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Luz de gas es la traducción que encontré para el fenómeno que en psicología se conoce como “gaslighting”. Se refiere a un patrón de abuso emocional en el que la víctima es manipulada para que dude de su propia percepción, juicio o memoria. Esto hace que la persona se sienta confundida.

Y lo traigo a colación porque parece una estrategia utilizada por Andrés Manuel López Obrador y por el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, para apaciguar la preocupación de la población por la violencia que ocurre en Culiacán y en el sur del estado.

“Quiero informarles que se está atendiendo la situación en Sinaloa. La confrontación que existe no es tan abierta, ni frontal. Hay enfrentamientos, pero son pocos”, ha dicho el presidente. A ello ha agregado que son los medios amarillistas los que exageran lo que ocurre.

“Los puntos en donde se da la violencia están focalizados. No es cierto que tengamos permanentemente homicidios en Culiacán…estamos levantando al estado con acciones que nos llevan a tener una pacificación mucho mayor que en cualquier momento de la historia.” ha dicho el gobernador Rubén Rocha.

Pero el lunes salió el General Jesús Leana Ojeda, comandante de la tercera región militar, a decir que la paz en el Estado no depende del Ejército. En conferencia de prensa, con el gobernador Rocha Moya a su lado, al ser cuestionado sobre cuándo se tranquilizará la violencia, el general respondió: “queremos que sea lo más rápido posible pero no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer su confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que vivan con tranquilidad.”

Al día siguiente de estas declaraciones, durante su conferencia en Palacio Nacional, López Obrador repitió que en Sinaloa las cosas están bajo control y que los medios de comunicación están siendo sensacionalistas.

No puedo imaginar cómo recibirán estas palabras del presidente los culiacanenses que no pueden ni salir a hacer compras de lo básico sin miedo a quedar en medio de una balacera o de que les roben su automóvil o los levanten. ¿Qué pensarán los que no han podido abrir sus negocios cuando escuchan a AMLO decir que las cosas no están tan graves? Tampoco imagino qué dirán los reporteros que se juegan la vida para poder cubrir esta violencia descontrolada cuando López Obrador, desde la comodidad de Palacio Nacional, dice que la situación no está tan mal.

¿Sirve para población y reporteros este ejercicio de manipulación conocido como gaslighting? ¿Se preguntarán si están alucinando al ver autos incendiados en las calles o cuando están varados en la Mazatlán-Durango por horas por un narco bloqueo? ¿Qué pensarán los padres de alumnos que están teniendo que tomar clases en línea cuando escuchan al presidente decir que todo está bajo control?

Y luego la duda de ¿por qué si todo está bajo control, finalmente ayer reconoció el General Secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, un operativo para contener la disputa entre criminales que ha generado la captura de El Mayo Zambada?

Todo esto ocurre, irónicamente, en la semana en que se va a aprobar la militarización de la seguridad pública, como ha querido el presidente, con la adscripción de la Guardia Nacional a la Sedena. ¿Para qué si la calma o la violencia recae en la voluntad del crimen organizado de estar en paz o en pleito?

Son dudas que surgen ante un gobierno que ha optado por manipular a la población para, mediante el “gaslighting”, hacerla dudar de lo que viven en carne propia y ven que ocurre con sus propios ojos.

Columna publicada en El Universal

Al presidente Andrés Manuel López Obrador le gusta citar a clásicos como Cantinflas en sus conferencias mañaneras. Yo citaré a otro clásico, a Juan Gabriel, para preguntar: Pero ¿qué necesidad? ¿Para qué tanto problema?

Habiendo logrado que los tribunales les dieran la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y tan solo a un Senador de obtener lo mismo en la cámara alta después de los dos chapulines del PRD que se fueron a la bancada de Morena, ¿cómo explica el oficialismo el arranque de sesiones de la 66 legislatura en una sede alterna? ¿Qué necesidad de hacer las modificaciones constitucionales que quieren de esta manera?

