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No hay añoranza por el pasado que evidentemente dejó muchos problemas por resolver. Si hay, sin embargo, extrañeza por el presente. Un presente en el que se excusa lo inexcusable y se cobija lo que antes se repudiaba.

El abrazo a Miguel Ángel Yunes después de haberlo señalado como integrante de un clan corrupto; la felicitación a Cuitláhuac García después de su desastrosa gestión en el gobierno de Veracruz; el consulado en Miami a Rutilio Escandón tras dejar a Chiapas entrampado en violencia criminal; el intento de abrirle una nueva bolsa de 2.4 billones a Octavio Romero Oropeza en el Infonavit después de que dejó a Pemex en la quiebra absoluta; la aceptación y absolución del plagio de Yasmín Esquivel no solo para permanecer en el cargo sino para que pueda quedarse en la Suprema Corte 2.0 que supuestamente será mejor y menos corrupta que la actual. A estos hechos hay un desagradable etcétera que conforman la lista de incongruencias en el oficialismo.

Todo lo anterior me recuerda tanto a la novela de Mariano Azuela, Los de abajo. Podría ser lectura para estas vacaciones para alguno que otro que actualmente está en Morena en cargos relevantes. Si no se quiere leer, está también la película con “El Indio” Fernández basada en el libro.

Demetrio Macías, el personaje principal, que representa a los hombres del pueblo que luchan por un cambio en los años de la Revolución, pasa de ser el héroe que promete acabar con los privilegios de los federales a convertirse justo en lo que combatía.

Demetrio Macías luchó contra la opresión, pero cuando llegó al poder se dedicó a oprimir. Así hoy tenemos a los que en la oposición criticaban la corrupción y los privilegios, pero al llegar al poder no han más que aprovechado su puesto para repetir lo que denostaban.

Luis Cervantes, un médico desertor de los federales, se acerca a Macías y se gana su confianza. Es quien ayuda a darle forma a la lucha de Macías y a los campesinos que lo acompañan. Hoy hay varios Luis Cervantes que han salido del PRI, PAN y PRD para sumarse a Morena y criticar lo que antes fue su columna vertebral.

Lo que hemos visto de Morena en el poder, ahora con Claudia Sheinbaum pavimentando el segundo piso, es la trágica repetición de la historia de México. Hay supuestos ideales por los que se lucha desde la oposición pero ahora que han llegado al poder, lejos han quedado esos ideales. En su lugar tenemos una serie de oportunistas que se han olvidado de lo que siempre dijeron que querían para México.

¿Qué mueve a Adán Augusto en el Senado sino la ambición personal de poder? ¿Qué mueve a Ricardo Monreal en diputados sino seguir remando privilegios y prebendas para él? No han llegado a donde están pensando en servir al público, como servidores públicos que son, sino para servirse del público, como oportunistas que han demostrado ser.

Y, mientras tanto, tenemos a una presidenta Sheinbaum que por más que ha querido llevar la fiesta en paz y hablar de unidad para mantener en orden lo que su mentor le encargó, las fuertes ambiciones de quienes no se quedaron con la candidatura solamente le están complicando su mandato. Ambiciones que, por cierto, están más alineadas con complacer a quien habita en Palenque que a quien despacha desde Palacio Nacional.

Los de abajo fue literatura clásica de los años de la Revolución que noveló las incongruencias de los revolucionarios que lucharon en contra de la dictadura de Porfirio Diaz. Ahora se está reescribiendo una historia similar. Los que se decían de izquierda que querían luchar en contra de los privilegios de la clase política del PRI-PAN y PRD son igual de incongruentes. Al llegar al poder están demostrando ser más oportunistas, cínicos y ambiciosos que aquellos a los que por años tanto criticaron.

Columna publicada en El Universal

Cólera es una de las primeras palabras en La Ilíada. En esta epopeya, Homero nos presenta a dos archienemigos: Agamenón y el admirable Aquiles. Ambos se comportan de manera idiota porque están llenos de furia. La lección principal de esta obra es que la cólera nos ciega al convertirnos en unos monstruos llenos de odio con consecuencias terribles para sociedades e individuos. El héroe de los griegos, Aquiles, pierde su atractivo ante el príncipe de los troyanos, Héctor, que – a diferencia de Aquiles – sabe que a los enemigos hay que tratarlos con dignidad. Héctor simboliza la humanidad y compasión en un contexto de conflicto.

