura, ausencia de autoridad- impiden que se construya el futuro, ese que requiere condiciones idóneas para que los individuos puedan desarrollar sus capacidades al máximo. Parecería obvio que es necesario lidiar con el pasado para que sea posible construir el futuro, pero esa obviedad no lo es en el terreno de la acción gubernamental porque implica afectar intereses: la inseguridad o la mala educación se pueden resolver, pero la solución implica meter al redil a grupos políticos, sindicatos y, en general, intereses dedicados a depredar del statu quo. Así, el pasado -que sigue siendo presente- impide la construcción del futuro.

 

Un nuevo gobierno tendría que pensar en cómo transitar de un lugar al otro. No es posible proponerse atraer inversión -el Estado de México, por ejemplo, la ha venido expulsando- a menos que se atiendan los problemas de seguridad. La inseguridad, un rezago y resabio del viejo sistema político, sólo puede enfrentarse con un sistema de gobierno distinto, fundamentado en concepciones del siglo XXI, no las que el viejo priismo heredó del porfiriato. Sin seguridad, el futuro es inconcebible. Lo mismo sucede con la educación: la educación concebida para el control y el beneficio sindical es incompatible con la economía del conocimiento y es la principal causa de los malos empleos y bajos salarios. No es casualidad que sus baluartes sindicales sean los principales soportes de la convocatoria más reaccionaria y retardataria en la elección del Edomex de hoy.

 

Con Trump, el agua le llegó al tope al viejo sistema. La pregunta es quién ofrece una mejor alternativa.

 
@lrubiof