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Quedan 31 meses al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Las tensiones están en un punto preocupante y México, sin duda, atraviesa por un muy mal momento. No hay un gobierno que se ocupe por resolver los enormes problemas del país y más bien vemos una lucha de fuerzas entre el presidente y los periodistas como si eso fuera a traer seguridad, crecimiento económico, medicinas y empleo para los mexicanos.

¿De qué sirve conocer el salario de Carlos Loret de Mola y otros periodistas para que México se transforme, como prometió en campaña el presidente López Obrador?

Se habla de una polarización pero más bien hay distintos bandos, diversas tribus, todas en un monólogo, incapaces de escucharse entre sí. Para muestra es fácil saber que esta columna la estarán leyendo muy probablemente los desencantados y los enojados con el gobierno y con Andrés Manuel López Obrador.

Esa sería una primera tribu: los enojados y los desencantados. Ahí pueden estar los que abiertamente quieren discutir y debatir y exponer las mentiras y las incongruencias del presidente. Entre los enojados y los desencantados hay de todo. Periodistas; clases medias; padres de niños con cáncer; filántropos; feministas; víctimas del mal manejo de la pandemia y un largo etcétera. Son los agraviados por un presidente que utiliza todo su poder para defender a su familia pero siente que las familias mexicanas que son afectadas por sus decisiones no tienen el mismo derecho a buscar defenderse.

La otra tribu son los que saben que hay que aguantar estos 31 meses. Para ello entierran la cabeza como avestruz, ponen en pausa proyectos, a la espera de la conclusión del sexenio. Así hay empresarios e industrias, tanto nacionales como internacionales que han decidido que de México no quieren saber nada hasta el 2024 que concluya el sexenio de López Obrador. No se van a pelear con el gobierno; no quieren cuentas congeladas por la UIF; no quieren una investigación de Gertz Manero; no quieren una mención en la mañanera. Mejor hacen lo necesario para mantenerse a flote sin sacar mucho la cabeza del agua.

Una tercera tribu es la de los ‘queda bien’ con el presidente. Saben que el gobierno ha fracasado pero quieren no solo mantenerse a flote, como los que han picado el botón de pausa, sino ganar en la medida de lo posible dándole a López Obrador por su lado. Un claro ejemplo es el de las aerolíneas mexicanas. Viva Aerobus, Volaris y Aeromexico saben que operar en el AIFA no es rentable, pero para quedar bien con el presidente anuncian dos vuelos nacionales con la esperanza de que esto tape el fracaso de inaugurar un aeropuerto que debe bajar la saturación del de la Ciudad de México…desde el Estado de México en los límites con Hidalgo…y que a menos de un mes de entrar en operación todavía no recibe las certificaciones internacionales necesarias.

Y por último está la tribu de los pro AMLO. Ya sea los que sienten que el presidente va a lograr transformar a México en el tiempo que le queda, y que si ha tardado es por el desastre que dejaron los del pasado, o los que lo apoyan porque creen que se está ‘fregando’ a los ricos y con eso se sienten más que complacidos. Hay también los que tienen un pacto de lealtad con López Obrador que no van a romper por más fracasos que tenga su gobierno.

Entre tribus no hay diálogos, hay insultos. El país se polariza cada vez más y quién enciende esta llama, el pirotécnico por excelencia, se llama Andrés Manuel López Obrador.

Columna completa en El Universal