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Recibo temprano un mensaje por WhatsApp que dice lo siguiente:

Requerimos que este mensaje llegue directo a su corazón pues se necesita ayuda urgente en él área de Oncología Pediátrica del Hospital Siglo XXI. Estamos pasando por un momento de desabasto fuertísimo en el que los niños enfermos están pasando por una situación muy muy dolorosa ya que hace falta de todo. Suplicamos su ayuda tanto apoyándonos para juntar dinero y/o apoyarles con donativos en especie. Hace falta de todo, pero principalmente ahora suplicamos ayuda con:

-Leche para lactantes

-Pañales de todas las etapas

-Material para curación de heridas y escaras ya que están pasando mucho pero mucho dolor.

Te suplicamos compartas esta liga y seas parte hoy de este grito de ayuda.

Hoy por ellos y mañana….

GRACIAS a nombre de todos estos chiquitos que por falta de recursos en el hospital están sufriendo de una manera que no podemos imaginar.

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Evidentemente preocupada por la situación de desabasto de medicinas y con el corazón dolido por este mensaje, pero a la vez desconfiada de las cadenas de WhatsApp y de dar dinero a través de una herramienta que hasta ayer no conocía, llamé al Hospital Siglo XXI para saber si la petición la hacía directamente el hospital o, de lo contrario, si estaban enterados de ella.

Para no hacer larga esta historia, me enteré que la petición es de una fundación que se llama TrueqMX, que, genuinamente preocupados por la falta de medicamentos, han puesto manos a la obra para resolver uno de los graves problemas que enfrenta México actualmente.

Todo ello me llevó a una conclusión: el presidente Andrés Manuel López Obrador cree que él es el único preocupado por el bienestar de México y los mexicanos. Descalifica a cualquier otro grupo o individuo que demuestre que quiere que a México le vaya bien.

Si Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad hace estudios para evidenciar malos manejos del dinero público, el presidente los tacha de haber callado en el pasado, falsamente además.

Si un grupo de mujeres quiere generar conciencia sobre la creciente violencia hacia el género femenino en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador declara que movimientos como el de #UnDiaSinNosotras y el paro del 9 de marzo son de machistas conservadores disfrazados de feministas.

Apoyo o ataque; aliados o enemigos. Para el presidente no parecen haber medias tintas. Los únicos buenos de la historia son él y quienes trabajan en su gobierno.

El presidente no se da cuenta que la sociedad civil no está ahí para atacarlo. Al igual que a él, hay muchos mexicanos que también quieren (queremos) que al país le vaya bien. Y que para ello trabajan desinteresadamente y hasta de forma anónima para sacar adelante las múltiples carencias que ya habían antes de que López Obrador llegara a la presidencia y otras que se han exacerbado a partir de su llegada, como el desabasto de medicamentos.

 

Columna completa en El Universal

Primero se iba a vender el avión presidencial. Como nadie lo quiso comprar al precio que pedía el gobierno mexicano, el presidente salió con la ingeniosa idea de rifarlo. Como esa ingeniosa idea se topó con la realidad, el presidente decidió una nueva maroma: se rifa dinero en efectivo y lo único que implica al avión presidencial es la foto en el billete de la lotería.

Igual podría decir el presidente que va a rifar las Pirámides de Teotihuacán o incluso la Torre Eiffel. Lo único que tiene que hacer es poner la imagen de cualquiera de estas maravillas en el billete y ofrecer los mismos millones en efectivo. Es más, bajo la misma lógica podría rifar la Gran Muralla China; los (desaparecidos) Jardines Colgantes de Babilonia o la (también desaparecida) Biblioteca de Alejandría.

Por quinientos pesos que cuesta el cachito, los cien ganadores se pueden llevar 20 millones de pesos cada uno. Nada mal, dirían algunos. Aunque al venderse 6 millones de ‘cachitos’, la probabilidad de ser uno de los cien ganadores se diluye al grado que es mejor entrarle al Melate, que cuesta 15 pesos por boleto.

Ahora, si hasta este momento las maromas de la rifa del avión son absurdas, aún hay más. El presidente recibió el lunes en ese show matutino que da en Palacio Nacional un cheque del Fiscal General de la República por 2 mil millones de pesos de dinero que dicen fue decomisado a delincuentes de cuello blanco que desviaron dinero del INFONAVIT. Con esos 2 mil millones de pesos dice el presidente que se van a pagar los cien premios de 20 millones de pesos de la rifa del ‘avión’ que será sorteado el 15 de septiembre. ¿Por qué se mezcla el dinero que recuperó la Fiscalía con el de la rifa del billete que tiene una foto del avión presidencial pero en el que se rifará dinero en efectivo? Es una maroma. Una maroma que no toma en cuenta que al tratarse de dinero que proviene de prestaciones laborales, son inembargables y por lo tanto no aplica la Ley de Exrinción de dominio. Es ilegal que cualquier institución que no sea el INFONAVIT disponga de esos recursos. Pero aún así el presidente ya los comprometió para pagar los premios de su rifa.

Y aún hay más. A pesar de que ningún sorteo de la Lotería Nacional logra vender ni 500 mil boletos, el presidente anticipa que se van a vender los 6 millones de cachitos y que con ello va a recibir 3 mil millones de pesos. Parte de este dinero será para pagar equipo médico. ¿Por qué no utiliza el dinero de la FGR que recibió el lunes para, de una vez y no hasta la lotería de septiembre, comprar el equipo médico? Es una respuesta que solo conoce el presidente López Obrador.

Para sumarle a todas estas maromas, el presidente quiere acudir a los bolsillos salvadores de la clase empresarial. Cien empresarios están convocados el día de hoy a cenar a las 7pm en Palacio Nacional para que el presidente les de 40 mil cachitos de la rifa a cada uno para que ellos los coloquen entre sus empleados o se los queden como una acción solidaria para resolver las necesidades médicas y la rifa del avión presidencial.

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que no se reuniría con los integrantes de la Marcha por la Paz, con Justicia y Dignidad encabezada por Javier Sicilia y la familia LeBarón porque no quería hacer show. Y, sin embargo, sin reunirse con ellos, hubo show.