La forma como arrancan los legisladores no concuerda con el discurso oficialista de que lo que están haciendo es en favor del pueblo que está con ellos en las modificaciones al Poder Judicial. Si el pueblo está con ellos ¿por qué debieron mudarse a una sede alterna, a la unidad deportiva Magdalena Mixhuca, a sesionar?

Este arranque más que atropellado es un mal augurio de lo que veremos en un entorno político en el que ha quedado claro que, además de no saber perder en Morena, tampoco saben ganar.

No saben perder, como quedó claro en las elecciones presidenciales del 2006 en las que AMLO se puso la banda de presidente legítimo. Ahora no han sabido reconocer que perdieron la alcaldía Cuauhtémoc en la CDMX y han recurrido a la figura de la violencia política de género para intentar arrebatar a Alessandra Rojo de la Vega uno de los pocos triunfos de la oposición en las elecciones de junio pasado.

Pero tampoco saben ganar, como quedó claro con el discurso cuasi mitin de la Secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, en el que habló como una militante partidista y no como una funcionaria de un gobierno que debe representar a todos los mexicanos en la entrega del Sexto Informe de Gobierno a la Cámara de Diputados el domingo pasado.

No saben ganar cuando el discurso del oficialismo busca someter a todo un país a los designios e ímpetus de Andrés Manuel López Obrador. La prisa por sesionar y aprobar desde esta primera semana la reforma al Poder Judicial es para que de ahí pase al Senado y después sea aprobado por al menos 17 legislaturas locales para que al escritorio de AMLO  llegue la reforma a tiempo para que él la pueda firmar y publicar en el Diario Oficial de la Federación antes del 30 de septiembre.

La prisa no es por aprobar una reforma que quiere el pueblo, como justifican los diputados sesionando en un deportivo en lugar de en el recinto legislativo. El pueblo es una figura que al ser todos, resulta no ser nadie a la vez. La prisa no es por empujar una iniciativa que hará de México un mejor país; un país de leyes; un país de Estado de Derecho. No. La prisa es simplemente para complacer a una persona, a Andrés Manuel López Obrador.

Vaya forma de estrenar el oficialismo la aplanadora legislativa, en una sede alterna, en un deportivo en la Magdalena Michuca.

Apostilla: No importan las cuentas, importan los cuentos. Eso quedó claro en el sexto informe de Andrés Manuel López Obrador.

Columna publicada en El Universal

No está fácil que AMLO se salga con la suya con la reforma al poder judicial que implica, en el asunto más incendiario, modificar la manera de seleccionar a jueces y magistrados para que se haga mediante el voto popular. Pero, insisto en que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un genio para vender a la opinión pública lo que sea que a él le otorgue más poder si lo viste como un acto de justicia en el que “el pueblo” está colocado en el centro de sus preocupaciones.

La reforma judicial no está pensada para acabar con la corrupción que existe de manera prevalente y en detrimento del Estado de Derecho. Tampoco está hecha para lograr ahorros para la hacienda pública. Pero el presidente dice que eso es exactamente lo que quiere. Y que quienes quieren obstaculizar su reforma lo hacen para proteger corruptos y/o privilegios personales. De hecho la reforma judicial no es una reforma, es un golpe de un presidente enojado con la división de poderes y lo que esto ha implicado en las pocas limitaciones a su enorme poder político. Limitaciones para militarizar a la Guardia Nacional de jure; o limitaciones a sacar a los inversionistas privados del sector energético. AMLO se enojó con estos frenos y por ello quiere venganza.

La reforma judicial es un ejercicio de acaparamiento de poder. Nadie que no pertenezca a Morena y esté en buena lid con el grupo en el poder se verá beneficiado con las modificaciones que pretende. Llamarle reforma es darle un mérito que no merece. Lo que ocurrirá será una exacerbación del influyentismo, algo que solamente presagia mayor corrupción. Es el paso siguiente a la creación del partido-movimiento hegemónico que representa Morena.

