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Seguridad Interior

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El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvió este jueves, con nueve votos a favor y uno en contra, declarar inconstitucional la Ley de Seguridad Interior, que fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 21 de diciembre de 2017.

A excepción del ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien presentó el proyecto de sentencia que declara constitucional esta normatividad, el resto de sus compañeros en el Pleno se manifestaron en contra de esta legislación.

Dicha ley se promulgó con el fin de generar un marco legal que justifique el uso de las Fuerzas Armadas, Ejército y Marina, en materia de seguridad en todo el territorio nacional.

Sin embargo, los ministros resolvieron este jueves que el Congreso de la Unión no cuenta con facultades para legislar en cuanto a seguridad interior y la disposición del Ejército en la materia.

Las Comisiones de Gobernación, Defensa Nacional, Marina, y Estudios Legislativos de la Cámara de Senadores, aprobaron las minutas del dictamen de Ley de Seguridad Interior.

 

La Senadora Cristina Díaz, presidenta de la Comisión de Gobernación, indicó que es urgente darle viabilidad al marco normativo, pues en la última década el país ha atravesado por una crisis rebasa el umbral de la seguridad pública, y pone en riesgo la seguridad interior, como es la delincuencia organizada, generadora de delitos derivados del narcotráfico, entre otros.

 

Por su parte el Senador Fernando Torres Graciano, presidente de la Comisión de Defensa Nacional, aseguró que el debate ha sido amplio y por muchos años se escucharon todas las opiniones y voces respecto a este delicado asunto y negó que se haya dado un “procedimiento atropellado” o “fast track” para aprobar este proyecto.

 

El Senador Benjamín Robles Montoya, presidente de la Comisión de Estudios Legislativos Segunda, manifestó que los cambios son insuficientes y no generan ningún tipo de control adicional y extraordinario de supervisión en materia de derechos humanos; sólo se trata de cubrir la inconstitucionalidad de la Ley, fomentan la opacidad y no cumplen con las expectativas de los organismos internacionales y especialistas.

 

Quien también hizo un planteamiento al respecto, fue el Senador Ricardo Barroso Agramont, presidente de la Comisión de Marina, quien sostuvo que las Fuerzas Armadas “no están regateando” el apoyo de los Senadores, sino que han solicitado un marco jurídico para servir mejor a México.

 

Al interior de la Cámara, hubo Senadores que se manifestaron en contra, argumentando que Ley busca encubrir el fracaso de una estrategia de seguridad, regresar al país al presidencialismo autoritario con facultades metaconstitucionales y no garantiza la paz, la seguridad ciudadana ni da certeza jurídica.

 

Esta tarde la Cámara de Diputados avaló en lo general con 248 votos a favor, 115 en contra y 48 abstenciones, la Ley de Seguridad Interior. Con dicha aprobación, se procedió a que los legisladores comenzarán el debate de las 101 reservas.

 

 

“La Declaratoria de Protección a la Seguridad Interior deberá fijar la vigencia de la intervención de la Federación, la cual no podrá exceder de un año. Agotada su vigencia, cesará dicha intervención, así como las Acciones de Seguridad Interior a su cargo. Las condiciones y vigencia de la Declaratoria de Protección a la Seguridad Interior podrán modificarse o prorrogarse, por acuerdo del Presidente de la República, mientras subsista la amenaza a la Seguridad Interior que la motivó y se justique la continuidad”, indica uno de los apartados del dictámen.

 

La aprobación se da un día después de que el presidente Enrique Peña Nieto hiciera votos de confianza para que el Congreso votara la iniciativa.

VIDAL LLERENAS

EL ECONOMISTA

 

 

 

 

La Cámara de Diputados está por discutir un par de iniciativas de algo llamado seguridad interior. Se trata de un concepto que se inspira en las leyes patrióticas de los Estados Unidos, que otorgan poderes ilimitados a las fuerzas de seguridad para combatir el terrorismo. Con eso se vuelve permanente el exceso de facultades militares. En México, el concepto proviene de la época en la que aún existían revueltas locales armadas en regiones que requerían ser pacificadas por el Ejército. Ahora, el concepto se quiere reutilizar para otorgar al Ejército atribuciones para, en los hechos, participar en tareas de seguridad pública, para lo cual se eliminan controles, se renuncia a todo tipo de transparencia en la información y se abre la posibilidad de que las violaciones de derechos humanos crezcan aún más. Se desliza la idea de que, en sus acciones de seguridad interior, como sucede en las leyes patrióticas, se van a permitir ciertas violaciones a las garantías civiles, porque son”necesarias” para garantizar la seguridad de la sociedad, ante peligros “mayores” a los que normalmente ponen en riesgo a los individuos.

