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A 119 días de que los estadounidenses acudan a votar, el escenario para Trump se le ha complicado. El último presidente en perder la reelección fue el republicano George Bush padre ante Bill Clinton. Si bien Bush fue un muy buen presidente y un año antes de la elección de 1992 tenía una aprobación cercana al 80 por ciento, la recesión económica lo llevó a perder y ser de los pocos presidentes de un solo término en EUA.

A Bill Clinton lo ayudó a ganar el poder atacar a Bush por el lado de la economía. Tanto él como el otro candidato, Ross Perot, supieron que el interés de los electores estaba en sus bolsillos. De ahí la famosa frase de James Carville, el asesor de Bill Clinton: “It’s the economy, stupid”.

Ahora, ante un Trump que apenas hace cuatro meses parecía que iba en caballo de hacienda para reelegirse, el panorama ha cambiado. Citigroup encuestó a 140 directores de fondos de inversión y el 62 por ciento de ellos creen que Joe Biden ganará las elecciones. En diciembre, 70 por ciento de estos mismos encuestados creían que Trump se reelegiría. Casi un viraje de 180 grados.

En el promedio de ocho casas de apuestas, Biden le gana a Trump por más de 17 puntos. Y revisando las encuestas, el promedio de Real Clear Politics tiene a Biden arriba en todos los estados que importan para ganar el Colegio Electoral: en Florida; Pennsylvania; Wisconsin; Carolina del Norte y Arizona.

Sí, ya se que en 2016 las encuestas decían que Hillary Clinton le ganaría a Donald Trump. Pero aquí algunos detalles de por qué el panorama es distinto hoy al de hace cuatro años.

Primero que nada, Trump se enfrenta en esta ocasión a otro hombre blanco, no a una mujer. Por más que eso no guste, desgraciadamente sigue siendo un tema que influye en los votantes. En segundo lugar, Hillary estaba a estas alturas de la elección cuatro puntos en promedio por arriba de Trump. Y así siguió hasta el día de la votación. En el caso de Biden, el Vicepresidente comenzó estando con una ventaja de 6 puntos sobre Trump; ventaja que ha crecido. Hoy, en el promedio de Real Clear Politics, se ubica 9 puntos arriba.

Y el tema más importante en este momento es el coronavirus. Por más que Trump se rehúse a hablar de ello y lo quiera ignorar, vale la pena plantear la pregunta que hizo Stanley Greenberg en un reciente texto en The Atlantic: ¿Qué escenario es más probable a cuatro meses de las elecciones: que Estados Unidos logre controlar la pandemia o que los casos sigan siendo un problema para varios estados con una escalada en el número de infectados y hospitalizados?

Este texto lo escribo desde Miami, una ciudad en la cual se quiso ignorar el virus y, ante la escalada sin control de contagios y la saturación de hospitales, el alcalde ha tenido que anunciar el cierre – nuevamente – de restaurantes, gimnasios y otras áreas públicas.

El virus no va a desaparecer, hasta que no se tenga una vacuna. Básicamente en esa bala de oro recae la salvación de Trump hacia las elecciones de noviembre.

Con este escenario, Andrés Manuel López Obrador decidió ir a encontrarse hoy en Washington con Donald Trump. Esto es una clara muestra de lo poco estratégico que es el presidente de México. Si quería encontrarse con su amigo Trump, aquel al que le dedicó un libro completito señalando que al llegar a la presidencia no le permitiría ni un solo insulto para el pueblo mexicano, de menos habría podido planear un encuentro con los demócratas y con integrantes de la comunidad mexicana. Pero es tan poco estratégico, que se fue a entregar a los brazos de quien más ha maltratado a los mexicanos de ambos lados de la frontera. ¿A cambio de qué? Al parecer, ni siquiera de un plato de lentejas.

 

Columna completa en El Universal

Desde que los millonarios venezolanos comenzaron a abandonar su país ante el desastre del régimen de Hugo Chávez, se ha dicho en tono de broma que los alcaldes de Miami deberían poner una estatua del líder bolivariano en Ocean Drive o en Key Biscayne para agradecerle la cantidad de dinero que ha llegado a esa ciudad de Florida de venezolanos. Unos huyendo del autócrata; otros producto de la corrupción y saqueo al Estado.

Ahora, con la noticia que ha dado a conocer el investigador del Diálogo Internacional, Michael Camilleri, y el periodista de Univisión, David C Adams, podríamos pensar que las sumas de dinero venezolano en Estados Unidos dan para mucho más que para una estatua de Hugo Chávez.

Y es que en esta investigación se muestra que el dinero de la corrupción en Venezuela que ha terminado en Estados Unidos ha servido hasta para pagar parte del muro de Trump en la frontera con México. Seiscientos millones de dólares del Fondo de Confiscación del Departamento del Tesoro han sido canalizados para este fin.

Ya sabemos que Donald Trump prometió a sus bases electorales que acabaría con la migración indocumentada a su país mediante la construcción del muro fronterizo, y que México pagaría por éste. Pero pues México no ha pagado directamente nada. Aunque el envío de la Guardia Nacional a la frontera sur podría ser considerado un muro humano pagado por México.

Y desde que Trump asumió el poder en 2017 el Congreso le ha negado los fondos requeridos para el muro. Por ello, en febrero del 2019 La Casa Blanca declaró que en su frontera sur existía una emergencia nacional, lo que le permitió al ejecutivo tener acceso a un esquema para darle la vuelta a la falta de fondos que eran bloqueados por el Congreso.

El plan de La Casa Blanca le abrió la puerta a Trump para acceder a estos $601 millones de dólares confiscados a funcionarios venezolanos corruptos. Esto ocurre mientras Juan Guaidó, a quien Estados Unidos reconoce como el presidente interino de Venezuela, pide al gobierno de Trump que le regrese los más de mil millones de dólares que han robado venezolanos y han sacado para depositar en cuentas; yates; casas de lujo; autos; joyas y otros bienes en Miami, principalmente. Guaidó argumenta, con razón, que el pueblo venezolano está enfrentando enormes carencias que se han vuelto mucho peores a partir de la pandemia del COVID19.

El tema es que, mientras la situación en Venezuela entre Maduro y Guaidó no se resuelva, Guaidó no tiene forma legal de presionar a EUA de que le devuelva estos fondos y el gobierno de Trump argumenta que están siendo utilizados correctamente ya que su gasto tiene que estar relacionado con la aplicación de la ley. La construcción del muro en la frontera con México encaja con esta descripción porque su propósito es evitar el paso de drogas y delincuentes.

