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Lejos quedó aquel López Obrador que, caminando por Tepetitán, Tabasco, prometía en 2017 que el poder no lo cambiaría. “Dicen que el poder, cuando no hay convicciones, cuando no hay principios, atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, declaró en el documental que le hizo Epigmenio Ibarra.

Y ahora, cuatro años después y harto de no poder hacer su santa voluntad, como si la presidencia fuese una oficina sin contrapesos para que él pueda hacer y deshacer a su antojo, vino el decretazo. Para justificar firmar el decreto que permita que las obras de infraestructura puedan brincarse normas y requisitos de transparencia bajo la premisa de seguridad nacional el presidente dijo que en su gobierno no hay corrupción y no hay impunidad.

Si le creemos a la palabra de López Obrador respecto a que en su gobierno ya no hay corrupción, el decretazo sigue siendo un escándalo porque no sabemos qué otro presidente venga después. Quizás no es tan impoluto como López Obrador dice ser, pero el decreto seguiría vigente. Además, este decreto se publica cuando no se han aclarado la investigación de mi colega Carlos Loret de Mola que encontró entre los contratos que han obtenido las Fuerzas Armadas para la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles empresas fantasmas beneficiadas.

¿Cómo quiere el presidente que confiemos en su decretazo si implica la violación de la división de poderes y disposiciones en materia de Derechos Humanos?

¿Cómo pide que no se vea con suspicacia si se firmó dos días después de que el Secretario de la Defensa, el General Luis Crescencio Sandoval, decidió tomar partido a nombre de las Fuerzas Armadas y con ello politizar al ejército? ¿Cómo no sospechar que este decreto es un regalazo para el General por la lealtad, no al Comandante Supremo, sino al proyecto de Andrés Manuel López Obrador?

El presidente le ha dado trabajos y presupuesto a las Fuerzas Armadas bajo la premisa de que son incorruptibles. En tanto no se aclare la investigación arriba mencionada, no podemos darle cheque en blanco al Ejército. Más bien parece que el presidente le ha dado dinero y poder a las Fuerzas Armadas no por ser incorruptibles sino porque son leales y obedientes a él.

Las trabas que presentan los múltiples trámites que debe cubrir cualquier obra de infraestructura son un obstáculo para el desarrollo del país. Si eso le molesta al presidente López Obrador ¿por qué no busca disminuir y eliminar tantas trabas para que las obras de infraestructura, no solo del gobierno, también de privados, puedan concretarse con seguridad y apego a normas ambientales pero en tiempos y formas razonables?

¿Por qué solamente las obras del gobierno federal gozarán de la posibilidad de ser aprobadas por afirmativa ficta si no reciben respuesta de las instancias involucradas en los cinco días posterior a que se presenta la solicitud?

El presidente López Obrador se queja constantemente de la corrupción y la señala como la razón principal de que México se rezague. Pues una de las ventanas que más le abre la posibilidad a cochupos y mordidas es precisamente la cantidad de trámites que cualquier obra de infraestructura debe cumplir.

Columna completa en El Universal