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Ojalá fuera tan fácil deshacernos de los políticos chatarras como ellos intentan deshacerse de la comida chatarra. Piensan que si pasan una reforma… ¡pum! los niños no vuelven a consumir alimentos altos en azúcares y grasas y bajos en nutrientes.

El intento por regular la comida chatarra, nos dice el presidente Andrés Manuel López Obrador y el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, es más importante que nunca porque la obesidad es la causa principal de que en México esté muriendo tanta gente por el virus de Covid-19.

El problema es que, dadas las cifras oficiales, la razón principal de tanta muerte en México apunta más a un sistema de salud disfuncional. Basta comparar cuánta gente muere al ser tratada en los hospitales públicos con la que muere en los hospitales privados para darse cuenta de ello.

Con datos de 118 mil 191 pacientes hospitalizados con pruebas positivas de SARS-CoV-2 al 2 de agosto, el 43 por ciento de los pacientes que llegó a un hospital del IMSS murió. En el caso del ISSTE, murió el 32.4% de los pacientes. Por el contrario, en hospitales privados han muerto el 15.7% de los pacientes.

La mortalidad de los hospitales privados es alta, pero es menos del doble de la que ocurre en los hospitales públicos. Realmente no importa qué tantas camas de hospitales tengamos sino cuánta gente que llega a tratarse al hospital y ocupa una cama muere.

Según un artículo de Nathaniel Parish Flannery publicado en el portal de Forbes, en México la cifra de muertos se compara con la de India, un país que tiene diez veces más población. La explicación es que 8 de cada 10 pacientes que mueren en un hospital, nunca fueron intubados. Así pues es relativamente fácil salir a aplaudir que las camas con ventiladores no se han saturado, pero ¿de qué sirve tenerlas vacías a costa de tanta muerte?

El diferencial de muertes en hospitales públicos versus privados no puede deberse a que es menos gorda la gente que acude a un hospital privado que la que va a uno público. El problema de obesidad en México es claro y evidente, pero pretender endosar la culpa de la cantidad de muertes en el país a ello es una simplificación que no se sostiene.

Y sin embargo, ese es precisamente el argumento oficial. Según los dos López que hoy son autoridad, esta terrible herencia del neoliberalismo, la alimentación basada en comida procesada, es la que tiene a México con la cifra cercana a 70 mil muertos por la pandemia.

Por ello, en menos de un mes entra en vigor el nuevo etiquetado de alimentos que busca disuadir el consumo de ciertos productos, más no informar sobre qué es mejor comer o no para nuestra salud. Este es un etiquetado que estaba buscando imponer el gobierno desde antes de que el mundo enfrentara la pandemia pero que el COVID le ha caído como anillo al dedo al discurso oficial de que ciertos productos chatarra nos están matando.

Un etiquetado que en nada ayudará a disuadir a quienes deciden comprar un refresco o unas papas porque quien lo hace, ya sabe que no está alimentándose sanamente pero, o no tiene otra opción igual de económica para no quedarse con sed y hambre, o simplemente decide ignorar la oportunidad de comer algo nutritivo.

La catástrofe que está siendo la estrategia del gobierno para lidiar con el coronavirus es igual de chatarra que la estrategia para combatir la obesidad. Pretender echarle la culpa a los alimentos sin reconocer que ni usar cubrebocas quiere el presidente López Obrador lo dice todo.

 

Columna completa en El Universal

En una semana dieron dos discursos dos presidentes muy similares. Donald Trump, en el que fue su aceptación de la candidatura del partido republicano para su reelección y Andrés Manuel López Obrador en su 2º Informe.

Los discursos fueron para cumplir con formas y tradiciones de ambos países pero realmente fueron reiteraciones más que un agradecimiento, en el caso de Trump, o un informe, en el caso de López Obrador.

Ambos destacaron por hablar sobre una verdad alternativa.

En el caso de Trump, su discurso se enfocó en decir que él es el presidente de la ley y el orden, aun cuando al estar en La Casa Blanca usando un edificio de gobierno para un evento de campaña, rompió la ley y no acató el orden.

Dijo que su gobierno ha sabido lidiar perfectamente bien con la pandemia, utilizando la ciencia y escuchando las recomendaciones de los científicos…ante mil 500 personas reunidas, la mayoría sin cubrebocas, contraviniendo las dos premisas básicas para evitar la propagación del coronavirus.

En el informe de Andrés Manuel López Obrador escuchamos las mismas contradicciones. Un presidente que dice en la misma oración que promoverá una consulta para enjuiciar a los ex presidentes de México y presume la fortaleza e independencia del Fiscal General.

Tanto Trump como AMLO son dos Jefes de Estado que han dicho que ellos solos pueden resolverlo todo; quieren todo el poder y se molestan con los contrapesos. Cuando algo sale mal, la culpa es de alguien más.

Trump dice que la violencia en su país es culpa de los ultra liberales demócratas y que Biden es su títere. AMLO dice que es culpa de los gobiernos anteriores; los neoliberales que le antecedieron.

Trump culpa por las muertes del COVID a los gobernadores demócratas por haber actuado tarde, aun cuando fue él quien declaró que el virus desaparecería por arte de magia y se negó a utilizar mascarilla hasta el mes de julio.

AMLO culpa a los empresarios que producen comida chatarra de los muertos del COVID en México y sigue negándose a utilizar la mascarilla. En cuanto a la vacuna, hace caravana con sombrero ajeno al presumir el acuerdo entre la Fundación Carlos Slim con Aztra Zeneca y la Universidad de Oxford como una iniciativa personal.

También se cuelga la medalla de las remesas sin reconocer que su crecimiento se debe a que en EUA el gobierno ha dado un cheque a cada ciudadano y por eso los paisanos tiene como ayudar a sus familiares en México.

Trump presume que ha cumplido sus promesas de campaña. Menciona el muro en la frontera con México. Lo que Trump no dice es que lo poco que se ha hecho, solo 24 kilómetros de los 300 que tienen algún tipo de barrera, ha sido pagado por el gobierno estadounidense, no el mexicano.

AMLO presume que ha cumplido 95 de sus 100 compromisos. Una revisión de éstos deja ver que esto no es cierto. No hay medicinas (compromiso #13); hay desabasto. Se olvida mencionar que el Banco del Bienestar sigue sin sucursales (compromiso #30); El compromiso 55 dice que habrá auténtico Estado de Derecho y el 56 que se acabará con la impunidad. Ahí está Rosario Robles en prisión; su hermano Pío López Obrador no está siendo investigado y Ovidio Guzmán fue liberado.

Lejos de impulsar fuentes renovables de energía (compromiso #73) éstas se han inhibido. Lejos de prohibir proyectos que afecten el medio ambiente (compromiso #76) su gobierno construye la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya que lo devastan.

