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El PVEM no es un partido; no es ecologista y entre sus preocupaciones no está la de lograr un mejor México. Es un negocio de una familia y de sus amigos.

Por ello no sorprende que su porcentaje de votación no sea tan grande. Lo que sí sorprende es que, a pesar de ello, ahora va a ser la segunda fuerza en el poder legislativo. Ha pasado de ganar un 6 por ciento en el 2012, al 8 por ciento de votos que recibió en las elecciones del 2 de junio pasado. Un crecimiento de apenas el 2 por ciento. Pero aun así, sin crecer en votos de manera significativa, ha crecido mucho en el número de escaños que tiene en el Poder Legislativo desde 1986 que se fundó como Partido Verde de México a la fecha.

En 2018 no superaban el 5% de representatividad en el legislativo. En 2021 llegaron al 9-10% y para 2024 lograron un 15%. Si lo comparamos con Movimiento Ciudadano, por ejemplo, que logró en las elecciones pasadas un millón y medio más votos que el PVEM (8.4% vs 10.9%), el partido que encabeza Dante Delgado va a tener 50 diputaciones menos.

Así el PVEM ha crecido mucho en curules pero marginalmente en votos. ¿Cuál es su secreto? Como bien sabemos, en los últimos años el PVEM se ha aliado primero con el PAN, luego con el PRI y ahora con Morena.

En México existen tres tipos de coaliciones políticas. Las parciales; las totales y las candidaturas comunes. Para las coaliciones parciales, que son las que ha hecho el PVEM, existe un concepto que se llama nomenclatura. En los distritos en los que hay coaliciones parciales se le debe asignar a algún partido el lugar en caso de que la coalición lo gane. Y ahí el PVEM ha sido el rey de la negociación. El secreto del avance del PVEM en representación legislativa a pesar de no crecer significativamente en votos está en las negociaciones que ha logrado en las coaliciones y sus nomenclaturas.

De los 183 distritos en los que el PVEM hizo coalición con Morena y PT en las elecciones del 2021, negociaron quedarse con 51 distritos. Es decir recibieron un 27% de los distritos que ganaron. Ahora, en el 2024, el PVEM fue coaligado en 260 distritos. Y de esos 260 distritos al PVEM se le asignaron 71 en caso de ser ganados.

Es decir al PVEM le dieron más nomenclaturas, muchas más que al PT. Y eso es lo que le permitió crecer primero en el 2021 y mucho más ahora en el 2024.

La pregunta es ¿por qué le deja Morena esta cancha tan amplia al PVEM? Y la respuesta es que a Morena le conviene tener aliados porque si hubiera competido solo no lograría tantos escaños en el legislativo por la cláusula de sobrerrepresentación y su tope del 8 por ciento.

Si Morena hubiera ido solo en el 2024, sin coaligarse con el PT y PVEM, solo habría obtenido entre el 48-49% de las curules en el legislativo. Al ir en coalición, ese 8 por ciento se aumenta para el PT y para el PVEM. Así, Morena, junto con sus aliados, logran un 74% de representatividad en el Poder Legislativo.

Para Morena el PVEM ha sido un socio muy cómodo. Tiene mejores resultados electorales que el PT y es más disciplinado a la hora de votar con ellos en la Cámara de Diputados y en el Senado. Le aceptan prácticamente todo, así sean iniciativas que vayan en contra de la ecología.

Además el PVEM ha logrado colocar por sí solo gubernaturas en Chiapas y en San Luis Potosí. Esto le ha permitido construir bastiones propios y por ello tiene legitimidad para exigir más de la coalición al argumentar que el PT no es tan estable ni tan redituable para la coalición.

Es así, mediante la negociación que hace en las coaliciones que un Partido que se dice verde pero que no se preocupa por la agenda ecológica, ha podido crecer hasta llegar a ser la segunda fuerza en la Cámara de Diputados que arrancará en septiembre sin importar que sea incongruente e indiferente en su desempeño como partido político.

Apostilla: En el episodio de hoy de mi podcast Broojula se puede escuchar el análisis completo del crecimiento del PVEM en la plática que tuve con Sergio Bárcena, de Buró Parlamentario, quién ha hecho este estudio sobre el desempeño del PVEM.

Columna publicada en El Universal

El poder es demasiado adictivo. Esa es parte importante de la explicación para que tanto Joe Biden como sus cercanos estén tan empeñados en mantener la candidatura de un hombre que, además de ser octogenario, ha envejecido notablemente en sus años en La Casa Blanca.

Su mal desempeño en el debate fue doloroso de observar. Biden mostró a los cuatro vientos algo a lo que todos (con suerte) vamos encaminados: la vejez.

Biden vivió el ejemplo de una persona cuya decisión de mantenerse en el cargo a pesar de su edad avanzada golpeó duramente la agenda demócrata. Me refiero a la Ministra Ruth Bader Ginsburg. Ella pudo haber optado por retirarse en el mandato de Barack Obama para que éste nombrara a un nuevo integrante de la Corte que permitiera mantener viva la agenda liberal. Pero como Ginsburg no se retiró, como decidió quedarse en la Suprema Corte hasta que murió, fue Trump el presidente que nombró a su sucesora. La ultraconservadora Amy Coney Barrett llegó como la nueva integrante de la Corte, un cargo que en EUA es vitalicio, y que a la postre dio los votos suficientes para revocar Roe v Wade, ósea el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo en materia de aborto.

¿Cómo puede Biden haber vivido ese ejemplo de alguien que, por aferrarse a quedarse en el cargo a pesar de sus limitaciones físicas propias de la edad, dañó tanto su legado que con ello permitió que se echara atrás la agenda femenina por la que trabajó toda su vida? ¿Cómo no alcanza Biden a ver que ahora él está en esa misma disyuntiva?

Biden siente que solamente él puede ganarle a Trump y que por ello sobre sus hombros pesa el futuro de la democracia de Estados Unidos. Quizás eso era cierto en el 2020, pero ahora la situación es distinta.

Biden está por echar por la borda toda una carrera de servicio a su país con la decisión de mantenerse en la contienda de noviembre próximo. En lugar de pasar a la historia como un presidente que logró que Trump solo estuviera cuatro años en La Casa Blanca; como un político que llevó por el mejor camino a Estados Unidos en su política exterior durante décadas; como un hombre decente y de familia, va a pasar a la historia como un ególatra que no supo poner a su país por encima de sus ambiciones personales. Y con ello puede muy probablemente pasar a la historia como el político que, al no saber reconocer cuando su tiempo pasó, le dejó las llaves de La Casa Blanca a Trump para su regreso a la presidencia de EUA.

Esta es una elección fundamental no solo para el futuro de Estados Unidos. Estoy segura de que no exagero cuando digo que el resultado de las elecciones de noviembre próximo tendrá efectos en el mundo entero. Biden lo sabe y, precisamente por ello cree que no puede bajarse de la contienda. Su equipo de campaña y sus cercanos, comenzando por su esposa Jill Biden, han dicho que lo del debate fue un mal momento no una condición permanente. Habrá que ver si el intento de apaciguar a donantes y votantes surtirá efecto.

