Las cosas no van bien para Putin. No logró capturar la capital, Kiev, ni ninguna de las ciudades principales de Ucrania, como pretendía hacerlo fácil y rápido cuando invadió el país a finales de febrero.

Tampoco ha podido capturar más zonas del este de Ucrania de las que ya tenía con la invasión del 2014. Ha destruido, si. La ciudad de Mariupol parece que le pasó una aplanadora por encima.

Esta semana la información de parte del gobierno británico es que aparentemente Rusia ha perdido una tercera parte de las fuerzas militares que envió a Ucrania y las imágenes de tanques rusos hechos añicos en el río Donets son muestra clara del daño.

Más allá del fracaso en el plano militar, la invasión ha logrado lo opuesto de lo que Putin ha luchado por años en otros dos frentes, uno en cuanto a la cohesión de la alianza occidental y el segundo en el personal y lo celosamente que ha escudado su vida familiar.

En lugar de debilitar a la OTAN, la invasión ha generado nuevas adhesiones. Que Suecia y Finlandia hayan comenzado formalmente su incorporación a la alianza Atlántica es un tremenda derrota para Putin.

Simplemente la incorporación de Finlandia hace que la frontera de Rusia con la OTAN sea del doble de tamaño. Será la novena ocasión en que la OTAN crezca desde su creación en 1949 y esto ocurre cuando apenas hace seis años el presidente ruso se estaba saboreando la desaparición de la alianza con las amenazas que hizo Donald Trump como presidente al respecto.

La transformación del panorama de seguridad europeo es una pesadilla para Putin que él mismo generó. Así lo dijo claramente, Sauli Niinistö, el Presidente de Finlandia, al anunciar su incorporación a la OTAN.

Y en esta unión de occidente no se puede dejar de lado el enorme compromiso y esfuerzo por los Europeos y Británicos por terminar con su dependencia a los energéticos Rusos.

Pero la derrota que le debe doler personalmente mucho a Putin es como se ha venido derrumbando la muralla que tan cuidadosa y celosamente construyó Putin para mantener a su familia fuera de los reflectores.

El viernes pasado el gobierno británico anunció sanciones en contra de quien ha sido considerada su amante por varios años, Alina Kabaeva, y de su ex esposa Lyudmila Ocheretnaya.

Para un Putin que llevó a la desaparición de Nezavisimaya Gazeta, el diario que dio a conocer el divorcio de Putin y su relación con Kabaeva, una gimnasta olímpica que en ese momento tenía 24 años, la edad de sus hijas, no debe ser fácil aceptar que ahora gobiernos de occidente se metan en su vida privada.

Ahora, unos días después de la invasión, comenzó a circular una petición en Lugano para que el gobierno Suizo repatríe a Kabaeva a quien comparan con Eva Braun, la pareja de Adolf Hitler. Y en abril Estados Unidos le impuso sanciones a dos de las hijas del presidente ruso.

Evidentemente las sanciones a sus familiares no le causan gran daño financiero a Putin pero sí intentan mandar un mensaje de que la invasión ha sido la gota que ha derramado el agua.

Son tres derrotas para Putin en un contexto que aún no concluye. La gran pregunta es qué estrategia sigue para que el hombre fuerte de Rusia las pueda revertir.

Columna completa en El Universal

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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