Aunque AMLO habla español y Trump inglés, ambos recurren al idioma universal del populista.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

López Obrador está haciendo parecer que toda la clase política está podrida. Muchos de los 30 millones de mexicanos que votaron por él lo hicieron pensando en que finalmente llegaría al poder un político que acabaría con la corrupción; que se daría una vida acorde a la de un servidor público y no a la de un monarca europeo. Un político que enarbolaría políticas públicas destinadas a mejorar la vida de los millones de pobres que hay en el país.

Pero con el nuevo capítulo de video escándalos, aunado a las filtraciones del caso Lozoya, ¿qué justificación hay para quienes veían en López Obrador a un político limpio; un político diferente; un político honesto?

¿Por qué creerle a AMLO que su lucha contra la corrupción es auténtica? La mañanera al día siguiente de que mi colega, Carlos Loret de Mola, diera a conocer los videos en donde aparece David León Romero entregando fajos de dinero a su hermano, Pío López Obrador, el presidente quiso defender lo indefendible al decir que ese dinero era más limpio que el de Odebrecht a Lozoya porque era menos e iba destinado a la transformación de México.

Quizás Lozoya y Peña Nieto pensaron lo mismo al recibir el dinero de la constructora brasileña: que todo era para sacar adelante las reformas estructurales que colocarían a México finalmente en el primer mundo. Eso no lo podemos saber. Lo que sí es seguro es que recibir dinero en efectivo para un propósito político cuando se es candidato debe de ser reportado ante el INE. Y en el caso de Pío y Andrés Manuel López Obrador, esto no sucedió.

El resultado final es, para partidarios y detractores del actual gobierno (no incluyo aquí a los fanáticos de uno u otro lado), un lodazal. Todos son iguales. Todos, incluyendo a AMLO, roban. Y todos mienten sobre la corrupción dando justificaciones inverosímiles. Esta visión impera aun cuando existan varios funcionarios de anteriores gobiernos y del actual que tienen una auténtica vocación por servir a su país.

Si se deja la corrupción de lado ¿por qué creerle al presidente en otras de las premisas que dijo que serían la bandera de su gobierno. ¿Por qué creerle que es austero si su mayor símbolo de austeridad, la venta del avión presidencial, es una maroma de principio a fin?

Con los datos que tenemos a la fecha sobre la famosa rifa del avión, los números no cuadran. El presidente dijo que vendería 6 millones de cachitos a un costo de 500 pesos cada uno en donde en lugar de ganar el avión, habría cien premios de 20 millones de pesos. El 11 de agosto se informó que se han vendido 2 millones 24 mil cachitos, es decir, no se ha vendido ni la mitad y con esto no se cubre el monto a pagar a los 100 cachitos ganadores ya que los billetes que no se vendan se donarán a la Secretaría de Salud. Así que los 100 cachitos ganadores estarán o en manos de un comprador o en manos de la Secretaría de Salud. Este avión está saliendo más caro como símbolo de austeridad que como muestra de despilfarro.

¿Por qué creerle que primero van los pobres si el gasto público como porcentaje del PIB en las áreas que más los beneficiaría – salud; educación y protección social – está igual o más baja que en sexenios pasados?

La lista de preguntas para quienes creyeron en el presidente a partir de lo que ahora hace es larga. Como extensa será también la fila de ciudadanos desencantados que piensan que todo está podrido y por ello todo está perdido. ¿La esperanza de México? Bienvenidos a la desesperanza de México.

 

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia con la firme propuesta de no endeudar al país durante su sexenio. López Obrador no quiere ser recordado como otro López presidente, José López Portillo, y el endeudamiento que le dejó a México.

Como el presidente es obstinado y necio, así se describe a sí mismo, aun en medio de la pandemia más fuerte que ha enfrentado el mundo en más de un siglo, él no cambia rumbo, va derecho y no se quita.

Con el argumento (certero) de que en el pasado se rescató a los millonarios usando el dinero de todos los mexicanos mediante el Fobaproa, ahora ha dicho que no hay plan de rescate para nadie. Como si no existiera la opción intermedia de idear un plan para que la economía no se vaya a pique, sin que signifique salvar solo a los ricos que tanto desprecia el presidente.

López Obrador parece no ver la diferencia entre lo que ocurrió en las crisis financieras del pasado con lo que está ocurriendo ahora. Esta crisis es exógena a la economía. No se ha generado por un problema de liquidez, como ocurrió en el 2008-2009. Por ello, los gobiernos en prácticamente todo el mundo, menos en México, han ideado planes para suavizar el impacto de la crisis para empresas y para individuos.

Así, un europeo o un estadounidense dueño de un restaurante, con los apoyos generados por sus gobiernos, puede cerrar durante el confinamiento sin tener que despedir a sus empleados y bajar la cortina de manera definitiva de su negocio. En el momento que se pueda reactivar la economía, ese restaurantero lo único que tendrá que hacer es ir a su local, limpiar el polvo; bajar las sillas; llamar a sus empleados para que regresen y reabrir.

En el caso de México, en donde no hay apoyos gubernamentales, el mismo restaurantero va a tener que cerrar. El poco capital con que contaba se esfuma en los primeros meses de la pandemia donde los utilizo para sobrevivir sin ingresos. Al acabarse estos, no le queda más que cerrar y despedir a sus empleados. Con esto deja a varias familias sin ingresos, incluyendo la suya. El día que se pueda reactivar la economía, este restaurantero tendría que en primer lugar conseguir recursos e ir a buscar un nuevo local; acondicionarlo y recontratar meseros; cajeros etc. Lo que sería un proceso mucho más largo y complicado.

Es el caso de ya 90 mil restaurantes en todo el país, en su mayoría micro, pequeños y medianos negocios que ha dejado sin trabajo a aproximadamente 300 mil personas. El presidente de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera de Alimentos Condimentados (Canirac), Francisco Fernández Alonso, ha dicho que esperan que el cierre continúe.

La falta absoluta de respuesta financiera y fiscal hará que México sea uno de los países más afectados por la pandemia y de los que más tarde en recuperarse. Aun cuando el presidente dijo en mayo que la recuperación iniciaría en junio y después, la semana pasada, que la recuperación comenzará en agosto, ¡ósea en dos días! Quizás en agosto nos dirá que en septiembre y así nos iremos.

Los esfuerzos de política pública que hoy están dándose en otros países ayudarán a que la recuperación sea más rápida. Pero nosotros vamos en sentido contrario. Por esta falta de ayuda económica, que el presidente confunde con regalarle dinero a los ricos, es que México tardará más en recuperarse. Así, el país es hoy el contraejemplo mundial de cómo enfrentar los efectos económicos de la pandemia.

