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Así como hoy tenemos al Subsecretario Hugo López-Gatell privilegiando la política sobre la ciencia al momento de hacer la toma de decisiones para que México enfrente al COVID19, durante la pandemia de 1918 también hubo autoridades que hicieron lo mismo. El resultado fue catastrófico.

Uno de ellos fue el Director de Salud de la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos, Wilmer Krusen. Filadelfia fue una de las ciudades más golpeadas durante la pandemia y el motivo fue la falta de acción y los constantes discursos por minimizar la gravedad de la influenza. Aun cuando en Filadelfia se pudo haber actuado con tiempo para poner en cuarentena a la ciudadanía, Krusen no quería desmotivar a la población ya que en la ciudad había algunas bases militares reclutando y preparando soldados para ir a pelear a Francia durante la Primera Guerra Mundial.

Por ello, Krusen repetía una y otra vez que la pandemia estaba bajo control y que la influenza era solo una gripita. La curva de contagios, decía Krusen, se estaba aplanando. Sí, esos mismos términos se utilizaron hace más de un siglo para mentir y minimizar la gravedad de una enfermedad que terminó por matar a entre 50 y 100 millones de personas. En términos comparables por tamaño de la población, hoy eso implicaría que de COVID mueran entre 150 a 425 millones de personas, de acuerdo con el autor del libro La Gran Influenza, John M. Barry.

Sin embargo, la gran diferencia entre 1918 y 2020 es la existencia de antibióticos. Durante la gran influenza, muchos morían por las bacteria que entraban en un cuerpo débil con un sistema inmunológico batallando contra la influenza. Al no haber antibióticos, morían.

Pero volviendo a Krusen, el encargado de enfrentar la pandemia en Filadelfia permitió que, habiendo ya contagios y muertes en el estado, se programara y llevara a cabo un enorme desfile que buscaba vender los ‘Bonos de la libertad’ (Liberty Loans) para ayudar a cubrir los costos de la Primera Guerra Mundial.

Mientras en el estado vecino de Massachusetts los hospitales estaban llenos y el gobernador Samuel McCall pedía ayuda federal para enfrentar la pandemia, Krusen siguió adelante con su discurso de que la influenza era solo una gripa.

El 28 de septiembre se llevó a cabo el desfile de los Bonos de la Libertad con la presencia de cientos de miles de ciudadanos. Krusen aseguró que no corrían ningún peligro. El periodo de incubación de la influenza de 1918 era de 24 a 48 horas. Dos días después del desfile, la situación en Filadelfia se convirtió en un caos. 72 horas después, la capacidad hospitalaria estaba desbordada.

En la semana de octubre 16 murieron 4 mil 597 personas en Filadelfia por influenza. Fue la peor semana de la epidemia, aun cuando nadie lo supo en el momento. Krusen había venido diciendo que el pico de la epidemia se había alcanzado tantas veces antes, que para esta semana ya nadie le creía.

El caso de Krusen es uno entre varios durante la gran influenza de 1918. Los políticos querían quedar bien con el presidente Woodrow Wilson, quien buscaba a toda costa evitar desanimar a la población en medio de la Primera Guerra Mundial. No se les quería asustar con la gravedad del virus (que en ese entonces y hasta 1933 creyeron que era una bacteria).

Las razones políticas llevaron, tanto en 1918 como ahora, a que los lideres como Krusen y el propio Wilson, minimizaran el virus e incluso mintieran sobre su letalidad. Leyendo sobre lo vivido en 1918 y lo que estamos viendo actualmente no queda más que pensar en lo poco que hemos aprendido como sociedad en poco más de un siglo. Antes como ahora, la verdad importa; y la ciencia debe estar por encima de la política.

 

Columna completa en El Universal

Si pensamos que la economía mexicana es una silla que se sostiene por cuatro patas, una representa los ingresos por turismo; otra las remesas; otra los ingresos petroleros y una última es el libre comercio, la pandemia del COVID19 ha venido a dejar dicha silla sin patas. Y el carpintero que tendría que estar viendo la forma de que éstas patas se refuercen para que la silla no se desplome está pensando en usar sus herramientas y recursos para fabricar una vajilla que pensaba que sería la manera de crecer el negocio. Pero luego vino el desplome de las patas. No es culpa del carpintero, pero aun así, vino el desplome.

Ese carpintero es el presidente Andrés Manuel López Obrador que, como el carpintero que se va a quedar sin silla, cree que, porque antes de que a ésta se le rompieran las patas, el plan de fabricar vajillas que se tenía para que creciera el negocio hace unas semanas no puede modificarse.

Si se quisieran reforzar las patas de la silla, la tarea no sería sencilla. El turismo estará muerto hasta que no se tenga o una vacuna o una medicina para lidiar con el COVID. Las remesas no volverán a llegar a los niveles de febrero del 2020 hasta que la economía de Estados Unidos se recupere. Los mejores estimados hablan de que el actual desempleo en nuestro vecino del norte tardará en recuperarse cuando menos una década porque apenas van tres semanas de cierre y ya hay más de 17 millones de desempleados.

Los ingresos petroleros también están en una situación complicada dada la contracción en la movilidad en general que lleva a una menor demanda. Y el libre comercio… pues ese TMEC que se firmó el último día del gobierno de Peña Nieto, con bombo y platillo, y que estaba por entrar en vigor el 1º de junio una vez que el parlamento canadiense lo aprobó, ahora ha vuelto a sufrir un revés.

Aun cuando ya sabemos que somos socios de Estados Unidos, el gobierno mexicano ha hecho todo por destruir la herramienta que ha representado el libre comercio con norteamérica. El mejor ejemplo ha sido la decisión de cancelar la construcción de la planta cervecera de Constelation Brands, una de las cerveceras más importantes del mundo que, bajo las reglas del TLCAN no debiera de haber recibido el revés que le ha dado el gobierno de López Obrador. Su justificación para cancelarla ha sido una consulta ciudadana de baja participación y cero cumplimiento con las reglas electorales. Pero, como el presidente insiste en hacerlo, le vuelve a dar un golpe al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Aun cuando sienta que la baja participación ciudadana justifiquen su decisión arbitraria.

Pero dejando a un lado este desdén por el Estado de Derecho, en Estados Unidos hay un grupo de empresas y senadores que le están pidiendo a Trump que aplace la entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial por los problemas económicos internos que enfrenta y enfrentará la economía estadounidense dada la pandemia de salud. Y allá, en EUA, el gobierno escucha. Y además, sabe que en México tienen a un socio seguro.

Si nos quieren apretar aplazando la entrada en vigor del TMEC, saben que lo pueden hacer. De entrada, en lugar del 1º de junio, la entrada en vigor se ha aplazado hasta julio. Pero además, entre que el presidente López Obrador se ha vuelto a poner en las manos de Trump para que absorba nuestra baja en la producción energética a cambio de no sabemos qué, y entre que los estadounidenses ya han tomado la medida al gobierno mexicano porque saben que en aras de que entre en vigor el tratado comercial estamos dispuestos a dar lo que sea, México sigue a la merced de que la silla de nuestra economía siga de pie gracias a las cuatro patas que sigue sosteniendo la economía estadounidense, que hoy se tambalea. Flaco sustento.

Columna completa en El Universal