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Ana Paula Ordorica

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Hasta hoy le dan a Andrés Manuel López Obrador su constancia que lo acredita como presidente electo. El retraso se debe a que uno de sus aliados, el PES, impugnó los resultados electorales. Seguramente México es la excepción: un partido de la coalición ganadora impugna los resultados. Esto ocurre porque en México impugnar una elección es redituable para el partido que señala ¡trampa! Y, en una de esa, hasta logra salvar el registro.

Sabemos que para conservar el registro como partido político es necesario ganar cuando menos el 3 por ciento de los votos en alguna de las elecciones federales. Es decir, en la presidencial, la de senadores o la de diputados. Como el Partido Encuentro Social (PES) y el Partido Nueva Alianza (PANAL) se quedaron por debajo de ese umbral, deben perder su registro.

El PES, el partido de Hugo Eric Flores, obtuvo 2.94 por ciento en la presidencial; 2.48 por ciento en la de senadores y 2.53 por ciento en la de diputados.

No hay 3 por ciento; no hay registro. Sencillo.

Pero como perder el registro es perder el dinero, ningún partido se da por vencido fácilmente. Ya vimos el caso del PT que impugnó un distrito en Aguascalientes tras las elecciones del 2015 en las que tampoco logró el 3 por ciento de la votación federal, y por alguna extraña razón que apuntó a que el PRI pensaba que el partido iría con ellos en la coalición presidencial del 2018, logró salvar el registro. El PT no fue con el PRI, pero eso ya es otra historia.

Lo importante es que ahora el PES decidió impugnar la elección pese a haber sido parte de la coalición ganadora, Juntos Haremos Historia. Su impugnación cabría en lo que en la ley se conoce como frivolidad. Es decir, presentaron una impugnación tardía y sin sustento legal.

Argumentando que no obtuvieron las actas certificadas de casillas en las que no obtuvieron ningún voto, se presentaron tarde y con malos argumentos a pedir que se invalidaran los votos suficientes como para mantener el registro.

Tarde porque la culminación de los cómputos se dio entre el 4 y el 6 de julio, por lo cual el plazo para la impugnación transcurrió, en el mejor de los escenarios, del 7 al 10 de julio. No obstante, el PES promovió los juicios entre el 26 de julio al 2 de agosto, es decir, entre 16 y 23 días fuera de lo legalmente previsto, por lo que la presentación de las demandas resultó extemporánea.

 

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En mayo se suspendieron las pláticas para renegociar el TLCAN con la certidumbre de que éstas no se retomarían sino hasta el 2019. De que no habría NAFTA 2.0 en el horizonte. No estaban las circunstancias dadas en México, ante las elecciones de julio 1. Tampoco en Estados Unidos, ante las intermedias de noviembre.

Y, de pronto, en el vaivén que Trump le inyecta a prácticamente todo lo que se le acerca, el panorama cambió 180 grados. Entre una serie de tuits del presidente estadounidense y la declaración escrita en una carta a AMLO urgiendo un acuerdo cuanto antes, el equipo negociador mexicano viajó a Washington con la idea de que los temas espinosos en materia de autos, agricultura y la famosa ‘cláusula Sunset’ se podrían volver a discutir con nueva flexibilidad. Ahora la expectativa es que se podrá firmar un TLCAN renegociado antes del 25 de agosto.

Esto lo declaró Ildelfonso Guajardo en Washington la semana pasada. Lo reafirmó Robert Lighthzer, el Representante Comercial de EUA; lo mismo que Kevin Hassett, la cabeza de los Asesores Económicos de La Casa Blanca.

¿Por qué este viraje tan abrupto? Primero porque la elección en México fue de un triunfo claro y abrumador para AMLO. A Trump le gustan este tipo de triunfos en los que el futuro presidente de México no se vea molestado por las nimiedades de la democracia como tener que negociar con un legislativo de oposición, por ejemplo.

La inclusión de Jesús Seade en las pláticas fue muy bien recibida. Es alguien que conoce de los temas comerciales. No es ningún improvisado. Su presencia a lado de los negociadores del gobierno y de la IP envió un mensaje de continuidad y coordinación entre el gobierno saliente de Peña Nieto y el entrante de AMLO. Por eso en este primer nuevo reacercamiento el resultado fue todavía de mayor optimismo.