No es un acaparamiento sencillo de obtener. Primero porque se debe lograr que el INE avale otorgarle a Morena-PT y PVEM una sobrerrepresentación por encima de la que es constitucionalmente válida. Si en las urnas obtuvieron un 54 por ciento del voto, quedarse con un 75 por ciento de las curules va en contra sentido de la cláusula de gobernabilidad.

Ésta se hizo para asegurar que las minorías no fueran desplazadas en el legislativo, no para que las mayorías las aplastaran. Pero todo indica que la oposición está sentada como el chinito, no’más milando, como Morena y aliados les acaparan los escaños suficientes para poder hacer modificaciones constitucionales a su antojo.

Lejos de tener como foco y propósito número uno frenar este acaparamiento del partido en el poder, andan más preocupados por sus pequeñas rencillas internas. Que si Alito se reelige o no; que si Marko se queda o no; que si Maynez coordina o no. Ahora lo importante debiera ser para ellos defender que en el legislativo mantengan lo que en las urnas les dimos los ciudadanos. Pero no. Eso lo dejan en segundo plano sin darse cuenta lo irrelevantes que serán una vez consumado el reparto de escaños que pretende el oficialismo.

Una vez que el INE falle tal y como quiere Morena y aliados, el Tribunal deberá ratificar la decisión. Esa es la segunda aduana. Ahí no debiera ser fácil para Morena salirse con la suya, pero lo logrará porque ya antes de las elecciones se aseguró el oficialismo de tener una mayoría de magistrados en su bolsa.

Así, en estos días la conformación del legislativo quedará como quiere el presidente y con ello comenzará la ventana de septiembre en la que se aprobará el engendro de reforma al poder judicial. AMLO y sus cercanos lograrán hacerse de todo el poder. A la vista de todos. Ante la impotencia de los ciudadanos que estamos a merced de una clase política lamentable.

Aunque a la venganza la quiera disfrazar de justica el presidente, venganza seguirá siendo. Nada más y nada menos. Eso es la “reforma” judicial.

Columna publicada en El Universal

Andrés Manuel López Obrador comenzó con las conferencias mañaneras desde que era Jefe de Gobierno de la CDMX. Entonces los medios replicábamos de vez en cuando lo que ahí ocurría, pero no tenían ni remotamente el eco que han logrado ya como presidente. Y es evidente que el megáfono de la Jefatura de Gobierno no es tan avasallador como el de la presidencia de México.

En este sexenio López Obrador ha marcado la agenda gracias a que arranca a las 7am con conferencias que llegan a durar más de tres horas. Las describe como un ejercicio de transparencia en las que su gobierno rinde cuentas pero en realidad han sido una fuente de propaganda y desinformación que han polarizado a la sociedad. Han sido también la plataforma mediante la cual el presidente ha faltado innumerables veces a la ley ya sea para violar la privacidad de los datos personales de periodistas, para atacar a contrincantes políticos o para intervenir en la política interna de otros países.

A ella acuden reporteros de medios establecidos, pero hemos visto en primera fila lo que no puede más que calificarse como paleros del régimen. Supuestos periodistas de medios improvisados cuyo financiamiento es poco claro. Personajes que ya han conseguido saltar a la fama como Lord Molécula, inmortalizados en programas de sátira, que lejos de aportar a la sociedad con sus preguntas al presidente, le restan con sus alabanzas al estilo de las peores dictaduras.

Las mañaneras han sido además un instrumento de abuso del poder presidencial. Financiadas con dinero público, han servido como propaganda para el gobierno, para el culto a López Obrador y como una herramienta para atacar o amedrentar a quienes el presidente considera sus adversarios.

Para mí el ejemplo más claro de lo dañinas que han sido las conferencias fue el atentado en contra de Ciro Gómez Leyva. AMLO declaró en su conferencia que escuchar el programa de radio del conductor de Radio Fórmula le podría generar al público un tumor en el cerebro. Esa misma semana ocurrió el atentado. El enojo, la polarización y la falta de rigor del presidente provocó la iniciativa de ir y dispararle a un periodista. Sabemos, por la entrevista de Saskia Niño a El Bart, que él disparó, pero es la fecha que no conocemos las razones ni quién fue el autor intelectual. Si eso no es suficiente para revalorar ese mecanismo de comunicación, no sé qué pueda serlo.

