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CONTRINCANTE

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JULIO PATÁN

MILENIO

 

 

El video del encuentro del presidente que viene con su antiguo contrincante por el PRI levantó ámpulas. Que si ya estaba viendo cómo se iba a acomodar, que dónde quedó el espíritu opositor, que si ya se arrugó, a Meade. Que cómo se atreve a sentarse con el hombre que avaló la corrupción priista, a López Obrador. Era predecible, porque de un lado perdieron abrumadoramente y del otro ganaron abrumadoramente, pero no se les quita ni tantito lo encabronado.

Me cuento entre los que aplauden la iniciativa. He comentado antes que me sorprendía ver en la España de los 90, cuando los atentados de ETA arreciaban, cómo las marchas contra el terrorismo las encabezaban, literalmente del brazo, las altas jerarquías del PSOE y las del PP, al margen de quien estuviera en el gobierno. Políticos que se habían acusado de corrupción, de incompetencia, se unían al resto de la ciudadanía para condenar la violencia. No era un gesto nimio. Al margen de que un atentado terrorista obliga a guardar ciertas formas, el mensaje era que en una democracia hay acuerdos mínimos que se respetan; que hay un suelo común. Eso hicieron López Obrador y Meade. López Obrador fue cordial, creo que de forma convincente, y Meade fue educado y sobrio. Tampoco es un mensaje irrelevante: se respetan los resultados de la elección, se le desea suerte al adversario, se reconoce al que perdió… Es un acto de civilidad, si no es que algo más: de respeto, que sí, es un pilar de la convivencia democrática. ¿Que pactaron en lo oscurito la impunidad ante la corrupción inocultable de una buena parte del establishment saliente? Es posible. Pero atengámonos por una vez a lo que vemos y digamos que hicieron lo que le toca a un político.

Que no es, dicho sea de paso, lo que toca a los medios, incluidos quienes escribimos “opinión”. No es que nos toque siempre el papel del que eructa en el banquete, pero tal vez sí estar a una rayita de eso: dejar siempre la navaja (crítica, crítica) a mano. Como escribo esta columna en un domingo soleado y dormí bien, ando optimista. A diferencia de lo que hemos visto en algunos ambientes políticos y empresariales, no se ven todavía señales de sometimiento, de capitulación. O bueno, sí, pero entre algunos “neocomentócratas” llenos de congruencia: no levantaron la voz cuando las fuerzas vivas estaban en la oposición, no lo harán ahora, con el pretexto de que hay que esperar a ver resultados concretos, como si Bartlett no fuera un resultado concreto. Pero nadie contaba con ellos: no hay domingo lo bastante soleado para tanto optimismo.