 

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Vaya sorpresa el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Si, todas las encuestas ya decían que esto ocurriría y estuvieron en lo correcto. Me refiero a la sorpresa de que los mexicanos que hemos querido evitar que el poder recaiga en un solo poder y en una sola persona de forma predominante decidimos con el voto darle justamente eso a López Obrador.

Es por eso que en la Constitución Mexicana el jefe del Ejecutivo está bastante restringido en sus poderes y atribuciones. Atendiendo a lo que los constituyentes pensaban era conveniente dada la mala experiencia de hombres fuertes que habían llegado a gobernarnos, notablemente claro está, Porfirio Díaz.

Pero aun así, la desesperación con quienes nos han gobernado las últimas décadas nos llevó a elegir de forma abrumadora a Andrés Manuel López Obrador y, de paso, a darle mayoría en el legislativo federal y varios locales. Tan contundente fue el triunfo de AMLO que en la carta que le escribió a Trump que se dio a conocer esta semana da por sentados proyectos y políticas que necesitan el aval del legislativo, como modificar el salario mínimo o eliminar la recaudación del IEPS (Impuestos Especiales a la Producción y Servicios).

Lo da por sentado porque a partir de los resultados electorales y de su propia personalidad, lo que AMLO quiera que apruebe el legislativo, será aprobado. Tanto tiempo y esfuerzo se invirtió para quitarle ese tipo de poder a los PRIístas y ahora, con el voto de la mayoría de los mexicanos, AMLO tiene ese abrumador poder de vuelta para sí.

El caso es para que acudamos a un psicólogo y nos sentemos en el diván para que nos explique ésta y otras incongruencias entre lo que decimos que queremos y lo que votamos.

Porque otorgar poder casi absoluto a una persona no es lo único que retrata la necesidad de un diván.

Llevamos desde el 2015 observando a Donald Trump con asombro. ¿Cómo pudieron los estadounidenses caer en la trampa del populismo? ¿Por qué eligieron a este hombre que se ha encargado de maltratar a México como país y a nuestros paisanos tacharlos de violadores y criminales con lo que ha empinado la relación bilateral a uno de sus peores momentos? ¿Qué le vieron a este señor que tilda de prensa mentirosa a todo lo que no le guste y lo hace mintiendo una y otra vez mancillando la primera enmienda de la constitución estadounidense?

Y resulta que nosotros elegimos a alguien que ahora nos dice él mismo que es la versión mexicana de ese mismo personaje. Nos escandalizamos con la elección de Donald Trump y aquí será presidente Juan Trump.

 

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Esa es la gran pregunta que trascendió después de la reunión entre Vladimir Putin y Donald Trump que sostuvieron en Helsinki. Solo si Putin tiene información comprometedora sobre Trump o su familia se puede explicar que el presidente de Estados Unidos haya traicionado a su país como lo hizo al estar parado de forma complaciente y hasta servil a un lado del autócrata, admirando su fortaleza y creyendo más en la palabra de Putin que en las pruebas contundentes de las agencias de inteligencia norteamericanas.

Cuatro días antes de reunirse con Trump, la investigación especial que encabeza Robert Muller concluyó que 12 espías rusos, empleados de la agencia militar del Kremlin, fueron los responsables de hackear el servidor del partido demócrata durante la campaña electoral de noviembre del 2016 con la intención de dividir a la sociedad norteamericana y favorecer el triunfo de Trump en dicha contienda.

La investigación fue clara, exhaustiva y transparente. No deja lugar a dudas que Rusia intervino en la elección del 2016. Aun así, cuando en la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron Trump y Putin después de conversar en privado durante dos horas se le preguntó al presidente de Estados Unidos si creía en esta investigación de las agencias de inteligencia, Trump optó por decir sumisamente que creía en Putin quien le había negado enérgicamente dicha intervención.

La controversia que generó esta respuesta de Trump ha sido monumental. Ha sido por la falta de una condena mínima, ya no digamos clara, de Trump a Putin por su intervención en la elección de Estados Unidos.

Normalmente, cuando Estados Unidos se ha sentido atacado, los ciudadanos se unen en contra de ese enemigo común. Así sucedió cuando el ataque del 11 de septiembre del 2001 en el que Osama Bin Laden tiró las Torres Gemelas de Nueva York. El entonces presidente, George W. Bush, no era popular, pero los estadounidenses de todas las ideologías lo respaldaron en respuesta a esta agresión en contra de todos los estadounidenses.