Hace unos días leí una columna de David Brooks en el New York Times titulada ¿Cómo mantener la sanidad en estos tiempos tan brutales? Brooks recuerda la Ilíada y escribe justo sobre como la cólera corroe a quien la padece y lo ejemplifica en Donald Trump. En como el colérico ve enemigos fuera dispuestos a la destrucción y por ello cree necesario ser inclemente en contra de los otros. El fin justifica los medios. Lo importante es mantener el poder.

Al leer esta descripción de Brooks, pensé en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. AMLO ha destacado a lo largo de su sexenio por ser colérico. Por su ánimo de venganza tras casi dos décadas de buscar llegar al poder. Una vez puesta la banda presidencial, sus palabras y acciones han sido de odio y de venganza. Un auténtico Aquiles. Ha sido el más binario de los presidentes. O se está con él o se está en su contra. No existen matices; no hay grises.

Bajo su óptica, no se puede estar de acuerdo con sus acciones para mejorar el salario mínimo, por ejemplo, y en desacuerdo con la militarización del país. Cualquier inconformidad con lo que él propone y representa coloca a esa institución o persona del lado de sus adversarios.

Esto nos ha dividido a los mexicanos. Llegamos a la actual elección con resentimiento como el principal sentimiento que motiva a los votantes. Esto me dijo Gabriel González Molina hace unos días que lo entrevisté para mi podcast Broojula. Él lleva estudiando casi tres décadas a un segmento del electorado que es clave y que en la mayoría de las ocasiones ha definido su resultado, a los indecisos. Entre los indecisos están los que González Molina llama los Switchers 2 (S2), los huérfanos de este sexenio. Se han alejado de un presidente que sienten que no los representa pero no están seguros de que la oposición sea la respuesta. Este segmento representa al 35 por ciento del electorado y, si salen a votar, van a definir la elección.

Por este segmento González Molina encuentra que la elección de junio no está definida, como muchos creen o quieren que creamos. Mi pregunta es qué tanto se ha nutrido este segmento de los Switchers 2 a partir de la cólera del presidente.

Si vemos en el estudio qué es lo que quieren los S2, encuentro que muchos de sus agravios se nutren de un presidente que en lugar de gobernar para lograr un México mejor lo ha hecho a partir de su cólera que lo ha cegado, como a Aquiles. Los agravios de los S2 están en la rampante corrupción que AMLO no logró corregir, a pesar de haber prometido que con barrer las escaleras de arriba abajo sería sencillo hacerlo. La escalera está plagada de corrupción arriba, en el peldaño de sus hijos, así que no resultó tan sencillo barrerla. También se sienten agraviados por la violencia y la inseguridad. AMLO no ha dirigido su cólera en contra del crimen organizado. Para ellos ha preferido abrazos. Para las víctimas, cólera.

En una elección en la que la candidata oficialista ofrece continuidad, la primera pregunta que me genera es si Sheinbaum mostrará en esta campaña que la mueve la misma cólera del presidente. La misma que ha nutrido a un segmento de la población que se ha alejado de AMLO y que podrá definir el resultado de junio próximo en su contra.

Columna completa en El Universal

¿Qué horas son? las que usted diga, señor presidente. Es la respuesta que México ha querido evitar que se le de al titular del ejecutivo desde hace décadas porque significa una anécdota del país de un solo hombre. Del presidente todopoderoso al cual nadie puede refutar; corregir y ni siquiera informar. Pero ese es el México en el que nos encontramos bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.

Ya sabemos que si la crítica viene de los periodistas, el presidente la va a desechar y a descalificar como obra de los adversarios que quieren conservar los privilegios del pasado. Por ello, la esperanza de México (para usar una frase del presidente) radica en quienes están cerca de él y que saben que no vamos por el camino correcto, aun cuando las intenciones pueden ser las mejores y más bondadosas.

La esperanza recae en personas como Alfonso Romo; Marcelo Ebrard; Arturo Herrera; Claudia Sheinbaum y Olga Sánchez Cordero. Funcionarios públicos que, si bien se acercaron a Andrés Manuel López Obrador por estar de acuerdo con varias de sus propuestas y dudando e incluso desechando las críticas de que sería un presidente que destruiría la riqueza y minaría la democracia, hoy deben voltear a ver la situación del país y las respuestas que ha dado el presidente para darse cuenta que esas buenas intenciones no nos están llevando a los resultados esperados.