Biden mismo admitió que ya es un hombre viejo, que no se mueve ni habla con la agilidad de antes, pero que es un hombre que sabe lo que sabe y que distingue entre lo que es correcto y lo incorrecto. La referencia fue a un Trump que mintió sin parar durante el debate y que parece querer regresar a La Casa Blanca con ánimos de venganza como agenda primordial.

Este fin de semana estará reunida la familia presidencial en Camp David. Quizás sea la única ventana de oportunidad para que tanto él como sus cercanos entren en razón y vean que en el partido demócrata hay cartas que pueden dar la pelea a Trump, pero que el tiempo apremia. Biden puede ser mucho más útil como soporte a una candidatura más joven que intentando cargar en sus frágiles hombros el peso de la democracia estadounidense.

Columna en El Universal

Mañana será el primer debate entre Donald Trump y Joe Biden de esta segunda campaña presidencial que disputan ambos candidatos. La apuesta no puede ser más importante. No es una exageración afirmar que el triunfo de uno u otro marcará una ruta diametralmente distinta para Estados Unidos.

Falta mucho tiempo para las elecciones. Actualmente las encuestas nacionales se han cerrado con Trump aventajando a Biden con solo un punto. Pero Trump aventaja en las encuestas de los seis estados que se prevé definirán la elección: Arizona, Georgia, Pennsylvania, Wisconsin, Nevada y Michigan.

La importancia del debate está en que ambos candidatos tienen muchos negativos y se enfrentan a ciudadanos que, o odian a ambos, o han ya decidido por quién van a votar y prácticamente no hay nada que pueda decir o hacer el oponente para convencerlos de cambiar de opinión.

¿Qué estrategia deberán adoptar Biden y Trump ante un electorado tan polarizado? Del lado de Trump es fácil anticipar que va a llegar a decir que Estados Unidos es un desastre y que él necesita regresar para hacer América grande otra vez. Va a acusar a Biden de querer utilizar el aparato de justicia para descarrilar sus aspiraciones presidenciales y va a cuestionarlo por su edad y por tener un hijo que ha sido declarado culpable de haber mentido sobre sus adicciones para comprar un arma.

¿Qué debe de hacer Biden? ¿Atacar a Trump o defender sus logros en lo que va de su presidencia? Biden puede hablar de la baja en la inflación; de cómo ha evitado que la economía entre en una recesión y de cómo han bajado los costos de las medicinas en su presidencia. Puede presumir su Acta para Reducir la Inflación que ha sido sumamente exitosa aun cuando su aprobación no contó con el respaldo republicano.

Creo que sería un error que Biden ataque a Trump por haber sido declarado culpable en una corte en Nueva York. Para la base de Trump, esto solo refuerza sus simpatías hacia el magnate. Tampoco considero que Biden debe de perder el tiempo en decir que él representa la defensa de la democracia. Es un concepto demasiado abstracto en un momento con los ánimos tan álgidos.

Si va a atacar a Trump es mejor hacerlo por el lado del aborto. Gracias a los jueces que él nominó a la Corte, el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo fue revertido. Eso le puede sumar a dos segmentos de la población muy importantes: mujeres y jóvenes.

Si Trump ataca a Biden por el lado de su hijo Hunter, será un error. Biden seguramente contará con la empatía de miles de estadounidenses que han lidiado con un problema de adicción, ya sea personalmente o de algún familiar. Es un tema que no le es ajeno a la mayoría de los ciudadanos de EUA y en donde ver la unión y el apoyo familiar que recibió Hunter hace de Joe Biden un humano mucho más cercano a los problemas de la gente común y corriente.

Dicho lo anterior, el reto más importante de Biden es que no solo tiene que debatir con Trump sino con la caricatura que han hecho de él de manera muy exitosa los republicanos mostrándolo como un viejo senil.

Esto último será una tarea sumamente complicada gracias a las redes sociales que permiten editar cualquier momento del encuentro y hacer un video que se viralice con el contenido que su creador quiera. Estamos en la era de la desinformación que se dispersa fácilmente. El spin post-debate será crucial y complicado de manejar en tiempos de TikTok; X e Instagram.

Interesante e importante este debate que ocurre de forma inusualmente anticipada con dos candidatos que ofrecen un destino diametralmente distinto para Estados Unidos.

Columna disponible en El Universal

El cierre del sexenio de Andrés Manuel López Obrador apunta a ser con un manotazo sobre la mesa, al igual que su arranque y el manotazo de cancelación del NAIM. La reforma al Poder Judicial se supone que la quiere el presidente para mejorar el sistema de justicia en México, pero nada de lo que incluye su propuesta va encaminado a ello. Más bien tienen todos los tintes de un acto de venganza contra un contrapeso que le ha puesto frenos.

Primero le puso un freno cuando quiso la extensión de mandato de Arturo Zaldívar como Ministro Presidente de la Corte. Antes, cuando los ministros se negaron a apegarse a recortarse el salario como pedía el presidente para que nadie ganara más que él. Y durante el sexenio le pusieron varios altos en sus intentos por pasar por encima de la Constitución. Notable fue el caso de la Ley de la Industria Eléctrica.

El documento oficial con los objetivos de la reforma al poder judicial se puede leer que ésta busca una Suprema Corte eficaz, austera y transparente en donde la elección popular legitime a los impartidores de justicia.

Eso no va a ocurrir. Pretender que sean sujetos del voto popular suena democrático, pero es un sin sentido. Primero porque para ser seleccionados dependerán de la presidencia y del poder legislativo. Segundo porque los ciudadanos apenas nos informamos de quién busca la presidencia. Ni hablar de los candidatos a diputados o senadores. Menos ocurrirá con los integrantes del judicial.

Bolivia es el único país en el mundo que elige, por voto popular, a los 26 principales cargos judiciales incluyendo a los integrantes d el Tribunal Supremo de Justicia. Hasta ahora la elección de integrantes del poder judicial solo ha ocurrido dos veces en Bolivia, en 2011 y 2017. En ambas los votos nulos y blancos han sido más numerosos que los favorables a los candidatos. Y la que tenía que ocurrir el año pasado está suspendida por un conflicto entre el legislativo y el judicial. Ha sido un verdadero caos en donde el ganador ha sido el actual presidente, Luis Arce, quien controla al poder judicial y ante la parálisis lo seguirá haciendo indefenidamente.

En un país como México, con los problemas de dinero sucio y crimen organizado ¿de verdad queremos que quienes quieran impartir justicia tengan que salir a hacer campañas y a buscar recursos; hacer convenios con cárteles; atraer dinero sucio y luego, cuando ganen, tengan que cumplir con sus “patrocinadores”?

El expresidente de Bolivia,  Eduardo Rodríguez Veltzé, opinó en entrevista par El País sobre como ha funcionado este sistema: “para elegirse debían cortejar a los políticos durante la preselección de candidatos, que se hace por dos tercios de votos de la Asamblea Legislativa, y luego tenían que hacerse conocer por los votantes en un proceso electoral sin tradición alguna en el país. El voto popular obedece a una lógica: se vota por simpatía, por identificación, pero los votantes no están capacitados para evaluar los méritos de un funcionario que, sobre todo, es técnico”. A ello agregó que ““El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), siendo el garante de los derechos fundamentales, hasta hoy no repara en que Bolivia tiene el récord de meter gente en las cárceles. Existen 30 mil reos y, esto es lo grave, un 70% con prisión preventiva, sin sentencia. Los magistrados han sido funcionales a esta práctica abusiva.”

