Si se cumple lo que anticipan la mayoría de las encuestas, publicadas de incluso antes de que anunciara oficialmente que se presentaría a estas elecciones, Luiz Inácio Lula da Silva volverá a ser presidente de Brasil a partir de este domingo.

Sin embargo, la ventaja con la que contaba el izquierdista se ha venido cerrando en los últimos días. Especialistas afirman que Bolsonaro ha hecho buena buena campaña, mientras que Lula se ha moderado.

Lula hizo ya buenos los pronósticos y se impuso en primera vuelta con alrededor de seis millones de votos más que su rival, Jair Bolsonaro, a quien las encuestas le subestimaron y logró más de lo esperado.

Muchos lo enterraron políticamente cuando fue encarcelado por corrupción, pero Lula anhela un tercer mandato para “arreglar” el país y devolver “la felicidad” a los brasileños, que afirma, conocieron durante sus primeros gobiernos.

Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años recién cumplidos, resucitó cual ‘ave fénix’ en la política tras la anulación de su condena por la Corte Suprema.

“Precisamos arreglar este país (…) para que el pueblo brasileño vuelva a sonreír”, dijo en esta recta final el exsindicalista, que durante su campaña ha prometido recuperar el poder adquisitivo para que la gente “pueda volver a comer una picaña y tomar una cervecita” los fines de semana.

Dos veces presidente entre 2003 y 2010, Lula dejó el poder con una popularidad de casi 90% tras una gestión en la que 30 millones de los más de 200 millones de brasileños salieron de la pobreza.

De ganar, especialistas han advertido que no podrá contar con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000.

Además, ahora arrastra la sombre de la investigación “Lava Jato”, la mayor operación anticorrupción de la historia del país, enfocada en una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera estatal Petrobras.

Fue condenado en 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un apartamento de una constructora a cambio de contratos públicos, aunque siempre defendió su inocencia. Estuvo 19 meses en prisión y en 2021 recuperó sus derechos políticos con la anulación de su sentencia por irregularidades procesales.

Por su parte, Jair Bolsonaro quien había transitado por la vida política sin pena ni gloria, se convirtió en el primer líder de extrema derecha elegido en Brasil, y tras un mandato convulso se dice seguro de su reelección.

El excapitán del Ejército, quien recuerda y alaba la dictadura militar, intentará el próximo domingo imponerse. Ha planteado los comicios como una batalla entre “el bien y el mal”.

Tras casi cuatro años en el poder, mantiene su gusto por los exabruptos, los desafíos a las instituciones y la polarización de la sociedad brasileña.

Admirador del expresidente estadounidense Donald Trump, Bolsonaro sigue contando con el apoyo de buena parte de quienes lo llevaron al poder en 2018: los influyentes ‘lobbies’ de las armas, el agronegocio y el vasto electorado evangélico.

Tras advertir durante meses que podría estar gestándose un fraude, alegando sin pruebas fallas en el sistema electrónico de votación, en la recta final de la campaña dio a entender que aceptaría una eventual derrota.

“Si la comisión de transparencia, en la que también participan las Fuerzas Armadas, no presenta nada de anormal, no hay por qué dudar del resultado de las elecciones”, dijo Bolsonaro en una entrevista televisiva estos días.

Pese a su larga carrera política, Bolsonaro llegó al poder presentándose como un “outsider”, con un fuerte discurso anticorrupción. Atrajo en 2018 al 55% de los brasileños, a pesar de sus declaraciones racistas, misóginas y homófobas.

Su gobierno, sujeto a múltiples reacomodos, recayó en manos de varios militares, como el vicepresidente, Hamilton Mourao.

Su mandato ha estado marcado por crisis, empezando por la pandemia de COVID-19, que definió de “gripecita”.

Tras oponerse a las medidas de prevención y cuestionar la eficacia de las vacunas, Bolsonaro aseguró no ser “culpable de nada”, pese a que una comisión de investigación parlamentaria recomendó su inculpación por “crímenes de lesa humanidad”.

Su alianza con un grupo de partidos tradicionales le aseguró apoyo suficiente para frenar las cerca de 140 solicitudes de juicio político presentadas en el Parlamento.

Bolsonaro también es objeto de varias investigaciones en el Supremo Tribunal Federal, en particular por desinformación. Por este motivo, atacó frontalmente a la justicia, hasta el punto de amenazar con dejar de acatar las decisiones de la máxima corte y tildar a sus jueces de “canallas”.

En el plano internacional, ha llamado la atención que se mostró “neutral” sobre la invasión de Ucrania ordenada por el presidente ruso, Vladimir Putin.

Ademas, una de las polémicas más violentas la protagonizó con el presidente francés, Emmanuel Macron, en 2019, por la deforestación del Amazonas, que aumentó más de 70% durante el mandato de Bolsonaro, según estadísticas oficiales.

En números reales las cifras de desforestación del gobierno Lula fueron mayores, pero en su gobierno la desforestación cayó 70%, según las mismas fuentes.

Pero, ¿qué se espera para este próximo domingo? En Broojula, Ana Paula Ordorica analiza con Rodrigo Castro Cornejo, Profesor-Investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE, la contienda y el futuro de Brasil.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



Escribe un comentario