Ahora ha sido el mismísimo presidente el que no se ha unido en torno a sus ciudadanos y a sus instituciones para defenderlos de un ataque del exterior. Lo más complicado de entender en este entramado es ¿por qué Trump, que ha sido muy agresivo con otros jefes de estado de países considerados aliados de EUA como Angela Merkel, Justin Trudeau y Theresa May, es tan dócil con Vladimir Putin? ¿Por qué no confrontó a Putin frente al público estadounidense y del mundo para marcar un claro repudio a la intervención rusa en los asuntos de occidente?

La única explicación posible es que Putin sabe algo sobre Donald Trump que el presidente de Estados Unidos no quiere que se haga público y por ello es sujeto de una extorsión. La alternativa es que, para Trump, reconocer que Rusia intervino en la elección del 2016 es manchar su triunfo y por ello es un golpe a su frágil ego. Sea cual sea el motivo de Trump, lo ocurrido en Helsinki fue, en pocas palabras, el abandono de “América Primero” por “Trump primero”.

Lo que queda claro y es importante que Andrés Manuel López Obrador tome en cuenta es que, con Trump, o se es un autócrata o hay que estar sujetos a las groserías y los desplantes del presidente de Estados Unidos cuando se busque una reunión bilateral.

 

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Entre que unos se sintieron extasiados y otros derrotados con los resultados de las elecciones, hay algunas noticias que nos pueden/deben dejar contentos a todos después de los comicios del 1º de julio. Amanecimos al día siguiente de la elección más grande de la historia de México con un resultado claro de quién había ganado. Los perdedores, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y El Bronco concedieron muy rápido y felicitaron a Andrés Manuel López Obrador por su triunfo. Esto se dice fácil, pero no lo es. México llevaba desde el 2006 sin esta certeza. Hacía falta.

Esa fue una primera y gran noticia de la jornada electoral que acaba de concluir. Aquí enumero otras que considero también significativas:

  1. Los gobernadores no son los señores feudales que creíamos. Tanto se habló de la movilización que lograrían los gobernadores y al final ésta no se materializó. Cuando menos no como varios de ellos lo habían prometido. Basta ver que todos los estados los ganó AMLO, salvo Guanajuato. No hubo un solo estado, ni el más priísta, como Hidalgo o el Estado de México, en donde ganara Meade. Municipios como Atlacomulco, cuna no solo del PRI sino del presidente Peña Nieto, los ganó López Obrador. ¿Qué pasó con las promesas de Roberto Sandoval de que el PRI se llevaría Nayarit? En ese Estado AMLO ganó con una ventaja de casi el 50 por ciento sobre el segundo lugar. ¿Qué pasó con Silvano Aureoles en Michoacán si él se había pronunciado a favor de Meade? Ahí AMLO tuvo una ventaja del 30 por ciento sobre el segundo lugar. Afortunadamente ese poder de los gobernadores como señores feudales que pueden inyectarle dinero a raudales y hacer con los resultados electorales de sus terruños su santa voluntad, no se materializó. Enorme y positiva noticia para México.

  1. Las instituciones electorales funcionaron tan bien que los escépticos sobre la credibilidad de la democracia mexicana van a tener que encontrar nuevas teorías de la conspiración para seguir alimentando sus dudas. El INE, tan golpeado desde la elección del 2006, dejó de ser noticia a partir de las 8pm del 1º de julio, cuando el Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, dio a conocer los números de la elección. Se instalaron casi la totalidad de las 156 mil 974 casillas; se presentaron el millón 400 mil funcionarios de casilla capacitados. Las elecciones se llevaron a cabo con calma, salvo contadas excepciones. A las 11 de la noche, Córdova volvió a aparecer para anunciar los resultados del Conteo Rápido. Pero para entonces ya La Alameda y El Zócalo estaban repletos de gente lista para festejar el triunfo de AMLO. El INE, en donde me tocó estar para la cobertura de la elección por parte de Televisa desde las 6pm, dejó de ser noticia.

  1. El nepotismo fue rechazado en las urnas. Ni Miguel Ángel Yuñez logró que su hijo quedara como gobernador en Veracruz, ni Graco Ramírez logró que Rodrigo Gayosso, hijo de su esposa Elena Garrido, fuera electo en Morelos para sucederlo. ¡Qué maravilla! (Lástima que quien ganó en Morelos fue Cuahutémoc Blanco, pero esa es otra historia.

 

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Sabíamos desde hace tiempo que el candidato presidencial por Morena sería de nuevo y por tercera ocasión Andrés Manuel López Obrador. Alguien que parecía haber sido aplastado y que estaba muerto políticamente tras la elección del 2012 cuando perdió por 6.62 puntos frente a Enrique Peña Nieto.