Difícil pensar que México pueda estar peor en materia de impartición de justicia y Estado de Derecho pero la reforma de López Obrador será el camino más seguro para lograrlo. Y todo por un acto de venganza.

Columna completa en El Universal

Claudia Sheinbaum ganó con el voto de las mujeres; los hombres; de los jóvenes de los que tienen entre 25 años en adelante; de las clases bajas, media-baja, media y de la clase alta.

Así lo revela una encuesta de salida de El Financiero. Votaron por ella de todos los estratos sociales, educativos y de género. Entonces ¿por qué ahora se escucha a tantos decir que los resultados fueron producto de los programas sociales? Si. La explicación que más he escuchado sobre el triunfo de Sheinbaum y de Morena es que los votos los recibieron gracias a los programas sociales.

En efecto, entre quienes son beneficiarios directos o indirectos de los programas sociales, un 69 por ciento votó por Sheinbaum mientras que un 23 por ciento votó por Xóchitl. Pero simplificar el resultado electoral a que la gente voto porque reciben unos cuantos miles de pesos me parece un error.

Por Sheinbaum votaron muchos más que los beneficiarios de los programas sociales. Aun cuando Mario Delgado salió la noche de las elecciones a decir que el resultado electoral era un golpe para la oligarquía; para los clasistas y los racistas, parte de esa oligarquía también votó por Morena y por su candidata.

Esa oligarquía que ha recibido cuantiosos contratos de construcción del Tren Maya; del AIFA y de otros proyectos de infraestructura, que lo han logrado sin licitaciones públicas, sino con adjudicaciones directas, también forma parte del grupo de votantes pro-Sheinbaum.

México es un país tremendamente desigual. Pero los extremos se tocan. Y en el voto por Morena y por Sheinbaum ambos extremos se tocaron. Por un lado vemos un estado como Chiapas, sumido en la pobreza y en una inseguridad trágica, que votó abrumadoramente por Eduardo Ramírez, el candidato de Morena a la gubernatura. Ramírez recibió el voto del 78.6 por ciento del electorado. En segundo lugar quedó Olga Luz Espinoza con apenas el 12.6 por ciento del voto. Es decir, Morena arrasó. Si vemos los distritos electorales, los mejores resultados para la coalición Sigamos Haciendo Historia (SHH) fueron en Chiapas y Oaxaca en donde ganaron distritos con promedios cercanos al 80 por ciento.

Para el segmento más pobre de la sociedad los programas sociales han hecho una diferencia. Para ellos que salga una clase política a querer ganar su voto asustando con que la democracia está en riesgo es un sin sentido. Si tienes que ver como tener lo suficiente para sacar lo del día, esa cosa abstracta llamada democracia no te va a resolver como poner comida en la mesa para la familia.

Pero cuando vemos que un 49 por ciento de los que no son beneficiarios sociales y un 49 por ciento de la clase alta también votó por Sheinbaum y su coalición, es evidente que no se puede simplificar su triunfo al dinero repartido.

Sí, fue mucho el dinero de los programas sociales. Sí, hizo que la elección fuera tremendamente inequitativa. Como no veíamos desde las décadas del PRI hegemónico. Pero en la cual se contaron bien los votos y en esa bolsa de simpatizantes también están clases altas que han resultado sumamente beneficiadas del gobierno de López Obrador.

Creo que sería un error simplificar el triunfo de Sheinbaum a que ganó porque la apoyaron quienes reciben dinero del gobierno. Hay otro segmento mucho más beneficiado con las decisiones de López Obrador, ese al que él como opositor llamó La Mafia del Poder, que el 2 de junio votó por Sheinbaum y está contenta y a la expectativa de seis años más de lo mismo.

Por cierto, en esos extremos, esto de los mercados financieros es algo que les tiene sin cuidado. A unos porque no tienen nada invertido en ellos y a otros porque están tan diversificados que lo perdido en una parte es lo ganado en otra.

Apostilla: Ya pasaron diez días de la debacle de la oposición y Alito y Marko siguen tan campantes en sus dirigencias esperando asumir su pluri en el Senado. Incomprensible que los Prístas y los Panistas se queden conformes con esta desvergüenza.

Columna completa en EL UNIVERSAL

El triunfo de Morena el domingo 2 de junio fue mucho más amplio del que esperaban muchos ciudadanos. La emoción de tantos que veían el posible triunfo de la oposición – difícil, más no imposible en la presidencia – pero sí en las distintas gubernaturas, Jefatura de Gobierno y desde luego en el legislativo, se tornó en shock al conocer la contundente victoria de Morena y sus aliados del PVEM y PT.

Ese shock ha llevado al enojo; a señalamientos de fraude; a gente queriendo comparar las sábanas de sus casillas con los resultados del PREP; a decir que la compañía del hijo de Bartlett metió mano en el software del INE y a un sinfín de teorías de la conspiración para ver si de alguna forma se sostiene que ese resultado estuvo mal.

Estamos hablando de una diferencia de más de 30 puntos porcentuales. Claudia Sheinbaum recibió 17 millones de votos más que Xóchitl Gálvez. Si multiplicamos los votos de Gálvez por dos, se sigue quedando corta frente a los votos de Claudia. Y si vemos el mapa de México, Morena solo perdió en Aguascalientes. El país se pintó de guinda. Fue una paliza.

¿Cómo pudo arrasar así Morena en la CDMX si llevamos días y días de contingencias por la mala calidad del aire? ¿Cómo pudo ganar Clara Brugada si ya no es solo Iztapalapa la alcaldía que no tiene agua? ¿Cómo se reeligió Abelina López Rodríguez en Acapulco después de su lamentable desempeño tras el paso de Otis? ¿Cómo ganó por una ventaja de dos dígitos Rocío Nahle en Veracruz si ni siquiera es veracruzana y sus escándalos de corrupción marcaron la campaña? ¿Quiénes son los que le dieron 78.5% de la votación a Eduardo Ramírez en Chiapas si en ese estado reina la inseguridad; la falta de oportunidades y la pobreza?

Podríamos seguir con este tipo de preguntas y con las teorías de la conspiración. Podemos hablar de los programas sociales y de la intervención presidencial, que sin duda influyó.  Pero es mejor aprender lecciones y voltear a ver hacia adelante.

¿Qué pasó el 2 de junio? La elección ha dejado en claro que México es un país muy complejo y que ni la oposición ni nosotros como analistas y observadores de la política hemos sabido transitar con un importante segmento de los mexicanos.

Por más escritos y publicaciones sobre los elefantes blancos disfrazados de obras de infraestructura; por más que le dimos voz a los que se han quedado sin medicinas; con todo y los reportajes tan documentados sobre la corrupción de los cercanos al presidente, la votación arrojó un claro SÍ para AMLO y un SIGAMOS ADELANTE para Claudia.