 

El dictamen que circula no contempla la salida paulatina de los militares de las calles; por el contrario, garantiza las condiciones para su permanencia, por lo que será todavía más difícil la construcción de un sistema nacional policial. La ley no va a mejorar la seguridad del país, eso sólo puede suceder con prevención del delito, fuerzas de seguridad cercanas a las comunidades y enfocadas a reducir los niveles de violencia y la investigación eficaz de los delitos. Todo eso no va a suceder si el poder civil renuncia a esas responsabilidades en favor del poder militar.

 

La ley se puede aprobar por una razón incorrecta: el reconocer la labor del Ejército en las tareas de seguridad. Es evidente que los miembros de las Fuerzas Armadas hacen un enorme servicio al país, eso todos los reconocemos. Es también verdad que se les han encomendado tareas que no están preparados para realizar, porque en realidad no les corresponden. El resultado no ha sido bueno. Es imposible reducir la violencia cuando el combate al crimen se le encarga al Ejército, entrenado para maximizar el uso de la fuerza. El resultado son índices de letalidad similares a los de las guerras; entonces se genera una espiral de violencia y contantes afectaciones a la población en los operativos. El número de militares en las calles generó, casi de manera inevitable, violaciones constantes a los derechos humanos. En realidad, quienes sacaron al Ejército a las calles son los responsables de poner a los militares en riesgo, porque los enviaron a una misión imposible de cumplir con éxito.

 

La labor del Ejército tiene que ser valorada y reconocida, pero también analizada de manera crítica y, sobre todo, asignarle las tareas que pueden y deben realizar. Lo que tendríamos que estar discutiendo es cómo retiramos, de manera ordenada y paulatina, a los militares, les encargamos las tareas para las que fueron entrenados y construimos un sistema policial nacional eficaz, transparente y bien evaluado. En realidad, la ley de seguridad interior es el resultado del fracaso de la estrategia de seguridad de este gobierno, que no solamente permitió el crecimiento de los homicidios del país, sino que no avanzó en mejorar las policías, algo que era su responsabilidad coordinar. Desgraciadamente no hay atajos, mejorar la policía es un elemento esencial para reducir la violencia crónica, con la ley de seguridad interior se evade esa responsabilidad y se incurre en enormes riesgos.

 

Pocas veces una ley ha generado un rechazo tan amplio por parte de organizaciones sociales, pero que no se limita a ellas. Los cuestionamientos también provienen, por ejemplo, del director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, del titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Su aprobación sería un cambio de dirección en la tendencia que ha tenido el Congreso mexicano de legislar para garantizar los derechos de los ciudadanos, para ahora legislar para restringirlos. La legislación en torno al papel del Ejército tendría que darse, necesariamente, junto a la que se requiere para cambiar el modelo policial y el de procuración de justicia. La idea de que se puede utilizar al Ejército cuando las instituciones están en riesgo genera una ambigüedad extremadamente peligrosa. Me parece que, en el fondo, la prisa por aprobar este dictamen responde a la estrategia de utilizar el Ejército como arma electoral. Jugar la irresponsable carta de mostrar un supuesto compromiso con la seguridad, con pasar una ley que supuestamente quiere el Ejército, pero que no resolverá ninguno de nuestros enormes problemas en la materia. Una salida para justificar los resultados respecto al enorme fracaso de las políticas de seguridad de Peña Nieto.

 

 

Por Vidal Llerenas, diputado federal por el Movimiento de Regeneración Nacional

Milenio 

 

 

No se trata de un tema de mezquindad, como se dice. No se trata de negarse a dar al Ejército, ahora, lo que supuestamente pide. De hecho, no existe una iniciativa presentada por el Ejecutivo federal, al que pertenecen las secretarías de Defensa y Marina en materia de seguridad interior. Es decir, no sabemos con precisión la posición del gobierno de la República en el tema.  Desde ahí comienzan las dificultades. Todo inició con dos iniciativas de prominentes legisladores de PAN y PRI.  Las propuestas de l diputado César Camacho y del senador Roberto Gil son sospechosamente coincidentes. Luego se sumó la iniciativa del senador Barbosa, que resoonde a algunas de las críticas a las propuestas anteriores, pero que coincide con ellas en el fondo.