Apostilla: El presidente, sin embargo, decide seguir adelante con el show del avión presidencial. Vaya, ni los desastres en Nuevo León y Tamaulipas por el paso de Hanna desviaron su mañanera desde el hangar presidencial. Prefirió pedirnos a los mexicanos que compremos cachitos para la rifa del avión de a $500 pesos cada uno, en lugar de ir a visitar a los afectados por la tormenta tropical.

 

Columna completa en El Universal

La gira del presidente Andrés Manuel López Obrador fue un exitazo…para él. Para México significó una vergüenza.

La visita ocurrió a ciento diez y seis días de las elecciones estadounidenses en las que Trump busca reelegirse. Por ello, además de ser presidente es candidato. Y por eso, ir a visitarlo significó un intromisión en el proceso electoral de Estados Unidos. El pretexto de ir a celebrar la entrada en vigor del TMEC no se sostiene cuando ni siquiera acompañó la gira Jesús Seade, el principal y único negociador del acuerdo. Seade estaba ocupado en su cabildeo para lograr la dirección de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si Seade pudo estar ausente por tener otros temas más importantes en la agenda ¿no habría podido aplicar la misma lógica para el presidente López Obrador cuando México está en medio de una catástrofe económica y de salud que nos coloca como el cuarto país con mayor número de muertes en todo el mundo por COVID19?

Pero concediendo a aquellos que dicen que AMLO no podía decirle que no a Trump cuando el presidente de Estados Unidos prácticamente ordenó esta visita desde Yuma, Arizona, frente al muro que divide la frontera y que representa el símbolo de lo peor de la relación bilateral, si había que ir a Washington a hacerle el juego a Trump para seguir con la política de no antagonizarlo ¿por qué no se pensó en hacer una agenda más rica para el presidente de México?

A la Embajadora de México en Washington, Martha Bárcena, le pregunté en un foro organizado por la Universidad de California en San Diego en la que fui invitada como panelista, ¿por qué no se reunió el presidente López Obrador con miembros de la comunidad mexicana durante la visita? La respuesta fue que se debió a una preocupación por el COVID. Organizar una reunión así habría expuesto a los asistentes a contagio del virus.

Algo curioso cuando en el encuentro entre ambos presidentes la reunión sucedió sin esta preocupación. En las varias fotografías que circularon se pudo ver que ninguno de los presidentes utilizó cubre bocas y prácticamente todos los asistentes estuvieron sentados hombro con hombro sin mascarilla. Esto fue posible porque a todos los asistentes se les hizo la prueba de COVID antes del evento, me explicó la embajadora. Esto es algo que igualmente pudo haberse organizado con los asistentes a un encuentro de la comunidad mexicana con López Obrador.

Pero ni un encuentro así, ni otro con los demócratas se incluyó en la agenda. Al final, el balance fue que como Trump no insultó a López Obrador, la gira fue un éxito. Qué baja está la vara para medir los avances de la relación bilateral que acarrea tantos temas que afectan a miles de ambos lados de la frontera.

La gira fue un éxito para López Obrador. No lo insultó Trump, quien quedó feliz con palabras del presidente que estará utilizando para su campaña de reelección. Si gana Trump, el ganador será sin duda López Obrador. Bajo la presidencia de Trump, los estadounidenses no se entrometen en el trabajo que haga el gobierno mexicano en la lucha contra el narcotráfico; en procuración de la democracia ni en el combate a la corrupción. Una presidencia de Biden sería mucho más escrupulosa. Y eso no es algo que le convenga a AMLO.

La gira fue pues, un exitazo para AMLO…pero no para México.

www.anapaulaordorica.com @AnaPOrdorica

Apostilla: En aras de no sumar a la polarización, se pueden destacar dos aspectos positivos de la visita.

  • Lo bueno de la visita fue que López Obrador arrancó hablando de la importancia de que la región de Norteamérica avance en el comercio global ya que hemos pasado de representar el 40.4 por ciento de éste en 1970 a representar actualmente solo el 27.8 por ciento. Estas fueron cifras que dio el presidente. Para alguien que se ha caracterizado por enfatizar la importancia de ser autosuficientes en todo, el cambio de opinión respecto a la integración de Norteamérica es de llamar la atención.
  • Otro aspecto positivo de la visita fue el logro de la cancillería de evitar que hubiese sesión de preguntas y respuestas al final de la conferencia conjunta. Con ello se logró disminuir significativamente el riesgo de alguna pregunta que hubiese acarreado una respuesta de Trump incómoda para López Obrador, como el muro; las visas para estudiantes internacionales o para trabajadores.

 

Columna completa en El Universal

A 119 días de que los estadounidenses acudan a votar, el escenario para Trump se le ha complicado. El último presidente en perder la reelección fue el republicano George Bush padre ante Bill Clinton. Si bien Bush fue un muy buen presidente y un año antes de la elección de 1992 tenía una aprobación cercana al 80 por ciento, la recesión económica lo llevó a perder y ser de los pocos presidentes de un solo término en EUA.

A Bill Clinton lo ayudó a ganar el poder atacar a Bush por el lado de la economía. Tanto él como el otro candidato, Ross Perot, supieron que el interés de los electores estaba en sus bolsillos. De ahí la famosa frase de James Carville, el asesor de Bill Clinton: “It’s the economy, stupid”.

Ahora, ante un Trump que apenas hace cuatro meses parecía que iba en caballo de hacienda para reelegirse, el panorama ha cambiado. Citigroup encuestó a 140 directores de fondos de inversión y el 62 por ciento de ellos creen que Joe Biden ganará las elecciones. En diciembre, 70 por ciento de estos mismos encuestados creían que Trump se reelegiría. Casi un viraje de 180 grados.

En el promedio de ocho casas de apuestas, Biden le gana a Trump por más de 17 puntos. Y revisando las encuestas, el promedio de Real Clear Politics tiene a Biden arriba en todos los estados que importan para ganar el Colegio Electoral: en Florida; Pennsylvania; Wisconsin; Carolina del Norte y Arizona.

Sí, ya se que en 2016 las encuestas decían que Hillary Clinton le ganaría a Donald Trump. Pero aquí algunos detalles de por qué el panorama es distinto hoy al de hace cuatro años.

Primero que nada, Trump se enfrenta en esta ocasión a otro hombre blanco, no a una mujer. Por más que eso no guste, desgraciadamente sigue siendo un tema que influye en los votantes. En segundo lugar, Hillary estaba a estas alturas de la elección cuatro puntos en promedio por arriba de Trump. Y así siguió hasta el día de la votación. En el caso de Biden, el Vicepresidente comenzó estando con una ventaja de 6 puntos sobre Trump; ventaja que ha crecido. Hoy, en el promedio de Real Clear Politics, se ubica 9 puntos arriba.