Su candidatura temprana no le pareció amenazante a la clase política gobernante. Tampoco a parte de la oposición y ni por asomo lo vieron así los grandes empresarios de México. Por ello los primeros gobernaron como si la permanencia en el Ejecutivo la tuvieran asegurada. Ejercieron el poder a lo largo del sexenio alejados de los problemas más elementales de la ciudadanía y acompañaron la corrupción de cinismo y soberbia.

La violencia creciente la dejaron seguir su rumbo rampante convirtiéndose éste en el sexenio más sangriento de la historia moderna del país con casi 110 mil asesinados de acuerdo con cifras oficiales.

Una parte de la oposición pensó que por el simple hecho de no ser el PRI tenían el regreso al poder asegurado. Y los empresarios se dedicaron simplemente a hacerse más ricos sin pensar en la frustración y la furia de sus miles de empleados cuyo sueldo fue perdiendo poder de compra de forma constante.

AMLO, calcularon, era un muerto político que no merecía la pena ser considerado. Cuando vieron que iba a fundar su partido ni se preocuparon. Al cabo que eso dividiría el voto de la izquierda y con ello las probabilidades de volver a ganar se aseguraban aún más.

Para cuando se dieron cuenta del error, de que AMLO estaba vivito y coleando, Peña salió con la candidatura ‘ciudadana’ de José Antonio Meade y el PAN-PRD con la del joven maravilla, Ricardo Anaya. Vendría una elección interesante. Entre los conocimientos de Meade y la oratoria de Anaya, la contienda se iría a tercios. Serían campañas competidas.

Hasta que no lo fueron.

La postulación de los otros candidatos tardó demasiado, por distintas razones, por lo que la ventaja del candidato de Morena se pudo ampliar libremente. La izquierda no se dividió, más bien se fusionó en torno a López Obrador. A ello hay que añadir el mal cálculo de pelear primero por el segundo lugar. Por todo esto, AMLO revivió, si es que realmente estuvo muerto, y hoy se encuentra en la antesala del triunfo.

Cuando los empresarios se dieron cuenta de este panorama quisieron imitar la estrategia del 2006. El llamado al miedo. Quisieron esparcir la idea de que estamos mal, pero podemos estar mucho peor. No tomaron en cuenta que la furia, el enojo ciudadano, parece ser mayor al temor a que México esté peor.

 

 

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Si el promedio de las encuestas que publica oraculus.mx resulta acertado a la hora de las votaciones, Andrés Manuel López Obrador será presidente electo de México en doce días. Razones para que AMLO esté en primer lugar de las preferencias sobran. Desde el hartazgo ciudadano con la clase política hasta el conjunto de reglas electorales que se han ido acomodando a las solicitudes del propio López Obrador, pasando por sus casi dos décadas de campaña política.

La pregunta hoy es ¿qué va a hacer AMLO cuando gane? En manos de los ciudadanos está la respuesta. Que si el Fiscal General va a ser Carnal o no; que si la reforma educativa se queda o se va; que si la reforma energética sigue o se modifica…varias de las interrogantes que genera la presidencia de López Obrador podrían matizarse dependiendo del resultado de la elección en los votos legislativos.

El entendible hartazgo ciudadano no debiera ser razón suficiente para entregarle el ‘carro completo’ a un solo hombre. Mucho menos en el caso de López Obrador quien no tiene pesos ni contrapesos en su partido, en Morena, como los que cualquier otro político tiene en su partido. Basta ver como los PANistas rebeldes se la están haciendo cansada, casi imposible, a Ricardo Anaya; o como José Antonio Meade aparece echándole porras a Carlos Romero Deschamps para darnos cuenta la diferencia entre ser el manda-más del partido o ser el candidato que debe seguir ciertas reglas dentro de una estructura.

Si por Anaya fuera, mandaría a todos los rebeldes de Acción Nacional al basurero de la política. Si por Meade fuera, seguramente habría repudiado a Romero Deschamps y a tantos otros impresentables del PRI. Pero como ninguno de ellos es jefe del partido ni se manda solo, deben atenerse a restricciones que AMLO no tiene ya que Morena es AMLO y AMLO es Morena.

La importancia entonces de ponerle frenos al poder ejecutivo es fundamental si es que queremos evitar el regreso de un hombre fuerte para supuestamente guiar los destinos del país.