Y por ello, una de las grandes preguntas que hay al concluir el sexenio de López Obrador es ¿qué pasará con las mañaneras? Esta semana Claudia Sheinbaum la ha respondido. Las Mañaneras continuarán.

Esta decisión de Sheinbaum puede ser positiva, si decide hacer el uso correcto de este espacio y si los demás actores políticos y mediáticos responden de una forma diametralmente distinta a la presencia de la Presidenta cada mañana en la escena pública.

Primero que nada, Sheinbaum podría hacer de ellas un ejercicio auténtico de rendición de cuentas. (Se vale soñar) Pero la responsabilidad de qué ocurra con estas conferencias un sexenio más no es solamente de ella. También habrá que modificar la forma como los medios de comunicación respondemos. La réplica sin contexto de las frases más llamativas de las conferencias ha generado mayor daño a la sociedad que la conferencia misma.

¿Y la oposición? Su reacción o falta de acción ante las conferencias también ha sido en detrimento del discurso público y de ellos mismos.

Si el sexenio que está por arrancar va a continuar con las conferencias mañaneras, desde ya tendrían medios y oposición que idear una estrategia para responder a ellas de forma que no los dejen fuera de la jugada otro sexenio más. Con tantas herramientas de comunicación disponibles hoy, dejarle a la presidencia el monopolio de la agenda a través de las conferencias matutinas es una manera de contribuir a la infodemia y a la imposición de una postura oficial de manera unilateral.

Columna publicada en El Universal

Andrés Manuel López Obrador es un genio de prometer…e incumplir. No ha cumplido los tiempos para que Dos Bocas refine. Tampoco para que la Mega Farmacia surta medicinas. Mexicana no logra volar. La vacuna Patria nunca estuvo lista. Pero ahora, con los apagones, el presidente López Obrador nos dice que no nos preocupemos. Que en unos meses más vamos a llegar al 60 por ciento de generación de energía eléctrica porque se compraron once plantas a Iberdrola. Y remata con la consigan de que el actual modelo de generación de energía, que ha buscado darle preferencia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se mantendrá.

Andrés Manuel López Obrador es un estatista. Eso es claro. Prometió desde antes de llegar a la presidencia que su gobierno haría de Pemex y la CFE dos empresas productivas y eficientes. Cierra con apagones que denotan el enorme fracaso que ha generado en este sector y en cumplir su promesa.

Podrá decir que es el calor, pero el problema no es que tengamos mayor demanda, sino el déficit en la oferta de energía eléctrica, incluyendo las reservas. Déficit que podría haberse cubierto si no se hubieran privilegiado la ideología de darle a la empresa del Estado prevalencia sobre lo que era mejor en una lógica económica para el país y para los mexicanos.

Primero se decidió cancelar proyectos fundamentales como los de interconexión entre Oaxaca-Centro y Baja California-Sonora. Después se optó por modificar el orden de despacho para producir energía. Contraviniendo la ley, se le dio prioridad al combustóleo y al carbón sobre las energías limpias y renovables como la eólica o la solar. Se pensó que la generación por hidroeléctricas sería una opción limpia y confiable, pero ¡oh sorpresa! entre la sequía y el mal manejos de nuestras presas, esta vía no ha podido dar los megavatios necesarios.

Y en dos áreas en donde CFE tiene monopolio, en transmisión y distribución, simplemente no se ha invertido lo suficiente. Vaya, se ha invertido lo mínimo. En 2019 había en México 110 mil 117 kilómetros en líneas de transmisión. En el 2023 cerramos con 110 mil 559 kilómetros. Esto ha significado un paupérrimo aumento de tan solo el 0.4 por ciento.