Y el tema más importante en este momento es el coronavirus. Por más que Trump se rehúse a hablar de ello y lo quiera ignorar, vale la pena plantear la pregunta que hizo Stanley Greenberg en un reciente texto en The Atlantic: ¿Qué escenario es más probable a cuatro meses de las elecciones: que Estados Unidos logre controlar la pandemia o que los casos sigan siendo un problema para varios estados con una escalada en el número de infectados y hospitalizados?

Este texto lo escribo desde Miami, una ciudad en la cual se quiso ignorar el virus y, ante la escalada sin control de contagios y la saturación de hospitales, el alcalde ha tenido que anunciar el cierre – nuevamente – de restaurantes, gimnasios y otras áreas públicas.

El virus no va a desaparecer, hasta que no se tenga una vacuna. Básicamente en esa bala de oro recae la salvación de Trump hacia las elecciones de noviembre.

Con este escenario, Andrés Manuel López Obrador decidió ir a encontrarse hoy en Washington con Donald Trump. Esto es una clara muestra de lo poco estratégico que es el presidente de México. Si quería encontrarse con su amigo Trump, aquel al que le dedicó un libro completito señalando que al llegar a la presidencia no le permitiría ni un solo insulto para el pueblo mexicano, de menos habría podido planear un encuentro con los demócratas y con integrantes de la comunidad mexicana. Pero es tan poco estratégico, que se fue a entregar a los brazos de quien más ha maltratado a los mexicanos de ambos lados de la frontera. ¿A cambio de qué? Al parecer, ni siquiera de un plato de lentejas.

 

Columna completa en El Universal

La entrada en vigor del T-MEC el día de hoy es una buena noticia para México, sin duda. De las pocas buenas noticias que hacen falta en donde todo parece ser negativo. Desde que se concibió el TLCAN, la idea fue acercar a México a Norteamérica. Somos uno de dos países en el mundo que nos encontramos en medio de dos continentes. El otro es Turquía, que está entre Europa y Asía. México está entre el Norte y el Sur del continente americano. Si había que escoger entre melón y entre sandía – como dice el ex Canciller, Jorge G. Castañenda – México escogió melón: Norteamérica, cuando buscó el TLCAN.

Es incongruente que al mismo tiempo que el presidente Andrés Manuel López Obrador cancela inversiones en el país, incumpliendo acuerdos contractuales, presume que a partir de hoy con el arranque del T-MEC, el Tratado México; Estados Unidos y Canadá, el país vivirá un auge de inversiones.

¿Cómo va a ser útil el T-MEC si México lleva no respetando sus acuerdos con empresas que invierten en México desde hace 18 meses? Desde el Nuevo Aeropuerto; la Cervecería de Constellation Brands y los múltiples acuerdos energéticos, por mencionar algunos. La respuesta es muy sencilla. Las inversiones van a seguir llegando, pero van a ser inversiones más volátiles, de las que entran y salen con un costo financiero elevado para las finanzas mexicanas.

Actualmente estamos tan integrados con Estados Unidos y Canadá que aun con un Trump o un AMLO en el gobierno, ya no es posible producir un automóvil o un insumo médico que no requiera componentes de los tres países y por ello, aun con los instintos nacionalistas de estos presidentes en el poder, la integración es imparable. Violar el marco normativo simplemente le costará más a México.

Además hay que tomar en cuenta que el TMEC entra en vigor en medio de un panorama altamente cargado en el ámbito político. Los demócratas querrán argumentar que México está incurriendo en violaciones al tratado para golpear a Trump. El sector agropecuario de ese país es un buen ejemplo. Competimos con una parte de ese mercado durante todo el año, sobretodo en Florida, que además involucra un tema político importante porque es un estado competido entre demócratas y republicanos al cual Donald Trump intentará darle más poder.

Todo esto ocurre cuando AMLO se sienta en sus laureles y presume que el TMEC hará que lleguen inversiones a México. Las cuáles sin duda van a llegar. El problema es que mientras seamos un país en el cual no se respete el Estado de Derecho, quienes vengan a invertir a México, van a ser quienes asuman pagos por ese tipo de panorama incierto. Van a invertir en productos financieros que puedan entrar y salir fácilmente. Olvidémonos de plantas productivas o empresas de servicios que generen empleos y desarrollo a largo plazo.

Hoy hay inversiones en países como Venezuela o Nigeria, que tienen poco Estado de Derecho y no cuentan con un acuerdo con Norteamérica. Lo que pasa ahí es que las inversiones que llegan son volátiles, es decir, pueden irse apenas vean que hay una dificultad. Venden y se van.

Si esa es la idea del presidente, flaco favor nos hizo al haber firmado un tratado como el TMEC, que además de invitar inversiones poco sólidas, nos obliga como país a pagar a los inversionistas como si México fuese un paraíso para quienes deciden meter su dinero cuando él es el primero en no respetar lo acordado.

 

Columna completa en El Universal

Pocos Jefes de Estado en el mundo han visto su popularidad caer a raíz de la pandemia del COVID19. Angela Merkel en Alemania ha aumentado su aceptación 30 puntos entre la declaratoria de la pandemia por parte de la OMS en marzo a mayo; Justin Trudeau aumentó, en el mismo periodo, 49 puntos porcentuales (estaba en negativos antes de la pandemia, de acuerdo con Morning Consult); y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, aumentó catorce puntos.

Por el contrario, el brasileño, Jair Bolsonaro ha perdido 28 puntos porcentuales. Donald Trump se ha mantenido estable. Ganó muy poco al principio de la pandemia pero para mayo se revirtió esa ganancia. Actualmente no ha ganado ni perdido aceptación, a diferencia de lo que le ha ocurrido a todos sus antecesores al enfrentar una crisis. Y en México, Andrés Manuel López Obrador ha perdido de marzo a mayo 3 puntos porcentuales. Es pues, de los pocos Jefes de Estado que ha visto caer su aprobación en medio de la crisis de salud que enfrenta el mundo.

El efecto de patriotismo y unidad que incluso ha generado que los británicos arropen a Boris Johnson, a pesar de que en un principio manejó muy mal la pandemia apostando por la inmunidad de manada, no ha estado presente en México en torno al presidente López Obrador.

Esto quizás explique, más no justifique, lo que está ocurriendo. ¿Está preocupado el presidente López Obrador? En lugar de ocuparse en generar políticas que mitiguen el problema de inseguridad (apenas el domingo 7 de junio se registró el día más violento); el económico y que hagan frente al reto de salud, la respuesta del presidente López Obrador es inventarse teorías de la conspiración y hablar de un golpismo de derecha que lo quiere sacar del poder.

Ayer López Obrador declaró durante su conferencia mañanera que “ya no hay para dónde hacerse, es: o se está con la transformación o se está a favor del antiguo régimen”. Divide y vencerás, reza el dicho.

