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Enrique Quintana

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ENRIQUE QUINTANA

EL FINANCIERO

En época electoral, las encuestas despiertan pasiones y ambiciones. Y cuando es el hígado o el interés el que interviene en los juicios, tiende a perderse la racionalidad.

Tal vez le puedan ser de interés y utilidad algunos cuestionamientos y reflexiones respecto a lo que significan las encuestas.

1.- ¿Por qué una encuesta nacional, como las que usualmente se publican, tiene un número de entrevistas que parece tan pequeño (de mil a mil 500) frente a una lista nominal de casi 90 millones de personas?

El principio que permite obtener una muestra para estimar la intención de voto del universo completo es el mismo que permite que usted pueda hacerse un análisis de sangre con apenas unas cuantas gotas, o el que hace posible que un cocinero determine la sazón de un caldo, probando apenas una cucharadita.

La estadística nos permite conocer con una muestra la intención de voto de una población. Esto requiere que la muestra esté bien hecha, es decir, que el grupo de ciudadanos a los que se interroga sea representativo del universo de los votantes que acudirán a las urnas.

2.- ¿Por qué entonces las encuestas no pueden ser plenamente precisas y en ocasiones, se equivocan por mucho?

Por múltiples razones. Una de las más frecuentes es que la muestra puede estar mal construida, es decir, que no sea representativa de la población. Un problema frecuente es que no vota el 100 por ciento de la lista nominal sino un porcentaje menor, a veces mucho menor. Por ejemplo, en el caso del Brexit, las encuestas anticipaban que se rechazaría. El problema es que dejaron de ir a votar muchos de los que estaban en contra. Los encuestadores han desarrollado técnicas para tratar de identificar a quienes realmente van a votar, pero están lejos de ser perfectas.

Otra de las razones que existen es que la gente cambia de opinión. Una encuesta levantada una semana antes de la elección, no necesariamente refleja la intención de voto el día de la elección pues en los días previos a los comicios puede haber factores que muevan la opinión de la gente.

3.- ¿Tiene algún sentido decir que ‘la encuesta que importa es la del 1 de julio’?

Es un contrasentido absoluto. Como le comentaba, las encuestas están basadas en el muestreo, en la selección correcta de una parte del universo, mientras que la votación es un ejercicio al que acude todo el universo. La referencia usualmente deriva de quien supone que las encuestas no ofrecen tendencias confiables. Es un error tanto creer que las encuestas predicen con exactitud los resultados de la votación como pretender que no tienen ningún significado.

4.- ¿Por qué difieren los resultados entre encuesta y encuesta?

Una de las razones es por el propio error implícito en la selección de la muestra. Un error estadístico típico es de +/- 3.0 por ciento. Eso puede explicar varios puntos de diferencia en los resultados, aunque todo el procedimiento se haya hecho bien. Otro factor más es la forma en que se pregunta, o incluso la forma en que se presenta la boleta, cuando el dato se capta depositando la boleta en una urna. Otro más es el tiempo. Algunos días de variación en los levantamientos pueden dar lugar a resultados diferentes.

Pero quizás lo más significativo es que a veces hay diferencias por el hecho de que existen ‘encuestas’ que se usan como propaganda electoral y no como verdaderos estudios de opinión con una base científica.

Por Enrique Quintana

El Financiero 

 

Ayer le comentaba que había una amplia divergencia entre la percepción sobre la condición de la economía y los datos objetivos, que indican que, en materia de consumo, al menos hasta marzo el crecimiento supera a lo esperado.

 

Este resultado es coincidente con un dato de intención de voto que publicamos ayer en EL FINANCIERO y que resultó, para muchas personas, sorpresivo.

 

La encuesta presentada ayer por EL FINANCIERO refleja fundamentalmente que la competencia sigue cerrada. No hay ninguna victoria inevitable.

 

Los márgenes estadísticos de error dan una diferencia muy pequeña a Margarita, mientras que AMLO y el candidato mejor posicionado del PRI, Osorio Chong, están en un empate estadístico.

 

Los trolls de AMLO, así como algunos columnistas, han estado muy activos desde ayer y han cuestionado los resultados. Los más educados han calificado a EL FINANCIERO de ‘vendido’ y los más agresivos nos han recordado, con insultos, a toda la parentela.

 

Es decir, todo normal.

 

EL FINANCIERO publicó, al arranque de febrero, que López Obrador iba adelante seis puntos porcentuales respecto a Margarita. Y, entonces, sí éramos un medio que reflejaba la realidad del país.

 

La realidad es que, a estas alturas, la intención de voto es muy volátil.

 

La historia cambió. Margarita le lleva tres puntos a AMLO y, por eso, para los seguidores del tabasqueño, manipulamos las encuestas y somos parte de la mafia de poder.

 

Hay dos tipos de simpatizantes de AMLO.

 

Los fanáticos y fundamentalistas le aplauden a rabiar en los mítines, y le dicen a AMLO que van derechitos a la victoria.

 

Mientras más queda satisfecho AMLO con lo que le dicen, más posibilidades hay de ‘agarrar algún hueso’.

Así que hay muchos que rinden pleitesía al tlatoani.

 

Pero, hay otros, me consta personalmente, que están conscientes de que AMLO sigue siendo vulnerable y que toman las encuestas que no le favorecen como un insumo que permite elaborar estrategias y posicionamientos nuevos. Allí están, pero no son muchos.

 

Si, por asomo –como yo lo he hecho–, alguien justifica que su agenda, la de AMLO, tiene sentido y bases, y que se requiere dar respuestas a sus planteamientos, entonces uno se vuelve una persona non grata frente al PRI y al PAN.

 

Pero, si se cuestionan las inconsistencias de la propuesta de AMLO, entonces uno se vuelve parte del costal, perdón, de la “mafia de poder”.

 

El círculo más cercano a AMLO sabe que los datos de EL FINANCIERO son correctos.

 

Y, por tanto, que requiere una nueva estrategia para ganar. Los deslices respecto a los 43 de Ayotzinapa o las críticas al Ejército no fueron gratuitas. Le costaron mucho.

 

A mi parecer, más allá de los resultados objetivos de la encuesta publicada ayer, AMLO sigue siendo el candidato con más posibilidades de ganar, como lo fue en 2006.

 

Y, como entonces, el resultado final va a depender de que sepa mantener las formas durante la campaña. Lo que entonces no supo.

 

Pero, en fin, falta mucho, y lo que las cifras arrojan es que estamos muy, pero muy lejos, de un escenario en el que sea inevitable el triunfo de AMLO.