Afuera de Palacio Nacional, sus simpatizantes les gritaron de todo a Sicilia, LeBarón y quienes los acompañaron cuando llegaron después de tres días de caminar desde Cuernavaca pidiendo reunirse con el presidente para solicitar que se visibilicen las víctimas del crimen organizado en México. Pero no. López Obrador no los recibió.

¡Qué suertudo es AMLO que puede salirse con la suya, ignorar a víctimas del crimen organizado, dejar que sus simpatizantes los insulten, y aun así, seguir siendo el político popular de México!

En el show que sí hubo adentro de Palacio Nacional durante la mañanera del lunes, el presidente López Obrador se dijo sorprendido de que ni Sicilia ni LeBarón hubiesen cuestionado a Felipe Calderón por haber iniciado la guerra contra el crimen organizado. Los llamó hipócritas, conservadores y corruptos. Esto aun cuando hay múltiples videos de ocasiones en que cuestionaron a Calderón e incluso pidieron que despidiera a Genaro García Luna como encargado de la Secretaría de Seguridad.

Pero, como el presidente López Obrador es un político suertudo, no tiene una figura opositora que lo cuestione a él como en su momento él cuestionó las acciones de los presidentes Fox, Calderón y Peña. Puede darse el lujo de tener un relativismo moral. Puede decir que él da abrazos, no balazos y tener al frente de la seguridad a un hombre que habla de puntos de inflexión cuando en esa misma semana sueltan al hijo de El Chapo. ¿Y su popularidad? sigue viento en popa.

Sus simpatizantes pueden olvidarse de la furia que desató Calderón cuando, como presidente, victimizó dos veces a los jóvenes asesinados en el Tec de Monterrey, a quienes señaló erróneamente como sicarios. Ahora López Obrador y sus simpatizantes califican de interesados en desestabilizar al gobierno a quienes marchan pidiendo justicia y dignidad para sus muertos. Difícil de entender una reacción así viniendo de quien dice ser un líder social de las causas de los desfavorecidos.

El presidente es muy suertudo porque puede presumir que no hay desabasto de medicamentos y que además la atención médica va a ser gratuita, a pesar de que en las calles hay padres rogando ayuda al Estado para que la salud de sus hijos con cáncer no sea puesta en juego por la falta de metotrexato. Dice una cosa aun cuando es claro que sucede otra pero, como no hay figuras de peso para cuestionarlo, el presidente suertudo, va derecho y no se quita.

Existen múltiples testimonios de quienes se han quedado sin atención de salud por la desaparición del Seguro Popular y el desorden en que entró en vigor el INSABI, pero lejos de corregir el rumbo, las figuras que esperaríamos fueran contrapeso –los gobernadores de oposición, los del PRI – se alinean y le dicen “Sí señor presidente” a AMLO, e inscriben a sus estados en el INSABI sin cuestionar las fallas.

¡Qué suertudo es el presidente López Obrador!

 

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador había dicho que daría a conocer los detalles de la renuncia de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte, pero en su lugar se dedicó la mañanera de Palacio Nacional para dar detalles del avión presidencial, el TP-01, que más de un año después de que prometiera venderlo, esto simplemente no ha ocurrido.

Las razones por las que el avión no se ha vendido es que es una aeronave hecha para volar a mandatarios, no para fines comerciales. Si lo quisiera comprar una línea aérea, acomodarlo para viajes comerciales implicaría un gasto importante, primero que nada, por el peso del 787-8. Al cumplir con requisitos de seguridad para volar a un Jefe de Estado, el avión pesa más que un avión comercial. Sus despegues y aterrizajes, por lo tanto, cuestan más. Para una línea aérea comercial esto requeriría de ajustes más de allá de las de por sí necesarias modificaciones a la cabina para sentar a los pasajeros.

Así, el mercado de posibles compradores del TP-01 queda muy reducido. Los particulares y/o empresas que tengan interés en comprar un avión con estas características son muy pocos.

Pero, aun así, el presidente López Obrador insiste en que quiere vender el avión. Cuando menos ahora lo va a regresar a México. Esperemos que sea guardado en el hangar presidencial construido específicamente para este avión. Con ello dejaremos de pagar los $719 mil 321 dólares anuales que cobraron en Victorville, California solo por su resguardo. Habrá que conocer los detalles de costos de mantenimiento en México, que sin duda deberán seguirse dando si no queremos que el avión se deteriore y se vuelva una pieza de chatarra.

El discurso presidencial de no volar en el avión que “no tiene ni Obama” le ha sumado muchos simpatizantes a AMLO. Ha resultado música para los oídos de varios saber que el dinero producto de la venta va a ser utilizado para mejorar la vida de miles de mexicanos. Lástima que todo sea una quimera.

En junio pasado, en concreto el día 12, el presidente prometió que el dinero de la venta lo destinaría al Plan de Desarrollo Integral de Centroamérica. Y, sin embargo, ayer, en su conferencia mañanera, el presidente declaró que el dinero que se va a obtener “nos va a permitir tener recursos para tener equipos que hacen falta en hospitales, rayos X, tomógrafos, ambulancias, sólo por hablar de necesidades de salud, pero cuántas otras necesidades hay, demandas de la gente”.

Por fin, ¿el dinero será para el desarrollo de Centroamérica o para cubrir las necesidades de salud?

Ya en otra columna (19.Sept.19) había apuntado que no hay claridad respecto a qué pasaría con el dinero de la venta del avión en el remoto caso de que se logre vender. El contrato de Banobras con Boeing para la compra del avión está protegido por el secreto bancario. El Director de Banobras, Jorge Mendoza, dijo que el banco ya ha pagado mil 833 millones de pesos de la deuda e intereses y que aún hay un remanente de más de 2 mil 700 millones de pesos que se deben pagar hasta el 2027.

Por ello, una vez que Banobras pague todo el avión, será el banco gubernamental el dueño del TP-01. Si se vende antes, Banobras dejará de tener que pagar las mensualidades. Así que no habría dinero para enviar a migración, al desarrollo de Centroamérica o al sector salud, como ha prometido el presidente.