Así que la promesa de Trump de que México pagaría por el muro en la frontera se ha convertido en que sea Venezuela quien pague parte de este muro. Venezuela, con todo y las carencias de gran parte de su población; con todo y la cercanía entre varios integrantes de Morena que no paran de elogiar a Chávez y a su sucesor, Nicolás Maduro, está financiando ese muro que simboliza todo lo que está mal en la relación México y Estados Unidos.

Columna completa en El Universal

¿Qué horas son? las que usted diga, señor presidente. Es la respuesta que México ha querido evitar que se le de al titular del ejecutivo desde hace décadas porque significa una anécdota del país de un solo hombre. Del presidente todopoderoso al cual nadie puede refutar; corregir y ni siquiera informar. Pero ese es el México en el que nos encontramos bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.

Ya sabemos que si la crítica viene de los periodistas, el presidente la va a desechar y a descalificar como obra de los adversarios que quieren conservar los privilegios del pasado. Por ello, la esperanza de México (para usar una frase del presidente) radica en quienes están cerca de él y que saben que no vamos por el camino correcto, aun cuando las intenciones pueden ser las mejores y más bondadosas.

La esperanza recae en personas como Alfonso Romo; Marcelo Ebrard; Arturo Herrera; Claudia Sheinbaum y Olga Sánchez Cordero. Funcionarios públicos que, si bien se acercaron a Andrés Manuel López Obrador por estar de acuerdo con varias de sus propuestas y dudando e incluso desechando las críticas de que sería un presidente que destruiría la riqueza y minaría la democracia, hoy deben voltear a ver la situación del país y las respuestas que ha dado el presidente para darse cuenta que esas buenas intenciones no nos están llevando a los resultados esperados.

Momentos como el que vive México los han atravesado otros regímenes y otros gobiernos. La destrucción de un país no ocurre simplemente por la voluntad de una sola persona. Va acompañada de sus colaboradores incondicionales. Incluyendo aquellos que saben que el camino no es el adecuado, pero que persisten silenciosos a su lado.

Hoy vemos esto en los republicanos en Estados Unidos. La colaboración del partido con Trump tiene al país viviendo tres crisis simultaneas de enorme proporción cada una de ellas: la de salud, que es la peor desde la pandemia de 1918; la económica, que es la peor desde 1933; y la protesta social, que es la más crítica desde las manifestaciones de 1968. Trump, lejos de apaciguar, decide encender. Su respuesta a cada una de estas crisis las ha empeorado. Pero aún así, el partido lo respalda.

En su gabinete han estado personajes como Gary Cohn, quien fuera asesor económico de La Casa Blanca, cuya renuncia fue tardía, según lo relata el periodista Bob Woodward en el libro Fear, porque creía que su presencia en el entorno de Trump impedía que el presidente cometiera mayores locuras como cancelar el TLCAN o la imposición de aranceles al acero y al aluminio. Cohn se mantuvo aun cuando estaba escandalizado de la defensa del presidente a los supremacistas blancos de Charlottesville. Al final renunció cuando la imposición de aranceles ocurrió.

Todo esto para decir que en México suceden cosas que son no solo incongruentes, sino inaceptables, y al parecer nadie en el entorno del presidente le puede refutar por el bien del gobierno mismo y del país.

Tan solo en estos días se nos presentó un mapa todo en rojo y una curva que sube, sube y sube con casos de contagio y muerte y al mismo tiempo se nos dice que se acabó la jornada de sana distancia y que poco a poco puede comenzar la nueva normalidad. Además, el presidente decide irse de gira por el sureste. Si esto que es completamente ajeno a la lógica, se señala con incredulidad, el presidente dice que es porque sus adversarios queremos que la pandemia se desborde.

Lleva semanas diciendo que hemos domado a la pandemia; que ésta nos vino como anillo al dedo; que las remesas nos van a salvar; que el peso no está tan devaluado; que la autosuficiencia energética hará de México un país diferente y ayer dijo que pasando junio vendrá la recuperación económica.

A su lado se encuentran secretarios; funcionarios y gobernadores. No todos de Morena. Los hay de oposición. Y nadie señala las incongruencias de manera rotunda, lo que los convierte en cómplices silenciosos de la ruta por la que se encamina México.

Columna completa en EL UNIVERSAL

La pandemia del COVID19 llegó cuando México ya traía serios problemas en el sector salud. Algunos de estos problemas venían de años atrás, otros fueron generados por la decisión presidencial de terminar de machetazo y sin planes claros con las compras de medicamentos o con programas como el del Seguro Popular aun cuando su sucesor, el INSABI, no estaba listo.

Así llegó la pandemia. Y ahora la situación es muy preocupante por tres razones: 1) Las compras que está haciendo el gobierno para surtirse de insumos médicos específicos para la pandemia están llevándose a cabo sin orden y rigor de precio y calidad 2) Por el contrario, las compras que quiere hacer la iniciativa privada para abastecer el mercado interno, también para insumos para enfrentar el COVID19, implican una pirámide de trámites extra complicados y tardados de sortear y 3) todos los medicamentos e insumos que no tengan que ver con la pandemia se encuentran paralizados.

Estas tres situaciones eventualmente influirán en el acceso a vacuna que podamos tener los mexicanos al COVID19. Como desgraciadamente en México se invierte poco en innovación médica, la idea de que seamos el país que logre la vacuna que todo el mundo está esperando es un sueño inalcanzable. Por tanto, dependemos de algún laboratorio extranjero en el cual se genere esta vacuna y después dependeremos del proceso que fije el gobierno mexicano para que esa vacuna llegue a México.

Pero ¿qué esperanza hay de que el proceso sea eficiente y apegado a estándares que permitan que la vacuna a la cual tengamos acceso los mexicanos va a ser segura y confiable?

Si el gobierno no está cuidando ahora lo que importa de China ¿cómo estaremos seguros de que va a cuidar la vacuna que llegue? En Holanda, la importación de urgencia de 600 mil mascarillas de China los llevó a descubrir que tiraron el dinero a la basura. La empresa exportadora fabricó a las prisas un producto que lograba cubrir lo mismo que si no se utilizara un cubre bocas. En España, otra importación de otra empresa china, en esta ocasión 5 millones de pruebas rápidas para detección del COVID, resultó en otro fiasco: de cada 10 pacientes que resultaron positivos al COVID, la prueba solo detectó correctamente a tres.

