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Cierre

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En su libro Los ingenieros del caos, Giuliano Da Empoli abre con una cita de Woody Allen: “Los malos saben algo que los buenos claramente desconocen”. Hoy me parece que esta frase describe perfectamente lo que acaba de suceder en Washington con el cierre del gobierno de Estados Unidos y la capitulación de los demócratas para reabrirlo a cambio de…NADA.

Tras 41 días dolorosos para muchos ciudadanos por el cierre del gobierno federal, el Senado estadounidense aprobó una resolución para reabrir con el voto decisivo de ocho senadores demócratas que rompieron filas y votaron con los republicanos. ¿Por qué avalaron tal retirada política sin negociar mantener la extensión de subsidios sanitarios del Affordable Care Act (Obamacare) que fue el motivo por el cual se cerró el gobierno?

En un momento en que los republicanos acababan de sufrir un fuerte golpe electoral el 4 de noviembre que incluso llevó a Trump a admitir que los malos resultados de su partido se debían al shutdown, los demócratas doblaron las manos.

El cierre provocó despidos de trabajadores, recortes de servicios, caos en aeropuertos por escasez de controladores que llevó a la cancelación de miles de vuelos y un golpe reputacional para Trump que empezó a erosionar la imagen del Presidente. En el índice RealClearPolitics, que aglutina las principales encuestas políticas, solo un 32 por ciento de los estadounidenses siente que el país va por buen camino. Y la aprobación de Trump bajó a los suelos para colocarse por primera vez hasta un 42 por ciento, con la desaprobación del 54 por ciento. Por primera vez parecía que el teflón de Trump sufría un buen raspón.

Y es que mientras millones de estadounidenses sufrían el cierre y sus consecuencias, como la falta de ayuda alimentaria o los vuelos cancelados, Trump se dedicaba a remodelar La Casa Blanca con un salón de baile de cientos de millones de dólares y a pasársela en la frivolidad en Mar‑a‑Lago.

Trump empezaba a reconocer el daño y por ello les pidió a los republicanos que reabrieran pronto el gobierno, pero no accediendo a negociar con los demócratas, sino buscando cambiar la regla del filibusterismo en el Senado que obliga a juntar 60 votos para aprobar el presupuesto.

El acuerdo para reabrir, aprobado en el Senado y que hoy se votará en la Cámara de Representantes, simplemente financia el gobierno hasta el 30 de enero de 2026 y posterga la decisión sobre los subsidios del Obamacare hasta diciembre. Esto dejó al Partido Demócrata con las manos vacías en un momento de ventaja electoral, mientras el presidente Trump recupera aire y legitimidad.

¿Por qué doblaron las manos los demócratas justo cuando traían buen momentum?  Y ¿Por qué lo hicieron a cambio de nada?

Supongo que tiene que ver con que, como dijo Woody Allen, los malos saben algo que los buenos claramente desconocen. Los “malos”, o los que como Trump, usan las reglas del juego sin escrúpulos, operan sabiendo lo que los “buenos” no contemplan: el desgaste, el tiempo como arma, la rendición que se convierte en derrota. Los “buenos”, por su parte, actúan con causa y convicción, pero sin una lectura estratégica del tablero.

Parece que, como en México, en EUA también está en serios problemas la oposición.

Columna publicada en El Universal

El cierre del sexenio de Andrés Manuel López Obrador apunta a ser con un manotazo sobre la mesa, al igual que su arranque y el manotazo de cancelación del NAIM. La reforma al Poder Judicial se supone que la quiere el presidente para mejorar el sistema de justicia en México, pero nada de lo que incluye su propuesta va encaminado a ello. Más bien tienen todos los tintes de un acto de venganza contra un contrapeso que le ha puesto frenos.

Primero le puso un freno cuando quiso la extensión de mandato de Arturo Zaldívar como Ministro Presidente de la Corte. Antes, cuando los ministros se negaron a apegarse a recortarse el salario como pedía el presidente para que nadie ganara más que él. Y durante el sexenio le pusieron varios altos en sus intentos por pasar por encima de la Constitución. Notable fue el caso de la Ley de la Industria Eléctrica.

El documento oficial con los objetivos de la reforma al poder judicial se puede leer que ésta busca una Suprema Corte eficaz, austera y transparente en donde la elección popular legitime a los impartidores de justicia.

Eso no va a ocurrir. Pretender que sean sujetos del voto popular suena democrático, pero es un sin sentido. Primero porque para ser seleccionados dependerán de la presidencia y del poder legislativo. Segundo porque los ciudadanos apenas nos informamos de quién busca la presidencia. Ni hablar de los candidatos a diputados o senadores. Menos ocurrirá con los integrantes del judicial.

Bolivia es el único país en el mundo que elige, por voto popular, a los 26 principales cargos judiciales incluyendo a los integrantes d el Tribunal Supremo de Justicia. Hasta ahora la elección de integrantes del poder judicial solo ha ocurrido dos veces en Bolivia, en 2011 y 2017. En ambas los votos nulos y blancos han sido más numerosos que los favorables a los candidatos. Y la que tenía que ocurrir el año pasado está suspendida por un conflicto entre el legislativo y el judicial. Ha sido un verdadero caos en donde el ganador ha sido el actual presidente, Luis Arce, quien controla al poder judicial y ante la parálisis lo seguirá haciendo indefenidamente.

En un país como México, con los problemas de dinero sucio y crimen organizado ¿de verdad queremos que quienes quieran impartir justicia tengan que salir a hacer campañas y a buscar recursos; hacer convenios con cárteles; atraer dinero sucio y luego, cuando ganen, tengan que cumplir con sus “patrocinadores”?

El expresidente de Bolivia,  Eduardo Rodríguez Veltzé, opinó en entrevista par El País sobre como ha funcionado este sistema: “para elegirse debían cortejar a los políticos durante la preselección de candidatos, que se hace por dos tercios de votos de la Asamblea Legislativa, y luego tenían que hacerse conocer por los votantes en un proceso electoral sin tradición alguna en el país. El voto popular obedece a una lógica: se vota por simpatía, por identificación, pero los votantes no están capacitados para evaluar los méritos de un funcionario que, sobre todo, es técnico”. A ello agregó que ““El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), siendo el garante de los derechos fundamentales, hasta hoy no repara en que Bolivia tiene el récord de meter gente en las cárceles. Existen 30 mil reos y, esto es lo grave, un 70% con prisión preventiva, sin sentencia. Los magistrados han sido funcionales a esta práctica abusiva.”

Difícil pensar que México pueda estar peor en materia de impartición de justicia y Estado de Derecho pero la reforma de López Obrador será el camino más seguro para lograrlo. Y todo por un acto de venganza.

Columna completa en El Universal