Otra falla enorme en la política energética del actual gobierno ha sido el bajo margen de reserva en el Sistema Eléctrico Nacional. En 2019 era del 9 por ciento. El presidente prometió que en su sexenio llegaría al 13 por ciento. Hoy es de tan solo un 3 por ciento. Así que lejos de aumentar este margen de reserva nos fuimos a menos de la mitad de lo que teníamos. Una promesa incumplida más. Una razón adicional para explicar los recientes apagones.

Ahora que el futuro nos alcanzó y que la Comisión Reguladora de Energía ha entrado en crisis, el presidente tiene el descaro de decir que no nos preocupemos. Que en unos meses estará resuelto el problema. La bomba se la está dejando a la próxima presidenta de México.

En un reporte de Bank of America que es bastante amable con el actual gobierno, con una visión optimista a futuro en sectores como el automotriz y de bienes raíces, la piedra en el zapato para nuestro desarrollo la ubica claramente en la política energética. La razón es la incertidumbre en el sector.

Prometió un sector energético moderno y de calidad y nos deja con apagones…y la promesa de que son solo transitorios. Si seguimos con la política energética actual, los apagones llegaron para quedarse, aunque López Obrador prometa lo contrario.

Columna completa en El Universal

El combate a la corrupción fue el problema número uno que prometió abatir Andrés Manuel López Obrador. Y el fracaso ha sido tan grande, que esta semana, en la presentación de su plan anticorrupción, hasta su fiel escudera, Claudia Sheinbaum, se vio obligada a reconocerlo.

“La corrupción no es un asunto cultural, como se decía antes. Es un asunto que se generó durante años en gobiernos corruptos donde hubo impunidad. Hoy tenemos un presidente honesto, pero tenemos que avanzar todavía más en que se erradique la corrupción en cualquier lugar donde se encuentre”, dijo la candidata de Morena.

Así que seguimos con corrupción y seguimos con impunidad.

Enrique Peña Nieto fue el que dijo que la corrupción en México podía considerarse hasta un tema cultural. Ya estará en los sociólogos definir si esto es cierto o no. Lo que es evidente es que la fórmula mágica que vendió López Obrador para que México fuera otro país, uno mejor, simplemente no funcionó.

AMLO prometió que con acabar con la corrupción se tendría dinero suficiente para cubrir las necesidades del país para hacerlo uno mucho mejor. Y que para acabar con la corrupción simplemente había que barrer las escaleras de arriba para abajo. Es decir, que con que el presidente no fuera corrupto, se acabaría con la corrupción.

Cinco años después, la lista de corruptelas en este gobierno es larga, como también la cifra de lo defraudado a los mexicanos. La impunidad ha permanecido aunque se le ha agregado el componente de disfrazar de justicia lo que es meramente venganza.

Por ejemplo, lejos de haber señalado y procedido contra la corrupción que se dijo que había en el proyecto del NAIM (el aeropuerto en Texcoco) como razón para su cancelación, se prefirió encarcelar a una enemiga política del presidente, a Rosario Robles, y se hizo utilizando una licencia falsa. Nada se ha hecho en el mayor desfalco del sexenio, el ocurrido en Segalmex, bajo la batuta del amigo del presidente, Ignacio Ovalle.

Cuando habla Sheinbaum de gobiernos corruptos del pasado ¿con qué autoridad moral lo dice? Si, es vergonzoso pensar en los negocios de los hijos de Martha Sahagún, pero más lamentable es ver que seguimos igual, veinte años después, solo que ahora viendo los negocios y las frivolidades de los hijos del actual presidente.

En su plan habla de reforzar la política de contrataciones gubernamentales mediante licitación pública. Esto es un viraje 180o de lo que hemos visto en el gobierno de López Obrador. Primero, porque han sido reacios (por usar una palabra amable) a la transparencia que exige el INAI. Tan es así que buscan desaparecerlo. Y segundo, en lo que va del sexenio, la opacidad en la entrega de contratos gubernamentales ha llegado al extremo de declarar obras de seguridad nacional El Tren Maya, El corredor del Itsmo y el aeropuerto de Tulum, entre otros. Así, AMLO ha evitado transparencia en los contratos y gastos de estas obras. Lo mismo que hizo cuando fue Jefe de Gobierno y clasificó los documentos sobre los costos de la construcción de los segundos pisos en la CDMX.

