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Xi Jinping declaró desde el primer momento que en una guerra comercial no hay ganadores. Aun así su gobierno respondió muy bravucón a la guerra comercial que anunció Trump en su Día de la Liberación con tarifas retaliatorias. Parecía que, sin dejar de lado un escenario complejo, China sería el único país con la economía lo suficientemente fuerte y con el esquema político claramente controlado para enfrentar la furia de Trump. Y es que la dependencia de EUA de las exportaciones chinas es mayor que la dependencia de China de las exportaciones estadounidenses. Ese déficit comercial es parte de la furia de Trump que lo llevó a arrancar esta guerra comercial.

Sin embargo hay datos que muestran la enorme vulnerabilidad de China a la guerra comercial de Trump. Desde ya hemos visto una enorme caída en las exportaciones de China a Estados Unidos. La baja es de 21 por ciento, comparando abril 2024 con mismo mes del 2025. Aun cuando China ha querido diversificar sus exportaciones a otros países, esto no ha sido ni será tan sencillo mientras Trump está negociando acuerdos bilaterales en los que tener comercio con China será una carta que enojará al presidente de EUA.

Por tamaño de población China debería de poder resistir las tarifas simplemente enfocándose en su mercado interno. El problema es que la economía de China está diseñada para vivir de sus exportaciones y manufactura y con un muy débil mercado de consumo interno.

A pesar de ser una potencia exportadora, la economía china lucha con el consumo interno debido a un sistema fiscal que grava fuertemente el consumo (alto IVA/impuesto sobre las ventas) y una red de seguridad social muy limitada (pensiones y seguro de desempleo modestos).

La falta de una red de seguridad social robusta y las pocas opciones de inversión seguras (antes era el mercado inmobiliario pero éste colapsó en el 2021) han llevado a una tasa de ahorro excepcionalmente alta entre la población china que ronda el 40 por ciento de los ingresos.

Así, las negociaciones entre Estados Unidos y China enfrentan dificultades fundamentales porque sus intereses son diametralmente opuestos: EUA busca reducir su dependencia de las exportaciones chinas y fortalecer su industria interna, mientras que China busca aumentar continuamente sus exportaciones para sostener su economía basada en la producción.

Ni uno de los dos países la tiene fácil ya que sus ciudadanos están acostumbrados al escenario actual. Podemos pensar que China puede aguantar más que EUA ya que el estricto aparato de seguridad y la censura del gobierno chino le otorgan una mayor capacidad para sofocar el descontento social y controlar la narrativa sobre los problemas económicos en comparación con países occidentales, pero el escenario no es nada sencillo. Ni siquiera para China.

Apostilla: En México hemos aceptado la corrupción y el cinismo de la clase política. Ver que lo mismo ocurre ahora en EUA, pero además sin el menor empacho de Trump y sus cercanos, no deja de llamar la atención. Como botón de muestra está su reciente viaje a Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos en donde se firmaron acuerdos de inversión y compra de armas, pero también recibió un Boeing 747 de súper lujo para usar como Air Force One mientras es presidente y después pasará a la biblioteca Trump, lo que le permitirá usarlo ya como civil.

El viaje ocurrió a unos días de que los hijos y el yerno del presidente cerraran sus propios negocios en precisamente esos tres países. Entre ellos está la inversión de 2 mil millones de dólares de los Emiratos Árabes a la criptomoneda Trump; mil millones de dólares de Arabia Saudita para el proyecto del Trump International Hotel and Tower en Dubai y un club de golf en Qatar de 5.5 mil millones de dólares que va a tener la marca Trump.

Columna publicada en El Universal

Con base en cómo fue Trump 1.0 muchos han dicho y repetido hasta el cansancio que al presidente hay que tomarlo en serio pero no literal. Ahora que ha impuesto tarifas y sacudido los mercados financieros del mundo, la pregunta es si se debe de seguir aplicando la misma premisa con Trump 2.0.

¿Qué sigue ahora que Trump lleva una semana firme con sus tarifas? ¿Hay que tomarlo en serio y literal? ¿Apostar a que corregirá? O ¿qué estrategia es la mejor para los países y las empresas?

La respuesta a estas preguntas no es sencilla en primerísimo lugar porque no hay claridad ni en Trump ni en su gabinete de qué es lo que buscan con los aranceles. Por un lado tanto el presidente como su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, han dicho que son una herramienta de negociación. Pero por el otro, tanto Trump como su asesor en la materia, Peter Navarro y el Secretario de Comercio, Howard Lutnick, han dicho que no son negociables. Que son la respuesta a una emergencia nacional ante décadas en que el mundo ha abusado de EUA.

Lo que ha resultado de estos mensajes contradictorios ha sido una enorme incertidumbre. Y por ello países y empresarios han decidido adoptar distintas posturas.