El problema principal con estar comprando estos insumos baratos que luego resultan inservibles es que, las empresas que producen insumos de calidad no pueden competir con esos precios. El resultado es perder-perder.

Si alguna empresa promete que tiene una vacuna rápida y barata ¿la va a aceptar el gobierno mexicano como ahora acepta todos estos insumos de China que han probado ser un fiasco para varios países europeos que cayeron en la trampa de comprarlos sin checar su calidad?

Lo segundo es que, al poner todas las trabas burocráticas extras para las empresas privadas que quieran importar insumos de calidad estamos impidiendo que éstos lleguen a México. Bajo el argumento de que todas las empresas del sector salud son unas corruptas, los trámites que se les han impuesto son monumentales.

Si se quisieran importar ventiladores respiratorios, por ejemplo, se debe mandar un correo al Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (CENAPRECE) en donde se den especificaciones e instructivo de uso. Tras su respuesta, se debe acudir a la COFEPRIS a solicitar el registro sanitario y el permiso de importación, el cual, a partir del 21 de abril, se debe de hacer ¡vía mensajería!

Estos trámites antes se hacían presencialmente en la COFEPRIS pero por la sana distancia, en lugar de pensar en que los trámites se hagan vía electrónica, el requisito es que sea vía mensajería. De regreso al siglo XX.

 

Columna completa en El Universal

La relación entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado perplejos a muchos desde el arranque del sexenio.

Cuando candidato, López Obrador no solo habló sobre la relación que llevaría con Trump, también escribió un libro que se llama Oye Trump en el que destacaba que, él, a diferencia de su antecesor, Enrique Peña Nieto, asumiría una defensa implacable de los mexicanos en general, de los migrantes en particular y respondería a todas y cada una de las bravuconerías del presidente de Estados Unidos. Así lo escribió en varios tuits y lo repitió a lo largo de su campaña.

Una vez asumido el poder, Andrés Manuel López Obrador ha sido extremadamente dócil con Donald Trump, a quien se refiere como su amigo.

Lo anterior vuelve a ser relevante ya que el lunes por la noche el presidente Trump informó a través de sus redes sociales que, debido a la pandemia por el COVID19, suspenderá temporalmente la migración a Estados Unidos con el fin de proteger los trabajos de los estadounidenses. La orden ejecutiva la firmará el día de hoy y arranca con una vigencia de 60 días. Así Trump vuelve a recurrir a la migración como el villano que acecha al pueblo estadounidense. La pandemia es una nueva excusa para sus instintos nativistas.

El anuncio se da cuando apenas la semana pasada el presidente López Obrador presumió que tuvo una llamada con el presidente de Estados Unidos quien le prometió dar mil ventiladores a México y programar una reunión para junio o julio en la que quiere agradecerle la entrada en vigor del TMEC.

Trump sigue siendo Trump. Cuando Peña Nieto era presidente, el mismo día en el que vino a México como candidato y se le dio trato de Jefe de Estado, en la noche fue a Arizona a atacar a los mexicanos en un rally. Ahora, habla con AMLO un día y a los tres saca un decreto anti migrante.

Lo peor es que tanto en el tema TMEC como en la entrega de ventiladores, Trump no va a cumplirle a López Obrador.

El agradecimiento sobre la entrada en vigor del TMEC sería prematuro porque el acuerdo comercial renegociado está atorado. Su fecha de entrada en vigor estaba prevista para el 1º de junio, algo que ya no ocurrirá porque quedan por definir reglas en el sector automotriz. Por el momento la fecha está retrasada hasta el 1º de julio. Pero existe un grupo de asesores del sector privado estadounidense que se reunieron con el encargado comercial de Trump, Robert Lighthizer, el pasado 15 de abril en donde le pidieron a La Casa Blanca posponer la entrada en vigor del TMEC hasta enero del 2021 argumentando que la pandemia ha complicado las condiciones para que el acuerdo entre en vigor antes.

En cuanto a los ventiladores, parece poco probable que Trump le envíe a México mil cuando el 1º de abril FEMA, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, declaró que Estados Unidos enfrentaría un déficit de 13 mil ventiladores. Por ello el gobierno federal y los estados han estado peleando por el abastecimiento de éstos.

Columna completa en El Universal

El presidente López Obrador, fiel a su visión arcaica de la mujer, mandó a niñas y mujeres a que se encierren en casa para cuidar a los familiares enfermos. “Es un hecho, es conocido que sobre todo las hijas cuidan a los padres; los hombres podemos ser más desprendidos”, dijo el presidente, al momento de anunciar que México entraba oficialmente en fase 2 de la pandemia.

Dos días antes, apareció en las pantallas de miles de mexicanos una mujer, Ana Lucía de la Garza Barroso, directora de Investigación Operativa Epidemiológica de la Secretaría de Salud. Ella, por su especialidad médica, encabezó la conferencia de prensa matutina de Palacio Nacional para dar información sobre el coronavirus. Pero al concluir su intervención, la nota no fueron los datos valiosos que proporcionó la Doctora en Epidemiología por la UNAM con Maestría en Salud Pública. La nota fue que Ana Lucía de la Garza Barroso estaba guapa. Su nombre se convirtió en tendencia en twitter con comentarios como este: “¿Ustedes vieron el tremendo tortón que es Ana Lucía de la Garza Barroso, la directora de Investigación Operativa Epidemiológica de México? Pasa esta pandemia, me mudo y me caso.”

La sexualización de la especialista en medio de la pandemia ocurrió sin mayor indignación.

Y es que, aun cuando el 8 de marzo las calles de la Ciudad de México se pintaron de morado al salir miles de mujeres vestidas de ese color a exigir acciones de parte del gobierno para poner fin a la violencia de género, el movimiento feminista, que parecía imparable, se frenó de tajo y en el peor momento.

Y es que, tan solo dos días después del paro nacional #UnDíaDinNosotras, la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID19 como una pandemia. A partir de ese momento, todo lo que no tenga que ver con el virus ha pasado a un segundo plano, incluso la muerte de miles de mujeres.

México está enfermo. Y esa enfermedad se llama machismo.