 

Columna completa en El Universal

¿Podemos confiar en Estados Unidos? La respuesta es un claro y rotundo no. No podemos confiar en Estados Unidos. No lo podíamos hacer antes, cuando tenían presidentes mucho más serios, capaces y profesionales que Donald Trump, porque siempre hemos sabido que nuestro vecino del norte no tiene amigos ni aliados, tiene intereses.

Si eso era verdad con Obama, Bush, Clinton y tantos otros presidentes antes de ellos, lo es aun más con un Donald Trump que el día de hoy se convertirá en el tercer presidente en toda la historia del país en ser sometido a un juicio político precisamente señalado por ver por sus intereses antes que por los de su país.

Y su interés desde que estaba en campaña ha sido ganar las simpatías y los votos de su base electoral principalmente a través de los señalamientos de que la relación con México ha sido perniciosa para Estados Unidos. Lo ha sido así en materia migratoria, de seguridad y de comercio.

Por eso, por lo negativo que ha sido el intercambio comercial con México, es que Trump declaró que el TLCAN era el peor acuerdo que Estados Unidos había firmado en su historia y por ello, desde el día uno lo quiso cancelar.

Ya en el curso de su presidencia el TMEC o TLCAN, como le queramos llamar, ha sido de los pocos temas en los que hemos visto rectificar marginalmente a Trump. De quererlo cancelar, estuvo dispuesto a renegociarlo, pero siempre con la idea de que el nuevo tratado sería benéfico para sus intenciones políticas: colgarse la medalla de cancelar un mal acuerdo comercial. Esto del ganar-ganar no está en el ideario del presidente norteamericano.

Tomando esto en cuenta, es evidente que la prisa que le entró al presidente Andrés Manuel López Obrador por firmar el adendum al TMEC para que la Cámara de Representantes de Estados Unidos hiciera lo propio antes de que terminara el año ha resultado bastante costoso para la cancillería y para México.

El 25 de noviembre, el Subsecretario para América del Norte y negociador del TMEC, Jesús Seade, veía poco probable que se lograra legislar y aprobar el TMEC en el legislativo estadounidense antes de que concluyera el año. Así lo dijo en la conferencia matutina en Palacio Nacional, en la que dijo claramente: estoy pesimista. AMLO, ni tarde ni perezoso, lo corrigió inmediatamente.

A partir de esta diferencia de visiones del negociador y de su jefe, el presidente, se revirtió la inercia que traía el proceso de ratificación del TMEC. Se aceleró todo hasta llegar a la firma del adendum en Palacio Nacional y la ratificación fast-track en el senado mexicano el 10 y 12 de diciembre, respectivamente.

De ahí siguió el caos del fin de semana que llevó a Seade a tomar un avión para entrevistarse con el encargado comercial, Robert Lighthizer, en Washington. La intención fue externar su sorpresa por el lenguaje utilizado en la carta de implementación del TMEC que envió La Casa Blanca al legislativo en torno a la figura de los agregados laborales. La sorpresa vino porque precisamente no se puede confiar en Estados Unidos. En lugar de esperar a que avanzara el proceso en EUA, como lo ha estado haciendo Canadá, y mientras tanto seguir funcionando bajo las reglas del TLCAN original, México quiso jugarle al gigante por las prisas del presidente López Obrador.

 

Columna completa en El Universal

Eduardo León Trauwitz ha sido señalado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador como el gran huachicolero del sexenio de Enrique Peña Nieto. Primero fue parte de las escoltas del presidente y después, Trauwitz fue ascendido a Subdirector de Salvaguardia Estratégica de Pemex desde donde, según los señalamientos de trabajadores de la empresa, lejos de hacer su principal encargo – acabar con el robo de combustible – fue el mejor cómplice y aliado del huachicoleo.

Por ello, en abril de este año, Trauwitz fue llamado a comparecer en una audiencia inicial por un proceso iniciado en su contra por robo de hidrocarburos. León Trauwitz no se presentó, pero sus abogados sí y aclararon a la juez que su cliente estaba enfermo. La segunda vez la defensa supo que la acusación ya no era solamente por robo de hidrocarburos, también se le acusaba de delincuencia organizada, lo que no amerita enfrentar el juicio en libertad.

Si Trauwitz se hubiese presentado a esa segunda audiencia, seguramente estaría en Almoloya ahorita, me comentaron fuentes enteradas del caso. Unos días después, la Fiscalía General de la República giró una orden de aprehensión en su contra, pero para entonces Trauwitz ya no estaba en México.

Desde mayo de este año, el ex General se encuentra en Canadá tramitando su petición de asilo político aduciendo ante las autoridades de aquel país que es un perseguido político. Y las autoridades mexicanas, que saben que Trauwitz está en Canadá, poco pueden hacer al respecto porque el expediente que tienen en su contra está tan mal armado, que de presentarse ante las autoridades canadienses, seguro culminaría con la exoneración del ex General.

Así, en tiempos de la 4T, cuando Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la corrupción su principal bandera y del huachicoleo su lucha emblemática, el señalado como el gran huachicolero está a punto de lograr una salida cual Napoleón Gómez Urrutia de este sexenio.

Los argumentos de Trauwitz para justificar ante las autoridades canadienses que es un perseguido político son que él, lejos de haber apoyado y lucrado del robo de combustible, ideó un mecanismo para cortarlo de tajo modificando la estructura dentro de Pemex que permitía que el área de logística contratara empresas para tapar los ductos pinchados mediante la instalación de un capuchón. Este mecanismo costaba un dineral y esos montos se los repartían entre el contratista y el sindicato en detrimento de Pemex. Además, permitían a los huachicoleros quitar el capuchón unos cuantos días después para poder seguir succionando y robando el combustible.

Además de su cercanía con el expresidente Peña Nieto, el argumento de Trauwitz es que el cambio de logística acabó con un jugoso e ilegal negocio que hoy lo tienen en la mira.

Así avanza (es un decir) la lucha contra la corrupción y el huachicoleo.

 

Columna completa en El Universal

Hay un dicho que se le atribuye a Winston Churchill que los grandes empresarios de México tienen muy presente desde que López Obrador se vio con grandes posibilidades de ganar la presidencia de México: “Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero pocos lo miran como el caballo que tira la carreta.”