Por un lado están aquellos que han decidido confrontar a Trump. Ahí en primerísimo lugar está China que, si no hay un arreglo de último minuto, ya desde hoy enfrenta tarifas del 104 por ciento. La apuesta de Xi Jinping es que las tarifas de Trump no son una herramienta de negociación y que llegaron para quedarse. En ese sentido han preferido tomar a Trump en serio y literal y cree que, aun cuando una guerra comercial les cuesta a todos, ellos van a acabar ganando.

En una situación similar está Canadá cuyas tarifas retaliatorias entraron en vigor desde el mes pasado. Europa está en medio. El bloque ha decidido aplicar tarifas retaliatorias en algunos productos pero a la vez ha estado buscando negociar con Trump.

México está cien por ciento en modo negociador. El gobierno de Sheinbaum le apuesta a que México puede lograr colocarse como el país menos dañado en la guerra comercial.

Ha sido muy interesante ver la respuesta de los grandes empresarios estadounidenses. Hasta el momento han optado por no confrontar a Trump pero tampoco parece que le van a dar al presidente lo que él más quiere: mover sus inversiones de regreso a EUA. Hay demasiada incertidumbre.

La apuesta que han hecho hasta ahora es esperar en el corto plazo a ver si el desplome de las bolsas, el incremento de precios a sus consumidores y la presión política de los estadounidenses hace cambiar de opinión a Trump. Si eso no funciona, siempre está el Poder Judicial que podría cuestionar y potencialmente invalidar las acciones del presidente si determina que están basadas en una declaración de emergencia nacional injustificada o ilegal. Recordemos que las tarifas están sustentadas en la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA) que requiere una emergencia nacional válida.

En el mediano plazo está la posibilidad de que los electores le den un revés a los republicanos en las elecciones intermedias y con ello el freno venga del poder legislativo.

Es decir, los empresarios están a la espera de una rampa de salida.

Trump ha sido un político con un teflón fuertísimo. Todo lo que a otros políticos los habría sacado de la jugada, a él no solo no lo ha debilitado, lo ha fortalecido. Este teflón podría muy bien estar basado en que con él le ha ido bien a la economía norteamericana. Ahora que esto esta cambiado ¿se sostendrá el teflón? ¿lo seguirán apoyando miles de estadounidenses al ver que aumentan los precios sin que suban los salarios? ¿le tendrán la paciencia a un Trump que declara desde su campo de golf que no sean débiles, que aguanten la tormenta?

Veremos.

Columna completa en El Universal

El mundo ha cambiado con la llegada de Donald Trump a La Casa Blanca. Desde mucho antes de que el presidente de EUA dijera que su palabra favorita era tarifas, México tendría que haberse puesto las pilas para pensar en una estrategia de desarrollo diametralmente distinta a la que hemos seguido los últimos treinta años. Una que si bien se enfocara en el fortalecimiento comercial con Norteamérica, también incluyera el desarrollo interno. Pero no lo hicimos.

Nos hemos conformado con ser el socio cercano a Estados Unidos. Festejamos el crecimiento de la industria automotriz basada en las cadenas productivas del TMEC. Nos creímos fuertes gracias a ese acuerdo comercial. Incluso aplaudimos cuando en el 2023 rebasamos a China como el principal exportador a EUA. No nos preocupó esa dependencia. Pensamos que con eso podía alcanzarnos para crecer sin tomar en cuenta la importancia de fortalecernos internamente.

China, a diferencia de México, lleva décadas preparándose para competir con Estados Unidos. Y decidió que una de las industrias con las que lo haría de manera importante sería precisamente la automotriz. No se agacharon al ver a Norteamérica fortalecerse en una industria que es intensiva en creación de empleos. Al contrario. Se pusieron las pilas e idearon una estrategia que comenzó en 2007 cuando al frente de Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Partido Comunista nombró a un ex ejecutivo de Audi.

Además se ideó una campaña de inversión con cuotas específicas puestas por el gobierno a los bancos para hacer préstamos agresivos para el sector automotriz. El Ministerios de Educación empujó la preparación de ingenieros. Y las reglas para construcción de fábricas e insumos automotrices fueron sencillas y claras para acelerar su apertura y funcionamiento.

Hoy China es el exportador más grande de automóviles en el mundo. La industria automotriz representa el 6 por ciento de su economía. Hay más graduados de las carreras de Ciencia y Tecnología en China que todos los graduados de todas las materias en Estados Unidos.

Así que mientras China se puso las pilas y ha hecho de su país una locomotora capaz de resistir las reglas de un Donald Trump aislacionista, México se quedó esperando a que el futuro llegara. Y ahora nos ha alcanzado. Y lo ha hecho cuando estamos muy mal preparados. Cuando internamente nos hemos autoinfligido daños graves. Tenemos una sociedad políticamente polarizada y profundamente desigual. En los últimos seis años hemos crecido en promedio menos del 1 por ciento (.85 por ciento, para ser exactos). En donde sí ha habido un crecimiento importante es en los índices de violencia.