Una enfermedad que a partir de la amenaza del COVID19, apunta a que la situación empeore para miles de mujeres que se han visto obligadas a encerrarse en el lugar más peligroso para ellas: su casa. Mariana Baños, directora de Fundación Origen, me comenta que en los veinte años que lleva ofreciendo servicios psicológicos, legales y apoyo de salud mental a mujeres de México, ha podido observar como durante las crisis, las conductas de violencia incrementan.

Cuando hay desempleo, cuando no hay comida, cuando hay miedo o incertidumbre e inseguridad, las agresiones aumentan. Así se vivió después del temblor que sacudió a la Ciudad de México en el 2017, en donde las llamadas de teléfono al número 01-800 de la fundación se triplicaron. Y se espera que ocurra lo mismo ahora con el coronavirus.

El encierro trae más violencia. La asociación FEMEN habla de que en estos momentos en México las mujeres enfrentan dos pandemias, el COVID19 y la violencia machista. Por una parte, el encierro 24/7 permite más tiempo para la violencia y da la idea al agresor de que la impunidad puede prevalecer más que en tiempos ‘normales’ porque la mujer no puede salir a denunciar ni a refugiarse en casa de amigos o familiares.

 

Columna completa en El Universal

La crisis sanitaria por el COVID-19 nos agarra a los mexicanos en un escenario de debilidad económica y división social tremenda. El presidente López Obrador, lejos de ser un líder para todos lo mexicanos, ha sido quien ha alimentado este discurso de división. Su falta de claridad respecto a los riesgos de que muchos mexicanos nos contagiemos al mismo tiempo y con ello desbordemos el de por si precario sistema de salud, aumentando el número de muertes, ha generado la idea entre la población de que el COVID-19 es un virus que solo afecta a los fifís que viajan.

Sin duda en México se debe tomar en cuenta las miles de carencias que sufren más de 60 millones de mexicanos para quienes eso del “home-office” es una idea profundamente irreal por varias razones. Partiendo de que no hay acceso a internet hasta que la oficina en casa es inviable si tu sustento es lavando y estacionando coches en la calle o vendiendo quesadillas en la esquina afuera del metro.

Además, esto de lavarnos las manos durante 20 segundos puede sonar sumamente sencillo para quienes tenemos agua con solo abrir la llave del baño, pero para un 46.4 por ciento de los mexicanos no hay suministro de agua de manera cotidiana dentro de su vivienda, según datos de Coneval.

La manera como podemos enfrentar el COVI-19 varía de forma importante dependiendo de la situación económica en que nos encontremos y eso es algo que las autoridades tendrán que tomar en cuenta al momento de idear respuestas para hacerle frente a la pandemia.

El presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que su gobierno se va a enfocar en proteger a los débiles y a los pobres del COVID-19. “Nada de rescates al estilo del periodo neoliberal, que les daban a los bancos y a las grandes empresas. No, que ni estén pensando en que habrá condonaciones de impuestos.”

No quiero defender los rescates que han hecho los gobiernos de México en el pasado por que varios de ellos han ayudado a pocos con el dinero de todos los mexicanos. Pero esos errores del pasado no son excusa para no darnos cuenta de la importancia de sacar adelante a los más desfavorecidos a través de, entre otras palancas de desarrollo, los empresarios. Pequeños y grandes.

El gobierno claramente no puede solo. Pero el presidente y varios de quienes le escuchan viven bajo la impresión de que todas las empresas y todos los empresarios son unos egoístas depredadores que se enriquecen a costa del pueblo bueno. En esta visión maniquea se olvidan que los empresarios invierten, generan empleos y pagan impuestos.

En estos días de pandemia, se hizo viral que una empresa que es dueña de, entre otras marcas, las cafeterías Starbucks, había tomado la decisión de no pagarle a los empleados que decidieran dejar de ir a trabajar. En seguida vinieron ataques en redes sociales para la empresa depredadora. Los comparativos de lo que Starbucks está haciendo en Estados Unidos no se dejaron esperar. Allá, entre otras medidas, Starbucks le mantiene el sueldo a quienes no acudan a trabajar y se lo están aumentando a los empleados que sí se presenten.

¿Por qué en EUA lo pueden hacer y en México no, aun cuando en ocasiones son las mismas marcas? Porque el gobierno estadounidense está ideando un paquete de ayuda federal de 2 billones de dólares para familias y empresas (que fue parte del motivo de la fuerte alza de los mercados financieros ayer).

Entiendo la diferencia de tamaño de las economías. Pero eso no es excusa para que el plan del gobierno mexicano, anunciado un día después de la cancelación ilegal de la planta de Constellation Brands, sea presumir que tenemos en caja 400 mil millones de pesos extras producto de “ahorros” derivados de la no corrupción.

Columna completa en El Universal

Se ha criticado mucho la falta de acción de parte del gobierno mexicano ante la pandemia del COVID19. Aquí quiero documentar dos errores garrafales y claros del actual gobierno.

Error 1: Asumir que una vez que tienes COVID19, te vuelves inmune al virus.

Durante la conferencia mañanera del lunes, el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, declaró a la pregunta de si el presidente López Obrador se va a realizar la prueba del COVID19 que “casi sería mejor que padeciera [el presidente López Obrador] coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”.

Sorprende que quien está al frente de la tarea de enfrentar la pandemia en México haga una declaración tan irresponsable. La ‘estrategia’ de López Gatell es similar a la que Boris Johnson consideró para Inglaterra y que ya ha demostrado estar sumamente equivocada. Se llama “inmunidad en manada” e implica dejar que la población menos vulnerable a morir o enfermar gravemente del virus, como los menores de 60 años, se contagien ahora del COVID19 para generar inmunidad al virus y así, en un segundo brote que la mayoría de los médicos considera llegará con más fuerza en otoño, los servicios de salud no se verán desbordados.

Suena bien, pero hay dos problemas. El primero es que el COVID19 es un virus nuevo y nadie sabe si realmente generamos inmunidad al enfermarnos. De hecho ya van varios casos documentados de pacientes que se enfermaron del coronavirus; se recuperaron y han vuelto a contagiarse. Los detalles se pueden consultar aquí: https://www.independent.co.uk/news/world/asia/japan-coronavirus-test-positive-recover-a9404056.html

Y lo segundo es que al tener 66 años, el presidente no es precisamente el demográfico menos vulnerable de sufrir consecuencias graves si se contagia de COVID19.

Error 2: No dar seguimiento adecuado a pacientes con casos confirmados de COVID19.

