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Cirujanos del hospital Langone Health, de la Universidad de Nueva York, Estados Unidos, lograron que el trasplante de un riñón de cerdo genéticamente modificado funcionara 32 días en el cuerpo de una persona con muerte cerebral, lo que supone un hito.

El trasplante se realizó el pasado 14 de julio en un paciente de 57 años fallecido pero cuyo corazón sigue bombeando con asistencia, y los 32 días que lleva funcionando el órgano suponen “el periodo más largo en que un riñón de cerdo modificado genéticamente ha funcionado en un humano”, según un comunicado de la institución.

Este mismo miércoles se publicó en la revista JAMA Surgery una investigación de otro caso que refleja los avances en los xenotransplantes, de la Universidad de Alabama, en el que a otro paciente con muerte cerebral le trasplantaron dos riñones de cerdo modificados y estos funcionaron durante siete días.

La investigación de Nueva York, que continuará hasta mediados de septiembre, supone el quinto xenotransplante del hospital NYU Langone, y estuvo dirigido por el doctor Robert Montgomery, presidente de su departamento de Cirugía y director del Instituto de Transplantes de la institución.

Se indicó que en otros trasplantes de órganos de cerdos modificados se incorporaban hasta 10 modificaciones genéticas, pero en este estudio se usó un riñón con solo un gen modificado específicamente.

“Este trabajo demuestra que un riñón de cerdo, con solo una modificación genética y sin medicaciones o aparatos experimentales, puede reemplazar la función de un riñón humano al menos durante 32 días sin ser rechazado”, indicó el cirujano, que realizó el primer xenotransplante de este tipo en septiembre de 2021.

Recordemos que el primer problema de los xenotransplantes es el “rechazo híper agudo” que ocurre en cuestión de minutos cuando se conecta un órgano animal al sistema circulatorio humano, pero si se “elimina” el gen responsable de ese rápido rechazo, llamado “alfa-gal” y que opera mediante anticuerpos, se puede evitar ese rechazo.

El riñón y la glándula timo transplantados al paciente procedían de un cerdo “GalSafe”, un animal modificado genéticamente por la empresa biotecnológica Revivicor, que ha recibido luz verde del regulador de Estados Unidos “como fuente potencial para terapias humanas y fuente de alimentación para personas con síndrome alfa-gal”, una alergia a las carnes desencadenada por la picadura de un tipo de garrapata.

En un hito para la medicina, cirujanos estadounidenses trasplantaron el corazón de un cerdo en un paciente humano, en el hospital de Maryland, quien informó que el receptor se encuentra en buen estado tres días después de la cirugía experimental.

Si bien es demasiado pronto para saber si la operación funcionará en realidad, sí representa un hito en una cruzada de varias décadas por trasplantar algún día órganos de origen animal para salvar vidas humanas.

Doctores del Centro Médico de la Universidad de Maryland señalaron que el trasplante demostró que el corazón de un animal genéticamente modificado puede funcionar en el cuerpo humano sin que se presente un rechazo inmediato.

El paciente, David Bennett, de 57 años, sabía que no había garantía alguna de que el experimento funcionara, pero se estaba muriendo, no era elegible para recibir un corazón humano y no tenía más opciones, dijo su hijo en entrevista con la agencia The Associated Press.

“Era morir o someterme a este trasplante. Quiero vivir. Sé que las posibilidades son bajas, pero es mi última opción”, dijo Bennett un día antes de la cirugía, según el comunicado difundido por la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland.

Existe una enorme escasez de órganos humanos donados para trasplantes, lo que ha llevado a los científicos a intentar descifrar la manera de utilizar órganos de animales en su lugar. El año pasado se realizaron poco más de 3,800 trasplantes de corazón en Estados Unidos, una cifra récord, según United Network for Organ Sharing (UNOS), organismo que supervisa al sistema nacional de trasplantes.

Cabe señalar que los intentos previos de este tipo de trasplantes, conocidos como xenotrasplantes, han fracasado, en buena medida porque el cuerpo de los pacientes rechaza rápidamente los órganos animales. Uno de los casos más conocidos se registró en 1984, cuando la bebé Fae, una niña que agonizaba, sobrevivió 21 días con el corazón de un babuino.

La diferencia en esta ocasión es que los cirujanos de Maryland utilizaron el corazón de un cerdo que fue sometido a edición genómica para retirarle un azúcar de las células responsables del rechazo casi inmediato de órganos.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados (FDA), que supervisa los experimentos de xenotrasplantes, dio luz verde a la cirugía con una autorización de emergencia por “uso compasivo”, la cual se aplica cuando el paciente no tiene más opciones.

Apenas en septiembre pasado, investigadores de Nueva York realizaron un experimento que dejaba entrever que este tipo de cerdos podrían facilitar los trasplantes de animales a humanos. Los doctores conectaron temporalmente el riñón de un cerdo a un cadáver humano y vieron que comenzó a funcionar.

