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El mundo atraviesa varias crisis en este momento. Desde la pandemia – que no se ha acabado – amenazas de otras enfermedades como la viruela del mono, inflación no vista en décadas, la guerra en Ucrania y sus consecuencias para los suministros alimenticios; calentamiento global que ha generado un verano de temperaturas récord en Europa y algunas ciudades de Estados Unidos; tensiones crecientes entre las dos grandes potencias – China y Estados Unidos – que ayer se complicaron más con la visita de Nancy Pelosi a Taiwán…la lista podría continuar.

Si en algún momento ha sido válida la frase de Mafalda de “Paren al mundo, me quiero bajar”, ese momento parece que es ahora. Y sin embargo ahí está otra frase célebre, la de Maquiavelo: “Nunca desperdicies la oportunidad ofrecida por una buena crisis”.

Si Maquiavelo viviera y pudiera ver lo que está haciendo México y como está el país desaprovechando el conjunto de crisis que enfrenta el mundo actualmente, volvería a morir. Estamos desperdiciando absolutamente todas las oportunidades que todas estas crisis juntas le presentan a México. Crisis y oportunidades que, posiblemente puedan no volver a presentarse. O quizás sí, en quien sabe cuántas generaciones.

Desde que Donald Trump decidió declarar una guerra comercial con China, México pudo haber levantado la mano para presentarse como el sustituto ideal para las importaciones y exportaciones estadounidenses. Lo pudo haber hecho con un plan concreto, pero en su lugar nos quedamos mirando al bravucón naranja que gobernaba ese país y simplemente reaccionamos a sus desplantes.

Se instauró el plan Quédate en México en donde tuvimos que invertir recursos humanos – la Guardia Nacional – y monetarios para hacerle el trabajo a la Patrulla Fronteriza estadounidense, a cambio de lo que en ese momento decidió Donald Trump: que no se nos impusieran aranceles.

Jared Kushner, el yerno de Trump, acaba de publicar sus memorias. En ellas cuenta como después de viajar a México y entrevistarse con el canciller Marcelo Ebrard, regresó a Washington y le presumió a su suegro que su plan de amenazar a México con aranceles si no controlaban la migración había funcionado: “Tu truco funcionó, le dije (a Trump). El Canciller me mostró sus cartas. México se doblará”.

En el minuto que salió Trump de la presidencia, López Obrador pudo haber corrido a los brazos de Biden para idear una estrategia en la que México fuera parte de la solución a un problema conjunto, como lo es el migratorio, y que a su vez generara mejores visas para mexicanos dispuestos a ir a trabajar y a invertir en Estados Unidos. Pero no. AMLO prefirió ser de los últimos mandatarios en felicitar a Biden y desde entonces la relación bilateral ha ido de tropiezo en tropiezo.

No hemos sabido presentarnos como la alternativa para que América del Norte pueda llenar los recovecos que hay en las cadenas de suministro, primero por el Covid y después por la guerra en Ucrania. En lugar de aprovechar el near y friendshoring, el presidente López Obrador prefiere cantarle serenata al cubano, Díaz Canel, y ponerle “Uy qué miedo” de Chico-Che a Biden.

En materia de energía y combate al cambio climático, lejos de pensar en las generaciones futuras y como dejarles un México más limpio a todos los mexicanos, prefiere envolverse en la bandera de la falsa soberanía al decir que está protegiendo nuestro patrimonio al defender a Pemex. En realidad, lo que ocurre es que está metiendo dinero bueno – que podría destinarse a educación o salud – a un barril sin fondo, como lo es Pemex y la CFE.

Es muy desmotivante ver como se nos va de las manos la oportunidad de llegar a donde por décadas se nos prometió. Este no es simplemente otro gobierno más que decepciona porque las oportunidades desaprovechadas no las habíamos tenido antes jamás.

Columna completa en El Universal

La palabra se refiere a los que, sabiendo que estamos en pandemia, deciden actuar como si el COVID no existiera o como si tuvieran la certeza que, de enfermar, nada grave pasaría. En el extremo deciden que ni siquiera merece la pena vacunarse. Pero realmente puede aplicar para la humanidad en su conjunto. Hemos sido unos COVIDiotas.

