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Lo que ocurre en México se asemeja a Noruega. No a la Noruega de hoy, desde luego. Me refiero a lo que ocurrió entre 1939, al arranque de la Segunda Guerra Mundial y 1940, cuando Hitler invadió el país. Todo indicaba que esto iba a ocurrir. Las señales eran claras. Era evidente que Hitler necesitaría más pronto que tarde el acceso al puerto de Narvik para transportar el acero de los países escandinavos a Alemania.

Pero los integrantes del gobierno noruego, empezando por el Primer Ministro Johan Nygaardsvold, insistían en que nada ocurriría y que Hitler respetaría a Noruega ya que habían sido neutrales en la Primer Guerra Mundial y habían declarado esa misma neutralidad en el arranque de la Segunda.

Cuando los alemanes atacaron un barco de pasajeros civiles, el príncipe heredero al trono, Olav, se acercó con el Primer Ministro para solicitar que el país respondiera de alguna forma a esta agresión. Insistió antes subsecuentes señales de que Alemania no estaba respetando la neutralidad de Noruega. Pero Nygaardsvold insistió en que nada ocurriría. Hitler no invadiría, como ya lo había hecho en Polonia. Olav, aunque conocedor de temas militares, como integrante de la familia real, no tenía más que funciones ceremoniales.

Y pues llegó el 9 de abril de 1940 y Hitler invadió Noruega. Era evidente que ocurriría. El problema fue pensar que Hitler iba a jugar bajo las reglas de la guerra y no invadiría un país que se había declarado neutral. Pero Hitler no jugó bajo las reglas de los demás. Jugó bajo sus reglas e invadió.

Así ocurre desde hace más de dos décadas en México. Andrés Manuel López Obrador ha sido claro en su desdén por las reglas de la democracia. Mientras todos quieren jugar bajo éstas y perfeccionarlas, él prefiere hace sus propios cálculos. Las leyes y reglas que tenemos hoy se han hecho en gran medida para complacer a López Obrador pensando que así dejaría de gritar fraude. Pues ni así. Hoy, que es presidente, sigue la cantaleta de que el árbitro está vendido y que si no ganan en junio, es porque ocurrió un fraude.

Así que desde hoy, que faltan menos de 40 días para las elecciones, sabemos que a partir de la noche del 6 de junio, pase lo que pase, AMLO y Morena gritarán fraude y muchos de quienes tienen en su poder la decisión de apoyarlo o frenarlo optarán por lo primero. Quienes tienen la posibilidad de hacer algo para mantener la democracia están o queriendo negar lo evidente o capitulando uno a uno ante el presidente.

Las señales son claras. Es claro lo que sigue. Y quienes tienen el poder de decidir – miembros del poder legislativo y judicial – para defender la democracia mexicana prefieren no hacerlo de manera clara y contundente en detrimento del país.

Pero, de qué nos preocupamos si aquí no pasa nada porque tenemos reglas y leyes democráticas.

Apostilla: Para un gran recuento de esto que ocurrió en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial recomiendo ver la serie de PBS, Atlantic Crossing.

Columna completa en El Universal