Escuché de quienes estuvieron presentes en el evento de Interacciones en el que el presidente Peña Nieto dijo que no creía que ningún Presidente, y que ése, sin duda, era su caso, no se levantaba pensando en cómo “joder” a México, que lo dicho en el contexto de preguntas y respuestas no sonó tan mal ni tan fuerte como después, cuando fue retomado sin contexto por los medios de comunicación.
Quizás. Pero, sin duda, saber que el Presidente llegó a la desesperación que lo llevó a hacer esa declaración tan franca dice mucho de cómo está el país y de cómo se siente el Presidente como su cabeza.
Lo dice en el contexto de su campaña que resulta un reclamo a los medios de comunicación por la falta de cobertura a lo que considera son buenas noticias. “Lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho”, dice el eslogan presidencial.
Pero como parte de estos medios, resulta complicado pensar en contar “lo bueno” ante tanta información que entre indignante y frustrante lleva a muchos mexicanos a sentir que, en efecto, estamos jodidos.
Indignante y frustrante es que Javier Duarte haya robado a manos llenas. Él y sus múltiples prestanombres parecen haber saqueado —con todo el rigor de la palabra— a uno de los estados que reciben mayor presupuesto de la Federación. Mucho dinero robado por mucho tiempo que le cambió, sorprendentemente, el estilo de vida a todos estos prestanombres de un solo estado de un solo gobierno.
¿Resulta que se supo que este saqueo estaba ocurriendo hasta 45 días antes de que concluyera su mandato? Evidentemente no. Aquí, en este espacio, pero el 9 de octubre del 2015, publicamos una columna sobre el caso Duarte (¿Adiós Duarte?) que apuntaba al enorme desfalco que estaba ocurriendo en Veracruz y sobre el cual trascendía que el titular de Segob y el entonces presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, traían la intención de sacar a Duarte de la gubernatura pensando en poder ser competitivos para la elección del 5 de junio de este año.
¿Por qué permitieron que se quedara en el poder un año más? Y peor aún ¿Por qué cuando, finalmente, pide licencia no se aseguró el gobierno de que Duarte no saliera huyendo como ya lo hizo?
¿Por joder a México?
Y ¿qué hay del otro Duarte, César, y de Roberto Borge? ¿A ellos no se les va a investigar? ¿A ellos no se les va a joder ni con el pétalo de una rosa?
Tan desafortunada fue la frase del Ejecutivo que — agradeciendo la franqueza— ahora será utilizada a diestra y siniestra para cuestionar a quien tiene a su cargo todavía por dos años más al país.
No importa si el resultado es producto de un hecho intencional o no. Si cada día se antoja más compleja la situación para tantos mexicanos “jodidos”, el tapete está siendo colocado para que en México, como en otras partes del mundo incluyendo nuestro vecino del norte, se alce un populista ególatra o mesiánico como la respuesta para todos nuestros males.
En EU explican el fenómeno Trump como producto del descontento estadunidense con la dirección del país. Si allá están tan mal que gran parte del electorado ve en Trump la solución a la desesperación, no puedo imaginar qué será de este sentimiento de frustración en México. En nuestro país que no crece en términos económicos, en el que la inseguridad va al alza y la frivolidad de nuestros mandatarios —junto con su capacidad para robar a manos llenas acompañados de impunidad— es más la norma que la excepción.
Ante este panorama en el que el mismo presidente se muestra, francamente, frustrado ¿cómo podemos contar eso bueno que cuenta mucho? Quizás quisieran que dejemos de informar sobre Duarte y compañía.