Todo esto nos deja a merced del inquilino de La Casa Blanca y sus desplantes. Si la semana pasada se sintió un respiro de alivio porque Trump pospuso la entrada en vigor de los aranceles, esta semana volvemos a estar en modo emergencia ante el anuncio de tarifas para el acero y aluminio.

En China no le tienen miedo a Trump. A pesar de las tarifas que le impuso a ese país Donald Trump en su primer mandato, tarifas que siguen vigentes, China sigue exportando al mundo entero incluyendo a Estados Unidos. Solo como ejemplo, sus exportaciones de acero se han duplicado y han inundado los mercados internacionales, en especial en Asia y América Latina. La locomotora China sigue a toda velocidad, a pesar de Trump.

México, por el contrario, está en una muy mala posición para enfrentar a Trump. Winston Churchill dijo que nunca se debe dejar que una buena crisis se desperdicie. ¿Será esta crisis para nuestro país lo que finalmente nos ponga a hacer la tarea interna o más bien el último clavo de nuestro ataúd?

Columna publicada en El Universal

Ya puso fecha Donald Trump. El sábado 1º de febrero entrarán en vigor tarifas a las exportaciones de México y Canadá hacia Estados Unidos. Muchos economistas y analistas han estado diciendo que Trump no va a poner estas tarifas porque serían un impuesto a los consumidores estadounidenses y por ello no le convendría. Sin embargo, ayer la vocera presidencial, Karoline Leavitt, reiteró en rueda de prensa que los aranceles siguen sobre la mesa ante lo que Trump considera falta de ayuda de México y Canadá en contener los flujos irregulares de migrantes y fentanilo.

¿Por qué está dispuesto Trump a darse un balazo en el pie – o quizás en alguna otra parte del cuerpo más dolorosa – ante la evidencia de que sería un error? Y ¿por qué lo está haciendo en contra de sus socios comerciales más importantes? Además ¿cómo es esto lógico si al mismo tiempo quiere avanzar su guerra comercial con China? El sentido común diría que lo mejor para Trump y Estados Unidos sería fortalecer sus lazos con sus aliados más importantes y así debilitar a China que es quién le está compitiendo por el poderío global.

Pues… hay un argumento que posiblemente sea el que esté impulsando a Trump por el camino tarifario. En la edición de diciembre de Foreign Affairs, el profesor de finanzas de la Universidad de Pekín, Michael Pettis, escribe que las tarifas podrían ayudar a la economía de Estados Unidos. Pettis no es cercanísimo a Trump pero sí está siendo usado por algunos MAGA’s para justificar esta implementación de tarifas.

Las tarifas, escribe Pettis, son un impuesto al consumo y un subsidio para los productores locales del mismo producto. Por ello, las tarifas de Trump no necesariamente van a ser malas para la economía estadounidense. De hecho, pueden incentivar el ahorro y la producción doméstica.

El punto de partida es que hoy los estadounidenses consumen demasiado, mucho más de lo que producen. Por ello deben importar esta diferencia. Así, al poner tarifas se impondría un impuesto al consumo que además serviría como subsidio a la producción. Las tarifas podrían de esta forma generar un aumento en el PIB, resultando en más empleos, mayores salarios y menor deuda.

La tesis de Pettis ha agarrado tanta tracción que ha sido comentada tanto por partidarios como por detractores. Entre los partidarios está Kenneth Austin, economista que trabajó en el Departamento del Tesoro, quien argumenta que los países con superávit comercial deben reducir su exceso de ahorro y desequilibrios financieros para abordar los desequilibrios comerciales globales.

Hay muchísimos detractores de Pettis. Pero la opinión que me parece más interesante es la del ex columnista del New York Times, premio Nobel de Economía, Paul Krugman, quien hizo una publicación en Substack comentando a Pettis. Krugman reconoce la importancia de las ideas que plantea, pero mantiene una postura más cautelosa sobre la eficacia de las tarifas como solución a los desequilibrios comerciales.

Al final sabemos que Trump utiliza las tarifas como una herramienta transaccional y quizás le tenga sin cuidado todas estas discusiones académicas. Sin embargo, como sus intenciones generan reacciones, vale la pena que en México tengamos claras las distintas posturas que pueden alimentar la visión trumpista. Por lo pronto General Motors ya dijo que está preparado para aumentar su producción en EUA y reducirla en México y Canadá.

Los tiempos complejos para nuestro país, que depende tanto del comercio con Estados Unidos, parece que apenas comienzan.

Columna publicada en El Universal