Cuando se le ha cuestionado sobre esta opacidad, López Obrador se justifica con el clásico de que “nosotros somos distintos; somos honestos”. Esa honestidad de la que presume el presidente ha sido insuficiente para combatir la corrupción. Su receta de que barriendo las escaleras de arriba abajo se acaba con la corrupción no ha funcionado. Tan es así que la aspirante a sucederlo ha tenido que admitir que en materia de corrupción hay una tarea pendiente, si es que ella llega a ganar en junio.

Columna completa en El Universal

El presidente Andrés Manuel López Obrador pasó de ser un activista social a un presidente empresario. Desde que llegó a Palacio Nacional no ha hecho más que querer jugar a emprender con el dinero de la hacienda pública.

Arrancó cancelando el aeropuerto de Texcoco y en su lugar decidió que se construyera el AIFA. Este primer acto del presidente empresario ha costado 417 mil millones de pesos. 332 mil millones por la cancelación y 85 mil millones de pesos por la construcción del AIFA.

De ahí, el presidente empresario anunció que construiría una refinería en su estado, en Tabasco, la Olmeca o Dos Bocas. La licitó y como ninguna de las propuestas se ajustaba a su austeridad republicana, decidió que con el dinero del erario alcanzaría perfectamente para este proyecto ambicioso e inútil. El mundo se está moviendo hacia las energías renovables y México no es bueno para refinar porque nuestro petróleo es demasiado pesado y nuestras refinerías carecen de la maquinaria para procesarlo. Eso no importó. En lugar de modernizar las 6 refinerías de nuestro Sistema Nacional de Refinación, López Obrador decidió que se construiría una nueva a un costo para la hacienda pública de 8 mil millones de dólares. Ya vamos en 20 mil millones y la refinería no refina. El saldo de este negocio es negativo con el agregado de que cada lluvia, la refinería se inunda.

A la par anunció que para desarrollar el sureste mexicano se debía de construir un tren. El Tren Maya tenía un costo inicial de 156 mil millones de pesos. El costo estimado a noviembre del 2023 era de 511 mil 200 millones de pesos. La cifra es del IMCO ya que no hay información disponible en Cartera de Inversión o la página de transparencia del proyecto. Encima de ser un ecocidio múltiple, por haber implicado la tala y deforestación de miles de hectáreas -6 mil 659 según la organización CartoCrítica – y porque está construido sobre cuevas y cenotes, no hay transparencia sobre su costo ya que el presidente lo declaró obra de seguridad nacional. El cálculo lo hace el IMCO con base en el presupuesto asignado al tren desde el 2020. Tampoco hay transparencia sobre qué se hizo con la madera de los árboles talados.

Hoy el Tren Maya, que sigue inconcluso a pesar de haber sido inaugurado ya dos veces, ha tenido que suspender su servicio por distintas fallas. Desde retrasos no menores hasta problemas con el funcionamiento del aire acondicionado. Desde el 16 de diciembre que arrancó operaciones hasta la semana pasada ha transportado, según la página del Tren, a poco más de 50 mil pasajeros. Con un costo de $957.50 pesos el boleto en cabina turista para pasajeros mexicanos, estamos hablando de que en tres meses ha vendido aproximadamente 50 millones de pesos. Ya nada más faltan 463 mil 300 millones de pesos por recuperar, sin tomar en cuenta los costos de operación del Tren.

A estos tres negocios que ha emprendido el presidente López Obrador con el dinero de los mexicanos hay que agregar la mega farmacia, con la cual se pretendía acabar con el desabasto de medicinas. Hoy, de acuerdo con el reportaje de Nayeli Roldan para Animal Político No fuimos Dinamarca, esta megafarmacia no solamente no ha resuelto el desabasto, además se gasta 29 por ciento más de lo que se gastó el sexenio pasado, aunque se compran menos medicinas.

