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Cólera es una de las primeras palabras en La Ilíada. En esta epopeya, Homero nos presenta a dos archienemigos: Agamenón y el admirable Aquiles. Ambos se comportan de manera idiota porque están llenos de furia. La lección principal de esta obra es que la cólera nos ciega al convertirnos en unos monstruos llenos de odio con consecuencias terribles para sociedades e individuos. El héroe de los griegos, Aquiles, pierde su atractivo ante el príncipe de los troyanos, Héctor, que – a diferencia de Aquiles – sabe que a los enemigos hay que tratarlos con dignidad. Héctor simboliza la humanidad y compasión en un contexto de conflicto.

Hace unos días leí una columna de David Brooks en el New York Times titulada ¿Cómo mantener la sanidad en estos tiempos tan brutales? Brooks recuerda la Ilíada y escribe justo sobre como la cólera corroe a quien la padece y lo ejemplifica en Donald Trump. En como el colérico ve enemigos fuera dispuestos a la destrucción y por ello cree necesario ser inclemente en contra de los otros. El fin justifica los medios. Lo importante es mantener el poder.

Al leer esta descripción de Brooks, pensé en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. AMLO ha destacado a lo largo de su sexenio por ser colérico. Por su ánimo de venganza tras casi dos décadas de buscar llegar al poder. Una vez puesta la banda presidencial, sus palabras y acciones han sido de odio y de venganza. Un auténtico Aquiles. Ha sido el más binario de los presidentes. O se está con él o se está en su contra. No existen matices; no hay grises.

Bajo su óptica, no se puede estar de acuerdo con sus acciones para mejorar el salario mínimo, por ejemplo, y en desacuerdo con la militarización del país. Cualquier inconformidad con lo que él propone y representa coloca a esa institución o persona del lado de sus adversarios.

Esto nos ha dividido a los mexicanos. Llegamos a la actual elección con resentimiento como el principal sentimiento que motiva a los votantes. Esto me dijo Gabriel González Molina hace unos días que lo entrevisté para mi podcast Broojula. Él lleva estudiando casi tres décadas a un segmento del electorado que es clave y que en la mayoría de las ocasiones ha definido su resultado, a los indecisos. Entre los indecisos están los que González Molina llama los Switchers 2 (S2), los huérfanos de este sexenio. Se han alejado de un presidente que sienten que no los representa pero no están seguros de que la oposición sea la respuesta. Este segmento representa al 35 por ciento del electorado y, si salen a votar, van a definir la elección.

Por este segmento González Molina encuentra que la elección de junio no está definida, como muchos creen o quieren que creamos. Mi pregunta es qué tanto se ha nutrido este segmento de los Switchers 2 a partir de la cólera del presidente.

Si vemos en el estudio qué es lo que quieren los S2, encuentro que muchos de sus agravios se nutren de un presidente que en lugar de gobernar para lograr un México mejor lo ha hecho a partir de su cólera que lo ha cegado, como a Aquiles. Los agravios de los S2 están en la rampante corrupción que AMLO no logró corregir, a pesar de haber prometido que con barrer las escaleras de arriba abajo sería sencillo hacerlo. La escalera está plagada de corrupción arriba, en el peldaño de sus hijos, así que no resultó tan sencillo barrerla. También se sienten agraviados por la violencia y la inseguridad. AMLO no ha dirigido su cólera en contra del crimen organizado. Para ellos ha preferido abrazos. Para las víctimas, cólera.

En una elección en la que la candidata oficialista ofrece continuidad, la primera pregunta que me genera es si Sheinbaum mostrará en esta campaña que la mueve la misma cólera del presidente. La misma que ha nutrido a un segmento de la población que se ha alejado de AMLO y que podrá definir el resultado de junio próximo en su contra.

Columna completa en El Universal

Un video que se hizo viral en YouTube destruyó la vida de Tatiana Lionço, una psicóloga que en 2012 habló en un panel acerca de homofobia y como combatirla en las escuelas. En su presentación dijo que era normal, y por ello no debiera asustar, cuando los niños de primaria expresen curiosidad sobre sus cuerpos y los de sus amig@s, ni sobre la ropa que usan.

El video fue editado por un hombre de la extrema derecha muy poco conocido en ese momento. Las palabras de Lionço fueron reacomodadas de tal forma que parecía que ella había empujado e incentivado la homosexualidad y el sexo entre niñ@s.

El video le cambió la vida a Tatiana. Y es que ese hombre de extrema derecha era un completo desconocido en la política. Era más bien visto como un raro empujando teorías locas en su canal de YouTube. Ahí, en YouTube, sí tenía sus buenos seguidores, los cuales repostearon ese video hasta hacerlo viral. Muy pronto la historia se tornó en que Lionço representaba a una comunidad global comunista-homosexual que empujaba la pedofilia. De YouTube, la historia pasó a Facebook y a Twitter. De ahí llegaron los comentarios que pedían asesinar a Tatiana.

Lionço perdió su trabajo y a sus amigos. Desde entonces, las amenazas en su contra no han parado. Su vida nunca ha sido igual. El hombre que empujó esta mentira en YouTube es hoy muy conocido. Se llama Jair Bolsonaro, quien en 2018 decidió lanzarse por la presidencia de Brasil.

En un primer momento nadie creía que Bolsonaro tendría oportunidad alguna de ganar. Se equivocaron. Más que ganar, arrasó. Obtuvo 10 puntos más en esas elecciones que su contrincante, Fernando Haddad. Su ascenso meteórico en la política de Brasil se ha pintado como la historia del hartazgo en contra de la corrupción, pero de acuerdo con el más reciente libro del periodista del New York Times, Max Fisher, Bolsonaro logró su éxito tan rápido gracias a las redes sociales, en especial a YouTube.

En La máquina del caos, Fisher – que se ha dedicado a estudiar el efecto que las redes sociales tienen en las democracias – recuenta esta historia de Tatiana Lionço y el ascenso de Bolsonaro gracias a canales de YouTube que lograron transmitir de forma masiva noticias falsas alineadas con la extrema derecha. Además del triunfo presidencial de Bolsonaro, otros YouTubers lograron puestos en el legislativo federal y en oficinas estatales.

El libro tiene un capítulo que cuenta de forma clarísima el auge de la extrema derecha en Brasil que, de vivir exclusivamente en las redes, llegó al poder. “En Brasil tomaron el poder las redes sociales”, escribe Fischer. Ese Brasil al que Bolsonaro llegó a gobernar en 2019 a base de teorías de la conspiración; de odio y paranoia, ha sido la antesala de lo que ocurriría en Estados Unidos en las elecciones del 2020, en el asalto al Capitolio en el 2021, y de lo que vimos en Brasil el pasado 8 de enero.

Los miles de simpatizantes de Bolsonaro que se congregaron frente a los edificios gubernamentales, lo hicieron pidiendo sacar a Lula del poder argumentando que ganó por fraude. Legítimamente creen que están defendiendo la democracia de Brasil. No se dan cuenta lo poco congruente que suenan cuando rechazan los resultados de la elección presidencial pero no dicen nada sobre la legislativa, en la que le fue muy bien al partido de Bolsonaro.

La gran pregunta para la democracia en Brasil es si el 8 de enero fue ya el último acto de los bolsonaristas o solo el principio de la división y el caos. Para México, la pregunta es si esto representa un atento aviso de lo que podremos ver si en el 2024 los morenistas, que también hacen uso magistral de las redes sociales y no son muy buenos para reconocer sus derrotas, no obtienen los resultados esperados.