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En México todo gira actualmente en torno a quién va a gobernar el 2024. El presidente López Obrador parece preocuparse exclusivamente por lograr que la campaña de Claudia Sheinbaum encienda y por atacar a Xóchitl Gálvez utilizando todo el poder del Estado para intentar tumbarla. No importa si rompe la ley. Está en modo campaña, pero no de esas campañas que buscan demostrar las acciones positivas de su gobierno para, sobre éstas, pedir el voto. Su modo campaña es atacar y aplastar. Esto nos está dejando fuera de muchas jugadas como país. Una de ellas, aprovechar los raudales de dinero que Biden le está inyectando a las energías renovables vía el Acta para Reducir la Inflación, el IRA por sus siglas en inglés.

La semana pasada escribí sobre mi visita a una planta de hidrógeno verde en Puertollano, España. Esta semana pensaba escribir sobre Xóchitl; sobre las pre-pre campañas; sobre el INE inoperante ante un presidente que hace hoy exactamente lo que pedía que no hicieran sus antecesores, pero me topé con dos textos que demuestran lo costoso que es y será para México el 2024.

Uno fue una entrevista al ex Primer Ministro de Italia, Paolo Gentiloni, actual Comisionado Económico de la Unión Europea, para el Financial Times. En ésta, Gentiloni advierte que Estados Unidos le va a robar el mercado al bloque europeo en inversiones y talento en el sector de tecnologías verdes.

Washington, dice Gentiloni, está inyectando cientos de miles de millones de dólares en subsidios y exención de impuestos para nuevas inversiones en energía y manufactura verde (vehículos eléctricos; proyectos de hidrógeno verde y baterías) mientras Europa está primero pensando en su regulación.

Gentiloni se queja de que el bloque europeo ‘solamente’ está invirtiendo 10 mil millones de Euros para innovación en el sector. Esto le parece una suma y un esfuerzo pequeño ante lo que va a generar el IRA, que Goldman Sachs estima llegará a un billón de dólares (1 trillón, en inglés). La consecuencia será una fuga de inversión y talento hacia Estados Unidos. Por ello Gentiloni quiere que Europa se ponga las pilas.

La segunda nota fue un texto del presidente del BID, Ilan Goldfajn, para El País, en el que habla de América Latina y su posición como la región que podrá resolver los grandes problemas de nuestros tiempos, en especial el calentamiento global.

Goldfajn afirma que Chile, Colombia y Costa Rica han anunciado estrategias fundamentales para lidiar con el cambio climático. Según Climate Action Tracker, éstas son 3 de las 6 mejores estrategias que hay actualmente en el mundo.

Chile está apostando al hidrógeno verde. Quiere producirlo de la forma más económica en el mundo para el 2030 y lograr ser el primer exportador para el 2040. La Comunidad Europea va a invertir en Chile millones de dólares en este sector. Por ello ayer se reunió Ursula Von der Leyen con Boric en el marco de la reunión UE-CELAC.

Brasil está invirtiendo también en hidrógeno verde con estimaciones de que para el 2050 van a exportar 4 millones de toneladas al mundo. Además, el año pasado fue el 3er país que más invirtió en plantas de energía eólica, detrás de China y Estados Unidos.

Uruguay ha logrado atraer la producción de vehículos eléctricos de Volkswagen porque el país funciona básicamente con energía limpia. Esto permite a la empresa cumplir con sus propias metas ecológicas.

Qué coraje leer que existen todas estas oportunidades para México, pero que pasen sin que las veamos porque todo es hoy pensar en el 2024. No veo a nadie en el actual gobierno intentando que México se inserte como parte de Norteamérica para que los incentivos del IRA apliquen para inversiones en México. Por el contrario, estamos espantando inversiones nacionales y extranjeras. Lo que ocurre actualmente es la definición exacta de que el gobierno de López Obrador está solamente pensando en la próxima elección y no en la próxima generación.

¡Qué rabia ver como se nos van tantas oportunidades!

Columna completa en El Universal

Cuando Andrés Manuel López Obrador perdió la elección en el año 2006, se proclamó Presidente Legítimo y tomó Avenida Reforma para protestar lo que él calificó de fraude electoral. La historia en la elección del 2012 fue similar. AMLO acusó que se volvió a cometer fraude.

Finalmente ganó la elección de este 2018 y todo ha sido tranquilidad. Nadie le regateó un triunfo arrasador en el que obtuvo el 53 por ciento del voto. Por el contrario, el candidato del PRI, José Antonio Meade, salió incluso poco antes de las 8pm a reconocer su derrota, poniendo el ejemplo para Ricardo Anaya, quién hizo lo mismo más de una hora después.

Además de ganar la presidencia, la Cámara de Diputados y el Senado, AMLO y Morena arrasaron en las elecciones estatales y municipales. De no tener una sola gubernatura, hoy Morena gobierna 5 estados y 19 legislaturas locales. Además, ganó 23 de las 25 capitales que renovaron su ayuntamiento.

De las nueve gubernaturas que estuvieron en juego en julio pasado, Morena ganó la CDMX, Veracruz, Chiapas, Tabasco y Morelos.

Entonces, habiendo arrasado de esa manera y reconociendo que las autoridades electorales supieron contar los votos de la elección presidencial, uno esperaría que AMLO acepte las pocas derrotas que tuvo. Pero no.

Primero está el caso Puebla. Ahí AMLO apoyó las impugnaciones del candidato de Morena, Miguel Barbosa, hasta el final. Hoy el Tribunal Electoral ha quedado sumamente fragmentado, con uno de los magistrados, José Luis Vargas, pidiendo la renuncia de la magistrada presidenta, Janine Otálora, quien tuvo el voto que definió que la elección no se anulaba ni repetía y que la ganadora es Martha Erika Alonso, de la coalición PAN, PRD, MC y dos partidos locales.

López Obrador ha cuestionado la actuación del Tribunal Electoral y se rehusó no solo a acudir a la toma de protesta de Alonso, sino que ni enviado del gobierno federal hubo. No todas se pueden ganar y esto, claramente no le gusta a AMLO.

Pero este desprecio por la derrota va más allá de Puebla. Con la figura de los Delegados de Programas Integrales de Desarrollo, mejor conocidos como los virreyes o súper delegados, AMLO pone una cuña en los gobernadores que no son de Morena disfrazado de ser una medida de austeridad.

 

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