Todos saben que las pestes son recurrentes en el mundo. Y aún así, nos sorprendemos y somos incrédulos cuando de pronto nos encontramos entre una peste. Ha habido el mismo número de pestes como de guerras en la historia, y sin embrago, tanto plagas como guerras toman por sorpresa a la humanidad. Eso escribió Albert Camus en su novela, La Peste, en la que describe el cierre por varios meses de la ciudad de Orán, en Argelia, al haber un brote de peste.

Al releer en estos días de vacaciones a Camus, parece que está describiendo lo que ocurre actualmente con la pandemia por el virus SARS-COV-2. Lo mal que la humanidad ha manejado la pandemia es evidente cuando hasta en los países que parecía que la habían domado, como Australia, hay brotes preocupantes a 20 meses de que escucháramos por primera vez de este virus extraño que llevó al cierre de una ciudad China de Wuhan, con todo y sus 11 millones de habitantes en pleno mes de festividades.

Y pasado más de año y medio, el mundo sigue queriendo regresar a una normalidad que es inalcanzable. Nadie va a ser libre en tanto exista la peste, escribió Camus. Mientras estamos en medio de la peste vivimos una especie de exilio. Una sensación de vacío que conlleva un irracional deseo de regresar al antes de o de acelerar la marcha del tiempo al después de la peste. Leemos, como los habitantes de Orán, los periódicos y vemos las noticias, con la esperanza de encontrar una señal de que el virus va a acabar pronto.

Creemos que ahora es peor que en otras pandemias porque tenemos acceso a más información. Pero ahora, a diferencia de otras pandemias, hay esfuerzos científicos sin precedentes para lograr tratamientos y vacunas para hacer que el COVID no nos domine. Y, sin embargo, la falta de cohesión en acciones conjuntas a nivel internacional es el reflejo de un mundo entero de COVIDiotas.

Desde el gobierno de México que ha visto al COVID como algo que le ha venido “como anillo al dedo” y ha decidido dejar al frente de la estrategia de salud a un político más que a un epidemiólogo, vemos alrededor del mundo a varios Jefes de Estado que han decidido ver la epidemia como una oportunidad para hacerse de más poder y dinero sin importar la emergencia que enfrentamos todos.

También tenemos a grandes empresarios dentro de la iniciativa privada y organismos internacionales, que ante la amenaza del virus, escaparon a sus residencias lujosas para organizar Zooms en los que hacían como que algo hacían, mientras cobraron sus sueldos completos y algunos incluso recibieron ‘bonos de riesgo’ por estar ‘trabajando’ en pandemia.

A veinte meses de pandemia, hemos fallado. El mundo puede ganarse el trofeo de COVIDiotas. Con todo el conocimiento epidemiológico disponible, los países ricos se han preocupado por salir adelante ellos. Los países pobres, muchas veces liderados por una banda de pillos que pueden dormir tranquilos a pesar de que lo que roban saben que mantiene a sus votantes en la miseria y que por ello hoy no están preparados para enfrentar al virus, quieren que ahora los vengan a salvar: a ellos, no a sus pueblos. Quieren ser rescatados para seguir echando billetes en sus bolsas.

No hemos entendido que, es necesario que todos estemos a salvo del virus para que cada uno estemos libres de su amenaza.

Somos, como humanidad, unos COVIDiotas.

 

Columna completa en El Universal

El mundo extraña a Barack Obama por varias razones, entre otras, la tolerancia que procuró a lo largo de su mandato. Si bien fue el heredero de un Estados Unidos que había sufrido el primer ataque terrorista en su propio terreno, el 11 de septiembre del 2001 con las dos guerras que le siguieron, la de Irak y Afganistán, Obama intentó siempre cultivar tolerancia hacia los distintos credos y religiones. Panorama sumamente distinto al que ha caracterizado el gobierno de Donald Trump.

 

El nuevo presidente de Estados Unidos no solamente se ha abstenido de mostrar solidaridad con Londres, Paris o Bruselas tras los recientes ataques terroristas, sino que ha parecido ser leña para encenderlos aun más.

 

Mientras que otros líderes occidentales han hablado de lo lamentable que es cualquier ataque terrorista como un recordatorio de que el extremismo de cualquier tipo es reprobable, Trump prefiere ver estos ataques como una oportunidad para…

 

Columna completa en El Universal

Foto: Archivo APO