Por las reglas electorales que tenemos, la llave de topar el ‘carro completo’ la tenemos los votantes. Nuestro sistema le pone un techo legislativo al partido del futuro presidente, que se entiende es el partido que más votos recibe, para evitar mayorías absolutas. Ningún partido puede obtener más del 60 por ciento de las curules por sí solo.

Esto puede sonar muy técnico (lo es), pero se traduce sencillamente en que hay topes para que el Ejecutivo no tenga las curules suficientes en el legislativo para hacer por sí solo reformas constitucionales o nombramientos que van desde el Fiscal General, los Ministros de la Suprema Corte, los Consejeros del INE, hasta el Gobernador del Banco de México.

Así ha sucedido desde 1997. Ningún presidente desde entonces (Zedillo) ha tenido el ejecutivo y la mayoría absoluta en el legislativo. Así se ideo para evitar que el Congreso sirviera a una sola persona, ‘El Señor Presidente’, en lugar de a todos los mexicanos.

 

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Al Gran Museo del Mundo Maya llegó Andrés Manuel López Obrador como el claro puntero. El favorito para ganar. Nada nuevo en su posición respecto a los primeros dos debates. Pero Anaya y José Antonio Meade sí llegaron en una situación distinta. Llegaron a matar para defender quien puede quedarse con el segundo lugar que tenía Anaya desde el arranque y que fue perdiendo desde el primer escándalo de presunto lavado de dinero y la famosa nave industrial.

El odio entre Ricardo Anaya y el PRI, y viceversa ha demostrado ser mucho más fuerte que sus ganas de enfrentarse al primer lugar. Aun cuando saben que el segundo lugar no llega a Los Pinos, Anaya se ha dedicado desde el primer momento de su campaña a señalar al PRI y al gobierno de Peña Nieto como corruptos incorregibles. El enemigo a vencer.

Y José Antonio Meade también ha dedicado sus baterías en atacar a Ricardo Anaya. Por eso, cuando sale, hace casi una semana, el video de Juan Barreiro, Anaya señala al gobierno como el encargado de enviarle dicho golpe. No presenta prueba alguna de su señalamiento. Tampoco voltea siquiera a ver a AMLO como la posible fuente del ataque.

Aun cuando ya se dieron cuenta que golpearse entre sí tiene como efecto subir las preferencias de López Obrador, volvieron a la misma estrategia en los días previos y durante el tercer debate.

Así escuchamos a Anaya anoche en Mérida. Volvió a denunciar un acuerdo entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Acuerdo del cual no tiene ninguna prueba y que parece más bien ser patadas de ahogado de quien parece asumirse perdedor de la elección.

Habló al momento de cerrar el debate de transformar el enojo en esperanza, pero lo hace unos minutos después de enojarse y atacar justamente a sus contrincantes.

José Antonio Meade hizo lo mismo. Cuando le quedaban 3 segundos de intervención, en una ocasión dijo que los aprovechaba. Lo que hizo fue desaprovecharlos volviendo a atacar a Ricardo Anaya diciendo que de todos los presentes él era el único indiciado. En la otra ocasión los volvió a desaprovechar felicitando a selección mexicana. Ni al caso.

Los ataques a Andrés Manuel López Obrador merecerían una respuesta puntual y no un simple voto de confianza sobre su honestidad. Está bien que denuncie el tremendo robo de medicamentos en el país. Lástima que no hay claridad de que con solo acabar con ese robo alcanza para el programa de salud que propone quien sería su Secretario de Salud, de ganar la presidencia.

Ricardo Anaya también le pidió que contestara sin chistes ni payasadas si cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México le otorgó contratos de manera directa por 170 millones de pesos al empresario José María Riobó. La respuesta de AMLO: “Yo no soy corrupto”, sin más explicación de por medio, es insuficiente.

 

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Una de las grandes promesas de campaña de Donald Trump fue que acabaría con la corrupción de los grandes capitales y su injerencia en la política en Washington. Le llamó ‘filtrar el pantano’; Drain the swamp.

Han pasado poco más de 500 días de Trump en La Casa Blanca y algunas de sus promesas de campaña las ha intentado cumplir, pero definitivamente la de limpiar el pantano no solo no la ha implementado; el pantano se está desbordando.

Los escándalos de corrupción y de cercanía del dinero a la toma de decisiones están en su gabinete; en los empleados de La Casa Blanca y en el propio Trump.