Un hombre en China podría ser el primer caso humano en que se detecte la cepa H10N3 de la gripe aviar, según informó el gobierno chino.

Y aunque la Comisión Nacional de Salud alertó de este caso, precisó que es bajo el riesgo de contagio a gran escala.

El hombre de 41 años, de la provincia oriental de Jiangsu, al noroeste de Shanghái, fue hospitalizado el 28 de abril y permanece estable.

No se había reportado un caso humano de H10N3 en ningún otro sitio, según informó la Comisión. “Esta infección es una transmisión accidental entre especies”, informó. “El riesgo de transmisión a gran escala es bajo”.

La noticia llega en medio de una mayor conciencia de la amenaza de las enfermedades emergentes, a medida que la pandemia de COVID-19 continúa cobrando vidas en todo el mundo.

A diferencia de los coronavirus, existen sistemas globales de monitoreo de la influenza que vigilan los casos humanos de gripe aviar, desde que una cepa llamada H5N1 apareció a fines de la década de 1990 en los abarrotados mercados de aves de corral vivas en Hong Kong.

Entre 2013 y 2017, otra gripe aviar llamada H7N9 infectó a más de 1,500 personas en China a través del contacto cercano con pollos infectados.

Con esos antecedentes, a las autoridades de salud no les sorprende ver casos humanos ocasionales de varias cepas de gripe aviar y monitorean de cerca cualquier señal de que alguna se esté propagando entre las personas.

La sugerencia del presidente Donald Trump de combatir el coronavirus con una “inyección” de “desinfectante” alarmó a científicos y especialistas, que lo acusaron de “irresponsabilidad” por sus “peligrosas” declaraciones.

“Veo que el desinfectante lo noquea en un minuto. En un minuto. ¿No habría alguna forma de hacer algo así con una inyección en el interior o casi una limpieza?”, cuestionó Trump, en referencia a aplicar a una inyección de cloro o alcohol a los humanos, con el fin de “desinfectar” por dentro el cuerpo, y acabar con el virus.

Esta sugerencia suscitó una lluvia de críticas por parte de especialistas.

“Esta idea de inyectar en el cuerpo o ingerir cualquier tipo de producto limpiador es irresponsable y peligrosa”, declaró a la cadena NBC el director Vin Gupta, experto en salud pública y especialista en el pulmón y en cuidados intensivos. “Es un método utilizado habitualmente por la gente que se quiere matar”, añadió.

“De la misma manera, también prenderse con fuego podría ser una alternativa útil”, ironizó el centro de investigación francés Marseille Immunopôle, subrayando que el método sugerido por el presidente estadounidense “¡mataría al virus y a los pacientes!”.

“Dejen de retransmitir estas ruedas de prensa sobre el coronavirus. Ponen vidas en peligro. Por favor, no beban ni se inyecten desinfectante”, tuiteó por su parte Walter Shaub, exdirector de la oficina federal encargada de cuestiones éticas (OGE) durante la administración demócrata de Barack Obama.

“Las ruedas de prensa de Trump son un peligro para la salud pública. Boicoteen la propaganda. Escuchen a los expertos. Y por favor no beban desinfectante”, fustigó en Twitter Robert Reich, exsecretario de Trabajo del presidente demócrata Bill Clinton.

Además del desinfectante, Trump sugirió la idea de usar “rayos ultravioletas” o “una luz muy potente” que se podría proyectar en el “interior del cuerpo” para combatir el coronavirus.

Y es que según un nuevo estudio presentado por la administración estadounidense, los rayos del sol podrían matar rápidamente al nuevo coronavirus,

William Bryan, asesor sobre ciencia y tecnología del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, dijo en La Casa Blanca que los científicos del gobierno habían comprobado el fuerte impacto de los rayos ultravioletas sobre el coronavirus.

“Nuestra observación más llamativa hasta el momento es el potente efecto que la luz solar parece tener para matar el virus, tanto en superficies como en el aire”, explicó durante la rueda de prensa diaria sobre la COVID-19.

“Hemos visto un efecto similar tanto en las temperaturas como en la humedad. El alza de las temperaturas o de la humedad, o de los dos, es generalmente menos favorable para el virus”.

Bryan mostró un resumen de los resultados del experimento llevado a cabo en el Centro Nacional de Análisis y Contramedidas de Biodefensa. El estudio mostró que, con una temperatura de entre 21 y 24 °C y una humedad del 20% en una superficie no porosa, el virus tarda 18 horas en reducirse. Eso ocurrió en seis horas cuando el coronavirus fue sometido a la misma temperatura pero con una humedad del 80%, y en apenas dos minutos cuando se añadió la exposición a la luz solar a la ecuación.