Momentos como el que vive México los han atravesado otros regímenes y otros gobiernos. La destrucción de un país no ocurre simplemente por la voluntad de una sola persona. Va acompañada de sus colaboradores incondicionales. Incluyendo aquellos que saben que el camino no es el adecuado, pero que persisten silenciosos a su lado.

Hoy vemos esto en los republicanos en Estados Unidos. La colaboración del partido con Trump tiene al país viviendo tres crisis simultaneas de enorme proporción cada una de ellas: la de salud, que es la peor desde la pandemia de 1918; la económica, que es la peor desde 1933; y la protesta social, que es la más crítica desde las manifestaciones de 1968. Trump, lejos de apaciguar, decide encender. Su respuesta a cada una de estas crisis las ha empeorado. Pero aún así, el partido lo respalda.

En su gabinete han estado personajes como Gary Cohn, quien fuera asesor económico de La Casa Blanca, cuya renuncia fue tardía, según lo relata el periodista Bob Woodward en el libro Fear, porque creía que su presencia en el entorno de Trump impedía que el presidente cometiera mayores locuras como cancelar el TLCAN o la imposición de aranceles al acero y al aluminio. Cohn se mantuvo aun cuando estaba escandalizado de la defensa del presidente a los supremacistas blancos de Charlottesville. Al final renunció cuando la imposición de aranceles ocurrió.

Todo esto para decir que en México suceden cosas que son no solo incongruentes, sino inaceptables, y al parecer nadie en el entorno del presidente le puede refutar por el bien del gobierno mismo y del país.

Tan solo en estos días se nos presentó un mapa todo en rojo y una curva que sube, sube y sube con casos de contagio y muerte y al mismo tiempo se nos dice que se acabó la jornada de sana distancia y que poco a poco puede comenzar la nueva normalidad. Además, el presidente decide irse de gira por el sureste. Si esto que es completamente ajeno a la lógica, se señala con incredulidad, el presidente dice que es porque sus adversarios queremos que la pandemia se desborde.

Lleva semanas diciendo que hemos domado a la pandemia; que ésta nos vino como anillo al dedo; que las remesas nos van a salvar; que el peso no está tan devaluado; que la autosuficiencia energética hará de México un país diferente y ayer dijo que pasando junio vendrá la recuperación económica.

A su lado se encuentran secretarios; funcionarios y gobernadores. No todos de Morena. Los hay de oposición. Y nadie señala las incongruencias de manera rotunda, lo que los convierte en cómplices silenciosos de la ruta por la que se encamina México.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Rindiendo protesta como candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador declaró que “con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción.”

 

Antes, en entrevista con El Universal, AMLO tocó este tema, el de la corrupción, que es uno de los más sensibles y que más lastiman el desarrollo de México, para decir que, con voluntad, él iba a acabar con la corrupción.

 

Y, sin embargo, tenemos sus listas de candidatos plurinominales. Para llorar, no para acabar con la corrupción.

 

AMLO, el tres veces candidato a la presidencia, es sin duda terco. Pero su terquedad no parece estar dirigida en acabar con la corrupción. Más bien parece estar enfocada en hacer todo lo posible por quedarse con el segundo lugar en la elección presidencial. Como le ocurrió en el 2006 y de nuevo en el 2012.

 

¿Qué otra explicación hay para sus alianzas y absoluciones? Primero decidió decirle que no al PRD, su natural aliado, para abrazar al PES. Después ha sumado a personajes ya muy mencionados por ser tan cuestionados a su campaña. Caso emblemático, Elba Esther Gordillo, la villana de villanas en la política mexicana. Y ahora está la lista de SUS plurinominales.

 

SUS en mayúscula porque, a diferencia de lo que ocurre en otras campañas, en la de AMLO no hay mayor imposición que su voluntad. Si Napoleón Gómez Urrutia está en la lista de plurinominales de Morena es porque así lo decidió, y negoció, él y nadie más que él.

 

¿A cambio de qué es que a AMLO le conviene que regrese a México por la puerta del fuero Napoleón Gómez Urrutia? Es como si Lula da Silva decidiera en su campaña presidencial declarar que, de ganar, le otorgaría perdón presidencial a Marcelo Odebrecht, el rostro de la corrupción en Brasil.

 

Columna completa en El Universal