También está la adquisición de Mexicana de Aviación que simplemente no logra despegar; el proyecto turístico de Islas Marías, que no logra atraer turistas; y la compra de las plantas de Iberdrola, que no agregan un solo megawatt adicional de generación eléctrica pero hubo que pagar 6 mil 200 millones de dólares por ellas.

Por si todo esto no fuera suficiente para el presidente que juega a ser empresario, ahora anuncia que saldrá comprar el aeropuerto de Toluca. Veamos si en el cierre de su sexenio logra hacer que alguno de sus múltiples negocios sea redituable para los mexicanos. De lo contrario, esta austeridad nos habrá salido carísima.

Columna completa en El Universal

Cólera es una de las primeras palabras en La Ilíada. En esta epopeya, Homero nos presenta a dos archienemigos: Agamenón y el admirable Aquiles. Ambos se comportan de manera idiota porque están llenos de furia. La lección principal de esta obra es que la cólera nos ciega al convertirnos en unos monstruos llenos de odio con consecuencias terribles para sociedades e individuos. El héroe de los griegos, Aquiles, pierde su atractivo ante el príncipe de los troyanos, Héctor, que – a diferencia de Aquiles – sabe que a los enemigos hay que tratarlos con dignidad. Héctor simboliza la humanidad y compasión en un contexto de conflicto.

Hace unos días leí una columna de David Brooks en el New York Times titulada ¿Cómo mantener la sanidad en estos tiempos tan brutales? Brooks recuerda la Ilíada y escribe justo sobre como la cólera corroe a quien la padece y lo ejemplifica en Donald Trump. En como el colérico ve enemigos fuera dispuestos a la destrucción y por ello cree necesario ser inclemente en contra de los otros. El fin justifica los medios. Lo importante es mantener el poder.

Al leer esta descripción de Brooks, pensé en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. AMLO ha destacado a lo largo de su sexenio por ser colérico. Por su ánimo de venganza tras casi dos décadas de buscar llegar al poder. Una vez puesta la banda presidencial, sus palabras y acciones han sido de odio y de venganza. Un auténtico Aquiles. Ha sido el más binario de los presidentes. O se está con él o se está en su contra. No existen matices; no hay grises.

Bajo su óptica, no se puede estar de acuerdo con sus acciones para mejorar el salario mínimo, por ejemplo, y en desacuerdo con la militarización del país. Cualquier inconformidad con lo que él propone y representa coloca a esa institución o persona del lado de sus adversarios.

Esto nos ha dividido a los mexicanos. Llegamos a la actual elección con resentimiento como el principal sentimiento que motiva a los votantes. Esto me dijo Gabriel González Molina hace unos días que lo entrevisté para mi podcast Broojula. Él lleva estudiando casi tres décadas a un segmento del electorado que es clave y que en la mayoría de las ocasiones ha definido su resultado, a los indecisos. Entre los indecisos están los que González Molina llama los Switchers 2 (S2), los huérfanos de este sexenio. Se han alejado de un presidente que sienten que no los representa pero no están seguros de que la oposición sea la respuesta. Este segmento representa al 35 por ciento del electorado y, si salen a votar, van a definir la elección.

Por este segmento González Molina encuentra que la elección de junio no está definida, como muchos creen o quieren que creamos. Mi pregunta es qué tanto se ha nutrido este segmento de los Switchers 2 a partir de la cólera del presidente.

Si vemos en el estudio qué es lo que quieren los S2, encuentro que muchos de sus agravios se nutren de un presidente que en lugar de gobernar para lograr un México mejor lo ha hecho a partir de su cólera que lo ha cegado, como a Aquiles. Los agravios de los S2 están en la rampante corrupción que AMLO no logró corregir, a pesar de haber prometido que con barrer las escaleras de arriba abajo sería sencillo hacerlo. La escalera está plagada de corrupción arriba, en el peldaño de sus hijos, así que no resultó tan sencillo barrerla. También se sienten agraviados por la violencia y la inseguridad. AMLO no ha dirigido su cólera en contra del crimen organizado. Para ellos ha preferido abrazos. Para las víctimas, cólera.