Los científicos hicieron también el experimento para medir el impacto de esas variantes sobre el virus en el aire. El patógeno en suspensión en el aire se redujo a la mitad en una hora, con una temperatura de entre 21 y 24 °C y una humedad del 20%. En presencia de luz solar, apenas tardó un minuto y medio para hacerlo.

Bryan afirmó que las condiciones veraniegas “crearán un entorno en el que una transmisión pueda bajar”. Pero avisó que una menor propagación no significa que el patógeno será totalmente eliminado y que las directrices de distanciamiento social no podrán levantarse totalmente.

Debido a la contingencia sanitaria que se vive en gran parte del mundo, se ha reducido el ruido antropogénico, es decir, las vibraciones que produce la actividad cotidiana de los seres humanos, informó este viernes el Servicio Sismológico Nacional (SSN).

De acuerdo a los especialistas, esta condición es invaluable para los estudiosos de la geofísica, por la calidad de la información que cotidianamente recaban para analizar el comportamiento del planeta: la disminución de ruido permite, por ejemplo, a quienes analizan datos de las estaciones sismológicas hacerlo en condiciones excepcionalmente buenas.

En condiciones normales, el ruido antropogénico ha aumentado dramáticamente en las últimas décadas, sobre todo en las ciudades, como resultado del crecimiento de la población, la urbanización, la globalización de las redes de transporte y la expansión de las extracciones de recursos.

Ese ruido se mide con sensores llamados sismómetros, los mismos que se utilizan para registrar la actividad sísmica, y que se ubican en todo el mundo.

En México, los datos de estas mediciones se concentran en el SSN y en otras redes de monitoreo sísmico que opera la Universidad Nacional Autónoma de México, y son analizados por sismólogos de diversos centros e institutos.

Se ha detectado que a partir de la contingencia sanitaria los niveles de ruido antropogénico en el Valle de México y otras ciudades como Querétaro han disminuido gradualmente, sobre todo la última semana.

Las estaciones de monitoreo que el SSN tiene en diversos planteles educativos en todo el país registran una disminución dramática del ruido antropogénico, pero en algunas estaciones ha aumentado, como en la costa del Pacífico; este aumento podría deberse a la visita de vacacionistas en zonas donde habitualmente el ruido es bajo, o bien, a la actividad meteorológica, entre otras posibilidades.

El pangolín, un pequeño mamífero conocido por sus escamas y amenazado de extinción, podría ser el eslabón en la transmisión al hombre del nuevo coronavirus, que ya ha provocado la muerte de más de 600 personas en China.

Investigadores de la Universidad de Agricultura del Sur de China identificaron al pangolín como un posible “huésped intermedio” que facilitó la transmisión del virus, dijo la universidad en un comunicado, sin dar más detalles.

Un animal que alberga el virus sin estar enfermo y puede transmitirlo a otras especies se llama reservorio. En el caso del nuevo coronavirus se trata probablemente del murciélago. Según un estudio reciente, los genomas de este virus y los que circulan en este animal son idénticos en un 96%.

Pero el virus del murciélago no puede fijarse en los humanos receptores, por lo que debió pasar por otra especie para adaptarse al hombre, lo que se llama un “huésped intermedio”.

Después de haber estudiado 1,000 muestras de animales salvajes, los científicos determinaron que los genomas de las secuencias de virus estudiadas en el pangolín eran en un 99% idénticos a los de los pacientes infectados por el coronavirus de Wuhan.

Este nuevo virus apareció en diciembre en un mercado de la ciudad china de Wuhan, en el centro del país, donde se venden muchos animales, algunos de ellos salvajes.

Vista la naturaleza del nuevo coronavirus, los expertos sospechan que hubo un mamífero que actuó como “huésped intermedio”. Durante algún tiempo pensaron en una serpiente, pero después la hipótesis se descartó.

En la epidemia del SRAS, entre 2002 y 2003 en China, también causada por un coronavirus, el huésped fue la civeta, un pequeño mamífero cuya carne es muy apreciada en China.

China anunció a finales de enero y con el fin de contener la epidemia, una prohibición temporal del comercio de animales salvajes. Durante un tiempo aún indeterminado estarán prohibidos la cría, transporte y venta de todas las especies salvajes.

Cada año se comercian ilegalmente en Asia y África 100,000 pangolines, una especie más codiciada por los traficantes de animales salvajes, que la prefieren al elefante o rinoceronte, según la ONG WildAid.

Su carne es muy demandada por los sibaritas chinos y vietnamitas y sus escamas, huesos y órganos son usados en la medicina tradicional asiática.

En 2016, la Convención internacional sobre el comercio de especies salvajes amenazadas de extinción introdujo el pangolín en una lista que prohíbe su comercialización, pero según las ONGs, pese a esta medida, el tráfico ilegal de esta especie ha seguido aumentando.