En mi podcast Broojula entrevisté a un paciente que salió positivo en la prueba del COVID19. En su testimonio, Jorge -utilizamos pseudónimo – relató que el martes 10 de marzo regreso a la Ciudad de México procedente de Vail, Colorado, a donde pasó unos días de vacaciones con su esposa y amigos. Jorge tiene 50 años; su esposa 48. Ambos comenzaron a sentirse mal llegando a la Ciudad de México. Él primero que ella. Fue al médico el miércoles 11 de febrero y, al hacerle una primera revisión, el doctor lo bajó de inmediato a un área especial del hospital ABC de Observatorio en donde le hicieron la prueba tanto del H1N1 como del COVID19.

La prueba del H1N1 salió negativa en menos de 24 horas. El viernes 13 recibió los resultados de la prueba del COVID19. Resultado positivo. Su esposa acudió al médico pero ya no le hicieron la prueba. Presentaba claramente los mismos síntomas y por lo tanto decidieron no sacrificar usar una prueba que le puede servir a alguien con caso más severo. Jorge relató que hasta ayer, martes 17 a las 4:30pm, ninguna autoridad de salud lo ha contactado ni para preguntarle en qué vuelo llegó a la CDMX. Resulta que él y su esposa tomaron dos vuelos: uno de Denver a San Diego y otro de Tijuana a la Ciudad de México.

Si las autoridades no conocen sus vuelos, es imposible que contacten a quienes estuvieron en los mismos aviones. Si las autoridades no saben del caso de la esposa de Jorge, es imposible que tengan un conteo adecuado de los contagios de COVID19 en el país.

 

Columna completa en El Universal

Joseph Stalin, el dictador ruso, decía que una muerte es una tragedia; cien mil muertes es solo una estadística. Y en esa ruta, de las muertes que no son tragedias sino estadísticas, nos hemos adentrado.

Con 35 mil 588 víctimas de homicidios dolosos y feminicidios, el 2019 ha sido el año más violento de la historia de México desde que se hacen estos registros. Estamos hablando de 97.5 personas asesinadas todos los días. Cinco años consecutivos en las que el número de muertos se apilan uno sobre de otro para convertirse en eso: una estadística.

Ya no es una tragedia. Todos los días reportamos masacres que en cualquier país del mundo, una sola de ellas serían noticia de conmoción nacional; de luto. De tener las banderas a media asta.

Tan solo el fin de semana asesinaron a un grupo de músicos indígenas en Guerrero. Diez músicos del grupo Sensación Musical de entre 15 y 42 años asesinados y después quemados hasta quedar irreconocibles. Dos días antes un comando armado llegó a Las Pomas, en Chihuahua, y dispararon y quemaron hasta destrozar casas y vehículos de la comunidad con total impunidad.

El día de ayer, El Universal recordó nueve momentos de violencia en México en el 2019. Entre ellas, la masacre de Viernes Santo en Minatitlán en abril en donde murieron en un salón de fiestas 14 personas, incluyendo a un menor de un año. Este tipo de matanzas abrieron un nuevo capítulo de violencia en donde se dejó de respetar a familias, a mujeres y a niños, en las matanzas entre grupos rivales del crimen organizado.

El 8 de agosto en Uruapan, Michoacán, amanecieron 19 cuerpos colgados y desmembrados en distintos puntos de la ciudad. Veinte días después, en Coatzacoalcos, Veracruz, ocurrió la masacre del bar Caballo Blanco que dejó 31 muertos. El 14 de octubre en Aguililla, Michoacán, fue emboscado y asesinado un convoy de la policía estatal por miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación. Se sabe que fueron ellos porque lo hicieron en sus autos rotulados con las iniciales que llevan grande y claro sus autos: CJNG. Sin miedo ni preocupación a ser identificados por ‘las autoridades’. Todos esto ocurre, ocupa un espacio en los medios durante uno o dos días, y después pasamos a lo que sigue. No hay indignación ni de autoridades, ni de la sociedad.

Este tipo de noticias se juntan una tras otra, día con día, sin señal alguna de que la violencia pueda ya no pensemos en disminuir, sino en ser controlada. Los pocos casos que no quedan impunes son cuando la gente en las comunidades decide tomar cartas en el asunto por ellos mismos. Golpean a ladrones y los linchan para intentar que no se acerquen más delincuentes a sus poblados. Esto claro, en el caso de que estemos hablando de delincuentes comunes, no de crimen organizado.

En mi programa de radio, el colega de estas páginas, Alejandro Hope, dio unas cifras que son espectaculares, por la dimensión que le dan a la violencia de México comparada con otros países. En España al año son asesinadas alrededor de 300 personas. Esa cifra la alcanza México en tan solo ¡tres días! En Reino Unido el número de homicidios es igual al año que el que ocurre en México en una semana. El año pasado, la cifra de muertos en México fue igual que la que tuvieron la suma de 43 países europeos en el mismo periodo.

 

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador había dicho que daría a conocer los detalles de la renuncia de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte, pero en su lugar se dedicó la mañanera de Palacio Nacional para dar detalles del avión presidencial, el TP-01, que más de un año después de que prometiera venderlo, esto simplemente no ha ocurrido.

Las razones por las que el avión no se ha vendido es que es una aeronave hecha para volar a mandatarios, no para fines comerciales. Si lo quisiera comprar una línea aérea, acomodarlo para viajes comerciales implicaría un gasto importante, primero que nada, por el peso del 787-8. Al cumplir con requisitos de seguridad para volar a un Jefe de Estado, el avión pesa más que un avión comercial. Sus despegues y aterrizajes, por lo tanto, cuestan más. Para una línea aérea comercial esto requeriría de ajustes más de allá de las de por sí necesarias modificaciones a la cabina para sentar a los pasajeros.

Así, el mercado de posibles compradores del TP-01 queda muy reducido. Los particulares y/o empresas que tengan interés en comprar un avión con estas características son muy pocos.

Pero, aun así, el presidente López Obrador insiste en que quiere vender el avión. Cuando menos ahora lo va a regresar a México. Esperemos que sea guardado en el hangar presidencial construido específicamente para este avión. Con ello dejaremos de pagar los $719 mil 321 dólares anuales que cobraron en Victorville, California solo por su resguardo. Habrá que conocer los detalles de costos de mantenimiento en México, que sin duda deberán seguirse dando si no queremos que el avión se deteriore y se vuelva una pieza de chatarra.