En el caso del presidente de Estados Unidos la lista arranca por la negativa a hacer pública su declaración de impuestos. Nadie sabe cuánto y ni siquiera si Trump paga o no impuestos. Además, es notoria la falta de separación entre el presidente y sus empresas; los contratos obtenidos por su hija Ivanka a partir de la llegada de su papá al poder; el conflicto de interés que representa ser dueño de un hotel que está a pocas cuadras de La Casa Blanca en el cual han optado por hospedarse desde Jefes de Estado hasta empresarios que llegan a Washington D.C a sostener reuniones con Trump. A todo ello hay que agregar el costo que ha significado para los contribuyentes estadounidenses los constantes viajes de Trump a algunas de sus propiedades de fin de semana para jugar golf.

En su gabinete los escándalos son cosa de todos los días. Un ejemplo es el titular de la Agencia de Protección al Ambiente (EPA), Scott Pruitt, que fue impuesto en el cargo gracias a las contribuciones de los billonarios hermanos Koch que se han beneficiados de tener en la EPA a alguien para eliminar regulaciones ambientales que tanto le cuestan al sector energético, de donde proviene su fortuna.

Actualmente, los escándalos que apuntan a un desbordamiento del pantano tienen que ver con la posibilidad de que Trump otorgue perdones presidenciales a personajes controversiales. Ejemplo perfecto es el ex gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, que lleva 6 años en prisión de los 14 años que fue sentenciado por actos de corrupción, extorsión y sobornos entre los que estaba intentar vender el escaño de Barack Obama en el Senado que dejó cuando arrancó su campaña presidencial.

Para Trump limpiar el pantano se ha traducido más en acusar a los medios que no le son afines de ser mentirosos y corruptos, al igual que al Departamento de Justicia por la investigación de los nexos de su campaña con Rusia o de la ausencia de una investigación sobre Hillary Clinton por sus correos electrónicos.

 

 

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Quedan 29 días de campañas y estamos a un mes de las elecciones. La gran tajada de los casi 27 millones de spots del periodo electoral han sido vistos y/o escuchados por la opinión pública. Pero, aun así, desde el arranque de las campañas, las preferencias electorales colocan a Andrés Manuel López Obrador en primer lugar; Ricardo Anaya en segundo y José Antonio Meade en tercero.

Los independientes han tenido variantes en las preferencias porque arrancamos con tres – las de Margarita; El Bronco y Ríos Piter- que después se redujo a una candidatura independiente, la de Margarita Zavala cuando el INE bajó a El Bronco y Ríos Piter y después volvimos a tener dos independientes que ahora son uno solo: El Bronco.

Con todo y esos movimientos en las candidaturas independientes, las preferencias entre primero, segundo y tercer lugar han permanecido iguales en el promedio que realiza oraculus.mx de las encuestas registradas ante el INE.

¿Qué está pasando? Platicando con estrategas de las campañas presidenciales me comentan, en una de ellas, que transmitir mensajes a la ciudadanía ha sido un reto monumental por dos razones. La primera es que los spots que transmiten los medios electrónicos – la radio y la televisión – tienen un formato tan rígido que es complicado reaccionar a los vaivenes de las campañas.

Si una campaña saca un tema sobre el candidato de otra que lo obliga a responder, intentar hacerlo vía spots en los medios electrónicos sería una pérdida de tiempo valioso. Entre que piensan la respuesta; realizan el spot; lo mandan al INE para que lo revise; el INE lo aprueba y luego lo envía a los medios para que éstos lo pauten, el ataque del contrincante ya habrá quedado en la memoria de los electores.

Por ello, la respuesta ha tenido que ser vía redes sociales. Y aquí el gran tema que influye en lo poco que se mueven las preferencias electorales. Las redes sociales, lejos de lograr la alta conectividad entre personas, una comunidad global como la que Mark Zuckerberg dice añoraba para Facebook, han generado islas de personas interconectadas con poca conectividad entre las islas.

Es decir, los videos que sube cada campaña en sus redes sociales los ven miles de personas, casi todas afines a cada una de las campañas. Las historias de Betty que distribuye la campaña de José Antonio Meade la ven y la transmiten los PRIístas y los simpatizantes del propio Meade; las explicaciones de Ricardo Anaya subidas a YouTube sobre la compra de su nave industrial la transmiten los PANistas y simpatizantes de Anaya y las ven entre ellos; los videos de AMLO y su esposa Beatriz cantando los distribuyen los integrantes de Morena y los afines a López Obrador.