Lo tienen presente porque el presidente Andrés Manuel López Obrador lleva años viendo a los empresarios como el lobo al que hay que abatir. Y ahora, con el Acuerdo de Infraestructura presentado en Palacio Nacional ayer, en el marco de la mañanera, parece que el presidente los quiere ver como una vaca a la que hay que ordeñar. Quiere que inviertan a pesar de que las señales que han recibido de parte de su gobierno no son alentadoras.

El peor enemigo de la inversión es la incertidumbre y el gobierno de la 4T le inyecta sus buenas dosis cada vez que denosta a los empresarios y cada vez que cambia las reglas del juego con la mano en la cintura. Lo hizo al cancelar el NAIM de Texcoco; lo quiso hacer modificando los contratos de gasoductos y lo llevó a cabo ahora, con la modificación que hizo la Secretaria de Energía, Rocío Nahle, a las reglas para obtener Certificados de Energía Limpia, los famosos CELs.

Y aquí, en Rocío Nahle me detengo para mostrar, que si bien en Palacio Nacional se quiso mostrar que AMLO reconoce la importancia de la inversión privada y que los empresarios le van a meter su dinero a varios proyectos en México, las tensiones están tan a la vista que el documento que se presentó durante la conferencia en donde se enumeraron los 147 proyectos de infraestructura que equivalen a 859 mil 22 millones de pesos, venía con errores en donde los montos señalados no cuadraban con el total a invertir.

¿Por qué? Porque días antes de la presentación volvieron a aflorar los desencuentros entre, por un lado, los rudos y los técnicos del gabinete, y por el otro, entre los rudos del gabinete y los empresarios.

Del lado de los rudos, está Rocío Nahle; entre los técnicos están el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, y el Jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo. Herrera no tiene buena relación con Nahle por la necedad de construir la refinería de Dos Bocas. Basta recordar que Herrera fue quien declaró al Financial Times que en el 2020 no habría recursos para Dos Bocas, algo que al día siguiente le enmendó la plana el presidente López Obrador.

Alfonso Romo, por su parte, ha tenido que lidiar con el enojo de los empresarios por la modificación a las reglas de CELs que hizo Nahle, en beneficio de la CFE y en perjuicio de quienes invirtieron en el sector a partir de 2014 confiando en los incentivos que entonces les daban estos certificados.

Son varios los empresarios que le transmitieron a Romo que Nahle “ni picha; ni cacha; ni deja batear.” Con ella dentro del Acuerdo de Inversión en Infraestructura, los empresarios no estaban contentos. No le tienen confianza.

Así, al cuarto para las doce, el desencuentro con Nahle llevó a la decisión de sacarla del Acuerdo presentado ayer. Por eso, se modificaron las tablas con los montos a invertir en los distintos proyectos, dejando los sectores de energía en CEROS, pero omitieron hacer la corrección correspondiente en los totales.

 

Columna completa en El Universal

La líder de los demócratas en la Cámara de Representantes declaró que un acuerdo para ratificar el T-MEC es inminente. Esto debiera ser una gran noticia para México, ya que confirmaría la continuidad del tratado comercial de Norteamérica que para nuestro país ha significado mucho más que el libre intercambio de bienes y servicios en la región.

El TLCAN ha sido además una herramienta de garantía de respeto al Estado de Derecho para quienes han invertido en el país dado lo precario que es nuestro aparato de impartición de justicia.

Algunos colegas de Nancy Pelosi, como el congresista de Texas, Henry Cuellar, han sido muy enfáticos en la importancia de no quedar enfrascados al cien por ciento en el tema del juicio político al presidente y de sacar adelante el acuerdo comercial antes de que Trump vaya a invocar la salida del tratado, con lo que entraríamos en un proceso de cuenta regresiva. Si en seis meses no hay ratificación, el acuerdo comercial de Norteamérica llegaría a su fin.

En todo este proceso hay una figura clave del lado mexicano: Jesús Seade.

Seade es el Subsecretario de América del Norte en la Cancillería. Durante la transición Seade fue el encargado de participar en las mesas de renegociación del TLCAN. Fue Seade quien bautizó al nuevo acuerdo como T-MEC. Nuevo acuerdo que, a nueve días de que se cumpla un año de la firma entre los presidentes Peña Nieto, Trump y el Primer Ministro, Justin Trudeau, aun no ha sido ratificado por los legislativos de Canadá ni de Estados Unidos.

Un grupo de nueve congresistas estadounidenses se han estado reuniendo con el encargado comercial de La Casa Blanca, Robert Lighthizer, para llegar a un acuerdo y ahí van avanzando. Tan es así que Pelosi dice que puede haber ratificación antes de que concluya el año. Sin embargo hay congresistas duros del partido demócrata, como Bill Pascrell (Nueva Jersey) y Jan Schakowsky (Illinois) que prefieren retrasar la votación hasta que México ceda en algunos puntos, sobre todo en materia laboral y de solución de controversias.

Y aquí viene el problema para México. Dentro de este escenario Jesús Seade es el negociador solitario del gobierno de López Obrador. Él es la única figura que se sienta a negociar con los estadounidenses. No llega acompañado por nadie de la Secretaría de Economía, con todo y que la subsecretaria Luz María de la Mora, sería la persona ideal para sentarse junto a Seade. No llega acompañado ni por un equipo técnico que le ayude a tomar notas y puedan dar seguimiento a lo que se sienta a platicar con Lighthizer o con los legisladores demócratas.

Este esquema tiene muy preocupados a los empresarios mexicanos que están involucrados en las negociaciones. Sobretodo si se toma en cuenta que en las renegociaciones del TLCAN, Seade fue quien revivió la cláusula Sunset que obligará a revisar el acuerdo comercial cada seis años. Esto era algo que los negociadores mexicanos encabezados por Luis Videgaray e Idelfonso Guajardo habían querido evitar. Lo estaban logrando, hasta que Seade se incorporó en las mesas de negociación y lo volvió a poner sobre la mesa. Los norteamericanos felizmente la aceptaron.

Ahora, la posibilidad de que Seade renegocie una sorpresa es aun mayor ya que el Subsecretario se encuentra bajo una fuerte presión, tanto del presidente López Obrador como del Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, para que se ratifique ya y casi a costa de lo que sea el T-Mec. La premisa es que el acuerdo será la salvación de la economía mexicana para evitar una baja en la calificación del soberano.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

Bellum omnium

contra omnes.