El discurso presidencial de no volar en el avión que “no tiene ni Obama” le ha sumado muchos simpatizantes a AMLO. Ha resultado música para los oídos de varios saber que el dinero producto de la venta va a ser utilizado para mejorar la vida de miles de mexicanos. Lástima que todo sea una quimera.

En junio pasado, en concreto el día 12, el presidente prometió que el dinero de la venta lo destinaría al Plan de Desarrollo Integral de Centroamérica. Y, sin embargo, ayer, en su conferencia mañanera, el presidente declaró que el dinero que se va a obtener “nos va a permitir tener recursos para tener equipos que hacen falta en hospitales, rayos X, tomógrafos, ambulancias, sólo por hablar de necesidades de salud, pero cuántas otras necesidades hay, demandas de la gente”.

Por fin, ¿el dinero será para el desarrollo de Centroamérica o para cubrir las necesidades de salud?

Ya en otra columna (19.Sept.19) había apuntado que no hay claridad respecto a qué pasaría con el dinero de la venta del avión en el remoto caso de que se logre vender. El contrato de Banobras con Boeing para la compra del avión está protegido por el secreto bancario. El Director de Banobras, Jorge Mendoza, dijo que el banco ya ha pagado mil 833 millones de pesos de la deuda e intereses y que aún hay un remanente de más de 2 mil 700 millones de pesos que se deben pagar hasta el 2027.

Por ello, una vez que Banobras pague todo el avión, será el banco gubernamental el dueño del TP-01. Si se vende antes, Banobras dejará de tener que pagar las mensualidades. Así que no habría dinero para enviar a migración, al desarrollo de Centroamérica o al sector salud, como ha prometido el presidente.

 

Columna completa en El Universal

¿Podemos confiar en Estados Unidos? La respuesta es un claro y rotundo no. No podemos confiar en Estados Unidos. No lo podíamos hacer antes, cuando tenían presidentes mucho más serios, capaces y profesionales que Donald Trump, porque siempre hemos sabido que nuestro vecino del norte no tiene amigos ni aliados, tiene intereses.

Si eso era verdad con Obama, Bush, Clinton y tantos otros presidentes antes de ellos, lo es aun más con un Donald Trump que el día de hoy se convertirá en el tercer presidente en toda la historia del país en ser sometido a un juicio político precisamente señalado por ver por sus intereses antes que por los de su país.

Y su interés desde que estaba en campaña ha sido ganar las simpatías y los votos de su base electoral principalmente a través de los señalamientos de que la relación con México ha sido perniciosa para Estados Unidos. Lo ha sido así en materia migratoria, de seguridad y de comercio.

Por eso, por lo negativo que ha sido el intercambio comercial con México, es que Trump declaró que el TLCAN era el peor acuerdo que Estados Unidos había firmado en su historia y por ello, desde el día uno lo quiso cancelar.

Ya en el curso de su presidencia el TMEC o TLCAN, como le queramos llamar, ha sido de los pocos temas en los que hemos visto rectificar marginalmente a Trump. De quererlo cancelar, estuvo dispuesto a renegociarlo, pero siempre con la idea de que el nuevo tratado sería benéfico para sus intenciones políticas: colgarse la medalla de cancelar un mal acuerdo comercial. Esto del ganar-ganar no está en el ideario del presidente norteamericano.

Tomando esto en cuenta, es evidente que la prisa que le entró al presidente Andrés Manuel López Obrador por firmar el adendum al TMEC para que la Cámara de Representantes de Estados Unidos hiciera lo propio antes de que terminara el año ha resultado bastante costoso para la cancillería y para México.

El 25 de noviembre, el Subsecretario para América del Norte y negociador del TMEC, Jesús Seade, veía poco probable que se lograra legislar y aprobar el TMEC en el legislativo estadounidense antes de que concluyera el año. Así lo dijo en la conferencia matutina en Palacio Nacional, en la que dijo claramente: estoy pesimista. AMLO, ni tarde ni perezoso, lo corrigió inmediatamente.

A partir de esta diferencia de visiones del negociador y de su jefe, el presidente, se revirtió la inercia que traía el proceso de ratificación del TMEC. Se aceleró todo hasta llegar a la firma del adendum en Palacio Nacional y la ratificación fast-track en el senado mexicano el 10 y 12 de diciembre, respectivamente.

De ahí siguió el caos del fin de semana que llevó a Seade a tomar un avión para entrevistarse con el encargado comercial, Robert Lighthizer, en Washington. La intención fue externar su sorpresa por el lenguaje utilizado en la carta de implementación del TMEC que envió La Casa Blanca al legislativo en torno a la figura de los agregados laborales. La sorpresa vino porque precisamente no se puede confiar en Estados Unidos. En lugar de esperar a que avanzara el proceso en EUA, como lo ha estado haciendo Canadá, y mientras tanto seguir funcionando bajo las reglas del TLCAN original, México quiso jugarle al gigante por las prisas del presidente López Obrador.

 

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Fue un día de fiesta en Palacio Nacional. Para firmar el adendum de la ratificación del TMEC se reunieron las delegaciones de México, Estados Unidos y Canadá, encabezadas por el presidente López Obrador, el canciller Marcelo Ebrard y el Subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, por la parte mexicana; Robert Lighthizer y Jareed Kushner, por parte de EUA; y Chrystia Freeland del lado canadiense.

Sabemos que en la recta final de la negociación sobre la ratificación hubo cuatro temas espinosos. El laboral; el ambiental; el de medicamentos y los aranceles al acero y al aluminio. Sobre estos temas se logró un adendum en donde los canadienses se sentaron a esperar qué lograban acordar primero los demócratas con los sindicatos de Estados Unidos; luego los demócratas con La Casa Blanca y por último voltearon a ver qué es lo que diría México sobre las nuevas exigencias que se le harían al país.

Todo indica que van a ser fuertes las exigencias para México. Que si bien no entraran inspectores estadounidenses al país para revisar que se cumplan las leyes laborales, sí habrá un mayor escrutinio en este sentido lo que será probablemente un golpe a algo que nunca he entendido como orgullo nacional: “la mano de obra barata mexicana”.

La verdad es que el mundo ha cambiado. Las ganancias del libre comercio que han dejado atrás a los trabajadores que simplemente ven como se enriquecen los dueños de las grandes multinacionales ya no es un escenario sostenible.

