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Han estado circulando en estos días algunas encuestas que muestran que Andrés Manuel López Obrador pierde aceptación. En el mes de marzo dos de sus acciones generaron amplio rechazo. La primera fue el retiro de recursos a las Estancias Infantiles y la segunda fue la carta que envió al Rey Felipe VI pidiendo que ofrezca una disculpa histórica a los mexicanos por la conquista de hace 500 años.

En ambas, menos del 30 por ciento de los encuestados por Alejandro Moreno (El Financiero) apoyaron al presidente. Un presidente que, en otras acciones, sobre todo en las que tienen que ver con austeridad, genera aprobación cercana a un 90 por ciento.

Hay quienes han celebrado estas bajas en la aprobación de las acciones del presidente. Se merece el rechazo. Ya comienzan a arrepentirse quienes votaron por AMLO. La ineptitud del presidente le comienza a costar. Ésta y otras líneas celebratorias abundan en las “benditas redes sociales”.

Sin embargo, el escenario de un López Obrador que actualmente goza de legitimidad y aceptación, pero carece de institucionalidad puede volverse un desastre de acentuarse esta baja en la aceptación al presidente.

La apuesta para que la presidencia de López Obrador sea un éxito para México está en que él sea más institucional. Su problema es que desde hace décadas ha caminado en el límite entre lo que es institucional y lo que no es. Ahí ha estado cuando ha perdido elecciones, principalmente en el 2006, cuando tomó Avenida Reforma y se auto nombró presidente legítimo. Denostó a las instituciones electorales y se dedicó todo el sexenio a buscar sabotear las acciones del presidente que le ganó, Felipe Calderón.

Ahora que es presidente, cuando alguna ley, norma o institución le impide hacer lo que él quiere, actúa igual –en la línea delgada entre legalidad y la ilegalidad. Para muestra, dos ejemplos. El senado aprobó un dictamen para la creación de una Guardia Nacional con mando civil. López Obrador quiere que éste tenga mando militar. Y como parece confundir autoridad con autoritarismo, ya anunció que mañana nombrará a un militar en activo para encabezar a la Guardia Nacional. Esto claramente viola la Constitución, pero a AMLO no le importa. Los senadores de oposición confían en que se presentará una acción de inconstitucionalidad para revertir esta decisión del presidente. Veremos si Martí Batres, que es el encargado de enviar esta acción al ser el presidente del senado, lo hace.

Segundo ejemplo: el proceso para nombrar a los nuevos integrantes de la Comisión Reguladora de Energía. El artículo 6 de la Ley de Órganos Reguladores Coordinados en Materia Energética estipula que la selección de los comisionados la hace el senado de una terna que envía el ejecutivo. Si el senado no aprueba a ninguno de la terna, el ejecutivo debe enviar una NUEVA terna. Si en la segunda ronda tampoco es aprobado ninguno, entonces el presidente nombra directamente al comisionado. López Obrador envió unas ternas que no convencieron a los senadores, más que de ser sus alfiles. Por ello se los rechazaron una primera vez. Cuando en lugar de cumplir con la ley y enviar NUEVAS ternas, AMLO reenvió 11 de los 12 nombres iguales, las ternas fueron rechazadas una segunda vez. Es decir, no envió NUEVAS ternas. La ley le importó poco. Ahora serán comisionados cuatro de esas personas que no cumplieron con el proceso legal para su nombramiento.

Son dos ejemplos claros de que AMLO no es un presidente institucional, aun cuando sí tiene legitimidad y es popular. La apuesta para quienes queremos que México logre crecer, avanzar y desarrollarse no puede ser a que AMLO pierda legitimidad y popularidad. Es a que sea más institucional.

 

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Apenas la semana pasada la Secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Kirstjen M. Nielsen viajó a Tegucigalpa, Honduras, para firmar un Memorándum de Cooperación en Seguridad Fronteriza con Centroamérica. Ahí estuvo la funcionaria del gobierno de Trump acompañada por el Ministro de Gobierno Guatemalteco, Enrique Degenhart; el Ministro de Seguridad de Honduras, Julián Pacheco; y el Ministro de Justicia de El Salvador, Mauricio Landaverde.

Dos días antes de ir a Honduras, Nielsen viajó a Miami, Florida, para reunirse con la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; el Subsecretario Alejandro Encinas, el Comisionado del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén; el vocero de la cancillería, Roberto Velasco, entre otros funcionarios. Gran delegación (sin Marcelo Ebrard) para lo que prometía ser un nuevo acercamiento para intentar resolver entre todas las partes involucradas el problema migratorio que tiene a México entre la espada y la pared…o entre los migrantes centroamericanos y Trump.

Al día siguiente de que concluyeron estas reuniones, Donald Trump salió con que quiere recortar los mediocres 500 millones de dólares que el Congreso le aprobó para el 2019 para invertir en la región de Centroamérica. Además, amenazó con que, si México sigue sin hacer nada por frenar los flujos migratorios, va a cerrar la frontera.