Tras esta declaración le pidió al vocero de la presidencia, Jesús Ramírez, que mostrara un documento que les llegó de manera anónima a Palacio Nacional que se llama Rescatemos México, cuya autoría se atribuyó a un Bloque Opositor Amplio, BOA. Según lo leído por el vocero, este BOA quiere promover el desplazamiento de Morena de la mayoría de la Cámara de Diputados en 2021 y revocar el mandato presidencial en 2022.

Al presentarlo, López Obrador dijo que desconoce el origen y la autenticidad del documento. Pero, aun así, el presidente de la república decidió que se le diera lectura en Palacio Nacional y opinar sobre éste dando a conocer nombres de periodistas; empresarios; medios de comunicación e incluso instituciones como el INE, como parte de este complot en su contra. Bien puede ser Fake News, que eso, al parecer, es lo de menos. Lo que apenas la semana pasada le pidió el presidente al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, que no haga acusaciones en su contra sin presentar pruebas, no es un consejo que siga el propio López Obrador. Señala; acusa y no sabe ni la fuente de sus conspiraciones.

Ante la falta de resultados del actual gobierno, lo ocurrido en la mañanera de ayer parece un acto de preocupación y desesperación.

 

Columna completa en El Universal

El presidente López Obrador tiene razón cuando señala las desigualdades en los ingresos y lo indignante que es que pocas personas tengan mucho dinero mientras muchas personas tienen muy poco. Su gobierno tiene como una de las premisas principales querer acabar con esas desigualdades. Hasta ahí todo bien. El problema viene cuando su receta para ello es que su gobierno se va a dedicar a atender al 70 por ciento de la población regalándole dinero sin intermediarios a los que menos tienen, y dejar que el otro 30 por ciento le haga como pueda.

Si quiebran las empresas es responsabilidad del empresario. “Se tiene que poner por delante el interés general, el interés de la mayoría de los ciudadanos y, de manera humanitaria, atender con preferencia a los pobres”, declaró el presidente.

Esta receta será un desastre para el país.

Para ejemplificarlo podemos irnos a los extremos. Tomemos al hombre más rico del mundo actualmente, Jeff Bezos, dueño de Amazon. Su fortuna está valuada en 130 mil millones de dólares. Esto lo hace ser 36 por ciento más rico que la monarquía británica y vale por sí solo más que el PIB combinado de Islandia, Luxemburgo y Chipre.

Para que un empleado de Bezos que gana 31 mil 200 dólares al año logre acumular la riqueza de su jefe, Jeff Bezos, tendría que trabajar 4.15 millones de años sin gastar un solo dólar. Así la desigualdad tan extrema. Pero si hoy Jeff Bezos, en un arranque de filantropía, quisiera repartir su fortuna entre los 7.7 mil millones de habitantes del planeta, nos tocaría a cada uno $17 dólares. Esta es una cantidad insignificante que no cambiaría la vida de absolutamente nadie, más que de Jeff Bezos, que se quedaría solo con $17 dólares en la cartera.

Me voy a este extremo para regresar a México y a nuestro presidente que quiere acabar con la enorme desigualdad que sin duda existe y es insultante, regalando dinero. El viernes pasado se publicó en el Diario Oficial de la Federación que queda como mandato constitucional los programas sociales del actual gobierno: las pensiones para adultos mayores; las becas para Jóvenes Construyendo el Futuro; los apoyos para la población afromexicana y un largo etcétera.

El presupuesto 2020 del gobierno es de 6,107 miles de millones de pesos. Si el presidente Andrés Manuel López Obrador va a regalar poco dinero a los que menos tienen, el resultado será el mismo: el presupuesto no alcanzará para hacer un cambio significativo para los beneficiarios, pero el gobierno mexicano se quedará sin recursos y eso ocasionará que a la larga todos los mexicanos estemos en peores circunstancias.

Siguiendo con el ejemplo de Jeff Bezos, si el presupuesto completo se dividiera entre el 70 por ciento de los 123 millones de mexicanos, cada uno recibiría 5 mil 910 pesos mensuales aproximadamente. Esta cantidad es insuficiente para resolver las necesidades de los mexicanos.

Es un círculo vicioso: regalas poco dinero a muchos; las empresas que aportan a la economía y generan empleo, sin apoyo no tienen como sobrevivir a la emergencia. En el extremo cierran y por ello, se pierden fuentes de empleo y pago de impuestos; el gobierno recibe menos dinero y con ello tiene menos para regalar al año siguiente.

Columna completa en El Universal

Una de las industrias más afectada a nivel mundial por el coronavirus es la energética. Gigantes como Exxon Mobil tuvieron pérdidas en el primer cuarto del año por primera vez en tres décadas. Mientras el año pasado, Exxon tuvo ganancias por $2.4 mil millones de dólares en los primeros tres meses del 2019, en el mismo periodo ahora tuvo $610 millones de dólares de pérdidas atribuibles principalmente al área de refinación.

Por esta razón, el CEO de Exxon, Darren Woods, ha decidido hacer un recorte en los gastos de capital que tenía proyectados la empresa por unos $10 mil millones de dólares en el 2020. Esto significa un recorte del 30 por ciento en el presupuesto de la empresa petrolera más grande de todo Estados Unidos que quiere adaptarse a la contracción de la demanda.

Por su parte, Chevron ha reportado que va a reducir su producción petrolera entre 200 mil y 300 mil barriles al día durante mayo y entre 200 mil y 400 mil barriles al día en junio. A ello va a agregar un recorte en su gasto corriente de miles de millones de dólares. El director de Chevron, Mike Wirth, declaró que la industria y el mundo se encuentra en una situación demasiado complicada, con baja demanda de energéticos que no se espera se revierta.

En el mismo canal está Royal Dutch Shell, que decidió recortar dividendos por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial; British Petroleum y Shell. De ese tamaño es el problema en el sector.

Y mientras estos gigante energéticos hacen ajustes y recortes, en México el gobierno decide doblar la apuesta con Pemex y seguir adelante con sus planes pre-COVID, como si nada estuviera ocurriendo; como si la empresa no estuviera perdiendo 23 mil millones de dólares trimestrales. Se le está metiendo dinero bueno al malo.

Todo esto tiene una explicación que ha repetido una y otra vez el presidente Andrés Manuel López Obrador: se busca que México logre autonomía e independencia energética. Que dejemos de requerir importar energéticos y que aquí, en el país, se extraiga el petróleo necesario para nuestra demanda y se refine lo suficiente para no tener que importar gasolinas. Pemex es, a ojos de AMLO, el símbolo de la soberanía del pueblo mexicano.

