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Las grandes obras del sexenio pasado son grandes elefantes del presente que debemos seguir pagando los mexicanos. El gobierno decidió que quería hacer un tren y fueron carretadas de dinero para el tren; decidió que quería cancelar el aeropuerto que anunció su predecesor y mejor construir uno que anunciara él y han sido carretadas de dinero para la cancelación y la nueva construcción; decidió que México debía de refinar a pesar de lo pesado que es nuestro crudo y… han sido carretadas para construir una refinería, no importa que se inunde frecuentemente; que no logre refinar y que cuando lo consiga, sea más caro hacerlo.

Conocemos esta historia de pies a cabeza. Los políticos queriendo marcar su legado con grandes obras no es exclusiva de México. Bent Flyvberg es profesor de la Universidad de Oxford y de Copenhague. Se ha dedicado a estudiar grandes proyectos. Escribió un libro, How Big Things Are Done, que nos permite entender qué es lo que hace que un proyecto fracase o tenga costos exorbitantes y tiempos muy retrasados de entrega.

Es la historia de la Opera de Sídney. El proyecto comenzó con un presupuesto de 7 millones de dólares australianos y un plazo de cuatro años, pero terminó costando 102 millones y tardó 14 años en completarse. El gobierno quería arrancar la construcción antes de las elecciones de marzo de 1959. Por ello aprobó un presupuesto intencionalmente bajo y comenzó la construcción rápidamente, antes de que los diseños estuvieran finalizados.

Esta prisa política por iniciar la construcción tuvo consecuencias devastadoras. El arquitecto, Jørn Utzon, tuvo que abandonar no solo el proyecto a mitad de camino, también el país a escondidas y con su prestigio acabado.

También está el “Tren a Ninguna Parte”. Un proyecto que comenzó en 2008 con un tren que saldría del centro de Los Ángeles y dejara a los pasajeros en Union Square de San Francisco en 2 horas y media a un costo de $86 dólares. Sonaba extraordinario. El presupuesto era de $33 mil millones de dólares y el tren iba a estar listo en el 2020. Se hizo un referéndum. Los californianos aprobaron un proyecto que se vendió como visionario y…hoy sigue siendo un proyecto inacabado cuyo costo ya va arriba de los $100 mil millones de dólares y se ha modificado: ahora solamente conectará dos pequeñas ciudades, Merced y Bakersfield. Por eso es conocido como el tren a ninguna parte.

Hay obras exitosas como el Empire State Building en Nueva York o el Museo Guggenheim de Bilbao. ¿Qué hizo que estos grandes proyectos fueran exitosos? Tuvieron una cola corta. Lo que mata los grandes proyectos son las colas largas.

Las colas largas se generan por una planeación inadecuada; por contratar a amigos y no a expertos; por querer apegarse a tiempos políticos y no a tiempos de obra; por pensar que se va a hacer un proyecto único y visionario sin voltear a ver lo que ya se ha hecho similar y entender aciertos y errores en esos proyectos.

Mi conclusión tras leer a Flyvberg es que los políticos son políticos y no constructores. En el mejor de los casos les gana esta idea de que van a lograr dejar un proyecto “único”, el “primero en…” y, como implementan su sueño con el dinero ajeno, no son rigurosos en hacer una gran obra que tengan una cola corta.

La presidente Sheinbaum ha anunciado ahora más de 3 mil kilómetros de vías férreas para trenes de pasajeros y otras obras de infraestructura. Valdría la pena que revisara el libro de Flyvberg. Ver experiencias internacionales e identificar qué es más eficiente. En las grandes obras la participación de los expertos de la iniciativa privada es fundamental y la realización de proyectos conjuntamente con la IP es la mejor estrategia.

Ese puede ser un buen segundo piso para la autodenominada 4T.

Apostilla: En el tema de grandes obras de infraestructura, el documental de Enrique Cárdenas para el Centro de Estudios Espinosa Yglesias sobre el aeropuerto de Texcoco y su cancelación no tiene desperdicio. Una recomendación para mis lectores. Está en YouTube.

Columna publicada en El Universal

Prácticamente en todas las conferencias en Palacio Nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador se refiere al tema de la corrupción. Su combate; el barrer las escaleras de arriba para abajo; al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie…y un largo etcétera son el pan de cada día en su discurso.

Por eso debería sorprender su constante ataque a quienes, desde la sociedad civil, buscan lo mismo que él: acabar con la corrupción. O cuando menos, luchar vehementemente en su contra. En la Mañanera de ayer fue especialmente crítico con la Organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) y contra su presidente, Claudio X. González.

Los acusó de haber solapado la corrupción en el pasado por haber defendido el proyecto del aeropuerto de Texcoco, el cual describió el presidente como “el saqueo más grande que se tenía preparado, que se iba a hacer al pueblo y a la nación; que iba a significar casi un billón de pesos. Iba a ser como un Fobaproa.”