De lo que se trata esto, a lo que está jugando Donald Trump, es a mantener en la agenda el tema migratorio para justificar que hay una emergencia nacional que le permita quedarle bien a su electorado. El nombre del juego es reelección 2020 y en éste parece estar utilizando incluso a su yerno, Jared Kushner, al cual mandó a México para cenar con el presidente López Obrador. A la mañana siguiente de dicha cena, AMLO dijo que la plática había sido para conformar un plan de desarrollo para el sur, sureste mexicano y para el Triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) que contempla 10 mil millones de dólares de inversión.

La amenaza doble de Trump, recortar la ayuda económica y cerrar la frontera con México, bien puede llevarla hasta sus últimas consecuencias el presidente de Estados Unidos, así signifique darse un balazo en el pie. Y es que los mediocres 500 millones de dólares contemplados en el presupuesto aprobado por el congreso estadounidense para el año fiscal 2019 son un techo en lo que puede disponer La Casa Blanca para la región, pero no hay piso para este monto. Trump tiene el poder de decidir si lo lleva a cero dólares con la mano en la cintura.

Y bien sabemos que a Trump eso del comercio no se le da muy bien que digamos. Por ello, en un primer momento de la amenaza declaró que, como Estados Unidos tiene un déficit comercial con México, si cierra la frontera soluciona el problema del déficit.

 

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Bajo la premisa de que lo que el pueblo pone, el pueblo debe poder quitar, Andrés Manuel López Obrador está impulsando un cambio constitucional para permitir la figura de la revocación de mandato, de tal forma que, en el 2021, su nombre aparezca en la boleta electoral para ver si el pueblo quiere que siga o no siendo el presidente de México.

Habiendo tantos problemas en el país, vale la pena preguntarnos si meternos en un galimatías como el de la duración de los presidentes en su encargo es uno que apremie hoy en México. Y es que para AMLO la premisa es sencilla: que el pueblo decida si sigo o no en el poder. Pero veamos dos ejemplos de dos democracias mucho más consolidadas que la mexicana, para entender lo complejo que puede ser abrir la caja de la revocación del mandato en México.

En octubre pasado, en una pequeña ciudad de Massachusetts llamada Fall River, el alcalde Jasiel Correia fue arrestado por cargos de fraude y falsificación en su declaración de impuestos. Resulta que Correia, además de ser político, juntó dinero de inversionistas para supuestamente desarrollar una aplicación de mercadotecnia. En lugar de esta inversión, el joven de 26 años se gastó los 230 mil dólares de los inversionistas en joyería, ropa, un Mercedes Benz y para su campaña de alcalde.

Cuando es acusado de fraude, Correia se rehúsa a abandonar el cargo. Un número suficiente de ciudadanos juntó las firrmas necesarias para obligar a una consulta de revocación de mandato y una nueva elección que se llevó a cabo el martes 12 de marzo.

El resultado: 61 por ciento de los ciudadanos votaron por revocarle el mandato. Fue un claro mandato popular el que este joven abandonara la alcaldía. Pero… la segunda pregunta hecha a los ciudadanos de Fall River fue: ¿quién debe quedarse en el lugar de Correia, en caso de votarse su salida? La alternativa estaba entre cinco candidatos, uno de
ellos el mismo Correia, quien fue el que más votos recibió para ser el nuevo alcalde.

Así, el mandato popular fue revocarle el mandato a Correia…y reelegirlo. Todo el mismo día.

 

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Desde que Andrés Manuel López Obrador dijo que quería ser presidente de México por primera ocasión, el sector privado, se mostró preocupado por sus posturas políticas, pero, sobre todo, económicas. En la más reciente campaña presidencial, Alfonso Romo, hoy Jefe de la Oficina de la Presidencia, fue el encargado de acercarse al mundo empresarial, tanto nacional como internacional, para dar tranquilidad sobre lo que significaría una presidencia de AMLO.

Ahora que su peso ante ese mismo mundo se ha visto disminuido por la cancelación del NAIM que él prometió no ocurriría, el mismo Alfonso Romo dijo el lunes pasado, en entrevista con El Sol de México, que a él le gusta estar “callado, sordo, como hormiga”.

Así mismo, callados, sordos, como hormigas – a lo que habría que agregar ciegos – deben estar los integrantes del equipo del presidente López Obrador para poder sobrevivir dentro del gobierno.

Ahora el turno de estar callado, sordo y ciego es de Arturo Herrera, el subsecretario de Hacienda. De visita con inversionistas en Londres, Herrera declaró a Judith Weber, del Financial Times, que la construcción de la refinería de Dos Bocas se pondría en pausa para que esos 2.5 mil millones de dólares que se invertirían en el primer año de la obra pudieran mejor ser canalizados para impulsar la producción de Pemex, que lleva 15 años continuos de caída.

El texto del FT fue recibido como una gran noticia que daba la esperanza de sensatez de parte de López Obrador gracias a su equipo económico. Pero poco duró el gusto. Durante la conferencia mañanera de ayer, AMLO desmintió categóricamente lo dicho por Herrera y el FT corrigió su texto con la nota de este desencuentro de posturas entre Herrera y AMLO.