 

Si lo que se pide es aprobar dichas iniciativas, entonces se pide dispensar a las fuerzas armadas de controles y dar pie a situaciones donde pudieran cometerse más violaciones a los derechos humanos. En las propuestas, por ejemplo, se reserva la información derivada de la aplicación de esta ley como materia de seguridad nacional o se considera la posibilidad de obtener información de particulares bajo cualquier medio.

 

Se dice que las propuestas garantizan a las fuerzas armadas un marco jurídico para que realicen una labor que no pidieron hacer, como si en el servicio público fuera válido desempeñar o no un trabajo porque se pide, cuando en realidad depende de las atribuciones y responsabilidades que uno tenga. En todo caso, legislar en materia de seguridad interior es una manera de mantener a las fuerzas armadas en una tarea para la que no están preparados a realizar. Asumámoslo, seguridad interior es un eufemismo para mantener a los militares en acciones de seguridad pública. No es delimitar sus acciones, sino ampliar sus facultades.

 

El concepto de seguridad interior es problemático debido a que establece una categoría confusa entre la seguridad pública y la nacional. Se dice que la seguridad interior se refiere a cuando las instituciones están en riesgo, lo que abarcaría a casi cualquier cosa. Los conceptos como el deber de proteger o que existe un peligro mayor, supranacional, provienen del tipo de políticas asumidas por Estados Unidos después del episodio de las Torres Gemelas.

 

Se parte de la idea de que la ciudadanía tiene que estar dispuesto a perder parte de sus libertardes a cambio de que agencias del Estado, con letalidad mayor a los de las policías, garanticen su seguridad. La idea de seguridad interior corresponde a parte de la narrativa de la guerra contra el narco. Es posible que la continuidad de esa estrategia es la que hayan discutido los secretarios de Estado y del Interior del vecino país con los titulares de Defensa y Marina de México. Se pretende legislar en seguridad interior incluso antes de hacerlo para construir un sistema nacional policial, que garantice la calidad de las policías a lo largo del país.

 

Cabe señalar que es la mejora de los cuerpos policiales y de los de procuración de justicia lo que permitió reducir la violencia en países como Colombia. La Auditoría Superior de la Federación, en su evaluación de la política de seguridad señala fallas serias en la coordinación y desarrollo de políticas policiales que realiza, la Secretaría de Gobernación. Se ha fallado de manera estrepitosa en cumplir con la promesa de tener policías eficaces y, ahora lo que sucede es que los civiles electos se quieren deshacer de las responsabilidad de encargarse de la seguridad pública, el principal problema del país.

 

Además, no existe una facultad expresa del Congreso para legislar en la materia,  por lo que es probable que se trate de una ley inconstitucional. En todo caso, las actividades que realizan las fuerzas armadas tendrían que regularse en la Ley de Seguridad Nacional. En su casco, la acción de las fuerzas armadas o de otro cuerpo de seguridad que tenga que hacer uso de algún tipo de facultad extraordinaria tendría que hacerlo por medio de un  esquema en el que se suspendieran garantías.

 

Dicha suspensión tendría que ser temporal, en un territorio específico, con objetivos concretos y con controles administrativos, judiciales y legislativos. Lo que hoy tenemos es una suspensión de facto de garantías que en nombre de las acciones de seguridad realizan las fuerzas armadas y otras agencias de seguridad.

 

No se trata de negar a las fuerzas armadas el reconocimiento por la labor que realizan por los mexicanos. Tampoco pretender que se retiren en los próximos días de los lugares que actualmente patrullan. Pero tenemos que reconocer que debido a su carácter de instituciones de guerra es muy complicado que combatan al crimen sin maximizar el uso de la fuerza o que pueden realizar acciones de prevención e investigación del delito sin violar derechos fundamentales.

 

Es además falso que las iniciativas que se proponen protejan a los militares. Esto lograría regresándolos a las labores que les son propias. Las actuales iniciativas de ley , no van a liberar a los militares de la obligación de cumplir el debido proceso y el respeto estricto a los derechos humanos. Lo que sí generarían es menos transparencia y menos control por parte de las autoridades civiles.

 

Se urge legislar, en nombre del honor del Ejército, en un concepto etéreo, peligroso y sin que los detalles estén claros sobre la mesa. La pregunta no es si necesitamos esta ley o no, primero hay que responder si queremos seguir con la misma estrategia de militarizar la seguridad.