Thomas Hobbes

Hace un año el presidente Andrés Manuel López Obrador dio un manotazo al anunciar, sentado frente a un libro titulado ¿Quién manda aquí?, que la construcción del aeropuerto de Texcoco, el NAIM, quedaba cancelada. Desde entonces ha querido dejar en claro que, en este país, quien manda es él.

Pero en el momento en que su autoridad se hizo más necesaria que nunca, el presidente decidió no mandar. Optó por subirse a un avión comercial y quedar incomunicado. Al aterrizar en Oaxaca, en lugar de haberse ido a Culiacán, siguió adelante con su agenda como si la violencia de Sinaloa no mereciera una revisión de sus planes de fin de semana.

La conferencia mañanera del día siguiente la llevó a cabo desde Oaxaca y en Culiacán dejó a los integrantes del Gabinete de Seguridad Pública a que le dieran la cara a los reporteros y periodistas del estado en el que el día anterior se había vivido el terror.

Lo poco que dijo López Obrador la mañana del 18 de octubre en Oaxaca fue que dio la instrucción de que los integrantes del Gabinete de Seguridad no oculten ninguna información respecto a lo ocurrido en Culiacán. Esto evidentemente no ha ocurrido ya que seis días después no sabemos ni siquiera si es o no cierta la versión del New York Times respecto a que en el operativo se detuvo no solo a Ovidio Guzmán, también a su medio hermano, Iván, a quien también se dejó en libertad.

AMLO insiste en la pacificación y en no utilizar la fuerza. “Quien usa la fuerza no tiene autoridad moral”, declaró airoso el presidente desde Oaxaca. No tendrá autoridad moral, pero tiene autoridad, sin adjetivos, como se vio en Culiacán. Y es que ha quedado más que claro que esto de la pacificación y el desarme voluntario no le interesa al crimen organizado.

Pero ante esta realidad, el presidente sigue montado en su macho: no vamos a cambiar de estrategia. Y culpa a ‘sus adversarios’ de ser quienes lo invitan a modificar el plan. Curioso que ‘sus adversarios’ sean los medios; los columnistas; quienes cuestionamos que claramente no se está pacificando al país. Uno esperaría que el presidente vea como adversarios a quienes tomaron rehenes en Culiacán y provocaron la muerte de ya catorce personas, según el recuento al momento de escribir estas líneas.

Quizás en lugar de leer el libro que estaba sobre su escritorio hace un año, cuando dio el manotazo del NAIM, ¿Quién manda aquí?, valdría la pena que lea a Max Weber quien explica que la principal razón de ser del Estado es tener el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Cuando esto falla, el Estado deja de cumplir con su razón de ser.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

El anuncio de la renuncia de Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte vuelve a mostrarnos el México binario. O se está en favor del Ministro Medina Mora y su muy cuestionable cercanía con el poder de los presidentes, desde Vicente Fox; Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, o se está en favor del presidente Andrés Manuel López Obrador.

No hay lugar para medias tintas. Para pensar que se estuvo en desacuerdo con su nombramiento como ministro de la Corte en el sexenio de Enrique Peña Nieto, no por falta de credenciales en el ámbito jurídico, sino precisamente por su cercanía al poder, pero también se está en contra de que ocurra su renuncia sin una explicación precisa de la causa de fuerza mayor que lo lleva a tomar esta decisión.

Conocer esa causa de fuerza mayor no es un capricho ni producto del morbo. Es mandato constitucional. Así lo establece el párrafo tercero del artículo 98. Pero tanto al presidente López Obrador como al senado este mandato constitucional les ha parecido lo de menos y la aceptaron sin que Medina Mora compareciera o dejara claridad sobre sus motivos.

Y ahora, exigir esta claridad y respeto a la ley les parece escandaloso a quienes denostaron la llegada de Medina Mora a la Suprema Corte en el 2015. El argumento de los ‘partidarios’ de AMLO es que lo escandaloso no es su renuncia, sino que estuviera ahí, sentado en la SCJN.

Y sí. En su momento se habló de que no era el candidato idóneo para ocupar un asiento en el poder judicial, menos aun de la estatura de Ministro de la Suprema Corte. Su cercanía con tres presidentes para quienes trabajó, primero con Fox como Director del CISEN y Secretario de Seguridad Pública; después con Felipe Calderón como Procurador y luego con Enrique Peña Nieto dos veces embajador, ante Reino Unido y ante Washington, ponían en duda su independencia frente al ejecutivo.

La autonomía del Poder Judicial no es plena, pero lo que hay ha costado mucho obtenerlo.

Que a Medina Mora el poder le llegó nublar el sentido de su trabajo, ni duda cabe. Basta tomar en cuenta que aceptó ir a la boda de la hija del abogado Juan Collado y sentarse en la mesa de los invitados más importantes, sin darse cuenta o sin importarle el conflicto de interés que eso representaba.

Precisamente nombramientos como el de Medina Mora fueron las rayitas que le pintaron al tigre que generó la votación tan favorable a Andrés Manuel López Obrador el año pasado. Y por eso cuesta trabajo entender a quienes hoy justifican que la renuncia de Medina Mora no es un escándalo. Las formas no dejan claridad sobre si hubo presión o no del poder ejecutivo para que un ministro que no es alfil del actual presidente quede fuera y en su lugar llegue alguien que garantice fallos afines al ejecutivo.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

Una de las grandes promesas de la campaña de Andrés Manuel López Obrador fue que vendería el avión presidencial que “ni Obama tenía”. Así lo repitió en varias ocasiones durante su campaña y, apenas llegó a la Presidencia, se ha rehusado a volar en él. Muy rápido, la Secretaría de la Defensa contactó a Boeing, la empresa que le arrendó el TP-01 a Banobras, para mandarle el avión de regreso para estacionarlo en uno de sus hangares, en lo que se vende.

Recordemos que este avión no es propiedad del gobierno federal aún porque el contrato entre Boeing y Banobras se firmó en noviembre de 2012 a un costo de 2 mil 952 millones de pesos que se deberían pagar en 15 años. Así, la factura del avión presidencial aún no es del gobierno mexicano, es de Boeing.