Hay dos grandes problemas con esta premisa del presidente. El primero es que ningún país que se ha propuesto dicha independencia energética, ni siquiera Estados Unidos que logró en 2018 ser el principal productor de petróleo de todo el mundo, lo ha logrado. EUA, bajo la presidencia de Nixon vio como los países árabes le recortaron el suministro de petróleo por el apoyo a Israel en la guerra de Yom Kipur. Desde ese año, 1973, se propuso lograr independencia energética cosa que hoy no ha logrado. Basta con ver que en estos momentos hay buques provenientes de Arabia Saudita esperando en sus costas para la entrega de petróleo que se había comprado antes de que llegara el virus. Ni siquiera Estados Unidos con todo y el revolucionario descubrimiento del shale gas/oil ha logrado en más de 40 años esa soberanía energética.

 

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La relación entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado perplejos a muchos desde el arranque del sexenio.

Cuando candidato, López Obrador no solo habló sobre la relación que llevaría con Trump, también escribió un libro que se llama Oye Trump en el que destacaba que, él, a diferencia de su antecesor, Enrique Peña Nieto, asumiría una defensa implacable de los mexicanos en general, de los migrantes en particular y respondería a todas y cada una de las bravuconerías del presidente de Estados Unidos. Así lo escribió en varios tuits y lo repitió a lo largo de su campaña.

Una vez asumido el poder, Andrés Manuel López Obrador ha sido extremadamente dócil con Donald Trump, a quien se refiere como su amigo.

Lo anterior vuelve a ser relevante ya que el lunes por la noche el presidente Trump informó a través de sus redes sociales que, debido a la pandemia por el COVID19, suspenderá temporalmente la migración a Estados Unidos con el fin de proteger los trabajos de los estadounidenses. La orden ejecutiva la firmará el día de hoy y arranca con una vigencia de 60 días. Así Trump vuelve a recurrir a la migración como el villano que acecha al pueblo estadounidense. La pandemia es una nueva excusa para sus instintos nativistas.

El anuncio se da cuando apenas la semana pasada el presidente López Obrador presumió que tuvo una llamada con el presidente de Estados Unidos quien le prometió dar mil ventiladores a México y programar una reunión para junio o julio en la que quiere agradecerle la entrada en vigor del TMEC.

Trump sigue siendo Trump. Cuando Peña Nieto era presidente, el mismo día en el que vino a México como candidato y se le dio trato de Jefe de Estado, en la noche fue a Arizona a atacar a los mexicanos en un rally. Ahora, habla con AMLO un día y a los tres saca un decreto anti migrante.

Lo peor es que tanto en el tema TMEC como en la entrega de ventiladores, Trump no va a cumplirle a López Obrador.

El agradecimiento sobre la entrada en vigor del TMEC sería prematuro porque el acuerdo comercial renegociado está atorado. Su fecha de entrada en vigor estaba prevista para el 1º de junio, algo que ya no ocurrirá porque quedan por definir reglas en el sector automotriz. Por el momento la fecha está retrasada hasta el 1º de julio. Pero existe un grupo de asesores del sector privado estadounidense que se reunieron con el encargado comercial de Trump, Robert Lighthizer, el pasado 15 de abril en donde le pidieron a La Casa Blanca posponer la entrada en vigor del TMEC hasta enero del 2021 argumentando que la pandemia ha complicado las condiciones para que el acuerdo entre en vigor antes.

En cuanto a los ventiladores, parece poco probable que Trump le envíe a México mil cuando el 1º de abril FEMA, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, declaró que Estados Unidos enfrentaría un déficit de 13 mil ventiladores. Por ello el gobierno federal y los estados han estado peleando por el abastecimiento de éstos.

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Si pensamos que la economía mexicana es una silla que se sostiene por cuatro patas, una representa los ingresos por turismo; otra las remesas; otra los ingresos petroleros y una última es el libre comercio, la pandemia del COVID19 ha venido a dejar dicha silla sin patas. Y el carpintero que tendría que estar viendo la forma de que éstas patas se refuercen para que la silla no se desplome está pensando en usar sus herramientas y recursos para fabricar una vajilla que pensaba que sería la manera de crecer el negocio. Pero luego vino el desplome de las patas. No es culpa del carpintero, pero aun así, vino el desplome.

Ese carpintero es el presidente Andrés Manuel López Obrador que, como el carpintero que se va a quedar sin silla, cree que, porque antes de que a ésta se le rompieran las patas, el plan de fabricar vajillas que se tenía para que creciera el negocio hace unas semanas no puede modificarse.

Si se quisieran reforzar las patas de la silla, la tarea no sería sencilla. El turismo estará muerto hasta que no se tenga o una vacuna o una medicina para lidiar con el COVID. Las remesas no volverán a llegar a los niveles de febrero del 2020 hasta que la economía de Estados Unidos se recupere. Los mejores estimados hablan de que el actual desempleo en nuestro vecino del norte tardará en recuperarse cuando menos una década porque apenas van tres semanas de cierre y ya hay más de 17 millones de desempleados.

Los ingresos petroleros también están en una situación complicada dada la contracción en la movilidad en general que lleva a una menor demanda. Y el libre comercio… pues ese TMEC que se firmó el último día del gobierno de Peña Nieto, con bombo y platillo, y que estaba por entrar en vigor el 1º de junio una vez que el parlamento canadiense lo aprobó, ahora ha vuelto a sufrir un revés.

Aun cuando ya sabemos que somos socios de Estados Unidos, el gobierno mexicano ha hecho todo por destruir la herramienta que ha representado el libre comercio con norteamérica. El mejor ejemplo ha sido la decisión de cancelar la construcción de la planta cervecera de Constelation Brands, una de las cerveceras más importantes del mundo que, bajo las reglas del TLCAN no debiera de haber recibido el revés que le ha dado el gobierno de López Obrador. Su justificación para cancelarla ha sido una consulta ciudadana de baja participación y cero cumplimiento con las reglas electorales. Pero, como el presidente insiste en hacerlo, le vuelve a dar un golpe al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Aun cuando sienta que la baja participación ciudadana justifiquen su decisión arbitraria.

Pero dejando a un lado este desdén por el Estado de Derecho, en Estados Unidos hay un grupo de empresas y senadores que le están pidiendo a Trump que aplace la entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial por los problemas económicos internos que enfrenta y enfrentará la economía estadounidense dada la pandemia de salud. Y allá, en EUA, el gobierno escucha. Y además, sabe que en México tienen a un socio seguro.

Si nos quieren apretar aplazando la entrada en vigor del TMEC, saben que lo pueden hacer. De entrada, en lugar del 1º de junio, la entrada en vigor se ha aplazado hasta julio. Pero además, entre que el presidente López Obrador se ha vuelto a poner en las manos de Trump para que absorba nuestra baja en la producción energética a cambio de no sabemos qué, y entre que los estadounidenses ya han tomado la medida al gobierno mexicano porque saben que en aras de que entre en vigor el tratado comercial estamos dispuestos a dar lo que sea, México sigue a la merced de que la silla de nuestra economía siga de pie gracias a las cuatro patas que sigue sosteniendo la economía estadounidense, que hoy se tambalea. Flaco sustento.