La oposición, mientras tanto, decidió no apoyar a su candidata a la presidencia y colocó a amigos y familiares para ocupar posiciones de poder sin importar cual fuera el resultado. Ante la derrota determinante, hoy Marko Cortes y Alejandro Moreno están tranquilos porque tendrán su escaño plurinominal en el Senado. No han tenido la decencia de renunciar a sus dirigencias ni de hablar de un mea culpa.

Además de intentar entender qué pasó, la pregunta pertinente es ¿qué sigue? ¿qué le espera a México bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum? Estamos en sus manos. En su decisión de qué tomar y qué dejar de la agenda de López Obrador. En su visión de a qué ala de Morena escuchar y a cuál apaciguar. Hereda un país dividido con una larga lista de pendientes. ¿Qué camino tomará para enfrentarlos? ¿El de la confrontación o el de la reconciliación?

¿Qué va a hacer la primera presidenta con México y para los mexicanos? En eso toca concentrarnos ahora.

Columna completa en El Universal

Cierran hoy las campañas y empieza el periodo de reflexión. Tres días de silencio para poder ir a votar el domingo. Van algunos apuntes de cómo llegamos a estas elecciones.

  1. AMLO y el México binario: El presidente Andrés Manuel López Obrador fue muy exitoso en hacer que las campañas que concluyen hoy giraran en torno a dos opciones: o su auto definida Cuarta Transformación o el regreso al pasado. Ese México de “o estás con Morena o eres un beneficiado del pasado” no lo logró romper la campaña de Xóchitl. La tenía muy complicada ya que el presidente utilizó todos los recursos del estado para sostener este cuento de o conmigo o con los ladrones del pasado.

No obstante, no deja de llamar la atención este discurso cuando en las filas de Morena hay tantos políticos del pasado y del tan odiado PRI. Empezando por Manuel Bartlett, el padre del fraude el ’88 contra el que dijo Sheinbaum en el tercer debate que ella luchó. Es el gobierno que más embajadas le ha dado a políticos del PRI. Hay muchas incógnitas sobre Claudia, pero una ya quedó clara. Si gana, seguirá con los abrazos a los Priístas que tanto critica. Y para muestra, la foto dándole la bienvenida a Alejandra del Moral la misma semana de las elecciones. ¿Pues no que odian a los Priístas?

  1. El carro completo: tanto el presidente como Claudia Sheinbaum piden que el voto sea todo por Morena. ¿Qué pensarán de esta petición sus aliados del PT y PVEM tomando en cuenta que si no reciben el 3 por ciento de la votación válida emitida, pierden el registro?

Más allá de esta duda, otra fundamental: ¿Realmente queremos darle tanto poder a un solo partido? Ya hemos sido testigos de un ejecutivo que con mucho poder se torna en un presidente caprichoso que no admite diferencias. Una presidencia con contrapesos en el legislativo y en el judicial es la mejor receta para asegurar que sigamos siendo una democracia. El país de una sola persona fue un lastre para México en los 70 años del PRI y sería lo mismo en caso de que se repitiera con Morena.

  1. La violencia es lo de menos: En estos días el New York Times; el Financial Times; el Washington Post; el Economist han retratado la terrible violencia electoral que se vive en México y como ha cobrado la vida de 34 candidatos que buscaban un cargo de elección popular hacia las elecciones del domingo. Ayer, en la conferencia de Palacio Nacional – esa que ocurre después de una hora de reunión entre el presidente y su gabinete de seguridad – López Obrador dijo que en México no hay violencia. Lo que dicen los medios es producto del amarillismo y de que están controlados por sus adversarios. Ayer mismo fue asesinado Ricardo Arizmendi Reynoso, candidato suplente del PRI por la presidencia municipal de Cuautla, Morelos. ¿En qué otro país podría salir a presumir el presidente que las elecciones se celebran en paz y tranquilidad cuando hay ya no digamos más de 30, con que exista más de 1 candidato que ha sido asesinado?
  2. Y la corrupción también: esa tampoco existe en el mundo que nos pinta cada mañana el presidente. En estas campañas han sido expuestas con pruebas contundentes las fortunas inexplicables de Rocío Nahle, candidata a la gubernatura de Veracruz; Cuitláhuac García, actual gobernador de ese mismo estado; Clara Brugada, la candidata de Morena a la Jefatura de Gobierno de la CDMX; y Mario Delgado, dirigente de Morena. En ningún caso ha mostrado el presidente que prometió barrer las escaleras de arriba para abajo la intención siquiera de tomar la escoba.
  3. Triunfos sí; derrotas no: tanto el presidente López Obrador como su candidata Claudia Sheinbaum han hablado de fraude electoral. Van por triunfo en todo, la presidencia; las ocho gubernaturas; la Jefatura de Gobierno y la mayoría calificada en el legislativo. En cualquier votación que les sea adversa, la van a desconocer. En la democracia de Morena solo se admiten victorias.

Columna completa en El Universal

Las encuestas son el peor método para conocer realmente las preferencias electorales…salvo todas las demás herramientas disponibles. Estoy haciendo un juego con la frase de Winston Churchill de que la democracia es el peor sistema de gobierno…a excepción de todos los demás.

Y es que nos quejamos mucho de las encuestas y de sus fallas, pero a la fecha no contamos con otra herramienta que nos dé una idea de qué va a ocurrir el día de las elecciones. Existen las apuestas en sitios como Polymarket.com en dónde se puede ver qué piensa la gente respecto del resultado electoral porque le meten dinero de sus bolsas. Actualmente Claudia Sheinbaum tiene 88 por ciento de posibilidades de ganar y Xóchitl Gálvez 10%. Pero incluso a la hora de meterle dinero a esos portales la gente voltea a ver las encuestas para la toma de decisiones.

Con el enorme diferencial que existe actualmente en las encuestas rumbo al 2 de junio, va a ser muy interesante el corte de caja que necesariamente se hará pasadas las elecciones para ver qué encuestas se acercaron a los resultados y cuáles de plano se la sacaron del parque.

Sabemos que existe el margen de error aceptable. Pero entre Demotecnia, que le da a Sheinbaum 36 puntos de ventaja sobre Xóchitl y Altica que le da “solamente” 11 hay un mar de votos de diferencia mucho más amplio que el margen de error.

Dado el tamaño de la lista de electores y la participación ciudadana promedio, cada punto porcentual representa 600 mil votos. Por lo tanto, si Demotecnia tiene razón y Claudia Sheinbaum va a obtener el 64 por ciento de los votos, quiere decir que va a ganar 38.4 millones de votos, es decir, 8.4 millones de votos más que los 30 millones que obtuvo Andrés Manuel López Obrador en el 2018.

Sheinbaum no tiene el carisma de López Obrador. Su campaña no ha recibido ni remotamente la respuesta que tuvo la de AMLO. Las imágenes de eventos semi vacíos; el jalón de la coleta de caballo; los gritos de ¡Fuera! que ha recibido Sheinbaum en Veracruz y otros lugares a donde ha ido a hacer campaña son realidades que contrastan con la historia de que la votación será un mero trámite y de que este arroz ya se coció.

Cuando Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones del 2018 no hubo una manifestación de la oposición masiva quince días antes de los comicios como la que acabamos de ver de La Marea Rosa abarrotar el Zócalo. Entonces los desplegados que se publicaban era de apoyo a AMLO, no a Anaya, como el que acabamos de ver de la comunidad intelectual apoyando a Gálvez.

Ya pronto sabremos qué tan cocido está el arroz y cuáles casas encuestadoras se volaron la barda con sus números. Será un corte de caja obligado.

Apostilla: Violar las leyes electorales sale demasiado barato. Hace tres años el PVEM contrató influencers para promover el voto en sus redes sociales en plena veda electoral. El TEPJF multó al partido con 40 millones de pesos. Pero éstos, al parecer, fueron peccata minuta para ese negocio que se dice llamar partido y que vive de nuestros impuestos. Ahora el PVEM ha activado una nueva campaña de influencers que ya circula en redes sociales. ¿La volverán a dejar correr durante la veda electoral?

Columna completa en El Universal

Andrés Manuel López Obrador es un genio de prometer…e incumplir. No ha cumplido los tiempos para que Dos Bocas refine. Tampoco para que la Mega Farmacia surta medicinas. Mexicana no logra volar. La vacuna Patria nunca estuvo lista. Pero ahora, con los apagones, el presidente López Obrador nos dice que no nos preocupemos. Que en unos meses más vamos a llegar al 60 por ciento de generación de energía eléctrica porque se compraron once plantas a Iberdrola. Y remata con la consigan de que el actual modelo de generación de energía, que ha buscado darle preferencia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se mantendrá.

Andrés Manuel López Obrador es un estatista. Eso es claro. Prometió desde antes de llegar a la presidencia que su gobierno haría de Pemex y la CFE dos empresas productivas y eficientes. Cierra con apagones que denotan el enorme fracaso que ha generado en este sector y en cumplir su promesa.

Podrá decir que es el calor, pero el problema no es que tengamos mayor demanda, sino el déficit en la oferta de energía eléctrica, incluyendo las reservas. Déficit que podría haberse cubierto si no se hubieran privilegiado la ideología de darle a la empresa del Estado prevalencia sobre lo que era mejor en una lógica económica para el país y para los mexicanos.

Primero se decidió cancelar proyectos fundamentales como los de interconexión entre Oaxaca-Centro y Baja California-Sonora. Después se optó por modificar el orden de despacho para producir energía. Contraviniendo la ley, se le dio prioridad al combustóleo y al carbón sobre las energías limpias y renovables como la eólica o la solar. Se pensó que la generación por hidroeléctricas sería una opción limpia y confiable, pero ¡oh sorpresa! entre la sequía y el mal manejos de nuestras presas, esta vía no ha podido dar los megavatios necesarios.

Y en dos áreas en donde CFE tiene monopolio, en transmisión y distribución, simplemente no se ha invertido lo suficiente. Vaya, se ha invertido lo mínimo. En 2019 había en México 110 mil 117 kilómetros en líneas de transmisión. En el 2023 cerramos con 110 mil 559 kilómetros. Esto ha significado un paupérrimo aumento de tan solo el 0.4 por ciento.

Otra falla enorme en la política energética del actual gobierno ha sido el bajo margen de reserva en el Sistema Eléctrico Nacional. En 2019 era del 9 por ciento. El presidente prometió que en su sexenio llegaría al 13 por ciento. Hoy es de tan solo un 3 por ciento. Así que lejos de aumentar este margen de reserva nos fuimos a menos de la mitad de lo que teníamos. Una promesa incumplida más. Una razón adicional para explicar los recientes apagones.

Ahora que el futuro nos alcanzó y que la Comisión Reguladora de Energía ha entrado en crisis, el presidente tiene el descaro de decir que no nos preocupemos. Que en unos meses estará resuelto el problema. La bomba se la está dejando a la próxima presidenta de México.

En un reporte de Bank of America que es bastante amable con el actual gobierno, con una visión optimista a futuro en sectores como el automotriz y de bienes raíces, la piedra en el zapato para nuestro desarrollo la ubica claramente en la política energética. La razón es la incertidumbre en el sector.

Prometió un sector energético moderno y de calidad y nos deja con apagones…y la promesa de que son solo transitorios. Si seguimos con la política energética actual, los apagones llegaron para quedarse, aunque López Obrador prometa lo contrario.

Columna completa en El Universal

En Estados Unidos, los votantes que detestan a ambos candidatos a la presidencia, a Joe Biden y a Donald Trump, les llaman los doble-odiantes. Estos doble-odiantes están creciendo entre el electorado estadounidense principalmente por la caída estrepitosa en la popularidad de Biden. Las mas recientes encuestas apuntan a que representan entre un 16 y un 20 por ciento del electorado. En ese sentido, la actual elección se parece más a la de 2016, cuando un 18 por ciento de los votantes odiaba tanto a Hillary Clinton como a Trump.

Trump sigue siendo hoy tan impopular como cuando terminó su mandato en el 2021. Pero Biden ha pasado de ser un presidente medianamente popular, a ser el más impopular, a pesar de que la economía está en un muy buen lugar y de que su oponente tiene abiertos expedientes legales en su contra que lo deberían tener en la lona.

Pero entre la guerra en Gaza, las preocupaciones con la inflación, el caos en la frontera con México y la evidente edad avanzada, Biden puede muy bien perder la elección de noviembre próximo. Sus posibilidades de ganar dependen en gran medida de qué hagan estos doble-odiantes, en especial los que están en estados como Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Aunque también los de Arizona, Nevada y Georgia. Si estos ciudadanos salen a votar, aunque sea tapándose las narices, ¿a favor de quién se decantarán?

En el 2020, muchos republicanos decidieron votar por Biden ante el horror que les causaba Trump. En esa elección los doble-odiantes apenas eran el 3 por ciento del electorado ¿Ahora qué harán estos electores? Esa es la gran pregunta hacia noviembre en Estados Unidos.

En México también tenemos doble-odiantes. Son votantes que no están contentos con los partidos tradicionales y por ello, entre otras razones, no les gusta Xóchitl Gálvez. Entre las razones para cuestionar a Gálvez está la falta de experiencia. Pero tampoco aprueban cómo ha gobernado Morena y por ello no quieren que Claudia Sheinbaum, quien ha prometido ser el segundo piso de la autodenominada Cuarta Transformación, llegue a la presidencia.

¿Cuánto poder electoral tendrán en sus manos estos doble-odiantes? ¿Saldrán a votar? Si sí ¿por quién lo harán? ¿Quién será vista cómo la menos mala? ¿Qué papel jugará en este segmento Jorge Álvarez Maynez? Son preguntas cuya respuesta puede tener la clave de lo que ocurra en la elección de junio.

Apostilla: El cantante Frank Sinatra decía que no hay mejor venganza que ser exitoso. Andrés Manuel López Obrador no ha optado por ese camino. Ha preferido usar el poder aplastante del Estado, ahora en contra de una investigadora que le es incómoda, simplemente porque le ha puesto los puntos sobre la íes. Mi solidaridad con Ma Amparo Casar.

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Claudia Sheinbaum ¿es o se hace la versión 2.0 de Andrés Manuel López Obrador? Esa es la gran pregunta que genera quien encabeza en este momento las preferencias electorales para convertirse en la próxima presidenta de México cuando ya solo falta un mes para que se lleven a cabo.

En la pregunta queda patente el enigma que representa quien ha estado en campaña extraoficialmente desde hace más de dos años, cuando el presidente comenzó a hablar de sus corcholatas y todos sabíamos que Claudia era la favorita de AMLO.

Y no hay claridad sobre quién es Claudia y qué es lo que quiere hacer realmente de llegar a la presidencia porque hasta ahora hemos visto tres diferentes versiones de ella misma.

La primera versión de Claudia Sheinbaum ha sido la leal escudera de Andrés Manuel López Obrador. La que ha puesto su cercanía y lealtad al hoy presidente por encima de cualquier cosa, incluso de su familia. La que ha enterrado su lado científico para darle prioridad a la ideóloga. Muestra de ello es su respaldo al Tren Maya que ha significado una devastación de la naturaleza y no rendirá beneficios económicos. La que recibió un bastón de mando que es simplemente un bastón, porque no es ella la que está realmente al mando. Basta ver las reformas que envió el presidente para que apruebe un Congreso que solamente coincidirá con López Obrador un mes para darnos cuenta de que él tiene una agenda que va más allá de su sexenio.

La segunda versión de Claudia ha sido la que de pronto levanta la mano para hacer las cosas como ella quiere, aun si esto no se alinea con los deseos o la visión del presidente. Han sido pocas las ocasiones, pero lo vimos primero con su gestión de la pandemia. Cuando López Obrador decía que no necesitaba usar cubrebocas y andaba en las calles besando niños, Claudia Sheinbaum hizo saber a los habitantes de la CDMX que el virus era cosa seria y utilizó cubrebocas. Fue la Claudia que incluso se confrontó con el encargado de gestionar (es un decir) la pandemia, Hugo López Gatell.

La vimos de nueva cuenta siendo la candidata que busca sus propios intereses y no necesariamente alabar a un gran elector, a Andrés Manuel López Obrador, cuando en el primer debate habló más de lo que ella considera sus logros que de lo hecho por el presidente. Esto, al parecer, enfureció a AMLO, pero a Sheinbaum le permitió no meterse en aguas movedizas para defender los indefendibles del actual sexenio ante las preguntas de los moderadores y de la propia Xóchitl. En el segundo debate esta Claudia desapareció y desde los primeros minutos fue rápida en decir que hablaría sobre los logros de López Obrador.

La tercera versión de Claudia ha sido la de la candidata que no pretende salir a ganar votos, más bien quiere administrar su ventaja. La candidata que no da muchas entrevistas y que acude a foros que su equipo se ha asegurado previamente que estén bien controlados. Nada de sorpresas. No quiere que se repita esa escena de morenistas abucheándola cuando estaba buscando ser la elegida en lo que se llamó el ‘corchola-tour’, pero ahora en la campaña general.

Y es precisamente por esta tercera versión de Claudia que no sabemos bien a bien quién es la persona que quiere gobernarnos. Siendo México el país tan presidencialista que es, llama la atención que no sepamos qué versión de Claudia será la que gobernará, si gana la presidencia. Con lo costosas que son las campañas políticas para los contribuyentes, con el tiempo y dinero que se invierte en armar debates, resulta casi insultante que a estas alturas tengamos que preguntarnos ¿Quién es Claudia?

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En el desencuentro diplomático entre México y Ecuador tanto Andrés Manuel López Obrador como Daniel Noboa han obtenido victorias pírricas. Ambos quisieron escalar su enojo pensando en ganar puntos dentro de sus respectivos países. Noboa hacia el referéndum del 21 de abril y AMLO hacia las elecciones de junio para reavivar el fenómeno del patriotismo que los americanos llaman “rally around the flag”.

El primero en violar las leyes internacionales fue el gobierno de México y el presidente López Obrador. Lo hizo al tener en la Embajada de México en Quito a Jorge Glas, quien fuera vicepresidente de Rafael Correa e integrante del gobierno de Lenin Moreno. Glas había sido acusado y sentenciado por los tribunales ecuatorianos por cohecho, malversación de fondos públicos y asociación ilícita. El ex vicepresidente ya había cumplido condena en prisión y estaba en libertad condicional cuando se le acogió como huésped en la sede diplomático de México desde diciembre del 2023.

El gobierno de Noboa, que ha decidido que la lucha en contra del crimen organizado es su mayor bandera, rechazó la solicitud de asilo que hizo el gobierno de México para Glas. Al mantenerlo en la embajada en Quito el gobierno mexicano estaba violando el artículo III de la Convención Sobre Asilo Diplomático (Caracas, 1954) que prohibe el asilo a quienes han sido sentenciados antes tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes sin haber cumplidos las penas respectivas. También violaba el artículo 1o de la Convención Sobre Asilo Político de Montevideo (1933) que dice más o menos lo mismo.

Además, López Obrador claramente provocó a Noboa con sus comentarios en las conferencias mañaneras de la semana pasada en las que lo señaló como el gran beneficiado – y por ello insinuó, el posible autor intelectual – del asesinato del candidato presidencial Villavicencio.

Esto llevó al gobierno de Noboa a pedir el retiro de la Embajadora de México en Quito, Raquel Serur. Para su salida, el gobierno de México quería mandar un avión privado. Al haber varios vuelos comerciales Quito-México el gobierno de Noboa temió que en ese vuelo privado quisieran sacar a Glas al estilo del boliviano Evo Morales. Si eso ocurría, el gobierno de Noboa recibiría un golpe brutal en su principal bandera, que como ya mencioné, es la lucha en contra del crimen organizado y la corrupción.

Esto llevó al asalto a la Embajada de México en Quito. Y ahí Noboa hizo algo que en la historia de las relaciones diplomáticas ha ocurrido muy pocas veces, y en todas ellas han sido episodios muy graves. Me refiero a las ocurridas en la Embajada de Haití en Cuba (1956); la de Ecuador en Cuba (1981); la oficina de la OEA en Nicaragua (2022) y la de EUA en Teherán (1979). Asaltar una embajada es una grave violación de la Convención de Viena (1961). Punto.

Al parecer, el joven presidente de Ecuador, Daniel Noboa, cayó en la trampa de Andrés Manuel López Obrador. Tras el asalto ahora resulta que Glas es una víctima que en estos momentos se encuentra hospitalizado con dudas de si se le intentó matar en prisión. Al gobierno de México lo han salido a respaldar varios gobiernos del mundo, con todo y que López Obrador ha escatimado este tipo de solidaridad. Notablemente en el caso de la invasión de Rusia a Ucrania y de Hamas a Israel.

En ambas ocasiones, López Obrador se escudó en la Doctrina Estrada de la no-intervención de México en asuntos de otros países para no expresar solidaridad a Ucrania ni a Israel. Y ahí viene la gran victoria pírrica de AMLO. Este desencuentro diplomático lo deja ver de cuerpo entero como un político que no es congruente. Un político que a veces apela a la no-intervención pero que cuando se trata de defender posturas o políticos cuestionables, como en el caso Glas, no escatima en su apoyo.

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El combate a la corrupción fue el problema número uno que prometió abatir Andrés Manuel López Obrador. Y el fracaso ha sido tan grande, que esta semana, en la presentación de su plan anticorrupción, hasta su fiel escudera, Claudia Sheinbaum, se vio obligada a reconocerlo.

“La corrupción no es un asunto cultural, como se decía antes. Es un asunto que se generó durante años en gobiernos corruptos donde hubo impunidad. Hoy tenemos un presidente honesto, pero tenemos que avanzar todavía más en que se erradique la corrupción en cualquier lugar donde se encuentre”, dijo la candidata de Morena.

Así que seguimos con corrupción y seguimos con impunidad.

Enrique Peña Nieto fue el que dijo que la corrupción en México podía considerarse hasta un tema cultural. Ya estará en los sociólogos definir si esto es cierto o no. Lo que es evidente es que la fórmula mágica que vendió López Obrador para que México fuera otro país, uno mejor, simplemente no funcionó.

AMLO prometió que con acabar con la corrupción se tendría dinero suficiente para cubrir las necesidades del país para hacerlo uno mucho mejor. Y que para acabar con la corrupción simplemente había que barrer las escaleras de arriba para abajo. Es decir, que con que el presidente no fuera corrupto, se acabaría con la corrupción.

Cinco años después, la lista de corruptelas en este gobierno es larga, como también la cifra de lo defraudado a los mexicanos. La impunidad ha permanecido aunque se le ha agregado el componente de disfrazar de justicia lo que es meramente venganza.

Por ejemplo, lejos de haber señalado y procedido contra la corrupción que se dijo que había en el proyecto del NAIM (el aeropuerto en Texcoco) como razón para su cancelación, se prefirió encarcelar a una enemiga política del presidente, a Rosario Robles, y se hizo utilizando una licencia falsa. Nada se ha hecho en el mayor desfalco del sexenio, el ocurrido en Segalmex, bajo la batuta del amigo del presidente, Ignacio Ovalle.

Cuando habla Sheinbaum de gobiernos corruptos del pasado ¿con qué autoridad moral lo dice? Si, es vergonzoso pensar en los negocios de los hijos de Martha Sahagún, pero más lamentable es ver que seguimos igual, veinte años después, solo que ahora viendo los negocios y las frivolidades de los hijos del actual presidente.

En su plan habla de reforzar la política de contrataciones gubernamentales mediante licitación pública. Esto es un viraje 180o de lo que hemos visto en el gobierno de López Obrador. Primero, porque han sido reacios (por usar una palabra amable) a la transparencia que exige el INAI. Tan es así que buscan desaparecerlo. Y segundo, en lo que va del sexenio, la opacidad en la entrega de contratos gubernamentales ha llegado al extremo de declarar obras de seguridad nacional El Tren Maya, El corredor del Itsmo y el aeropuerto de Tulum, entre otros. Así, AMLO ha evitado transparencia en los contratos y gastos de estas obras. Lo mismo que hizo cuando fue Jefe de Gobierno y clasificó los documentos sobre los costos de la construcción de los segundos pisos en la CDMX.

Cuando se le ha cuestionado sobre esta opacidad, López Obrador se justifica con el clásico de que “nosotros somos distintos; somos honestos”. Esa honestidad de la que presume el presidente ha sido insuficiente para combatir la corrupción. Su receta de que barriendo las escaleras de arriba abajo se acaba con la corrupción no ha funcionado. Tan es así que la aspirante a sucederlo ha tenido que admitir que en materia de corrupción hay una tarea pendiente, si es que ella llega a ganar en junio.

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Arturo Zaldívar, exministro Presidente de la Suprema Corte, no deja de sorprender.

En 2009, el entonces presidente Felipe Calderón propuso a Zaldívar en una terna para convertirse en ministro de la SCJN por 15 años a recomendación de su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, para ocupar la vacante que dejaba la salida del ministro Genaro Góngora Pimentel.

Como ministro arrancó marcando su independencia sobre el presidente que lo propuso para integrarse a la Suprema Corte primero con el caso de la liberación de Florence Cassez, por la violación al debido proceso como un derecho humano que todas las autoridades deben respetar.

Después, por el caso del incendio de la Guardería ABC. En de junio de 2009, 49 niños murieron y varios más quedaron heridos en esa guardería. Zaldívar propuso a la SCJN que al titular del IMSS y amigo cercano del presidente, Juan Molinar Orcasitas, se le atribuyera la responsabilidad de esa tragedia. Su fallo habló de un desorden en la operación y supervisión del servicio de guarderías.

Me brinco ahora a la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia. Ahí Zaldívar dio un giro de 180 grados. A diferencia de lo que se vio en el sexenio de Calderón, como ministro Presidente de la Corte siempre se mostró cercano al poder ejecutivo. Tan cercano, que López Obrador quiso hacer una maroma jurídica a la que Zaldívar se prestó para que su mandato como presidente de la SCJN se extendiera. Fue el famoso artículo 13 transitorio, o la #LeyZaldivar, que al final no prosperó.

El mandato de Zaldívar debía terminar el 31 de diciembre del 2024 y al declararse inconstitucional ese 13 transitorio, se sostuvo el periodo constitucional de 15 años. Sin embargo, vino la renuncia anticipada. En noviembre del año pasado Zaldívar decidió que no quería concluir su mandato en la Corte y mejor se integró a la campaña de Claudia Sheinbaum.

Así Zalívar brincó de ser un jurista a ser un político. Entre sus acciones en este mundo de la política, Zaldívar ha usado su espacio como comentarista en el noticiero de las mañanas con Ciro Gómez Leyva para defender y promover a Claudia Sheinbaum. Ayer no fue la excepción.

Al hablar sobre el primer debate presidencial que está programado para el 7 de abril, Ciro cuestionó a Zaldívar por qué quieren bajar a uno de los moderadores aprobados por el INE, a Manuel López San Martín.

Zaldívar señaló a López San Martín de no ser imparcial. Sin entrar en detalle de como Morena se niega a que sus candidatos realmente debatan, Zaldívar me sorprendió cuando se refirió a mi desempeño como moderadora del debate en el Estado de México.

Dijo Zaldívar  “Me parece que el comportamiento de Ana Paula, a quien le tengo mucho aprecio y respeto, en ese debate no fue imparcial”. Con este comentario Zaldívar muestra su desdén por el sistema jurídico mexicano.

Dos instancias fallaron por unanimidad la inexistencia de la infracción que demandó Morena en mi contra por considerar que fui parcial como moderadora de ese debate. Primero el Tribunal Electoral del Estado de México y después el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Inexistencia quiere decir, y Zaldívar bien lo sabe, no solo que quedé absuelta del delito sino que fue una acusación sin fundamento. La inexistencia es equiparable a la nulidad de pleno derecho, pues tiene sus mismos efectos: carencia de consecuencias jurídicas.

¿Cómo puede un exministro que además presidó la Corte, desdeñar así a las instancias judiciales? Me volvió a sorprender Arturo Zaldívar, a quien yo también aprecio y respeto.

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Tras el primer debate entre los candidatos a la Jefatura de Gobierno de la CDMX hubo quien vio a Clara Brugada, la candidata de Morena-PT-PVEM, como la ganadora. No por su espectacular desempeño frente a Santiago Taboada, candidato del PAN-PRI-PRD, y de Salomón Chertorivski, de MC. Más bien porque al ser la puntera y no haber recibido un nocaut durante los 90 minutos del encuentro, pues la conclusión de algunos fue que Brugada ganó.

Pero en los debates no solamente se gana durante los minutos que dura el encuentro. En especial con el formato de debates que tenemos en México. No son debates. No vemos a los candidatos teniendo que responder a las preguntas de los moderadores. Por el contrario. En el colmo de los colmos, a lo largo del debate los moderadores les preguntaban a los candidatos si querían responderles sus preguntas. Tampoco tienen que responder a los cuestionamientos que se hacen entre ellos. Son monólogos en los que ofrecen el oro y el moro y no tienen nada que perder.

Ya sabemos que prometer no empobrece pero en el caso de las campañas políticas en México, prometer es justo el juego de los candidatos. Podrían decir que si ganan van a hacer que lluevan chispas de chocolate sin que tengan que responder ¿cómo le vas a hacer? O ¿cómo lo vas a pagar?

Dado el esquema tan pobre de los debates, es muy difícil realmente que alguno de los candidatos cometa un nocaut. Es justo por ese miedo de los contendientes a que les saquen sus trapitos al sol o a que cometan un error que se han empeñado a un formato acartonado y aburrido.

Por ello, el post debate se vuelve interesante. Y en el caso del Debate Chilango la que ha tenido que salir a defenderse ha sido precisamente Brugada. En el encuentro del domingo, Taboada le señaló un inmueble que compró en $330 pesos y que encima de todo no lo declaró. Por el formato, después de que Taboada habló de este inmueble de Brugada el tema ya no se volvió a tocar. Los moderadores pasaron al siguiente tema y Brugada feliz de dejarlo ahí.

Pero ha sido en el post debate cuando la candidata de Morena ha salido a admitir que sí hay tal inmueble y que hubo un error ya que consignó primero solamente el costo de la escrituración de la propiedad en lugar del costo del inmueble y por ello aparece como que le costó $330 pesos. La explicación es mala ya que tampoco es creíble que escriturar un inmueble cueste trescientos pesos.

La periodista Laura Bruges publicó un hilo con información adicional sobre esta compra de Clara. La propiedad fue inscrita ante el Registro Público de la Propiedad del entonces DF en octubre de 1993 por la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (CORETT), hoy Instituto Nacional del Suelo Sustentable, dependiente de la SEDATU. Brugada adquirió este inmueble a precio de ganga a través de una compraventa el 29 de junio de 1994, y la vendedora fue la misma Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra. Ante tantas irregularidades, se explica porque Clara no declaró su compra.

En el debate Brugada cerró su participación preguntando ¿qué prefieres honestidad o corrupción? Como si el tema de la propiedad de $330 pesos y los señalamientos de malversación de fondos en su programa estrella como alcaldesa de Iztapalapa, las utopías, no se hubieran mencionado unos minutos antes.

Se mencionaron y se presentaron pruebas, pero con un formato acartonado como el que tenemos para nuestros debates, la información ha trascendido poco. Ya estará en Taboada aprovechar o dejar pasar estas irregularidades en el post-debate.

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El presidente Andrés Manuel López Obrador pasó de ser un activista social a un presidente empresario. Desde que llegó a Palacio Nacional no ha hecho más que querer jugar a emprender con el dinero de la hacienda pública.

Arrancó cancelando el aeropuerto de Texcoco y en su lugar decidió que se construyera el AIFA. Este primer acto del presidente empresario ha costado 417 mil millones de pesos. 332 mil millones por la cancelación y 85 mil millones de pesos por la construcción del AIFA.

De ahí, el presidente empresario anunció que construiría una refinería en su estado, en Tabasco, la Olmeca o Dos Bocas. La licitó y como ninguna de las propuestas se ajustaba a su austeridad republicana, decidió que con el dinero del erario alcanzaría perfectamente para este proyecto ambicioso e inútil. El mundo se está moviendo hacia las energías renovables y México no es bueno para refinar porque nuestro petróleo es demasiado pesado y nuestras refinerías carecen de la maquinaria para procesarlo. Eso no importó. En lugar de modernizar las 6 refinerías de nuestro Sistema Nacional de Refinación, López Obrador decidió que se construiría una nueva a un costo para la hacienda pública de 8 mil millones de dólares. Ya vamos en 20 mil millones y la refinería no refina. El saldo de este negocio es negativo con el agregado de que cada lluvia, la refinería se inunda.

A la par anunció que para desarrollar el sureste mexicano se debía de construir un tren. El Tren Maya tenía un costo inicial de 156 mil millones de pesos. El costo estimado a noviembre del 2023 era de 511 mil 200 millones de pesos. La cifra es del IMCO ya que no hay información disponible en Cartera de Inversión o la página de transparencia del proyecto. Encima de ser un ecocidio múltiple, por haber implicado la tala y deforestación de miles de hectáreas -6 mil 659 según la organización CartoCrítica – y porque está construido sobre cuevas y cenotes, no hay transparencia sobre su costo ya que el presidente lo declaró obra de seguridad nacional. El cálculo lo hace el IMCO con base en el presupuesto asignado al tren desde el 2020. Tampoco hay transparencia sobre qué se hizo con la madera de los árboles talados.

Hoy el Tren Maya, que sigue inconcluso a pesar de haber sido inaugurado ya dos veces, ha tenido que suspender su servicio por distintas fallas. Desde retrasos no menores hasta problemas con el funcionamiento del aire acondicionado. Desde el 16 de diciembre que arrancó operaciones hasta la semana pasada ha transportado, según la página del Tren, a poco más de 50 mil pasajeros. Con un costo de $957.50 pesos el boleto en cabina turista para pasajeros mexicanos, estamos hablando de que en tres meses ha vendido aproximadamente 50 millones de pesos. Ya nada más faltan 463 mil 300 millones de pesos por recuperar, sin tomar en cuenta los costos de operación del Tren.

A estos tres negocios que ha emprendido el presidente López Obrador con el dinero de los mexicanos hay que agregar la mega farmacia, con la cual se pretendía acabar con el desabasto de medicinas. Hoy, de acuerdo con el reportaje de Nayeli Roldan para Animal Político No fuimos Dinamarca, esta megafarmacia no solamente no ha resuelto el desabasto, además se gasta 29 por ciento más de lo que se gastó el sexenio pasado, aunque se compran menos medicinas.

También está la adquisición de Mexicana de Aviación que simplemente no logra despegar; el proyecto turístico de Islas Marías, que no logra atraer turistas; y la compra de las plantas de Iberdrola, que no agregan un solo megawatt adicional de generación eléctrica pero hubo que pagar 6 mil 200 millones de dólares por ellas.

Por si todo esto no fuera suficiente para el presidente que juega a ser empresario, ahora anuncia que saldrá comprar el aeropuerto de Toluca. Veamos si en el cierre de su sexenio logra hacer que alguno de sus múltiples negocios sea redituable para los mexicanos. De lo contrario, esta austeridad nos habrá salido carísima.

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