 

 

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La tragedia del Boeing 737 que se desplomó después de despegar en La Habana pertenecía a la empresa Global Air, cuya razón social es Damojh, S.A de C.V. Lo ocurrido el 18 de mayo fue todo menos un accidente. Fue una tragedia anunciada en la que murieron 111 personas y que ocurre con una empresa mexicana porque en México empresas como Global Air, plagadas de irregularidades, pueden operar.

Aquí enlisto las irregularidades de la empresa cuyo dueño es Manuel Rodríguez Campos y que por alguna razón la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), dependiente de la SCT, dejó pasar:

  1. Primera irregularidad. – La base de Global Air es Celaya, Guanajuato. Global Air solo tenía 3 aviones Boeing 737. Un 737 requiere como mínimo indispensable una pista de aterrizaje que mida 2 mil metros. En Celaya no hay aeropuerto, solo hay un aeródromo cuya pista es más corta. Mide 1,920 metros.
  2. Segunda irregularidad. – suspensiones previas que fueron superadas. En 2010 le suspendieron su AOC (permiso de operador aéreo) a Global Air en México después de que aterrizó en Ciudad Juárez con el tren de aterrizaje ponchado. Esta suspensión solo tuvo una duración de meses, de noviembre del 2010 a marzo del 2011. Después, en octubre del 2013 cuando un ex piloto de la empresa la reportó por irregularidades como vuelos con llantas ponchadas; vuelos nocturnos sin radar y falta de refacciones, la DGAC multó a la empresa con 1 millón de dólares por comprobar dichas irregularidades, pero la dejaron seguir operando.
  3. Tercera irregularidad. – En 2010, Cubana de Aviación fue aconsejada que dejara de chartear los aviones de Global Air por fallas e irregularidades. Entre éstas estaba la de contratar pilotos sin la experiencia necesaria. La recomendación vino cuando uno de sus vuelos descendió fuera del radar mientras sobrevolaba Santa Clara, Cuba.
  4. Cuarta irregularidad. – Los aviones de Global Air pueden volar en México pero no en…¡Guyana! En mayo del 2017 el mismo Boeing 737 XA-UHZ que se desplomó en Cuba la semana pasada fue vetado de volar sobre el espacio aéreo de Guyana por reportes de que estaba siendo sobrecargado de equipaje. El Director de Aviación Civil de Guyana, Egbert Fiel, le comentó a la agencia AP que los inspectores habían encontrado equipaje atascado hasta dentro de los baños del avión. Cubana no hizo caso de la recomendación y siguió rentando aviones a Global Air.
  5. Quinta irregularidad. – Global Air está impedida de operar en Estados Unidos. No puede entrar al espacio aéreo de ese país porque no cumple con los requisitos de mantenimiento que mandata la FAA (Administración de Aviación Federal). Tampoco pasa el estándar de ruido FAR 135 por lo antiguo que son sus aviones Boeing.
  6. Sexta irregularidad. – Como los aviones de Global Air no pueden a volar a Estados Unidos, no se le llevan a cabo sus trabajos de mantenimiento en alguna de las 3 plantas que tiene para ello Boeing. Una está en Everett (Seattle), Washington; otra en Wichita, Kansas; y la tercera en Dallas, Texas. Por ello, los trabajos de mantenimiento los llevan a cabo en el propio aeródromo de Celaya, que es como si en lugar de llevar el auto al servicio a una agencia mejor se hace en el garaje de la casa. Para aviones con la antigüedad de los de Global Air, este dato es especialmente delicado ya que el más ‘nuevo’ de sus 737 fue el que se desplomó y tenía 39 años. Solo a manera de comparativo, los aviones de Interjet tienen en promedio 6.8 años; los de Aeroméxico 7.7; y Volaris 4.5 años.

A pesar de estas seis irregularidades, Global Air podía operar en México. Además, era de las pocas empresas privadas de aviación mexicana que opera en países como Nicaragua, Venezuela, Salvador y Cuba ya que ninguna empresa seria de seguros de aviación, como Lloyds o Afirme, aseguran aviones de empresas que vuelan a esos países por lo laxas que son sus regulaciones.

 

 

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Después de casi dos semanas de negociaciones y encuentros a diario en Washington D.C entre los ministros de México y Canadá con el encargado comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, llegó el ultimátum de Paul Ryan, líder de la Cámara de Representantes.