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Ante la crisis económica generada por la pandemia del COVID19 el presidente López Obrador ha dicho que aquí nada de rescates como en el pasado. Está convencido de que los recursos fiscales no se deben usar para rescatar ni a empresas ni a empresarios. La ayuda gubernamental se centrará en los más pobres. En las 22 millones de personas que integran sus programas sociales y en las microempresas y el sector informal.

Además, ha dicho que los empresarios no pueden ni bajar sueldos ni despedir a sus empleados. “Vamos a estar pendientes protegiendo a los trabajadores”, dijo el presidente, al tiempo que amenazó con irse a los tribunales en contra de las empresas que despidan o que no le paguen a sus empleados durante el periodo de confinamiento por la epidemia.

A este llamado del presidente se unieron tanto la Sectretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, como el Canciller, Marcelo Ebrard. Ambos, al igual que el presidente, enfatizaron que para lograr el cuidado y respeto del empleo se requiere de un comportamiento de dimensión social y humanista por lo que consideraron que estaba clara la obligación de las empresas de pagar sueldos a pesar del confinamiento.

López Obrador dijo que quien se oponga a lo anterior se hará acreedor a multas y en los casos en que logren comprobar negilgencia habría cárcel.

Curioso que el presidente prohíba a las empresas bajar sueldos o despedir empleados cuando eso es justo lo que él está haciendo actualmente para tener dinero suficiente para sus planes. En momento de vacas flacas el gobierno puede apretarse el cinturón, pero esto mismo se lo prohibe a los empresarios.

Y es que entre las acciones anunciadas por López Obrador en su discurso del 5 de abril está la reducción de salarios para altos funcionarios, desde subdirectores hasta él mismo, y la eliminación del aguinaldo. Con ello dice el presidente que logrará hacerse de 3 mil millones de pesos para enfrentar la pandemia.

López Obrador calcula que así puede estirar la cobija para seguir adelante con sus programas sociales y de infraestructura que incluyen Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto Felipe Ángeles.

Los empresarios, al igual que el gobierno, deben buscar la forma de que alcance la cobija a pesar del frenón en la economía. Por eso han pedido de distintas formas al presidente que al ponerse en pausa la economía, se pausen los cobros entre privados y con el gobierno.

Hasta el cansancio se ha aclarado que nadie pide condonación de impuestos. Pero en el gobierno entienden una pausa en el cobro de impuestos como un abuso más de los empresarios. Existe la idea de que, como las declaraciones anuales de este mes de abril son sobre las actividades empresariales del 2019, no hay razón para justificar un retraso. La pandemia no había golpeado la economía en 2019. Y, si bien es cierto que no había ese golpe y los recursos para pagar los impuestos anuales ahora en abril ahí tienen que estar, la pausa se pide para poder soportar el frenón actual para no tener que reducir salarios, despedir empleados o cerrar los negocios. Para poder sobrevivir el cierre y poder reabrir una vez que la crisis sanitaria quede bajo control.

La necedad del presidente no le permite ver hacia adelante. El gran reto vendrá muy pronto ya que si algo ha caracterizado esta pandemia es la velocidad a la que está ocurriendo todo. La velociadad a la que ha cambiado nuestra realidad.

Industrias completas han dejado de operar de un día para el otro porque la única forma de sobrevivir esta pandemia ha sido apagando la economía. Prender el switch de nuevo va a ser más complicado si durante el ‘apagón’ el gobierno es incapaz de ayudar a que los empresarios puedan reincorporarse en lugar de desaparecer.

 

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La crisis sanitaria por el COVID-19 nos agarra a los mexicanos en un escenario de debilidad económica y división social tremenda. El presidente López Obrador, lejos de ser un líder para todos lo mexicanos, ha sido quien ha alimentado este discurso de división. Su falta de claridad respecto a los riesgos de que muchos mexicanos nos contagiemos al mismo tiempo y con ello desbordemos el de por si precario sistema de salud, aumentando el número de muertes, ha generado la idea entre la población de que el COVID-19 es un virus que solo afecta a los fifís que viajan.

Sin duda en México se debe tomar en cuenta las miles de carencias que sufren más de 60 millones de mexicanos para quienes eso del “home-office” es una idea profundamente irreal por varias razones. Partiendo de que no hay acceso a internet hasta que la oficina en casa es inviable si tu sustento es lavando y estacionando coches en la calle o vendiendo quesadillas en la esquina afuera del metro.

Además, esto de lavarnos las manos durante 20 segundos puede sonar sumamente sencillo para quienes tenemos agua con solo abrir la llave del baño, pero para un 46.4 por ciento de los mexicanos no hay suministro de agua de manera cotidiana dentro de su vivienda, según datos de Coneval.

La manera como podemos enfrentar el COVI-19 varía de forma importante dependiendo de la situación económica en que nos encontremos y eso es algo que las autoridades tendrán que tomar en cuenta al momento de idear respuestas para hacerle frente a la pandemia.

El presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que su gobierno se va a enfocar en proteger a los débiles y a los pobres del COVID-19. “Nada de rescates al estilo del periodo neoliberal, que les daban a los bancos y a las grandes empresas. No, que ni estén pensando en que habrá condonaciones de impuestos.”

No quiero defender los rescates que han hecho los gobiernos de México en el pasado por que varios de ellos han ayudado a pocos con el dinero de todos los mexicanos. Pero esos errores del pasado no son excusa para no darnos cuenta de la importancia de sacar adelante a los más desfavorecidos a través de, entre otras palancas de desarrollo, los empresarios. Pequeños y grandes.

El gobierno claramente no puede solo. Pero el presidente y varios de quienes le escuchan viven bajo la impresión de que todas las empresas y todos los empresarios son unos egoístas depredadores que se enriquecen a costa del pueblo bueno. En esta visión maniquea se olvidan que los empresarios invierten, generan empleos y pagan impuestos.

En estos días de pandemia, se hizo viral que una empresa que es dueña de, entre otras marcas, las cafeterías Starbucks, había tomado la decisión de no pagarle a los empleados que decidieran dejar de ir a trabajar. En seguida vinieron ataques en redes sociales para la empresa depredadora. Los comparativos de lo que Starbucks está haciendo en Estados Unidos no se dejaron esperar. Allá, entre otras medidas, Starbucks le mantiene el sueldo a quienes no acudan a trabajar y se lo están aumentando a los empleados que sí se presenten.

¿Por qué en EUA lo pueden hacer y en México no, aun cuando en ocasiones son las mismas marcas? Porque el gobierno estadounidense está ideando un paquete de ayuda federal de 2 billones de dólares para familias y empresas (que fue parte del motivo de la fuerte alza de los mercados financieros ayer).

