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ARQUITECTO

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La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) adjudicó de manera directa el proyecto de diseño de la nueva terminal del aeropuerto de Santa Lucía a Francisco González Pulido, arquitecto radicado en Chicago con experiencia en aeropuertos en Asia, Europa y Estados Unidos.

González Pulido es un mexicano que entre otras obras ha trabajado en los aeropuertos de Bangkok, las expansiones de los de Chicago y Munich, y el estadio de beisbol de Los Diablos.

De acuerdo a una investigación de la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), González Pulido colabora con el proyecto de Santa Lucía al ser invitado directamente para diseñar la terminal; con esto, se estaría modificando el proyecto presentado por el empresario José María Riobóo.

González Pulido es un arquitecto mexicano que dirige el despacho FGP Atelier con sede en Chicago y que en su momento concursó por la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y más tarde por el Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco. La mayor parte de su obra arquitectónica está fuera del país, especialmente en Asia y Estados Unidos, una de ellas las Veer Towers en Las Vegas.

El arquitecto dijo a MCCI no poder dar detalles de su participación en el aeropuerto, pero confirmó que fue invitado por la Secretaría como asesor.

Sin embargo, la dependencia confirmó que González Pulido y las empresas ADPI y Nat Blue fueron invitados directamente por el gobierno federal, sin licitación, para participar en la obra, por su experiencia en aeropuertos. Y aunque no se conocen mayores detalles de las colaboraciones, se sabe que Nat Blue está haciendo los estudios de espacio aéreo e interconexión con el AICM y el aeropuerto de Toluca.

Recordemos que tras la cancelación del aeropuerto en Texcoco, el presidente Andrés Manuel López Obrador le encargó a la Secretaría de la Defensa la obra del nuevo aeropuerto.  El proyecto original y el único que hasta ahora se conoce fue elaborado por el amigo y asesor de campaña del presidente, José Mariá Riobóo.  Así fue presentado durante la transición de gobierno y así aparece en la página web de López Obrador. Los planos que Sedena ha presentado para tramitar permisos ambientales son muy similares al proyecto de Riobóo.

Además de esos planos, el gobierno federal ha revelado pocos detalles. En el sitio de Presidencia se publicó un listado de cualidades que deberá reunir el nuevo aeropuerto: austero en el diseño, eficiente y funcional, sustentable y positivo, fácil de construir, urbano y contextual, flexible y modular, inclusivo y seguro, y emblemático, atributos que González Pulido destaca sobre su propia obra.

GIL GAMÉS

MILENIO

 

Gil no da crédito y cobranza. Si entendió bien, la crisis del agua sirvió para maldita la cosa. Una misteriosa “K  invertida”, pieza clave de los trabajos que llevó a cabo la Comisión Nacional del Agua en el sistema Cutzamala, no sirvió. Cualquier cosa que esa “K invertida” sea, quedó partida en tres pedazos y arrumbada en el predio donde se ubica la Planta Potabilizadora Los Berros. Costó 500 millones de pesos.

Este episodio le recuerda a Gilga a un mecánico genial que le arreglaba su vochito en el año del caldo. Decía el mecánico: falló la chafaldrana. Ese artefacto podría ser cualquier cosa, una bujía, el cárter, la suspensión, en fon. Pues a la empresa a la cual contrataron para este trabajo le falló la chafaldrana y después de la más grande crisis moderna del agua todo resultó un fiasco.

Gil lo leyó en su periódico El Universal: “se trata de unos tubos que conectarían cuatro frentes de las líneas de abastecimiento de agua provenientes de la planta; sin embargo, tras 150 horas de trabajo, no funcionó”. O sea: falló la chafaldrana.

Según la nota de Claudia González, para restablecer el suministro de agua, los trabajadores de la Conagua colocaron otra vez los tubos viejos que quitaron inicialmente.

“Con esta obra se dividirían los nuevos motores-bomba que impulsan 16 mil litros por segundo a mil 100 metros de altura, permitiendo que para cada línea fueran designados cuatro motores y tener un comodín”. La nota de González explica que los estudios para introducir la pieza “K invertida” se iniciaron en el año 2013 y para ellos la Conagua contrató a consultores externos. ¡Ay, la maldita chafaldrana!

Tubo y tubotes

Ingeniero: no embona la chafaldrana, tratamos de meterla con calzador grande, pero no quiere. Cuatro horas después: ingeniero, hay unos chisguetazos muy fuertes, yo creo que cerramos y quitamos la “K invertida”; de otro modo vamos a tener las cataratas del Niágara a domicilio.

Ocho horas más tarde: ingeniero, ya partimos en tres la “K invertida”, pinche “K” nomás no se dejaba, y pusimos los viejos tubos, se ven firmes, muy chingones los tubotes. ¿Ya abrimos lagua?

Doce horas después: ingeniero, ya restablecimos el servicio, pero ¿qué decimos? Digan que falló la chafaldrana. La gente cree todo. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, sin chafaldrana ni nada.

Aconsejado por un arquitecte, usted vacía su casa porque le hará cambios importantes y urgentes para su funcionamiento. En el camino se da cuenta de que eso no es posible porque la casa tiene problemas serios de construcción, el arquitecte se equivocó. Todo de nuevo a su lugar. ¿Hay un responsable? ¿O todos se van a comer a un restaurante con lo que sobró de la obra malograda?

Calvario

Gamés lo sabe. Traer agua limpia a la ciudad y sacar la sucia ha sido un calvario desde que Cortés decidió edificar esta ciudad sobre agua y fango.

Ahora oigan esto que Gilga les trae del pasado remoto: alrededor del año 1300, la tribu de Culhuacán, que vivía en la periferia sureña de los lagos y surgió como principal rival de los tepanecas, envió una expedición a Chapultepec para someter a los odiados mercenarios aztecas. Muchos de ellos fueron masacrados y los sobrevivientes derrotados fueron llevados a Culhuacán como esclavos. Al principio, los señores de Culhuacán parecían decididos a humillar a los aztecas.

Los relegaron a tareas serviles, los convirtieron en criados, mensajeros, labradores de las chinampas. Los obligaron a vivir en terrenos inhóspitos, sembrados de rocas volcánicas e infestados de serpientes los aztecas no solo sobrevivieron a este calvario, sino que resistieron el hambre comiendo víboras.

Así empezó todo, entre el agua, las inundaciones, las víboras, las chinampas. La verdad, un desastre tras otro.

Gil imagina a los súbditos de Ahuízotl, o quién sea: señor Tlatoani: falló la chafaldrana. Ofrezcámosle a Quetzalcóatl 10 mil corazones por la chafaldrana. Es que de veras.

Todo es muy raro, caracho, como dice el proverbio chino: Todos los ríos van a la mar, pero el mar no se desborda.

Gil s’en va