Pero aún sin ser dueño del avión, el presidente ha dicho que lo venderá y que el dinero del TP-01 lo destinará al Plan de Desarrollo Integral de Centroamérica. En la Conferencia Mañanera del 12 de junio, el presidente dijo textual: “Acerca de cuánto nos va a costar este plan, decirles que tenemos presupuesto, lo dije ayer y lo repito, donde comen uno comen 10, 100 y un millón. Además, miren, ayer recibí el avalúo de la ONU sobre el avión presidencial, mínimo 150 millones de dólares y de ahí para arriba, me quedé con la duda de 130 o 150; pero este dinero saldría de lo que vamos a recibir del lujoso avión presidencial de nombre, como burla, José María Morelos y Pavón, el que buscaba que se acabara la opulencia, que se viviera en la justa medianía”.

Quizás valdría la pena que el presidente revise sus números… o, más bien, los números de los mexicanos, que somos quienes estamos financiando mediante nuestros impuestos el arrendamiento del hangar en el que está el avión presidencial y las mensualidades que se siguen pagando mientras el avión está estacionado en Victorville, California.

El contrato entre Boeing y la Sedena al que tuve acceso y que está firmado el 27 de diciembre del 2018 por el General de División Manuel de Jesús Hernández González, muestra que el primer año de tener el avión estacionado está costando $719 mil 321 dólares, solamente por el espacio y por la vigilancia del avión. Esto no incluye los daños que pueda sufrir el TP-01 que está estacionado a la intemperie y de cuyo deterioro no es responsable Boeing sino el gobierno mexicano.

¿Por qué se quiso enviar el avión a California a dejarlo estacionado a la intemperie en lugar de tenerlo igual, estacionado, en el hangar presidencial que se construyó específicamente para este TP-01? Quién sabe.

Pero este costo tampoco incluye arreglos extras ni partes que se le tengan que comprar al avión. Si se llega a requerir trabajos de alguna empresa o trabajador externo a Boeing, por ejemplo, el costo por día es de 2 mil 750 dólares más horas extras. Todo este costo le ha estado llegando al gobierno mexicano cada tres meses para que lo vaya liquidando puntualmente.

A este costo de tener estacionado el avión en California, que en el hangar presidencial de México sería cercano a cero, hay que sumarle los pagos mensuales que debe hacer Banobras que todavía debe liquidar poco más de 2 mil millones de pesos.

Así, entre los vuelos comerciales; las mensualidades de Banobras, y el costo de tener el avión estacionado, está saliendo bastante caro esto de vender el avión que ni Obama tuvo.

 

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador dice que el país va muy bien. Habla de “un ánimo distinto, es un ambiente nuevo, aunque digan lo contrario nuestros adversarios en México hay alegría, hay entusiasmo, es otro país, es otro humor.” Ese ha sido el tono de sus conferencias mañaneras de la semana. Aunque ya lleva meses diciendo que vamos requetebién.

Cuestionado sobre el desabasto de medicamentos; complicaciones económicas; la falta de crecimiento; la inseguridad, el presidente considera que se trata de campañas de desinformación de sus adversarios que actúan así porque tienen mal humor, el cual, considera el presidente, se les va a ir quitando. “Se van a ir alegrando junto con millones de mexicanos que estamos celebrando este cambio verdadero, esta transformación”, declaró el presidente.

La gran premisa transformadora del presidente tiene que ver con la austeridad. No vivir en Los Pinos; no usar la caravana de suburbans blindadas con varios miembros del Estado Mayor Presidencial para manejarlas, abrir las puertas, quitar a quienes le estorben en su camino; no usar el avión presidencial y subirse en avión comercial como cualquier otro mexicanos y un largo etcétera, muy simbólico, caracterizan la transformación presidencial.

La austeridad per se no necesariamente es positiva. Si nos vamos a un ejemplo extremo, al concluir la Primera Guerra Mundial, las medidas de austeridad que se vieron obligados a adoptar los alemanes para pagar las reparaciones de la guerra fueron una de las causas principales del ascenso de Hitler al poder y del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Pero la misma austeridad ha sido la causa de grandes problemas políticos actualmente en Grecia y en Italia, cuyo Primer Ministro acabó renunciando ayer, justamente por no poder seguir manejando el barco italiano entre las aguas del populismo y la austeridad de la Liga y el Movimiento de las Cinco Estrellas.

En México pocos estarían en desacuerdo con el diagnóstico de que el despilfarro público ha ido creciendo sexenio con sexenio y que había que ponerle un alto. Pero ese alto debe de hacerse tomando en cuenta que no queremos un país en el que todos tengamos lo mismo, en menores cantidades, sino todos lo mismo en mayores cantidades.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dice una y otra vez que los bienes materiales no debieran ser lo que nos incentive. Que debemos ser más humanistas. Que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre.

Eso suena bien, pero al final del día, hay (somos) muchos mexicanos que queremos lo mismo que el propio presidente tiene: la oportunidad de acudir a un médico especialista de primerísima calidad en el momento de una complicación cardiaca como la que él tuvo y pudo ser atendido por el Dr. Félix Dolorit de un hospital del sur de Miami antes de ser presidente y no sabemos si aun conserva. Esperemos que mantenga cuidados de primera.

También sería positivo que todos los mexicanos pudieran enviar a los hijos a un campamento de verano como Santa Úrsula en San Luis Potosí, considerado uno de los mejores campamentos del país que tiene 17 hectáreas bardeadas con un costo de 40 mil pesos por semana, como al que acudió el hijo menor del presidente estas vacaciones. Y, sin duda, sería una aspiración legítima contar con un departamento de 300 metros cuadrados, como el que se le acondicionó al presidente en Palacio Nacional.

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ANA PAULA ORDORICA

EL UNIVERSAL

 

Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador tienen muchas semejanzas, de las cuales se ha escrito ampliamente. Varias de estas similitudes caben en el libreto del populismo, pero de todas ellas la similitud que considero más lamentable por los efectos que está teniendo en México y en Estados Unidos es el no darse cuenta, ninguno de los dos, del tamaño del megáfono que tienen y las consecuencias por ello no solo de sus palabras, sino de sus mentiras.