De golpe volvió a caer la nueva realidad mexicana. Un presidente con enorme legitimidad tiene muy poca institucionalidad y así lleva poco más de cien días gobernando.

En la misma entrevista, Romo declaró que coincide con el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa. “No hagamos una tormenta de una llovizna […] vamos conquistando a las calificadoras, porque si los mexicanos hablan bien de México, si los extranjeros hablan bien de México, y las calificadoras nos dan el voto de confianza, pues en lugar de ser la tormenta perfecta, va a ser la oportunidad del siglo”.

 

 

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El domingo cumple cien días de ser presidente Andrés Manuel López Obrador. Quienes digan que parecen más días, tendrán razón, ya que, en los hechos, AMLO lleva ejerciendo el papel de presidente desde que ganó las elecciones de julio pasado, ante un Enrique Peña Nieto que aventó la toalla y le dejó la chamba al presidente electo.

En estos cien días llama la atención la diferencia que hay entre la opinión pública y la opinión publicada. La pública, como demuestran las encuestas, está entusiasmada con López Obrador. No lo quieren; lo adoran. Y la opinión publicada demuestra, casi toda (hay excepciones), más preocupación, rondando en el enojo…hasta el encabronamiento. Esta opinión publicada está acompañada por una minoría de los ciudadanos.

¿Qué entusiasma de AMLO? Sus promesas de quitar pensiones a expresidentes; de austeridad en el gasto de funcionarios públicos; sus viajes en aviones comerciales; dejar Los Pinos para ‘el pueblo’.

Se entiende que ciertas frases resuenen con sus simpatizantes. Por ejemplo: ¿por qué las calificadoras no dijeron nunca nada sobre la corrupción de Pemex y el gobierno?

La respuesta es sencilla: por qué lo que califican S&P, Moody’s o Fitch es la capacidad de pago de la deuda de empresas y/o gobiernos.

Se entiende que resuene cuando habla de cerrar ProMéxico porque está llena de fís y sólo nosotros tenemos ese tipo de lujos. ¿En dónde está ProFrancia? ¿En dónde ProAlemania?, pregunta el presidente en su mañanera para el deleite de sus admiradores.

ProFrancia se llama Business France; ProAlemania es el GTAI (Germany Trade and Investment). Pero hay más. España tiene el ICEX (Instituto de Comercio Exterior). Japón tiene JETRO (Japan External Trade Organization); Colombia tiene… Procolombia. Por mencionar algunos de los muchos países que tienen oficinas de promoción del comercio en el extranjero.

¿Qué preocupa? La presidencia en primera persona. Todo, desde la conferencia matutina hasta el último acto del día gira alrededor de Andrés Manuel López Obrador. Si le gusta un proyecto de infraestructura, éste va porque va. Ahí está el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. Si no le gusta un proyecto, se cancela, como el NAIM o la mina Los Cardones.

Es una presidencia impredecible porque puede decir una cosa un día y cambiar de opinión al siguiente. Fue el caso de la termoeléctrica de la Huexca, a la que nos referimos en este espacio la semana pasada, o el papel del Ejército en los trabajos de seguridad.

 

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Con la decisión de Andrés Manuel López Obrador de seguir adelante con la termoeléctrica de la Huexca, es claro que el presidente recapacita, a veces, en sus decisiones. En mayo del 2014, AMLO estuvo en Yecapixtla, Morelos, en donde prometió a los habitantes que los protegería de la degradación al medio ambiente y los peligros que ocasionaría la conclusión de la termoeléctrica de la Huexca.

Y, sin embargo, este fin de semana se llevó a cabo una consulta de esas que le gustan al presidente, que carecen de todo rigor metodológico y legal, en donde el resultado de la votación fue que sí se concluya con esta obra.

¿Por qué recapacitó AMLO, quien pocas veces lo hace?

Personas involucradas en las reuniones que sostuvo el gobernador dan cuenta de la obsesión del presidente por conocer hasta los últimos detalles de la termoeléctrica. Los temas que le preocuparon fueron, primero, saber si esta obra era necesaria.

La zona centro de México es deficitaria en materia de energía eléctrica. Es decir, se consume más de lo que se genera de electricidad. Pero en el caso de Morelos, hay cero generación de energía y por ello le cuesta mucho dinero a la CFE llevar luz al estado. Aproximadamente 7 mil millones de pesos anuales.

Una de las razones por la que pobladores de la zona se oponen a la obra y la mantienen parada es que la obra afecta el cause del río Cuautla. Por un lado, argumentan que le restará agua al cauce del río en perjuicio de los agricultores, y la otra es que se contaminará el agua porque se le verterán aguas negras. Esa fue la segunda preocupación de López Obrador.

Se le demostró que el agua que utilizará la termoeléctrica serán aguas negras de Cuautla, que serán tratadas en una nueva planta de tratamiento que limpia una cantidad tres veces superior a las requeridas (900 litros por segundo, cuando la planta solo necesita 245 litros por segundo). El agua excedente será tratada una segunda vez y así ya regresará al río. Lejos de quitarle agua al río, le llegará más agua.