Quien crea que sí, puede voltear a ver a las dos grandes democracias: Estados Unidos y Gran Bretaña. En ambos países han ganado liderazgos llevados hasta el poder por el hartazgo de las clases medias trabajadoras. En EUA los trabajadores de cuello azul de estados como Ohio, Wisconsin y Pennsylvania que eran leales a los demócratas pero que se cansaron de condiciones lamentables de trabajo y prefirieron votar por Trump. En Gran Bretaña, los cansados con una situación económica precaria de cuyas causas culpaban a los migrantes, votaron por el Brexit y mañana muy probablemente lo ratifiquen en las elecciones convocadas por Boris Johnson.

En México urgen mejoras laborales desde hace décadas. Entiendo que parte del descontento con lo acordado ahora tiene que ver con la preocupación de que Estados Unidos utilice argumentos de incumplimientos laborales para justificar un proteccionismo comercial, pero si no queremos que estos argumentos sean utilizados, lo mejor que podemos hacer es que se mejoren las condiciones laborales y que los sindicatos sirvan para representar a los trabajadores. ¡Adiós a los millonarios liderazgos sindicales (Romero Deschamps; Napoleón Gómez Urrutia) con trabajadores en situaciones precarias!

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La realidad en materia de seguridad ha cambiado dramáticamente, para mal. Lejos de tener una estrategia con metas específicas para presentar resultados, tenemos a un Secretario de Seguridad Pública que señala puntos de inflexión al mismo que tiempo que queda claro que la situación ha empeorado y hay dos factores que lo demuestran contundentemente.

Lo primero es que, de tener un problema grave de inseguridad en pocas ciudades, como Coahuila; Ciudad Juárez; Matamoros y Reynosa, ahora la inseguridad está en prácticamente todo el país, salvo pequeñas islas de tranquilidad como Mérida.

Lo segundo es que ahora los delitos no discriminan niños, mujeres ni familias. La delincuencia ya cruzó esa línea y ya no respeta. Ante la impunidad, la matanza va parejo, como quedó claro con lo ocurrido a la familia Le Barón hace dos días en Sonora, el estado que quiere gobernar Alfonso Durazo. Pero, desgraciadamente éste no es el único caso de asesinatos de familias. Las notas con estas matanzas son ya el pan de cada día en el noticiero que conduzco en Foro TV, A Las Tres.

En los casi diez años que he tenido a mi cargo un noticiero en esta plataforma y antes en Grupo Imagen, he podido ver claramente el deterioro en la seguridad. Las notas cotidianas de asesinatos múltiples de familias y vecinos aparecen con mayor frecuencia. No digo que antes no ocurrieran nunca, como fue el caso de la masacre de Villas de Salvacar en el 2010, pero ahora este tipo de crímenes ocurren con más frecuencia y en más lugares. Tan solo la semana pasada hubo un tiroteo en una fiesta infantil en Iztapalapa y otro en el festejo de San Andrés Totoltepec en donde se dio el tiroteo mientras más de mil personas estaban bailando en la calle.

Y ante este recrudecimiento del crimen, la respuesta de las autoridades es la misma de siempre: lamentamos los hechos; vamos a investigar; lo ocurrido no va a quedar impune. Pero sí queda impune. Ahora con el agravante de que, además, el encargado de la seguridad en el gobierno no sabe del tema. Ha sido un político que ha brincado de partido y de lealtades para mantenerse en el poder, no alguien que conozca desde la teoría hasta la práctica de temas de seguridad. Y por eso, aun cuando era evidente que el problema de inseguridad que heredó el gobierno de López Obrador no se iba a resolver en doce meses, tampoco se va a resolver en los que siguen ni en lo que resta del sexenio con la actual estrategia.

Creer que el cambio lo va a lograr el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que da 3 mil 600 pesos a quienes pueden ganar impunemente miles de dólares producto de las distintas actividades ilegítimas que existen en México, es una ingenuidad monumental.

En la conferencia mañanera el presidente declaró que posiblemente lo ocurrido a la familia Le Barón se trató de una confusión de quienes asesinaron a las 3 mujeres y 9 niños, pero eso tampoco es una justificación. Lo terrible; lo lamentable, es que en México se puede cometer un crimen de esa magnitud para ajustar cuentas entre delincuentes y nada pasa.

Sin duda parte del problema viene del flujo de armas de norte a sur y del enorme consumo de drogas en Estados Unidos, pero el meollo del asunto es la falta de Estado de Derecho en México. Así como no es correcto que el presidente culpe al pasado de lo que ocurre actualmente, tampoco podemos creer que reglas de Estados Unidos van a ser las que traigan seguridad en México.

 

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Durante varias décadas el gobierno mexicano temblaba una vez al año ante la expectativa de que el gobierno de Estados Unidos certificara que se estaba actuando para combatir el crimen organizado. Esa época de la certificación anual que comenzó en 1988 con el Acta Anti-Abuso de Drogas fue sumamente negativa para la relación bilateral. La ayuda económica de EUA a México dependía de que el presidente norteamericano y después el congreso, consideraran que nuestro país estaba cumpliendo con la lucha en contra del crimen organizado para que se liberaran fondos para México.

Hubo años en los que nos certificaron los estadounidenses, y otros en los que no. La cantidad que ‘invertía’ EUA en esto era irrisoria, pero, aun así, era todo un tema bilateral que se logró dejar atrás hasta la firma de la Iniciativa Mérida firmado por parte de George W. Bush y Felipe Calderón.

Cerrado ese capítulo anual unilateral de parte de Estados Unidos, ahora hay un grupo de demócratas duros dentro de la Cámara de Representantes que quieren revivir una certificación para el gobierno mexicano, pero en temas laborales, como condición para aprobar la ratificación del T-MEC.

Actualmente hay un grupo de 9 congresistas que nombró la Presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi para negociar con el encargado comercial de La Casa Blanca, Robert Lightizer, con los sindicatos y las contrapartes mexicanas. Estos congresistas, encabezados por Richard Neal, se subdividieron en cuatro categorías de acuerdo a los temas espinosos que quedan pendientes de negociar: Earl Blumenauer y Jan Schakowsky, que se encargan de los temas en materia de medicinas y patentes del acuerdo; Jimmy Gomez y Mike Thompson, quienes negocian temas laborales; Suzanne Bonamici y John Larson tratan los temas ambientales; y Terri Sewell y Rosa DeLauro se encargan de los temas legales.