Este ultimátum fue dirigido a Trump, pero fue una estocada para México y Canadá también porque rompió la inercia que traían en las negociaciones. Ryan puso como fecha al gobierno de Trump para mandar aviso al Congreso de que recibirá la propuesta del TLCAN renegociado el 17 de mayo.

Esta fecha tiene que ver con los tiempos legislativos de Estados Unidos. La autoridad de Trump para renegociar este y otros acuerdos comerciales se rige bajo la regla ‘Fast-Track’ del TPA (Trade Promotion Authority). Ésta exige al ejecutivo avisar con 90 días de anticipación al legislativo su intención de renegociar. Una vez concluidos esos 90 días, el congreso estadounidense puede responder con un simple sí o no a lo renegociado. Por eso es Fast-Track.

Una vez que vota el legislativo, si el voto es positivo, Trump lo puede firmar y entonces lo pueden firmar México y Canadá de acuerdo con nuestros propios procesos legislativos.

Pero en el caso de Estados Unidos, Paul Ryan sabe que su partido, los republicanos, pueden perder la mayoría en las elecciones del 6 de noviembre y, para no dejar las negociaciones en manos de los demócratas – que son menos afines al libre comercio – Ryan invita a Trump a renegociar ya.

Esta presión llegó en uno de los momentos más complejos de las negociaciones trilaterales. Justo cuando se están discutiendo dos temas muy delicados sobre todo para México: las reglas de origen del comercio automotriz y los salarios del mismo sector. En ambos temas el gobierno estadounidense pide demasiado al mexicano; los negociadores de México han cedido, pero se han dado cuenta que Estados Unidos no quiere negociar; quiere imponer.

Quiere imponer en el tema automotriz pero también en el agrícola; en dejar la ‘Clausula Sunset’ que permitiría terminar o renovar el TLCAN cada 5 años con lo que pierde su atractivo de estabilidad…todo bajo la premisa de que México y Canadá han abusado de Estados Unidos vía el TLCAN y por ello ahora es momento de pagar de regreso.

 

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“Muchos miran al empresario como el lobo

que hay que abatir; otros lo miran como

la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos

lo miran como el caballo que tira el carro.”

Winston Churchill

En un país en el cual tener dinero es sinónimo de corrupción, el pleito de Andrés Manuel López Obrador con los grandes empresarios hace sentido en términos de captación de votos. No por nada los grandes empresarios mexicanos tienden a buscar la discreción antes que salir a hacer grandes obras o grandes hazañas con su dinero. Calladitos se ven más bonitos. A diferencia de otros países – aquí a lado está Estados Unidos – en donde ser rico es sinónimo de éxito y algo que la población vislumbra con admiración, en México es tomado con recelo y hasta con odio. Atacar a los empresarios puede, por ello, sumar simpatías.

Pero como México no se acabará el 1º de julio, es evidente que el pleito AMLO-empresarios terminará dañando al país si él es nuestro próximo presidente y si continúa con su discurso divisivo y de odio en contra de la clase empresarial.

Basta ver una probadita esta semana, en donde el peso se ha devaluado de manera relevante tras este enfrentamiento. La devaluación se debe a factores adicionales (TLCAN y tasas de EU), pero sin duda el que el puntero en las encuestas emprenda un pleito con los empresarios ha jugado un papel para debilitar al peso.

En estos días de encono, AMLO ha dicho que los empresarios han lucrado del pueblo mexicano. En esta frase López Obrador parece olvidar que, a diferencia de aquellos políticos que inflan los precios de las licitaciones para embolsarse el excedente; o de los políticos que desvían recursos de las partidas destinadas a educación, salud, etc. para hacerse de viajes, Suburbans y ranchos, los empresarios generan empleos; invierten y pagan impuestos.

Que hay políticos honestos, ni duda cabe; que hay empresarios corruptos, tampoco hay duda. Pero poner a todos en una misma canasta es, además de errado, una afrenta innecesaria. Es por ello que, al verse señalados por AMLO en distintos eventos de campaña como el de Zongolica, Veracruz, en dónde amenazo a la ‘mafia del poder’ de que pronto terminará su privilegio de mandar, el Consejo Mexicano de Negocios decidió publicar el desplegado titulado ‘Así No’.

La finalidad fue hacer valer sus derechos. “López Obrador puede salir a decir que somos unos ladrones y nosotros, por la prohibición del artículo 41 constitucional, no podemos salir a medios electrónicos a defendernos”, me comentó uno de los empresarios que promovió el desplegado.

 

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