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El micrófono populista del presidente Andrés Manuel López Obrador nos quiere hacer creer una nueva mentira: que estar en contra del ejercicio de revocación de mandato es estar en contra de la democracia y que quienes lo apoyan es porque son auténticos demócratas.

El INE no tiene los recursos para llevar a cabo la revocación el 10 de abril de 2022. El presidente y sus habilitadores creen que eso no debe ser una excusa y que como los consejeros del INE ganan mucho dinero, si se bajan sueldos y prestaciones pueden sacar el dinero necesario para la revocación.

Se les olvida que si no hay dinero es porque el presupuesto que envió el Ejecutivo y que aprobó sin modificar una sola coma el legislativo con el voto de la mayoría de Morena y aliados le redujo 5 mil millones de pesos al INE.

La verdad es que todo esto no se trata de dinero. Se trata de poder y de un nuevo capricho del presidente López Obrador en el que, una vez más, condiciona si el INE es o no democrático dependiendo si le cumplen sus deseos o no. Esa ha sido la larga historia de Andrés Manuel López Obrador con la autoridad electoral.

Una historia marcada por constantes ataques apoyados por redes sociales y, ahora como presidente, por sus habilitadores, entre ellos los gobernadores de Morena y el presidente del partido, Mario Delgado. Todo con el objetivo de destruir al INE porque les estorba para sus proyectos antidemocráticos.

Al consejero presidente, Lorenzo Córdova, lo han amenazado de muerte al grado de llevarle un ataúd a su casa cuando se le retiró la candidatura a Félix Salgado Macedonio por no cumplir con reglas elementales de todo candidato: entregar registro de sus gastos de precampaña.

Con el micrófono del populista en mano, el presidente divide a la sociedad entre los corruptos y antidemocráticos que están en contra de esta revocación y los honestos y demócratas en favor de la austeridad republicana que quieren la revocación.

El chiste se cuenta solo. Quienes no quieren esta revocación piden que López Obrador concluya su sexenio y están en contra de tirar 3 mil 830 millones de pesos en una oda al ego del presidente. Y quienes quieren la revocación piensan que esos millones no son nada, con tal de demostrar cuán popular es el presidente y cuánta gente lo quiere ratificar. Ah, pero eso sí, que los consejeros se bajen el sueldo. Se trata de una petición para ahorrar centavos, pero gastar pesos.

El sueldo bruto mensual de los consejeros actualmente es de $234 mil pesos. Si lo reducen a la mitad, a $117 mil pesos mensuales, con lo que ganarían menos que el presidente ($149 mil pesos brutos al mes), tomaría más de 247 años pagar los 3 mil 830 millones de pesos que costaría la revocación de mandato que piden los que dicen que están en favor de la austeridad.

La historia de la autoridad electoral con AMLO ha sido tensa siempre, salvo cuando él ganó en 2018. Desde que perdió la presidencia en 2006, exigió la remoción anticipada del consejero presidente que osó declarar ganador a Felipe Calderón. Se le cumplió el capricho para que dejara de decir que el IFE era antidemocrático y sacaron a Luis Carlos Ugalde. En los quince años que han transcurrido desde entonces la historia se ha repetido: el presidente cuestiona y golpea al árbitro electoral cada vez que no le cumplen sus caprichos. Con el tono y las amenazas cada vez más subidas de tono, claro, porque con el micrófono del populista en mano, AMLO manda. ¿O no?

Columna completa en El Universal

Hoy se espera que vote la Cámara de Diputados a los cuatro nuevos Consejeros Electorales que hacen falta en el INE después de que concluyeran su periodo Benito Nacif, Pamela San Martín, Enrique Andrade y Marco Antonio Baños. No hace falta hacer un ejercicio de historia profunda para recordar que el INE existe para que en México tengamos elecciones confiables.

Pero como la mera existencia del INE no ha logrado generar confianza de todos los jugadores se han hecho múltiples modificaciones al edificio electoral tan abultado en México. Todas ellas ya elevadas a rango constitucional, para sumarle al empeño de blindar las elecciones.