Los temas espinosos que siguen en la mesa de negociación son tres: 1) el compromiso de respetar la propiedad intelectual relacionada con medicamentos; vacunas y otros productos médicos; 2) el grado de apoyo para generar nueva infraestructura que evite contaminación en la frontera y 3) delinear las especificaciones para que se lleven a cabo inspecciones laborales en fábricas en México para que se compruebe que, en efecto, nuestro país cumple con la reforma laboral aprobada el 1º de mayo pasado.

Si bien en los primeros dos puntos se podría llegar a un acuerdo antes de que cierre el periodo legislativo en EUA dentro de 13 días, en las revisiones a las fábricas en México hay un impasse. El consenso dentro del grupo negociador mexicano es que permitir que los estadounidenses hagan una revisión de las fábricas en México sería inaceptable.

Pero hay un grupo de demócratas y de dirigentes sindicales que están dispuestos a dejar sin ratificar el acuerdo comercial entre México-Estados Unidos y Canadá, en tanto no se acceda a estas inspecciones que serían, en los hechos, el regreso de la certificación que tuvimos en materia de lucha contra el crimen, pero ahora en el tema laboral.

 

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Esta mañana el INEGI dará a conocer las cifras del crecimiento del Producto Interno Bruto. Se anticipa que este número va a ser negativo. Con esto serán ya dos trimestres al hilo con PIB negativo, lo que algunos definen como una recesión.

No voy a entrar en el debate de si esto es o no la definición precisa de recesión porque ni los economistas más destacados del mundo han logrado ese consenso, pero psicológicamente dos periodos con PIB negativo no pueden considerarse buenos para la economía de un país. Y si algo le pega a la psique de los inversionistas, le pega al bolsillo de los consumidores. Pero aun con este dato del INEGI, el presidente Andrés Manuel López Obrador seguirá firme con su apuesta de que en el 2019 vamos a crecer al 2 por ciento.

Y AMLO va a ganar la apuesta.

La apuesta no la va a ganar por un impulso natural que recibirá México vía el crecimiento de la economía estadounidense. Tampoco por las ganancias del sector exportador que se beneficia del tipo de cambio estable. Ni siquiera ganará la apuesta por el anuncio positivo de que Hacienda va a inyectar 500 mil millones de pesos a la economía vía la banca de desarrollo; créditos para viviendas y créditos al campo. Pero la va a ganar.

La va a ganar a pesar de que esta inyección de capital no va a devolver de la noche a la mañana la confianza de inversionistas nacionales y extranjeros para que vengan a meter su dinero en proyectos concretos y de largo plazo, no solamente en instrumentos financieros que pueden irse igual de fácil que como llegan.

Va a ganar la apuesta a pesar de que Citibanamex hizo un nuevo pronóstico del crecimiento para el año que lo modificó de .09 a .02 por ciento y de que ni el más optimista de los pronósticos anticipa un crecimiento cercano al 2 por ciento.

Si volteamos a ver otras cifras, todo indica que el presidente tiene una apuesta perdedora. Por ejemplo, la inversión se contrajo 2.1 por ciento entre enero y abril del 2019. La producción industrial cayó 2.1 por ciento en mayo, la caída más pronunciada desde enero del 2009. El subejercicio en el gasto gubernamental, motor fundamental para el crecimiento de la economía, es preocupante porque aun si se decidiera no continuar con este subejercicio, volver a echar a andar la economía que se frenó de tajo no es tan sencillo como pulsar un botón de encendido.

El freno de mano autoimpuesto por el gobierno a la economía significa que las empresas tienen que hacer recortes, que por ello los ciudadanos tienen menos dinero para gastar y que por lo anterior el gobierno tiene menos dinero que recaudar. Lo que hoy es un subejercicio que deja dinero en las arcas, mañana serán unas arcas sin dinero que invertir. Y así el círculo vicioso.

Pero, con todo y todo, el presidente va a ganar la apuesta.

Al final del año la apuesta de AMLO de que crecimos al 2 por ciento la va a sostener el presidente porque si bien los bancos y el INEGI van a reportar una cifra distinta, menor, López Obrador va a presentar sus propios argumentos sustentados en el libro que publicará en diciembre: la economía moral. AMLO dirá que México se está transformando; que ahora medimos el desarrollo y el bienestar y no solamente el crecimiento. Que, si bien antes se crecía poco más del 2 por ciento, el dinero solo se quedaba arriba y ahora, con su 4T, no va a ser necesario esperar a que el chubasco de dinero de arriba les llegue a los de abajo porque él sabe que eso nunca sucede.

 

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Andrés Manuel López Obrador ha sido un genio de la comunicación. Ante el gran y justificado enojo de los mexicanos con el gobierno de Enrique Peña Nieto vendió una idea a la sociedad: o están conmigo o están con Peña y la mafia del poder que lo acompaña.

Y esa ecuación binaria se ha llevado a diferentes ámbitos. El más reciente ha sido el proyecto futuro de México y su aeropuerto, el NAIM. En el recién concluido proceso de consulta la opción que nos dieron pareció ser: o se estaba con Texcoco – ósea, Peña Nieto y su corrupción – o se estaba con AMLO y la democracia.

Blanco o negro; sí o no; AMLO o Peña Nieto; Morena o el PRIAN. En esa tesitura hemos sido colocados como país.

Y en este proceso binario o se está a favor de la austeridad o se quiere el despilfarro de recursos. No existe la posibilidad intermedia de querer un México desarrollado, echado para adelante, con ciudadanos que tengamos un nivel de vida más parejo, sin disparidades tan abrumadoras en el ingreso, posible a través de políticas transparentes y del buen uso de los escasos recursos públicos con los que cuenta el Estado.

¿Por qué no podemos pensar en un México que tenga no uno sino varios aeropuertos de primera para recibir a turistas con una buena imagen y lograr ser el puente de comunicación entre norte y centro y Sudamérica con toda la derrama económica que ello implicaría? ¿Somos incapaces de lograr proyectos de desarrollo ambiciosos y sin corrupción de por medio?

¿Por qué no podemos pensar en un México que tenga una educación de mejor calidad para que los jóvenes mexicanos puedan competir en México y en cualquier parte del mundo que elijan para lograr un mejor nivel de vida para ellos y sus familias?

 

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