Tanto Trump como AMLO mienten con total desfachatez. Lo han hecho antes de estar sentados en la silla presidencial y lo siguen haciendo ahora. El problema es justamente que no toman en consideración la gravedad del peso de sus palabras ahora que están al mando.

Cuando Trump no era más que un empresario cuyo éxito estaba siendo cuestionado, decía a diestra y siniestra que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos. Eso le ameritó atención y el crédito de haber sido uno de los fundadores del movimiento conocido como “birtherism”. Así se denominó a todos los que dudaban que Obama hubiese nacido en Estado Unidos y por ello de la legitimidad de su presidencia.

Pero las mismas afirmaciones también le generaron burlas. En una de las cenas anuales de gala de la prensa con el presidente Obama, Trump fue el foco de risas del evento, al grado que un ex colaborador cercano del hoy presidente, Sam Nunberg, describió ese momento que para Trump fue sumamente humillante como el que lo llevo a decidir buscar la presidencia de Estados Unidos. No por inspiración en hacer de America grande, sino por despecho.

A la fecha Trump no ha querido asistir a esta cena anual con la prensa. A partir de entonces la detesta. Pero su apego a mentir permanece. Por ello ha repetido una y otra vez que Estados Unidos está siendo invadida por caravanas de migrantes. Ese discurso xenófobo, anti migrante y racista, es el que ocupa un lugar central en su discurso y campaña para reelegirse en el 2020. Y por ello no puede ahora salir a decir que la matanza de El Paso nada tiene que ver con su discurso.

El joven que manejó diez horas para llegar al Walmart más concurrido por mexicanos haciendo compras previo al regreso a clases, cuyo nombre no quiero publicitar, subió a redes un manifiesto señalando justo esa invasión como motivo de la matanza en la que quería dispararle al mayor número posible de mexicanos.

Trump tiene un megáfono. Y tiene que asumir las consecuencias de ello, no solo lucrar con sus beneficios.

Lo mismo podemos decir de nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador quien estos días volvió a repetir que la elección del 2006 fue fraudulenta. Lo ha dicho muchas veces y de muchas formas, desde

en el plantón de Reforma que paralizó la Ciudad de México durante dos meses. Ahora, trece años después y desde el púlpito de la mañanera en Palacio Nacional, ha vuelto a repetir algo que nunca ha podido probar, lo que sin duda es irresponsable.

Las instituciones electorales le permitieron ganar la presidencia. No fueron solamente las ‘benditas redes sociales’. Seguir denostándolas, conociendo que hay legiones que le creen ciegamente, es sumarle al desprecio por el INE, el Tribunal Electoral y los ciudadanos que han trabajado en favor de su fortalecimiento.

Pero a esta mentiras del presidente hay que agregarle una lista más extensa de varios señalamientos de corrupción y corruptos que no ha ni probado ni procedido en su contra. Caso concreto, el de las estancias infantiles que decidió cancelar por supuesta corrupción. A la fecha varias de las mujeres que tenían estancias infantiles han tenido que salir de sus comunidades en medio de un desprestigio inmerecido. Como el presidente dijo desde su púlpito que ahí había corrupción sin haber probado nada, no solo tuvieron que cerrar las estancias, tuvieron que salir y/o esconderse sus directoras señaladas todas de ser una corruptas.

 

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Esta mañana el INEGI dará a conocer las cifras del crecimiento del Producto Interno Bruto. Se anticipa que este número va a ser negativo. Con esto serán ya dos trimestres al hilo con PIB negativo, lo que algunos definen como una recesión.

No voy a entrar en el debate de si esto es o no la definición precisa de recesión porque ni los economistas más destacados del mundo han logrado ese consenso, pero psicológicamente dos periodos con PIB negativo no pueden considerarse buenos para la economía de un país. Y si algo le pega a la psique de los inversionistas, le pega al bolsillo de los consumidores. Pero aun con este dato del INEGI, el presidente Andrés Manuel López Obrador seguirá firme con su apuesta de que en el 2019 vamos a crecer al 2 por ciento.

Y AMLO va a ganar la apuesta.

La apuesta no la va a ganar por un impulso natural que recibirá México vía el crecimiento de la economía estadounidense. Tampoco por las ganancias del sector exportador que se beneficia del tipo de cambio estable. Ni siquiera ganará la apuesta por el anuncio positivo de que Hacienda va a inyectar 500 mil millones de pesos a la economía vía la banca de desarrollo; créditos para viviendas y créditos al campo. Pero la va a ganar.

La va a ganar a pesar de que esta inyección de capital no va a devolver de la noche a la mañana la confianza de inversionistas nacionales y extranjeros para que vengan a meter su dinero en proyectos concretos y de largo plazo, no solamente en instrumentos financieros que pueden irse igual de fácil que como llegan.

Va a ganar la apuesta a pesar de que Citibanamex hizo un nuevo pronóstico del crecimiento para el año que lo modificó de .09 a .02 por ciento y de que ni el más optimista de los pronósticos anticipa un crecimiento cercano al 2 por ciento.

Si volteamos a ver otras cifras, todo indica que el presidente tiene una apuesta perdedora. Por ejemplo, la inversión se contrajo 2.1 por ciento entre enero y abril del 2019. La producción industrial cayó 2.1 por ciento en mayo, la caída más pronunciada desde enero del 2009. El subejercicio en el gasto gubernamental, motor fundamental para el crecimiento de la economía, es preocupante porque aun si se decidiera no continuar con este subejercicio, volver a echar a andar la economía que se frenó de tajo no es tan sencillo como pulsar un botón de encendido.

El freno de mano autoimpuesto por el gobierno a la economía significa que las empresas tienen que hacer recortes, que por ello los ciudadanos tienen menos dinero para gastar y que por lo anterior el gobierno tiene menos dinero que recaudar. Lo que hoy es un subejercicio que deja dinero en las arcas, mañana serán unas arcas sin dinero que invertir. Y así el círculo vicioso.

Pero, con todo y todo, el presidente va a ganar la apuesta.

