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Hace poco vivimos el rechazo a los partidos políticos y el enaltecimiento de los ciudadanos que quisieran hacer lo que evidentemente los que gobernaban no podían: entregar resultados a los gobernados. Hoy hay más opciones ciudadanas que partidistas y se asoma el oportunismo de quienes quieren el poder por el poder, aun si es fuera de los partidos. Algunas de estas opciones se presentan como independientes siendo que poco antes de irse a inscribir estaban afiliados a algún partido.

 

El común denominador es que estamos rodeados de malos políticos, aun cuando se quieran envolver en el aura ciudadana.

 

Por un lado está el partido en el poder, el PRI, que sigue barajando sus opciones y cuya decisión principal parece depender de la decisión que tome el Frente Ciudadano por México sobre su candidato presidencial y no enfocado en los méritos de sus propias alternativas o en las propuestas de éstos por un mejor país.

 

Habla mucho del PRI que lleguen a la contienda sin que uno solo de sus militantes entusiasme, como sí les ocurrió hace seis años con Enrique Peña Nieto. Y que, siendo el partido en el poder, sientan la tentación de voltear a ver la opción de un no militante para quedarse con la presidencia.

 

El Frente Ciudadano por México pensaba llamarse Frente Amplio Opositor, lo cual hacía sentido con su intención de oponerse tanto al PRI de Peña como a Morena de AMLO. Pero también ellos -PAN, PRD y MC –  cayeron en la tentación de ciudadanizarse y lo hicieron modificando el nombre, aun cuando no hay nada que indique que se inclinarán por darle la candidatura presidencial a un ciudadano.

 

 

 

 

Columna completa en El Universal

 

Ante el desprestigio de la clase política y su derivado, el hartazgo con los partidos y sus integrantes, se han puesto de moda los ciudadanos como impolutos y como la solución a nuestros problemas. Todos los partidos y/o alianzas voltean a ver a la candidatura ciudadana como respuesta para poder ganar en el 2018.

 

El PRI y sus rémoras voltean a ver a José Antonio Meade o a José Narro como sus alternativas ciudadanas. Meade no está afiliado a ningún partido, es cierto. Pero de que es político, no hay duda. Es además un extraordinario servidor público, con décadas de serlo y sin escándalos de por medio. Ni de corrupción, ni personales, ni partidistas o chapulineos. A pesar de haber trabajado con presidentes del PRI, del PAN.

 

José Narro sí acredita ser PRIísta por haber sido titular de lo que hoy conocemos como la Fundación Colosio, antes la Fundación Siglo XXI. Venderlo como ciudadano es intentar hacerlo con calzador. Sería mejor que el PRI lo perfilara como un Bernie Sanders región 4, que, a sus 68 años puede mover los ánimos de jóvenes, como lo hizo el demócrata en la contienda interna del partido en contra de Hillary Clinton. Pero como lo ciudadano está de moda, así quieren que se vea a Narro.

 

En Morena Andrés Manuel López Obrador se presenta como antisistema y conserva la palabra Movimiento como emblema de que lo suyo es distinto a los desprestigiados partidos y que por eso él no se mancha ni con el pétalo de una P de político.

 

Irónico por que él ha sido PRIísta y PRDista y es el ejemplo del político que no ha vivido más que del erario. No conocemos cómo le ha hecho para pagar esa vida de giras a diestra y siniestra. Las sumas no dan, como sucede con muchos otros políticos y es razón importante del desprestigio que hoy aclama cambios. Pero AMLO no le encuentra la incoherencia.

 

Y ahora el Frente Ciudadano por México, que antes se pensó que se llamaría Frente Amplio Opositor, pero, como están de moda los ciudadanos, prefirieron botar eso de Amplio y sumarle la palabra mágica: Ciudadano.

 

 

 

 

Columna completa EL UNIVERSAL