Por último, Andrés Manuel López Obrador estaba preocupado de que la construcción fuese un peligro para la población por estar construida en una zona sísmica, cerca del volcán Popocatépetl. Los pobladores de la zona han circulado un documento que supuestamente fue elaborado por el Centro Sismológico de la UNAM en el que dan cuenta de la inviabilidad técnica de la planta. Hay un pequeño detalle: la UNAM no acredita dicho documento.

Además, le preocupaban posibles daños ambientales. Se le demostró que la tecnología a utilizarse hará que la energía generada sea muy limpia, más del 80 por ciento por debajo de lo que establece la Norma Oficial Mexicana (NOM). Al utilizar gas natural, se dejarán de consumir 2.13 millones de barriles de combustóleo al año o 2.31 millones de barriles de diésel al año, en comparación con otras centrales termoeléctricas convencionales.

Una vez que AMLO estuvo convencido de que no habría impacto ambiental y que la termoeléctrica no supone un riesgo por la zona en la que está construida, el presidente decidió utilizar el camino de la consulta popular para justificar la decisión que tomó. Como cuando en octubre pasado hizo la consulta del aeropuerto de Texcoco. Sin embargo, en esta ocasión, el pueblo bueno votó por seguir adelante con la obra.

 

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En la mañanera del lunes, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que el pueblo se cansa de tanta pinche transa. Y nadie como él ha sabido leer este cansancio, hartazgo incluso, con tanta pinche transa.

Por eso, en gran medida ganó Andrés Manuel López Obrador. Ayudado por un gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto, marcado no solo por escándalos de corrupción, también por desdén hacia quienes señalaban sus dimensiones y por una enorme frivolidad e impunidad.

Pero en verdad y, usando palabras del propio presidente, con todo respeto, no entiendo en qué consiste la lucha contra la corrupción que dice encabezar Andrés Manuel López Obrador. Empezando porque es el más opaco de los presidentes desde que se dio la alternancia en el ejecutivo en el 2000.

No sabemos de qué ha vivido todos estos años, aun si fuese cierto que solo tiene 200 pesos en la cartera. Su declaración 3 de 3, lo hemos mencionado antes, es de pobreza inexplicable. Y ésta es igual de indignante que la riqueza inexplicable. AMLO se niega a ser claro respecto a los recursos que le han permitido ser un político que ha recorrido el país de arriba abajo y el proveedor de una familia de cuatro hijos y una esposa.

Mañana tras mañana se lanza en contra de un nuevo sector, sin dar nombres ni apellidos, al que señala por la corrupción del pasado. Ya hemos escuchado sobre los huachicoleros de cuello blanco; sobre los funcionarios corruptos de Pemex; los de la SCT y contratistas del Nuevo Aeropuerto que querían enriquecerse a costa del pueblo; sobre las calificadoras como Fitch Ratings que solaparon la corrupción en Pemex; y ahora se ha ido en contra de los cabilderos de las grandes empresas que logran excensiones millonarias en el pago de impuestos para sus clientes.

“Seré respetuoso de los poderes de la Unión, pero juez, magistrado o ministro que solape la corrupción será exhibido, pues el pueblo se cansa de tanta pinche transa”, fue la oración completa del presidente. Y sin embargo, él es el primero que ha hablado de amnistía y de un borrón y cuenta nueva. A veces lo matiza diciendo que el devenir jurídico de los ex presidentes se resolverá mediante una consulta popular.

¿No se dan cuenta quienes esto aplauden lo grave de la propuesta? Implica amnistía por una parte y hoguera por otra. Una hoguera que brinca por encima a todas las instituciones que conforman el aparato de justicia del Estado Mexicano, con todo y sus enormes deficiencias.

 

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La conferencia mañanera arranca con el presidente Andrés Manuel López Obrador diciéndonos que estamos mejor que en el pasado. “Tengo un reporte, todavía preeliminar, que hemos recuadado más en todo lo que tiene que ver con la venta al exterior; ha aumentado la recaudación en general, osea que vamos bien. Creció mucho el mercado exterior. Vamos muy bien en la recaudación por las importaciones porque hay menos corrupción en las aduanas ahora que en el pasado”, dijo AMLO, palabras más, palabras menos, en la conferencia de ayer martes 29 de enero.

Esta afirmación tan contundente estuvo ausente de datos. Ni los del pasado ni los que lo llevaron a decir que estamos mejor. Pero así pasó la hora 21 minutos de esta mañanera que ha tenido ese distintivo en los dos meses que lleva López Obrador siendo presidente de México: muchas palabras, poca información.

Si nos atenemos a lo que escuchamos cada mañana, es indudable que estamos mejor que antes. Primero porque tenemos a un presidente que cuenta con tanta autoridad moral, que se puede dar el lujo de gastar 100 millones de dólares en comprar pipas para abastecer combustible que ahora debe transportarse por carretera sin necesidad de licitar ni transparentar dicha compra. A decir del presidente, se puede porque ni él ni los suyos son unos corruptos.