Al final del año la apuesta de AMLO de que crecimos al 2 por ciento la va a sostener el presidente porque si bien los bancos y el INEGI van a reportar una cifra distinta, menor, López Obrador va a presentar sus propios argumentos sustentados en el libro que publicará en diciembre: la economía moral. AMLO dirá que México se está transformando; que ahora medimos el desarrollo y el bienestar y no solamente el crecimiento. Que, si bien antes se crecía poco más del 2 por ciento, el dinero solo se quedaba arriba y ahora, con su 4T, no va a ser necesario esperar a que el chubasco de dinero de arriba les llegue a los de abajo porque él sabe que eso nunca sucede.

 

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El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere aplausos permanentes. Esto lo declaró en entrevista de radio Rafael Rodríguez, director de la revista Proceso, ante las reacciones que generó el presidente al decir que el semanario no se estaba portando bien como lo deberían hacer los buenos periodistas que siempre han estado a favor de las transformaciones.

Antes de hacer este señalamiento sobre Proceso, el presidente recibió la petición de Jude Weber, la corresponsal del Financial Times en México, de entrevistarlo para el diario inglés. López Obrador le declinó la entrevista porque el periódico ha sido poco autocrítico, dijo el presidente, ya que el FT impulsó el modelo neoliberal e hizo propaganda a favor de las reformas estructurales y la reforma energética con resultados desastrosos para México, de acuerdo con la visión del presidente. Además, le reclamó AMLO a la periodista, el FT pronosticó que la economía mexicana entrará en recesión sin tomar en cuenta el combate que el gobierno emprende en contra de la corrupción. Por ello, se le negó en la mañanera la entrevista solicitada por el Financial Times.

Y antes, el presidente se enojó con otro medio, Sin Embargo, por haber dado a conocer que su hijo menor estaba pasando sus vacaciones en un exclusivo curso de verano en el Camp Santa Úrsula en San Luis Potosí. El campamento tiene un costo de 64 mil pesos por 14 días o de 40 mil pesos por una semana, según lo reportó el medio, al cual López Obrador no desmintió. Lo que hizo fue decir que antes Sin Embargo recibía dinero de la presidencia, dando a entender que como ahora no reciben dinero, el medio dio a conocer esta información que hace evidente un doble discurso de austeridad por un lado y abundancia por el otro.

El presidente se quejó también en la misma mañanera de la nota de Reforma en la que el periódico dio cuenta de que se mudará con su familia a Palacio Nacional, lo cual no resulta tan austero como él prometió.

Podría seguir con los señalamientos a la prensa, pero el tema de fondo es que tenemos un presidente que está confundido con el papel que debemos jugar los periodistas y los medios de comunicación. Sería de risa describir a Proceso como un semanario que ha estado al servicio del poder cuando es más que conocida su trayectoria.

Igual hace falta recordar el reportaje del propio Financial Times sobre el caso de la fundación Vamos México de Marta Sahagún, entonces primera dama, en donde la periodista Sara Silver denunció precisamente la corrupción de ese disfraz de filantropía. Reproduzco tan solo un párrafo de los amplios textos publicados sobre el tema:

“Esto es muy claro: algunos de los asuntos de la fundación, incluyendo las relaciones con la prensa, son manejadas por su personal en Los Pinos, la residencia presidencial, cuyos salarios son pagados por los contribuyentes. Los críticos dicen que la fundación es un vehículo enmascarado para promover sus ambiciones presidenciales.”

El FT ha hecho su trabajo antes de la llegada de Andrés Manuel López Obrador y a partir de ésta. Los aplausos permanentes que quiere el presidente no los va a recibir de la prensa a menos que su intolerancia llegue a los niveles de los lideres autócratas de otros momentos y otros países.

 

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Las calificadoras más importantes y reconocidas, Fitch y Moody’s, le bajaron la calificación a PEMEX y la perspectiva a la CFE y la respuesta del presidente ha sido que no confía en ellas porque antes, con toda la corrupción que había, no dijeron nada y ahora que ya no hay corrupción tolerada deciden bajar el grado de inversión de tal forma que los bonos de Pemex ya son chatarra.

La respuesta del presidente es muy mala. Es como un alumno reclamando al profesor de matemáticas por una nota reprobada argumentando que estudió muchísimo para el examen de biología.

Las calificadoras evalúan la capacidad de pago de deuda en el corto, mediano y largo plazo de países y empresas y asignan una calificación para que los inversionistas sepan en dónde y cuánto invertir y decidan qué riesgo asumir. A mayor riesgo puede haber un mayor rendimiento precisamente por la posibilidad de perder esa inversión.

Para el tema de corrupción hay otras evaluaciones como Transparencia Internacional (TI) en donde México ha caído hasta los últimos sitios de la OCDE, de América Latina y del mundo de forma constante y alarmante en su Índice de Percepción de la Corrupción. Que AMLO revise como nos evalúa TI en 2019 y opine entonces. Veamos si las medidas tomadas por su gobierno logran que México suba algunos peldaños para dejar el actual 134 de 174 países en donde son más corruptos Rusia, Venezuela y Corea del Norte para ver si alcanzamos a otros países como El Salvador (104); Argentina (84); o Chile (27).

Tiene cierta razón el presidente López Obrador en cuestionar como actúan las calificadoras, que están lejos de ser infalibles. Sorprendentemente siguen siendo la métrica de los inversionistas a pesar de errores garrafales que han cometido.

El mejor ejemplo fue en 2001 cuando Enron tenía la calificación más alta de Moody’s, Fitch y Standard and Poor´s hasta cuatro días antes de su quiebra. Se volvieron a equivocar en el 2008 con Lehman Brothers que también estaba bien calificada hasta su quiebra que generó la crisis financiera de ese año. Y aquí en México no hicieron bien su trabajo con Hipotecaria Su Casita que también estuvo bien evaluada hasta que entró en Concurso Mercantil.

Entonces sí, las calificadoras se equivocan y no son siempre confiables. Sin embargo, siguen siendo la fuente a la que acuden inversionistas para tomar sus decisiones de en donde meter su dinero. Esto es así, le guste o no al presidente.

La decisión que han hecho sobre Pemex, CFE y las repercusiones que podría tener esto para la calificación del soberano (Mexico) dependen de que Hacienda haga un buen trabajo de comunicación con las calificadoras.

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