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Al respecto…
Por Alejandro Aguirre Guerrero

 

“Al Presidente le avisaron que el operativo para aprehender a Ovidio Guzmán había sido exitoso, pero que nunca, (y de verdad nunca), pensaron en la magnitud de la respuesta para exigir su devolución inmediata”, me dijeron este fin de semana, vía telefónica.

En la misma conversación me confirmaron lo que no es secreto desde hace varios días: Estados Unidos pidió que no tardaran en ir por el hijo de El Chapo Guzmán, pues el Presidente Trump considera que cualquier captura alrededor del narcotraficante mexicano, abona a sus aspiraciones de reelección.

Me dijeron también que entre las Fuerzas Armadas hay molestia, pues después del cúmulo de declaraciones oficiales, particularmente las vertidas por el Secretario Alfonso Durazo, se quedó la impresión de que los elementos de campo, “los que arriesgaron su vida”, desoyeron o no esperaron la indicación para actuar.

De hecho, me afirman que aunque los elementos de la Sedena, Marina, Policía Estatal y Guardia Nacional, hubieran esperado esa “supuesta luz verde”, el operativo no estaba montado para soportar lo que se vendría después de cumplimentar la aprehensión.

“Cuando Culiacán era prácticamente una zona de guerra, y habían liberado a los internos del penal, además de las diversas balaceras que ponían en riesgo la vida de civiles, el Presidente no estaba localizable, situación que obligó a que Durazo y compañía tomaran las decisiones”, me confiaron.

“Apenas tuvo señal para poder hablar, el Presidente fue informado de lo que ocurría y de las decisiones que se habían tomado, entre ellas, la de devolver a Ovidio Guzmán, pues las Fuerzas Armadas reunidas para cumplir la petición de Trump no eran suficientes, se había subestimado la reacción para defender la captura. AMLO respaldó todo”.

“En este asunto hubo una cascada de errores que terminó en lo que hoy estamos viviendo. Todo partió de un operativo terriblemente montado. Quizá estemos viviendo nuestro Ayotzinapa”, me confiaron.

Hace unos días charlé con Juan Ibarrola, especialista en estos temas, y me dijo que las Fuerzas Armadas son suficientes para enfrentar este tipo de operativos.

Queda claro: faltó pericia para planear “arriba”, porque los de campo, los “de abajo”, siempre han actuado bien, y eso nos consta a los mexicanos.

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Twitter: @aaguirre_g
www.alejandroaguirre.com.mx

GIL GAMÉS

MILENIO

 

Gil no da crédito y cobranza. Si entendió bien, la crisis del agua sirvió para maldita la cosa. Una misteriosa “K  invertida”, pieza clave de los trabajos que llevó a cabo la Comisión Nacional del Agua en el sistema Cutzamala, no sirvió. Cualquier cosa que esa “K invertida” sea, quedó partida en tres pedazos y arrumbada en el predio donde se ubica la Planta Potabilizadora Los Berros. Costó 500 millones de pesos.

Este episodio le recuerda a Gilga a un mecánico genial que le arreglaba su vochito en el año del caldo. Decía el mecánico: falló la chafaldrana. Ese artefacto podría ser cualquier cosa, una bujía, el cárter, la suspensión, en fon. Pues a la empresa a la cual contrataron para este trabajo le falló la chafaldrana y después de la más grande crisis moderna del agua todo resultó un fiasco.

Gil lo leyó en su periódico El Universal: “se trata de unos tubos que conectarían cuatro frentes de las líneas de abastecimiento de agua provenientes de la planta; sin embargo, tras 150 horas de trabajo, no funcionó”. O sea: falló la chafaldrana.

Según la nota de Claudia González, para restablecer el suministro de agua, los trabajadores de la Conagua colocaron otra vez los tubos viejos que quitaron inicialmente.

“Con esta obra se dividirían los nuevos motores-bomba que impulsan 16 mil litros por segundo a mil 100 metros de altura, permitiendo que para cada línea fueran designados cuatro motores y tener un comodín”. La nota de González explica que los estudios para introducir la pieza “K invertida” se iniciaron en el año 2013 y para ellos la Conagua contrató a consultores externos. ¡Ay, la maldita chafaldrana!

Tubo y tubotes

Ingeniero: no embona la chafaldrana, tratamos de meterla con calzador grande, pero no quiere. Cuatro horas después: ingeniero, hay unos chisguetazos muy fuertes, yo creo que cerramos y quitamos la “K invertida”; de otro modo vamos a tener las cataratas del Niágara a domicilio.

Ocho horas más tarde: ingeniero, ya partimos en tres la “K invertida”, pinche “K” nomás no se dejaba, y pusimos los viejos tubos, se ven firmes, muy chingones los tubotes. ¿Ya abrimos lagua?

Doce horas después: ingeniero, ya restablecimos el servicio, pero ¿qué decimos? Digan que falló la chafaldrana. La gente cree todo. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, sin chafaldrana ni nada.

Aconsejado por un arquitecte, usted vacía su casa porque le hará cambios importantes y urgentes para su funcionamiento. En el camino se da cuenta de que eso no es posible porque la casa tiene problemas serios de construcción, el arquitecte se equivocó. Todo de nuevo a su lugar. ¿Hay un responsable? ¿O todos se van a comer a un restaurante con lo que sobró de la obra malograda?

Calvario

Gamés lo sabe. Traer agua limpia a la ciudad y sacar la sucia ha sido un calvario desde que Cortés decidió edificar esta ciudad sobre agua y fango.

Ahora oigan esto que Gilga les trae del pasado remoto: alrededor del año 1300, la tribu de Culhuacán, que vivía en la periferia sureña de los lagos y surgió como principal rival de los tepanecas, envió una expedición a Chapultepec para someter a los odiados mercenarios aztecas. Muchos de ellos fueron masacrados y los sobrevivientes derrotados fueron llevados a Culhuacán como esclavos. Al principio, los señores de Culhuacán parecían decididos a humillar a los aztecas.

Los relegaron a tareas serviles, los convirtieron en criados, mensajeros, labradores de las chinampas. Los obligaron a vivir en terrenos inhóspitos, sembrados de rocas volcánicas e infestados de serpientes los aztecas no solo sobrevivieron a este calvario, sino que resistieron el hambre comiendo víboras.

Así empezó todo, entre el agua, las inundaciones, las víboras, las chinampas. La verdad, un desastre tras otro.

Gil imagina a los súbditos de Ahuízotl, o quién sea: señor Tlatoani: falló la chafaldrana. Ofrezcámosle a Quetzalcóatl 10 mil corazones por la chafaldrana. Es que de veras.

Todo es muy raro, caracho, como dice el proverbio chino: Todos los ríos van a la mar, pero el mar no se desborda.

Gil s’en va