La misma lógica aplica para la construcción del Tren Maya. Qué licitaciones y qué estudios ambientales ni qué ocho cuartos. El presidente no es corrupto así que todo puede hacerse más rápido, sin licitación y sin transparencia. Basta con la palabra del presidente que no es corrupto.

Entre la corrupción y la austeridad, nos recuerda el presidente en la matutina, tendremos fondos suficientes para financiar el desarrollo. Es más, hasta nos va a sobrar dinero porque era mucho el robo y el saqueo. Estamos mejor que en el pasado del gobierno faraónico y de lujos.

Se acabaron los funcionarios con nueve teléfonos en sus oficinas. Punto final. No dio nombres ni dijo qué pasó con el funcionario, ni con los teléfonos, pero eso es lo de menos. Tenemos finalmente un dato: nueve teléfonos en una oficina.

Estamos también mejor que en el pasado porque ahora, como el presidente Andrés Manuel López Obrador goza de tanta autoridad moral, puede darse el lujo de no caer en las provocaciones de sus hasta hace poco aliados maestros de la CNTE que están bloqueando las vías del tren en Michoacán. Por no caer en provocaciones entiéndase que puede no hacer nada para solucionar este bloqueo en un estado gobernado por el PRDista que osó decir que apoyaba a José Antonio Meade en la elección del 2018, Silvano Aureoles.

 

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El diagnóstico de Andrés Manuel López Obrador vuelve a ser certero: hay que luchar en contra del robo de combustible, del huachicoleo, que ha que crecido exponencial e impunemente.

Veamos cifras de los últimos tres años: 2016, el robo de combustible representó 30 mil 800 millones de pesos; en 2017 fue de 50 mil 100 mdp y en 2018 de 66 mil 300 mdp. En total por estos últimos tres años, Pemex ha perdido 147 mil 200 millones de pesos. Ahora sí que este es dinero que ¡ni Trump tiene para construir su muro en la frontera! Y, ¿cuántos huachicoleros están en prisión? Cero.

Dice AMLO que ha disminuido el robo de combustible en 2 mil 500 millones de pesos tan solo desde que inició su Plan en contra del Huachicoleo a finales de diciembre. Pues claro que han bajado las tomas clandestinas si no hay nada en los ductos, pero la disyuntiva no puede ser o cerrar el ducto o hay robo de gasolinas. Éxito es que no haya robo aun con los ductos abiertos.

Seguramente si cierran los antros, bares y discotecas en todo el país, bajarán los borrachos en los establecimientos, pero eso no puede considerarse una política exitosa en contra del alcoholismo.

La correcta intención de luchar en contra del robo de combustible no puede depender de mantener cerrados los ductos, sobre todo si tomamos en cuenta el sobrecosto de abastecer vía pipas y lo impráctico que es por el tiempo que toma la llegada de la gasolina a las gasolineras.

Además, está la falta de transparencia de Pemex para explicar qué empresas están siendo contratadas para el transporte de combustible. Esto se presta a conjeturas, especulación y duda sobre las verdaderas intenciones de cerrar los ductos y abastecer vía pipas a las gasolineras del país.

Por ejemplo, trascendió que Excellence Freights, de Grupo Idesa, es una de las empresas que está transportando gasolina. Grupo Idesa fue fundada por Pascual Gutiérrez Roldán, suegro del Secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, quien fue Consejero de Grupo Idesa hasta abril del 2018, y su esposa, Elisa Margarita Gutiérrez, es accionista.

Ayer hablé con el Director de Grupo Idesa, el Ing. José Luis Uriegas, para verificar si están recibiendo contratos por adjudicación directa para el transporte de gasolina. Su respuesta la resumo en una frase contundente: “Nosotros no transportamos combustible de Pemex y no estamos participando en el abasto actual de gasolina.” Así, esta especulación queda desmentida. Pero la pregunta para Pemex permanece: ¿Qué porcentaje del abastecimiento a través de pipas está siendo cubierto por empresas privadas? ¿Quiénes están siendo contratados? ¿Por qué montos?

En una medida urgente que es luchar en contra del robo de combustible, AMLO está presentando una falsa disyuntiva, está generando carencia de gasolina en las gasolineras (nótese que no se está utilizando la palabra desabasto, que tanto se empeña en negar el gobierno), y además surgen dudas sobre contratos para atender una emergencia auto infligida.

 

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Cuando Andrés Manuel López Obrador perdió la elección en el año 2006, se proclamó Presidente Legítimo y tomó Avenida Reforma para protestar lo que él calificó de fraude electoral. La historia en la elección del 2012 fue similar. AMLO acusó que se volvió a cometer fraude.

Finalmente ganó la elección de este 2018 y todo ha sido tranquilidad. Nadie le regateó un triunfo arrasador en el que obtuvo el 53 por ciento del voto. Por el contrario, el candidato del PRI, José Antonio Meade, salió incluso poco antes de las 8pm a reconocer su derrota, poniendo el ejemplo para Ricardo Anaya, quién hizo lo mismo más de una hora después.