Y agregó: “¿Qué hicieron [los de MCCI] si la corrupción estaba legalizada en la época en que ellos simulaban que la combatían? ¿Por qué no dijeron nada de que Salinas en 1994 modificó el Código Penal para que la corrupción no fuese delito grave? ¿No lo sabían ellos? ¿Cómo fue que crearon una asociación civil llamada Mexicanos Contra la Corrupción si nunca dijeron nada; nunca, de que la corrupción estaba legalizada porque no era delito grave?”

Por ello, el presidente cree que el verdadero nombre de la asociación debiera ser Mexicanos CON la Corrupción y la Impunidad. Y así lo declaró, generando risas entre los asistentes a su mañanera.

Este nuevo arrebato del presidente sorprende por varias razones. Primero que nada, porque a pesar de haber anunciado la cancelación del NAIM en Texcoco aduciendo esta corrupción, el gobierno no ha señalado absolutamente nada ni a nadie por estos actos. Simplemente ha dicho, pero nada ha demostrado.

Cuando empezó ese proyecto se hablaba de la enorme corrupción que lo envolvía. En mi caso quise investigar algunos de los ángulos señalados como infestados por la corrupción. Uno de ellos, el peaje que transportistas estaban obligados a pagar para que llegaran los materiales a la zona de construcción. Un peaje no regulado y que se señalaba iba a los bolsillos de lideres locales. Nunca encontré nada en concreto. No se puede señalar que hay corrupción si no hay pruebas. En el caso del presidente él decidió no solo señalar la corrupción del NAIM sino cancelarlo. A la fecha sigue diciendo que el tamaño del saqueo iba a ser de cerca de mil millones de pesos. Si tiene esa información, que persiga a los saqueadores. Se le va a aplaudir. Barrer las escaleras no es suficiente para acabar con la corrupción. También hace falta recoger la basura y ponerla en su lugar. ¿Quién está pagando una sola factura con la justicia por haber cometido un acto de corrupción en el proyecto del NAIM? A la fecha absolutamente nadie.

Lo segundo: el señalamiento de la modificación al Código Penal en 1994 no lo persiguió ni investigó MCCI porque la asociación nació 22 años después, en 2016. Y tercero: el que la corrupción no fuera delito grave no quiere decir que la corrupción estuviera legalizada. Hay delitos, como las infracciones de tránsito, que sin ser graves, no dejan de ser delitos perseguidos por la justicia.

 

Columna completa en El Universal

Si algo sabe hacer bien Andrés Manuel López Obrador, es comunicar. Hoy la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) es su bandera.

Bandera que ha merecido una historieta tipo cómic en la que AMLO explica porque quiere cancelar esa obra que describe como cara, innecesaria y herramienta de corrupción de la mafia del poder. La historieta se titula: Un aeropuerto que no debe aterrizar y se ilustra con una pista encharcada sobre la cual va a aterrizar un avión mientras un puerco gordo, vestido de empresario, sostiene una bolsota de dinero que se entiende es producto de la corrupción.

El discurso de AMLO en el sentido de que va a cancelar la obra es como ese comic. Es ya la caricatura de lo que AMLO representa: el político que finalmente le pondrá un ‘hasta aquí’ a los empresarios de siempre, los mismos beneficiarios de décadas. Para AMLO la cancelación de la obra se puede equiparar al muro de Donald Trump. Enciende emociones de los ciudadanos cansados con las corruptelas de siempre.

¡No al NAICM! es el ¡Build the Wall! región 4.

Y por ello le vino como anillo al dedo que Carlos Slim se subiera al ring para decir que la cancelación del proyecto supondría suspender el crecimiento económico del país. El Ing. Slim tiene una participación importante en el proyecto. Su constructora CICSA es parte del consorcio que construirá el edificio Terminal con una participación del 14.29% del contrato. Tiene además el 25% de la Pista 3 junto con la constructora La Peninsular. FCC, la constructora española de la cual es socio, también es parte del consorcio y tiene el 14.28% de los contratos para la construcción del edificio Terminal.* Así que AMLO quedó feliz de responderle.

Le permitió decir que de Los Pinos mandaron al empresario más rico de México a defender un proyecto que va a seguir engordando su cartera. Justo obtuvo el material para encender la furia y la división que tanto le gusta a AMLO. Aquello de ‘nosotros los pobres contra ustedes los ricos; nosotros los honestos contra ustedes los corruptos’.

La historieta de AMLO, su comic sobre el NAICM, está plagado de imprecisiones y mentiras. Pero están bien dibujadas y bien explicadas y por ello no sorprende que sean bien recibidas y aceptadas.

Por ejemplo, el comic arranca diciendo que existen muchas ciudades con dos aeropuertos, por lo que su propuesta de habilitar el de Santa Lucía es viable. Entre las ciudades mencionadas está Nueva York, Roma, Londres. Lo que no explica el comic de AMLO es que en esas ciudades la distancia entre aeropuertos cumple con el mandato del Centro para el Desarrollo de Sistemas Avanzados de Aviación, Mitre, que es el organismo internacional que se encarga de checar, entre otras cosas, la distancia entre aeropuertos para autorizar su viabilidad tomando en cuenta que no exista interferencia entre los radiales.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL