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Claudia Sheinbaum ha dicho que su gobierno busca promover el uso energías limpias como una forma de abastecer la demanda nacional de energía; de promover la competitividad de la región y para aprovechar el nearshoring.

Esta semana, durante su conferencia mañanera, Sheinbaum habló de las energías limpias y de las inversiones que promoverá su gobierno en éstas, aunque les puso un pero.

“¿Qué problema tienen las fuentes renovables?” preguntó en su conferencia Sheinbaum. Y ella misma se respondió: “Que no siempre están funcionando. Como es solar, entonces cuando hay sol generan, cuando no hay sol no generan, la eólica qué problema tiene, cuando hay aire genera, cuando no hay aire no genera, entonces les llaman intermitentes. Pero el sistema eléctrico debe recibir una energía constante porque si no, estas intermitencias generan problemas incluso técnicos […] Entre las reglas que se están planteando es que debes tener bancos de baterías, tienes que tener un sistema que garantice que el voltaje va a ser constante, o sea reglas técnicas”.

Platicando con expertos en materia energética, entre ellos Gonzalo Monroy para mi podcast Broojula, se entiende que existen dos preocupaciones en el sector privado por las implicaciones en las inversiones que pueden tener dos conceptos del Plan de Energía de Sheinbaum. La primer preocupación tiene es el techo que se les pone a sus inversiones. Cuando la presidente dice que la CFE producirá el 54 por ciento de la energía y los privados pueden llegar hasta el 46 por ciento, le pone un límite que los hace dependientes de la productividad o improductividad de la CFE. El crecimiento de ese 46 por ciento depende de que la CFE sea eficiente o no y con ello crezca o contraiga su 54 por ciento.

La segunda preocupación tiene que ver con el requerimiento de que los privados absorban los costos  exorbitantemente elevados de invertir en bancos de baterías para hacerle frente a las intermitencias.

Existe otra alternativa para lidiar con las intermitencias que puede funcionar como una transición hacia las energías limpias y que no requieren el tiempo y el costo inmediato y aún así asegura el abasto energético que México necesita.

Me refiero al uso de gas natural. Éste es clave como energía de transición en el objetivo de reducir las emisiones de producir energía con combustóleo o carbón, como ocurre actualmente, al tiempo que satisface la creciente demanda de energía sin tener que esperar a que se invierta y ponga en marcha un parque eólico o solar. El gas natural sirve tanto para darle luz a quienes hoy no tienen energía confiable como atraer inversiones. Es un insumo que tenemos posibilidad de importar de Estados Unidos a un costo muy económico.

Hace unas semanas Microsoft anunció una inversión de mil trescientos millones de dólares para la construcción de un data center en Querétaro. Antes, Amazon Web Services anunció una inversión de cinco mil trescientos millones de dólares para su propio centro de datos. El reto que tiene México ahora es generar la enorme cantidad de energía necesaria para este tipo de infraestructura y otras oportunidades que presenta el nearshoring.

En México tenemos un trilema en materia energética: no tenemos energía suficiente, sustentable y asequible para ser lo atractivos que debiéramos para las inversiones y para tener un nivel de vida acorde al siglo XXI. Reactivar la generación tras un sexenio perdido en el que se frenaron las inversiones en energías limpias tomará tiempo. Y ahí me parece que vale la pena voltear a ver al gas natural como puente hacia las energías limpias.

 

Columna publicada en El Universal

Andrés Manuel López Obrador es un genio de prometer…e incumplir. No ha cumplido los tiempos para que Dos Bocas refine. Tampoco para que la Mega Farmacia surta medicinas. Mexicana no logra volar. La vacuna Patria nunca estuvo lista. Pero ahora, con los apagones, el presidente López Obrador nos dice que no nos preocupemos. Que en unos meses más vamos a llegar al 60 por ciento de generación de energía eléctrica porque se compraron once plantas a Iberdrola. Y remata con la consigan de que el actual modelo de generación de energía, que ha buscado darle preferencia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se mantendrá.

Andrés Manuel López Obrador es un estatista. Eso es claro. Prometió desde antes de llegar a la presidencia que su gobierno haría de Pemex y la CFE dos empresas productivas y eficientes. Cierra con apagones que denotan el enorme fracaso que ha generado en este sector y en cumplir su promesa.

Podrá decir que es el calor, pero el problema no es que tengamos mayor demanda, sino el déficit en la oferta de energía eléctrica, incluyendo las reservas. Déficit que podría haberse cubierto si no se hubieran privilegiado la ideología de darle a la empresa del Estado prevalencia sobre lo que era mejor en una lógica económica para el país y para los mexicanos.

Primero se decidió cancelar proyectos fundamentales como los de interconexión entre Oaxaca-Centro y Baja California-Sonora. Después se optó por modificar el orden de despacho para producir energía. Contraviniendo la ley, se le dio prioridad al combustóleo y al carbón sobre las energías limpias y renovables como la eólica o la solar. Se pensó que la generación por hidroeléctricas sería una opción limpia y confiable, pero ¡oh sorpresa! entre la sequía y el mal manejos de nuestras presas, esta vía no ha podido dar los megavatios necesarios.

Y en dos áreas en donde CFE tiene monopolio, en transmisión y distribución, simplemente no se ha invertido lo suficiente. Vaya, se ha invertido lo mínimo. En 2019 había en México 110 mil 117 kilómetros en líneas de transmisión. En el 2023 cerramos con 110 mil 559 kilómetros. Esto ha significado un paupérrimo aumento de tan solo el 0.4 por ciento.

Otra falla enorme en la política energética del actual gobierno ha sido el bajo margen de reserva en el Sistema Eléctrico Nacional. En 2019 era del 9 por ciento. El presidente prometió que en su sexenio llegaría al 13 por ciento. Hoy es de tan solo un 3 por ciento. Así que lejos de aumentar este margen de reserva nos fuimos a menos de la mitad de lo que teníamos. Una promesa incumplida más. Una razón adicional para explicar los recientes apagones.

Ahora que el futuro nos alcanzó y que la Comisión Reguladora de Energía ha entrado en crisis, el presidente tiene el descaro de decir que no nos preocupemos. Que en unos meses estará resuelto el problema. La bomba se la está dejando a la próxima presidenta de México.

En un reporte de Bank of America que es bastante amable con el actual gobierno, con una visión optimista a futuro en sectores como el automotriz y de bienes raíces, la piedra en el zapato para nuestro desarrollo la ubica claramente en la política energética. La razón es la incertidumbre en el sector.

Prometió un sector energético moderno y de calidad y nos deja con apagones…y la promesa de que son solo transitorios. Si seguimos con la política energética actual, los apagones llegaron para quedarse, aunque López Obrador prometa lo contrario.

Columna completa en El Universal

John Kerry, el encargado de La Casa Blanca para asuntos del clima, visitó al presidente López Obrador ayer y dijo que está convencido de que México abrirá las puertas a la inversión privada en el sector energético.

“El presidente ha sido muy claro, la decisión es tratar de facilitar que esas compañías [las estadounidenses del sector energético] sean capaces de avanzar para hacer negocios y además enviar un mensaje de que el sector privado podrá formar parte de muchas maneras para invertir.”

Esto ocurre cuando hay un serio problema en el funcionamiento de la Comisión Reguladora de Energía, la CRE, que es un árbitro disfuncional y es completamente parcial. Es como si en un partido de soccer, pongamos el Atlas contra Pachuca, el árbitro hubiese sido impuesto por el Atlas y anunciara que su silbato tiene fallas y casualmente solo funciona cuando tiene que marcarle faltas al Pachuca. Además, es un árbitro que no está de acuerdo con las reglas de la Federación Mexicana de Fútbol y por ello decide que le da igual y va a aplicar sus propias reglas.

La CRE está actuando como si trabajara para CFE y Pemex, obligando a los consumidores a comprarles a estas dos empresas en lugar de impulsar la competencia para lograr el principal objetivo: la generación de energía limpia y a los mejores precios.

¿Qué es lo que preocupa en el sector energético actualmente?

Primero, que la CRE no respeta el orden en el que se solicitan permisos para nuevas inversiones o nuevos negocios. El principio jurídico de primero en hecho, primero en derecho, la CRE se lo pasa por el arco del triunfo. Si la CFE o Pemex solicitan algún permiso, por ejemplo para poner una gasolinera, la CRE le resolverá y dará esa autorización antes que los permisos solicitados a privados aunque estén primero en ‘la fila’.

Segundo, cuando hay un fallo del poder judicial, permite que CFE y/o Pemex no acaten la orden, no la respeten. Para ello usa hasta el COVID de excusa. Las oficinas de la CRE siguen prácticamente cerradas con la excusa de la pandemia para que no cuenten los días que transcurren de un fallo jurídico.

Además, la CRE se ha dedicado a negar permisos de generación de energía en el centro del país con la excusa de que no hay capacidad de transmisión. Increíble que sea así cuando la regulación de la transmisión es del CENACE y no de la CRE, pero negando permisos garantiza que la CFE sea la única que genere electricidad en la zona centro, en su refinería en Tula que puede utilizar el combustóleo sucio y caro que genera Pemex y que no tiene a donde más enviarlo.

Para sumarle a lo anterior está el director de la CFE, Manuel Bartlett, que busca acabar con la figura del autoabasto. Ante ello, las empresas que presentan sus documentos para mudarse al mercado eléctrico se topan con que sus permisos de modificación son negados y así se quedan en el limbo, sin poder operar.

Todas estas acciones de la CRE suceden porque el presidente López Obrador está empeñado en que la CFE y Pemex pueden solas. Es un tema ideológico que nos está costando billones de dólares en pérdida de inversiones y generará precios más altos de energéticos y limitará el crecimiento y la competitividad del país. El presidente no cambió de opinión ayer que vio a Kerry y le dijo que se respetarán las inversiones estadounidenses en el sector. Simplemente le dio atole con el dedo.

Apostilla: En la mañanera del lunes, el presidente criticó a Gabriel Contreras por haber pasado de estar al frente del Instituto Federal de Telecomunicaciones a un cargo directivo en AT&T. “No es ilegal, pero es inmoral”, dijo. ¿Cuál es la diferencia entre esta inmoralidad y que, por ejemplo, José Alberto Celestinos Isaacs, quien salió de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y de ahí se fue a la Sener? Celestinos pasó de regulador a un regulado, sin que eso le pareciera “inmoral” al presidente.

Columna completa en El Universal

Blanco o negro. El presidente parece ver solo esos dos colores. Lo demuestra en varias ocasiones, la más reciente tiene que ver con la industria eléctrica al comparar lo que ocurrió en Texas, cuando casi todo el estado se quedó sin suministro de energía eléctrica, con el apagón en gran parte de México.

“La crisis en el estado de Texas dejó dos grandes lecciones a los mexicanos: es indispensable la rectoría del Estado en materia energética y no apostar al uso de un solo combustible en la producción de electricidad. No podemos poner todos los huevos en una sola canasta para generarla”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La rectoría del Estado es blanco; la industria en manos de muchos – particulares y empresa estatal competitiva – es negro. Y así, con ese sencillo diagnóstico, AMLO piensa que México enfrentó mejor el problema de desabasto y que vamos por buen camino con la Ley de la Industria Eléctrica que fortalecerá más a la CFE. Como la CFE pudo reactivar el suministro mediante el uso de combustóleo y carbón, México tiene un mejor sistema eléctrico que Texas.

Blanco o negro: en manos de particulares o en manos del Estado. Así ve el presidente las alternativas en materia de energía.

El problema en Texas no es que tenga un sistema eléctrico en manos de muchos particulares. El problema en realidad es doble. Por una parte prácticamente no hay regulación. Las compañías no tienen que mantener reservas ni invertir en insular sus instalaciones para soportar los climas extremos si no lo quieren hacer. Y por la otra, el Estado pensó que al tener la demanda y oferta suficiente para autoabastecerse, no necesitaba estar conectado con otra red eléctrica. Al aumentar la demanda exponencialmente por el clima tan frío – algo que no ocurría hace 35 años – y al no tener instalaciones preparadas ni para el exceso de demanda ni para el clima extremo, el sistema entero colapsó. Tanto instalaciones de energía solar; eólica; nucleares; de carbón y de gas. Todas. Y no tuvo posibilidad de conectarse y abastecerse de las redes eléctricas de otros estados.

Paul Krugman recuerda en su columna de esta semana en el New York Times como el arquitecto de la red eléctrica de Texas, el profesor de Harvard, William Hogan, pronosticó que el mercado sería el encargado de que las empresas se regularan solas.

Pues el profesor Hogan estuvo equivocado. Lo que tiene que hacer Texas ahora es pensar en conectar su red eléctrica a otras fuentes además de a la actual, ERCOT, como lo hacen el resto de los estados de la Unión Americana. Además tiene que implementar regulaciones que aseguren las reservas y la inversión en las instalaciones para momentos de crisis.

Ese mismo reto lo tiene también México. Creer que fortalecer a la CFE va a ser la solución es un error monumental. Lo que hará es volvernos más vulnerables porque los monopolios estatales no tienen incentivos para auto regularse. Es además poner todos los huevos en una canasta, la de la compañía estatal, justo lo que dice el presidente que debemos evitar como lección de lo ocurrido en Texas.

Apostilla: Los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación respecto a irregularidades por más de 67 mil millones de pesos en el 2019 es lamentable, no por lo que muestran, sino por lo muy poco que se puede hacer con estos señalamientos. La ASF no tiene dientes. No los tenía antes y ahora que claudica ante la mínima presión presidencial, menos.

Columna completa en El Universal

Estás con la industria nacional o con los extranjeros. Este es el nuevo falso dilema en el que ha colocado a México el presidente López Obrador. Uno más de entre los falsos dilemas: conmigo o con los corruptos; con la 4T o con Peña Nieto; con la transformación o con el saqueo.

Con su propuesta de Ley de la Industria Eléctrica que ha ordenado a los diputados que aprueben sin modificarle ni una sola coma, el presidente ahora coloca a quienes apoyan esta iniciativa como los preocupados por salvar a la CFE y a quienes la critican como los vende patrias que se inquietan más por las empresas extranjeras que vinieron a saquear a México.

Pero el verdadero dilema en la iniciativa energética del presidente es si se quiere a un México moderno y en crecimiento o uno estancado y con apagones. Así de sencillo. Para que México crezca, necesita más electricidad. Y si crece México, crecerá la demanda de electricidad. Es un círculo virtuoso y hoy la CFE no se está preparando para esto.

Estamos ya en el tercer año de gobierno y la CFE no tiene un solo plan para cubrir la creciente demanda de electricidad. Una demanda que viene del desarrollo. No es lo mismo vivir en los 80s cuando una casa tenía un televisor y un refrigerador conectados a la luz que actualmente cuando además cada integrante de la casa tiene, cuando menos un teléfono móvil que conectar.

La CFE sabe que la demanda viene subiendo. Ya en 2019 la situación de demanda creciente sobre el margen de reserva de la empresa era preocupante. Había apenas un 6 por ciento de margen de reserva. En el 2020, con la pandemia y los confinamientos, la situación dejó de ser tan crítica porque al frenar la industria, cayó la demanda. Esto sí le vino como anillo al dedo a Manuel Bartlett. El año pasado el margen de reserva aumentó para llegar a un 16 por ciento. Pero con la reactivación económica, la demanda está volviendo a crecer y el margen de reserva se verá presionado muy rápido.

Un experto en el sector me comentaba que si la situación permanece como estamos, si la CFE no se arranca con la construcción e inversión en la Red Nacional de Transmisión, que actualmente está sostenida por alfileres, para el año 2023 tendremos apagones recurrentes.

La CFE necesita invertir; necesita construir para poder abastecer la creciente demanda de electricidad. Y ante este panorama que pone en aprietos el flujo de la CFE, encima se ahuyenta las inversiones privadas, tanto nacionales como extranjeras. Pero no solo eso. También se quiere modificar el orden de despacho de energías. Esto es algo que ya se ha dicho hasta el cansancio. De aprobarse la iniciativa presidencial se utilizarían primero energías más caras y sucias y después las limpias, renovables y más económicas. Para poder cubrir con este nuevo orden de despacho solo hay dos opciones: o se incurre en un déficit presupuestal o se tendrían que aumentar los precios de la energía.

Pero AMLO ha dicho que ni va a endeudar más el país ni van a subir los precios de la electricidad.

La iniciativa de Ley que el presidente envió a la Cámara de Diputados ordenando a que los legisladores aprueben sin moverle una sola coma es un sinsentido en donde además, el presidente vuelve a colocar al país en un nuevo falso dilema: buenos o malos; apoyas a la industria nacional o a los voraces extranjeros.

El dilema verdadero es: ¿un México en crecimiento o un México rezagado y con apagones?

 

Columna completa en El Universal

La buena noticia en el arreglo que anunciaron los empresarios y la Comisión Federal de Electricidad en el diferendo sobre los contratos de cinco de los siete gasoductos en conflicto es que se logró un acuerdo ganar-ganar.

Ganaron todos porque se evitó ir a un arbitraje internacional que sería costoso no solamente en términos monetarios, también de imagen para México como un país en el que los acuerdos no siempre se respetan, depende de quien esté en el gobierno.

Ganaron gobierno y empresas porque lograron mejorar a la baja las tarifas que le pagará la CFE a las empresas que construyeron los gasoductos, pero se extendió el periodo de los contratos. Así no se altera el valor del proyecto. En lugar de pagar una tarifa menor al principio y que fuera creciendo con el paso de los años para tomar en cuenta variables como la inflación, se acordó una tarifa constante, pero de mayor duración. Los contratos pasaron de ser de 20-25 años a 30-35 años.

Sigue pendiente saber qué va a ocurrir con los dos gasoductos de la empresa Fermaca (Villa de Reyes-Aguascalientes-Guadalajara y La Laguna-Aguascalientes). Fermaca se encuentra en un escenario distinto al que tienen los otros cinco gasoductos en cuestión y que construyeron IEnova, TC Energy y Carso. En el caso de éstas últimas empresas el capital para el gasoducto provino en parte de las propias empresas. Los dos gasoductos de Fermaca se hicieron con capital prestado y cualquier cambio a los contratos se debe hacer tomando en cuenta la postura de los bancos, es decir, el proceso de renegociación es más tardado.

La otra buena noticia es que los gasoductos se los quedan los privados. El presidente Andrés Manuel López Obrador estaba convencido de que el hecho de que los privados se quedaran con el gasoducto al concluir el periodo del contrato era un robo a México. Ahí el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelí, pudo explicarle al presidente López Obrador que lo que él pretendía era como pensar que si una persona renta un departamento por diez años, al final de la década el departamento pasa a ser de quien rentó el inmueble. Obvio no. El presidente entendió.