Además de ganar la presidencia, la Cámara de Diputados y el Senado, AMLO y Morena arrasaron en las elecciones estatales y municipales. De no tener una sola gubernatura, hoy Morena gobierna 5 estados y 19 legislaturas locales. Además, ganó 23 de las 25 capitales que renovaron su ayuntamiento.

De las nueve gubernaturas que estuvieron en juego en julio pasado, Morena ganó la CDMX, Veracruz, Chiapas, Tabasco y Morelos.

Entonces, habiendo arrasado de esa manera y reconociendo que las autoridades electorales supieron contar los votos de la elección presidencial, uno esperaría que AMLO acepte las pocas derrotas que tuvo. Pero no.

Primero está el caso Puebla. Ahí AMLO apoyó las impugnaciones del candidato de Morena, Miguel Barbosa, hasta el final. Hoy el Tribunal Electoral ha quedado sumamente fragmentado, con uno de los magistrados, José Luis Vargas, pidiendo la renuncia de la magistrada presidenta, Janine Otálora, quien tuvo el voto que definió que la elección no se anulaba ni repetía y que la ganadora es Martha Erika Alonso, de la coalición PAN, PRD, MC y dos partidos locales.

López Obrador ha cuestionado la actuación del Tribunal Electoral y se rehusó no solo a acudir a la toma de protesta de Alonso, sino que ni enviado del gobierno federal hubo. No todas se pueden ganar y esto, claramente no le gusta a AMLO.

Pero este desprecio por la derrota va más allá de Puebla. Con la figura de los Delegados de Programas Integrales de Desarrollo, mejor conocidos como los virreyes o súper delegados, AMLO pone una cuña en los gobernadores que no son de Morena disfrazado de ser una medida de austeridad.

 

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El Poder Judicial en general y la Suprema Corte en particular tienen muy mala imagen entre los mexicanos. En la más reciente encuesta de Consulta Mitofsky, la SCJN está en el límite de aprobación por encima de la policía y por debajo de las cadenas de televisión en cuanto a la confianza que genera. Bien o mal ganada esta desconfianza, es cuestión de matices. La mezcla de un Estado de Derecho tan fallido y un Poder Judicial que se percibe alejado del común de los mexicanos, hasta elitista, hace que sea blanco fácil de ataque.

Hace unos días me comentaba un ministro de la SCJN su preocupación por esta mala imagen de la Corte. Ya veía venir el enfrentamiento Ejecutivo-Legislativo con el Judicial.

La relación entre AMLO y la Corte ha sido tirante desde antes de la elección de julio. Su desdén nos lleva hasta los años del proceso de desafuero, pero en esta última campaña presidencial el desprecio de López Obrador a la Corte arreció. Primero estuvo circulando la versión de que, desde el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Diego Valadés trabajaba en la elaboración de un proyecto para conformar en México un Tribunal Constitucional de Justicia para fungir como la última instancia para interpretar la Constitución. Esto en los hechos minimizaría el papel de la SCJN y el contrapeso que representa al ejecutivo.

De este proyecto no se ha vuelto a decir mucho y la relación de AMLO y su círculo cercano con Valadés quedó dañada después de la entrevista que concedió a Proceso en la que criticó las primeras acciones de AMLO como presidente electo y cuya portada generó incluso un enfrentamiento vía twitter entre la esposa de AMLO, Beatriz Gutiérrez Muller, con el director del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda.

Una vez ganada la elección presidencial, AMLO sostuvo un encuentro con los ministros de la SCJN en la que le comunicaron que se comprometerían a sumarse a la austeridad republicana cuando arrancara el sexenio.

El presidente de la Corte, Luis María Aguilar, le puso monto a los recortes presupuestales en aquel encuentro. Habló de poco más de 800 millones de pesos que luego resultó no serían realmente recortes sino un subejercicio del año anterior que no había devuelto la Corte y que se había destinado a un fideicomiso. Esto molestó mucho a AMLO que se sintió truqueado por el ministro presidente.

Y ahora estamos en el enfrentamiento por la Ley de Remuneraciones y el amparo que ha otorgado la Corte para suspender este recorte a los sueldos de la burocracia, incluyendo a los jueces, magistrados y ministros de la Corte.

 

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El primer decreto de Andrés Manuel López Obrador como presidente ha sido crear una Comisión de la Verdad sobre el caso Ayotzinapa. Ese capítulo ocurrido aquella noche del 26 de septiembre del 2014 quedará marcado como una de las noches que sepultaron al gobierno de Enrique Peña Nieto.

La noticia de 43 jovenes desaparecidos dio la vuelta al mundo. Los informes de que fueron calcinados en un basurero cercano al lugar en el que se les vio por última vez y la llamada ‘verdad histórica’ que dio a conocer el entonces Procurador General, Jesús Murillo Karam, han sido la estampa perfecta para demostrar a nivel nacional e internacional todo lo que no funciona en México: la tremenda inseguridad acompañada de impunidad, la colusión entre cuerpos policiacos y autoridades locales, los riesgos de tener al Ejército en la lucha contra el crimen organizado; la incompetencia de los gobiernos estatales para enfrentar el reto; y los efectos de las riñas entre grupos del narcotráfico en una zona que abastece mariguana y amapola a gran parte del mercado mundial de drogas.

Los padres de esos jovenes y quienes los representan exigieron al gobierno de Enrique Peña Nieto que les regresara a sus hijos y que los regresara vivos: “Vivos se los llevaron; vivos los queremos”. Dentro de estas exigencias ha habido auténticos padres destrozados por la ausencia de sus hijos, pero también ha habido motivaciones políticas. La historia al respecto es larga y conocida. No entraré en ella.

Lo que sí llama la atención es que el nuevo titular del ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, haya decidido como primer decreto crear una Comisión de la Verdad para esclarecer lo que ya se ha investigado ad nauseam por instancias nacionales (de quienes es comprensible dudar) y también internacionales.

Entre los motivos publicados en el Diario Oficial para la creación de dicha comisión se resalta que “es un imperativo de este gobierno dar con el paradero de los estudiantes desaparecidos.” Al anunciarse el decreto AMLO estuvo sentado frente a algunos padres. Una madre le dijo que será grande cuando aparezcan sus hijos.

Han pasado más de cuatro años desde esos hechos. AMLO está decidiendo, por decreto, dedicarle tiempo, dinero y esfuerzo a que se conozca la verdad. Asusta pensar que todo esto pueda ser una farsa para darle por su lado a aquellos que cuentan hasta 43 y cierran gritando ¡Justicia! en eventos públicos, como el sábado 1º de diciembre durante la toma de protesta en la Cámara de Diputados o el lunes durante el anuncio del decreto.

 

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¿Qué le dijeron, de qué se enteró o qué vio Andrés Manuel López Obrador desde su triunfo hasta hace unos días para haber cambiado de opinión respecto al Ejército y su presencia en las calles?

De haber dicho que su estrategia de seguridad arrancaría por regresar al ejército a sus cuarteles, ahora ha presentado su Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 mediante el cual anuncia la creación de una Guardia Nacional que será entrenada por y subordinada a los mandos militares.

Es decir, el Ejército no solo no regresa a sus cuarteles. Está aquí para quedarse y lo hará reforzado con 50 mil elementos que conformarán la Guardia Nacional.

En el Plan aquilata la crisis tan grave de seguridad que vive México aduciendo que es de proporciones no vista desde los tiempos posrevolucionarios. “El próximo gobierno recibirá una seguridad en ruinas y un país convertido en panteón.”

Nadie puede negar que la inseguridad está desbordada. Como dato al margen que refuerza esta situación, en estos momentos se está llevando a cabo el juicio a Joaquín “El Chapo” Guzmán, con lo que por primera vez un narcotraficante extranjero está siendo sometido a juicio en Estados Unidos. Los demás criminales del narco que son extraditados a Estados Unidos se han declarado culpables y con ello han evitado un juicio y han buscado reducir sus condenas cooperando con las autoridades estadounidenses.

El Chapo no. El Chapo se ha declarado inocente y el primer testigo, Jesús Zambada García, quien fuera su Jefe de Logística durante años, cabeza del cártel de Sinaloa en la Ciudad de México y hermano de Ismael Zambada, ahora está declarando en contra de El Chapo con lo que empezamos a conocer detalles sobre estos criminales que tienen a México como guarida de delincuentes y también, como dice el documento de AMLO, convertido en un panteón.

 

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Ricardo Monreal es líder de Morena en el Senado por una deuda con Andrés Manuel López Obrador. Monreal no solo quería ser el candidato de Morena a la Jefatura de Gobierno de la CDMX, sentía que esa candidatura le pertenecía. ¡La había buscado desde el 2009! Cuando AMLO decide dársela a Claudia Sheinbaum para las elecciones del 1º de julio pasado, Monreal amenaza con abandonar el barco de Morena. AMLO lo convence de no hacerlo y le da a cambio la coordinación de la bancada en el Senado.

Ahora su senador le ha pagado el premio político con el anuncio de querer quitar las comisiones a los bancos. La tormenta política y económica no se hizo esperar. ¿Monreal se fue por la libre? Esa ha sido la gran interrogante. Si simplificamos los efectos del anuncio del senador morenista, irse por la libre parece la explicación más plausible ya que lo contrario significaría que AMLO de plano no ve venir los efectos de los actos de su futuro gobierno.

Basta tomar en cuenta que el gobierno mexicano debe los mismos dólares en deuda externa, pero muchos más pesos por la devaluación generada por el anuncio de Monreal. 521 mil millones de pesos adicionales, al tipo de cambio del lunes. Y esto tendrá repercusiones en la elaboración del presupuesto 2019 y el dinero que se quiera destinar para los múltiples planes de la Cuarta Transformación de AMLO.

Carlos Urzúa debe estar encantado con el senador Monreal.