Entiendo la diferencia de tamaño de las economías. Pero eso no es excusa para que el plan del gobierno mexicano, anunciado un día después de la cancelación ilegal de la planta de Constellation Brands, sea presumir que tenemos en caja 400 mil millones de pesos extras producto de “ahorros” derivados de la no corrupción.

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Se ha criticado mucho la falta de acción de parte del gobierno mexicano ante la pandemia del COVID19. Aquí quiero documentar dos errores garrafales y claros del actual gobierno.

Error 1: Asumir que una vez que tienes COVID19, te vuelves inmune al virus.

Durante la conferencia mañanera del lunes, el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, declaró a la pregunta de si el presidente López Obrador se va a realizar la prueba del COVID19 que “casi sería mejor que padeciera [el presidente López Obrador] coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”.

Sorprende que quien está al frente de la tarea de enfrentar la pandemia en México haga una declaración tan irresponsable. La ‘estrategia’ de López Gatell es similar a la que Boris Johnson consideró para Inglaterra y que ya ha demostrado estar sumamente equivocada. Se llama “inmunidad en manada” e implica dejar que la población menos vulnerable a morir o enfermar gravemente del virus, como los menores de 60 años, se contagien ahora del COVID19 para generar inmunidad al virus y así, en un segundo brote que la mayoría de los médicos considera llegará con más fuerza en otoño, los servicios de salud no se verán desbordados.

Suena bien, pero hay dos problemas. El primero es que el COVID19 es un virus nuevo y nadie sabe si realmente generamos inmunidad al enfermarnos. De hecho ya van varios casos documentados de pacientes que se enfermaron del coronavirus; se recuperaron y han vuelto a contagiarse. Los detalles se pueden consultar aquí: https://www.independent.co.uk/news/world/asia/japan-coronavirus-test-positive-recover-a9404056.html

Y lo segundo es que al tener 66 años, el presidente no es precisamente el demográfico menos vulnerable de sufrir consecuencias graves si se contagia de COVID19.

Error 2: No dar seguimiento adecuado a pacientes con casos confirmados de COVID19.

En mi podcast Broojula entrevisté a un paciente que salió positivo en la prueba del COVID19. En su testimonio, Jorge -utilizamos pseudónimo – relató que el martes 10 de marzo regreso a la Ciudad de México procedente de Vail, Colorado, a donde pasó unos días de vacaciones con su esposa y amigos. Jorge tiene 50 años; su esposa 48. Ambos comenzaron a sentirse mal llegando a la Ciudad de México. Él primero que ella. Fue al médico el miércoles 11 de febrero y, al hacerle una primera revisión, el doctor lo bajó de inmediato a un área especial del hospital ABC de Observatorio en donde le hicieron la prueba tanto del H1N1 como del COVID19.

La prueba del H1N1 salió negativa en menos de 24 horas. El viernes 13 recibió los resultados de la prueba del COVID19. Resultado positivo. Su esposa acudió al médico pero ya no le hicieron la prueba. Presentaba claramente los mismos síntomas y por lo tanto decidieron no sacrificar usar una prueba que le puede servir a alguien con caso más severo. Jorge relató que hasta ayer, martes 17 a las 4:30pm, ninguna autoridad de salud lo ha contactado ni para preguntarle en qué vuelo llegó a la CDMX. Resulta que él y su esposa tomaron dos vuelos: uno de Denver a San Diego y otro de Tijuana a la Ciudad de México.

Si las autoridades no conocen sus vuelos, es imposible que contacten a quienes estuvieron en los mismos aviones. Si las autoridades no saben del caso de la esposa de Jorge, es imposible que tengan un conteo adecuado de los contagios de COVID19 en el país.

 

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Hay tres tipos de reacciones a las encuestas de opinión respecto a la popularidad de Andrés Manuel López Obrador. Por un lado están los que aplauden que el presidente tenga tanta aprobación; por el otro los que se impresionan que ante tanto error, siga teniendo popularidad elevada; y, por último, los que descalifican a las encuestas como inválidas. ¿Por qué creerles si a mi nunca me han encuestado?, es la duda de algunos.

Lo cierto de las encuestas es que 1) para el país es mejor tener un presidente con alto nivel de aprobación que con bajo, tomando en cuenta que 2) alto nivel de aprobación no necesariamente significa buenos resultados, pero, como dirían los economistas, la popularidad es una condición necesaria más no suficiente para que las cosas caminen en mejor dirección.

Dicho lo anterior, ante un político como Andrés Manuel López Obrador, que llevaba años queriendo ser presidente y finalmente lo logró con una votación muy favorable, el estar perdiendo popularidad no parece que lo va a llevar a un análisis de lo que está haciendo bien y mal, para corregir lo segundo. Parece más un político que, ante la pérdida de popularidad, dobla sus cartas hacia la ruta que le está quitando simpatías y simplemente excusa sus fracasos en conspiraciones en su contra. Lejos de buscar mayor legitimidad democrática – que sería lo deseable – aumenta su impulso autoritario.

En estos días, más de una casas encuestadoras muestran una baja en la popularidad del presidente debido, principalmente a dos razones: su mal manejo de la violencia hacia la mujer y su falta de cumplimiento en materia de combate a la corrupción.

Lejos de preocuparse y corregir, ayer el presidente anunció que la venta de los boletos de la rifa del avión presidencial arrancará el lunes 9, mismo día del movimiento #UnDiaSinNosotras. Así o más claro.

En el combate a la corrupción en el sector salud, el presidente tiene un Secretario de Salud ausente; escasez de medicamentos y explicaciones francamente hostiles hacia, por ejemplo, los padres de niños con cáncer a quienes acusa de dejarse manipular por alguna fuerza contraria al presidente cuando lo único que piden es medicinas para salvar la vida de sus hijos.

En cuanto a sus planes de apoyos a poblaciones vulnerables (algunos dirían que son planes de generación de clientelas), el tiro le está saliendo por la culata. En Sembrando Vida es tal el fracaso que su paisano tabasqueño, Javier May, le renunció. El presidente declaró que no acepta esta renuncia, pero ahora tendrá que permitir que May avance y no sea obstaculizado por la Secretaria del Bienestar, María Luisa Albores.

El fin de semana en Tabasco, la tierra del presidente, sus paisanos lo abuchearon y le reclamaron que las ayudas prometidas no les están llegando.

La respuesta de López Obrador ante estos reclamos y ante la baja en su popularidad es de campeonato: “Estamos bien, tenemos mayoría, la gente nos está apoyando. Y también hay desgastes porque imagínense enfrentar a los conservadores corruptos que no quieren dejar de robar, están molestísimos, no los calienta ni el sol, y desquiciados”.

La baja en la aprobación presidencial es lo de menos. Su respuesta y su falta de autocrítica para mejorar, al ver que hasta sus aliados más fieles y naturales le reclaman los fracasos, es lo que llama la atención.

 

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