Fue justo la participación del presidente AMLO la que logró destrabar las negociaciones. Que pasaran de una discusión ideológica a una discusión en términos comerciales. Esto es una gran noticia que demuestra que si bien el presidente puede ser terco, como él mismo lo dice en varias mañaneras, a veces también puede escuchar y cambiar de opinión.

La mala noticia es que el titular de la CFE sigue siendo Manuel Bartlett. Él claramente no cree en los acuerdos público-privados en el sector energético. Añora los años en que México era

autosuficiente en producción de energía y no requería de particulares para proveer a la paraestatal. En esta nostalgia no toma en cuenta que, de entrada, la demanda por electricidad ha crecido exponencialmente en el mundo y México no es la excepción. Solamente tomando el consumo privado como ejemplo, no es lo mismo tener que conectar el despertador y unas cuántas lámparas, como hacíamos en los 80s, a todos los aparatos eléctricos que requieren conexión eléctrica ahora, desde el teléfono, las tabletas, computadoras y un largo etcétera.

Además, Bartlett, quien estudió en los años 60 Derecho Público en la Escuela de Derecho de la Universidad de París, creció con la idea de que el modelo energético francés de la otrora empresa cien por ciento estatal, Électricité de France (EDF), es el correcto.

Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se decidió promover la creación de 24 gasoductos por parte de empresas privadas para que proveyeran a la CFE de gas natural para generar energía eléctrica por dos razones.

La primera es que el único proveedor de gas natural para la CFE hasta ese momento era Pemex, pero entre los varios problemas de la empresa y ante la caída en la extracción de crudo, la producción de gas natural también presentó una caída sostenida desde 2009, lo que comenzó a generar un problema de desabasto para la CFE.

La segunda es que la CFE no tenía el capital suficiente para construir los gasoductos, pero sabía que mediante inversión privada la generación de energía no solamente se garantizaría, además sería más barata que las dos alternativas: utilizar combustóleo, que sale cuatro veces más caro para la CFE, o diésel, que sale seis veces más caro.

De esos 24 gasoductos 17 ya están operando, proveyendo de gas natural a la CFE, en un esquema que es el que ha seguido no solo México, sino gran parte del mundo, para bajar los precios de la electricidad y, en los casos más exitosos, como en Francia y la empresa Engie, utilizar energías renovables.

A la fecha entonces quedan 7 gasoductos por comenzar operaciones. Tres de ellos están cerca de concluir sus obras. El primero es el gasoducto La Laguna-Aguascalientes cuya licitación ganó la empresa Fermaca en 2016 y tendría que haber comenzado a operar en enero del 2018. Trae sin duda un retraso que, por alguna razón no le interesó mencionar al presidente López Obrador en la mañanera del lunes pasado. De las 4 empresas que tienen los contratos por estos 7 gasoductos, a Fermaca no se le mencionó. Solamente a Grupo Carso; IEnova y Transcanada.

En situación similar están el gasoducto Samalayuca-Sásabe de Grupo Carso y el gasoducto Marino de IEnova y Transcanada. Este gasoducto transportará gas natural del sur de Texas a Tuxpan. Se está construyendo en el mar, de ahí su nombre, para evitar los sabotajes que han sufrido los otros cuatro gasoductos que aun no pueden surtir de gas natural a la CFE, pero que aun así están recibiendo los pagos acordados bajo contrato.

La condición contractual es que, una vez inicien operaciones y concluido el contrato establecido, las empresas involucradas sigan proveyendo del gas natural a la CFE que ya les pagó mientras el ducto no puedo operar.

Es decir, el dineral que dijo el presidente López Obrador que la CFE le está pagando a IEnova y Transcanada, lo está pagando porque el estado es responsable de liberar los gasoductos de quienes los sabotean o se amparan por conflictos en las zonas por las que atraviesan los ductos. No es, por lo tanto, dinero tirado a la basura. Será recompensado a la CFE una vez concluya el plazo de los contratos con los privados.

 

Columna completa en El Universal