Ese político ex PRIísta; ex PRDista, ex PTista y ex integrante de Movimiento Ciudadano que hasta hace poco brilló por su desempeño (es un decir) como delegado en Cuahutémoc, en donde, las obras de la Zona Rosa generaron la quiebra de varios comercios por la lentitud y el desórden en la que se llevaron a cabo. Además y por sus pistolas, quiso cancelar el rodaje de la película de Alfonso Cuarón, Roma, que acaba de ganar varios premios en el Festival de Cine de Venecia, argumentando que el rodaje no tenía los permisos que luego resultó sí tener. Durante el conflicto con el cineasta, funcionarios de la delegación robaron equipo a la producción, por cierto.

En sus tres años como delegado se peleó con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad cuando dieron a conocer los 24 contratos que una hija de Monreal obtuvo por trabajos en la delegación por un monto de 270 millones de pesos.

Del PRD Monreal salió expulsado cuando se le grabó en actos proselitistas apoyando a candidatos del partido Convergencia en Guerrero. De ahí, él y su hermano David, se afiliaron al PT. Ricardo llegó bajo las siglas de ese partido al Senado y David a la alcaldía de Fresnillo.

Actualmente está en campaña en contra del Poder Judicial, buscando se apruebe una iniciativa para que jueces y magistrados tengan periodos limitados en su encargo para así luchar, dice Monreal, contra el nepotismo y los cotos de poder.

 

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Después de la consulta que llevó a Andrés Manuel López Obrador a anunciar la cancelación del aeropuerto de Texcoco (NAIM), el presidente electo se sentó el lunes por la tarde a comer en Polanco con los principales empresarios que han invertido en este proyecto.

En la mesa estuvieron los titulares o representantes de Hermes Infraestructura, Carlos Hank y Alberto Pérez Jácome; de Prodemex, Olegario Vázquez Aldir y Antonio Boullosa; de Grupo GIA Hipólito Gerard; de ICA, Guadalupe Phillips (¡Viva una mujer entre los hombres!); Héctor Ovalle de Coconal; Juan Diego Gutiérrez Cortina de Epcor; Antonio Gómez de CICSA, representando al Ing. Carlos Slim, entre otros.

De ahí salieron los empresarios sonrientes, según reporta la prensa, ante la oferta que les hizo AMLO de finiquitar los contratos cubriendo los gastos no recuperables que ya invirtieron en el proyecto y la promesa de que su prioridad será recurrir a empresarios mexicanos durante el sexenio que está por arrancar para los futuros proyectos de infraestructura.

Así, estuvo el poder económico sentado en la mesa con el poder político en un restaurante en Polanco de la CDMX para resolver un tema que tumbó la Bolsa y el tipo de cambio con costos aun incalculables para México. Gran noticia que se pongan de acuerdo los empresarios y el futuro presidente, pero si eso no es la descripción exacta de una comida fifí, no se cuál sería.

Ahora quedan en la incertidumbre los más de 40 mil empleados que llevan trabajando en el NAIM desde el 2015; la forma como el futuro gobierno llevará a cabo las licitaciones y la visión que queda de México como un país poco confiable para las inversiones extranjeras.

Estas interrogantes serán importantes de resolver sobre todo para quienes están en el sector energético, en donde ya se escuchan pasos en la azotea de los contratos en el sector y el rumbo que seguirá la reforma energética.

Además, está la incertidumbre del propio mecanismo de consulta popular que AMLO y los suyos vendieron como un ejercicio de democracia directa cuando en realidad fue el regreso del dedazo; el capricho presidencial y el desdén por el Estado de Derecho y el imperio de la ley.

 

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Andrés Manuel López Obrador ha sido un genio de la comunicación. Ante el gran y justificado enojo de los mexicanos con el gobierno de Enrique Peña Nieto vendió una idea a la sociedad: o están conmigo o están con Peña y la mafia del poder que lo acompaña.

Y esa ecuación binaria se ha llevado a diferentes ámbitos. El más reciente ha sido el proyecto futuro de México y su aeropuerto, el NAIM. En el recién concluido proceso de consulta la opción que nos dieron pareció ser: o se estaba con Texcoco – ósea, Peña Nieto y su corrupción – o se estaba con AMLO y la democracia.

Blanco o negro; sí o no; AMLO o Peña Nieto; Morena o el PRIAN. En esa tesitura hemos sido colocados como país.

Y en este proceso binario o se está a favor de la austeridad o se quiere el despilfarro de recursos. No existe la posibilidad intermedia de querer un México desarrollado, echado para adelante, con ciudadanos que tengamos un nivel de vida más parejo, sin disparidades tan abrumadoras en el ingreso, posible a través de políticas transparentes y del buen uso de los escasos recursos públicos con los que cuenta el Estado.

¿Por qué no podemos pensar en un México que tenga no uno sino varios aeropuertos de primera para recibir a turistas con una buena imagen y lograr ser el puente de comunicación entre norte y centro y Sudamérica con toda la derrama económica que ello implicaría? ¿Somos incapaces de lograr proyectos de desarrollo ambiciosos y sin corrupción de por medio?

¿Por qué no podemos pensar en un México que tenga una educación de mejor calidad para que los jóvenes mexicanos puedan competir en México y en cualquier parte del mundo que elijan para lograr un mejor nivel de vida para ellos y sus familias?

 

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