En el intento más reciente para construir esta credibilidad se decidió que los nuevos consejeros electorales ya no sean nombrados solamente por la Cámara de Diputados y así evitar las cuotas de cuates que ha llevado en repetidas ocasiones a nombramientos de acuerdo con líneas partidistas.

Para ello, se decidió nombrar un Comité Técnico Evaluador cuyos siete integrantes serían nombrados tres por la Cámara de Diputados; tres por el Instituto Nacional de Acceso a la Información, el INAI; y dos por la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Este Comité se concibió como la solución para que, dado el perfil profesional e imparcial de sus integrantes, fueran los que escogieran, mediante un proceso de entrevistas y evaluación exhaustivo de los aspirantes, a cinco personas – una quinteta – por cada asiento vacante del Consejo Electoral.

En esta ocasión, como hay que reponer cuatro Consejeros, hablamos de 20 perfiles que fueron seleccionados de entre más de tres centenares de personas que levantaron la mano y fueron al INE a presentar sus documentos.

Todo este proceso se creía que sería a prueba de los escépticos y de los tramposos. Pero no. Resulta que uno de los integrantes del Comité Técnico Evaluador no cumplía con la premisa básica de ser imparcial. Me refiero a John Ackerman, el esposo de la Secretaria de la Función Pública que, entre otras cosas, ha atacado al INE por considerarlo “otro partido de oposición”.

Si alguna duda quedaba de que su nombramiento para formar parte de este Comité era fuera de lugar, ahora, con el berrinche que ha hecho, queda totalmente claro que no merecía estar incluido en el proceso.

Y es que después de que el Comité Técnico evaluó los perfiles de 390 personas para llegar a elegir a los integrantes de las quintetas, Ackerman decidió que el proceso era inválido en el último momento. Cuando él y el resto del Comité le habían dado el visto bueno a 19 personas, como en el la última votación, no quedó Diana Talavera, Ackerman hizo berrinche y pidió que se renueve TODO el proceso. Todo, incluyendo la selección de las 19 personas a las que el conductor de Canal Once ya había votado en favor junto con el resto del Comité Técnico.

Pero el cinismo de Ackerman es tal, que no le importó que fuera evidente que su empeño porque quedara Talavera en el INE tuviera que desnudar un conflicto de interés de ambos: de Ackerman porque no dijo que tiene un vínculo profesional y personal con la actual empleada del Instituto de Defensoría Pública que encabeza su cuñado, Netzaí Sandoval Ballesteros. Y de Talavera, porque el criterio número uno para poder ser Consejero Electoral es no tener vínculos partidistas y Diana Talavera los tiene con Morena.

Este berrinche de Ackerman deja en claro que no importa cuántos institutos; trámites y trancas legales pongamos para lograr tener elecciones creíbles en México. Mientras una sola persona, en este caso John Ackerman, esté dispuesto a dinamitar el proceso con el aval del presidente, en el país no tendremos elecciones a prueba de tramposos, ni de berrinchudos.

Columna completa en El Universal

Estamos en la etapa de ‘péguele péguele…péguele al INE’. Cada año cuando el Instituto Nacional Electoral da a conocer el monto de financiamiento para los partidos políticos y para su propio funcionamiento hay indignación, pero el INE sigue manteniendo credibilidad.

 

La culpa no es de quien prepara la cuenta (en este caso el INE) si no de los comensales (partidos políticos) que se sentaron a la mesa a pedir un banquete de ingredientes carísimos que implica un presupuesto que llega hoy a más de mil millones de dólares de costo para las elecciones del 2018.

 

Ese es el sentir de varios de los Consejeros del INE a pregunta de si hay preocupación por la pérdida de credibilidad y prestigio del instituto de cara a las próximas elecciones.

 

Tan tiene credibilidad el INE que los ciudadanos siguen sacando su credencial de elector y las instituciones privadas siguen aceptando ésta como identificación oficial. La tarea principal del INE, que es organizar la elección y contar los votos, sigue funcionando de manera creíble.

 

La participación ciudadana, tanto en la instalación de las casillas como en la participación electoral es excelente.

 

 

 

Columna completa EL UNIVERSAL