En una elección en la que la candidata oficialista ofrece continuidad, la primera pregunta que me genera es si Sheinbaum mostrará en esta campaña que la mueve la misma cólera del presidente. La misma que ha nutrido a un segmento de la población que se ha alejado de AMLO y que podrá definir el resultado de junio próximo en su contra.

Columna completa en El Universal

“El estado de naturaleza es la guerra

de todos contra todos, y en

esa condición cada uno

es juez de sus propios actos”

Thomas Hobbes

 

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador subió un video anunciando que se cancelaba el NAIM, el aeropuerto de Texcoco, fue muy notorio el libro que tenía a un lado titulado ¿Quién manda aquí?

Esto se leyó como un mensaje para dejar en claro que con su llegada a la presidencia ya no serían los grandes empresarios los mandamases en México. Con esa decisión y con ese libro a su costado AMLO mostró que a partir del 1º de diciembre del 2018 él mandaba en México.

Pero ¿realmente manda él cuando admite que hay regiones del país que están bajo el control de los grupos del crimen organizado? Eso fue lo que ocurrió cuando dijo que a los cinco jóvenes que se encontraron torturados y asesinados en un auto en Celaya, Guanajuato, los mataron por meterse a comprar droga con la organización criminal rival de esa zona. Así, el presidente admite que hay regiones en las que él no manda, mandan grupos del crimen organizado.

¿Realmente manda él cuando no puede poner orden en las extorsiones de delincuentes? En una declaración que denota la claudicación del Estado frente a la delincuencia, López Obrador dijo que la lucha en contra de la extorsión la debemos de dar entre todos. Si la diéramos entre todos sería la ley de la selva. Fue precisamente el querer llevar la lucha ‘entre todos’ lo que dejó 14 muertos en Texcaltitlán, Estado de México el fin de semana pasado.

Como los delincuentes quisieron aumentar el monto del cobro de piso a los agricultores y ante un Estado (federal, estatal y municipal) pasmado, los extorsionados decidieron tomar cartas en el asunto y detener ‘entre todos ellos’ este cobro ilegal utilizando machetes y las armas que tuvieron a su alcance.

Un presidente que claudica en su principal responsabilidad no es el que manda. Menos cuando él se ha comportado como un extorsionador durante su sexenio. ¿Qué fue, si no una extorsión, cuando obligó a los empresarios a comprar boletos de una rifa para el avión presidencial que obviamente nadie se ganó?

El problema y el reto de la inseguridad no es nuevo pero el presidente que prometió que lo resolvería, se acerca al fin de su sexenio con cero resultados que presumir en la materia. Este sábado 16 de diciembre se cumplirán trece años del asesinato de la activista Marisela Escobedo.

Escobedo quiso justicia por el asesinato de su hija Rubí. Como el Estado (federal, estatal y municipal) no hacía nada al respecto, ella se abocó personalmente a esa tarea, día y noche desde el 2008, cuando Rubí fue asesinada por su pareja. Escobedo murió de un balazo en la cabeza por haber procurado esa justicia que el Estado le negó.

¿Qué ha cambiado en México de ese diciembre del 2010 a la fecha en materia de procuración de justicia? Si acaso, estamos peor porque tenemos a un Poder Ejecutivo que ha claudicado en su principal tarea, dar seguridad a los ciudadanos, al pedirnos que nosotros seamos los encargados de procurarla. ¿Qué garantías hay para la ciudadanía de que no acabaremos como Marisela Escobedo o como los agricultores y delincuentes muertos en Texcaltitlán?

Columna completa en El Universal

Al dar un balance de la situación en Acapulco, el presidente López Obrador dijo que iría al puerto sólo si fuera necesario. “Si es necesario voy a ir, pero no quiero hacer de esto un espectáculo, no quiero hacer lo mismo que se hacía antes”, dijo AMLO desde la comodidad de su escritorio en Palacio Nacional.

Esto fue durante uno de sus primeros mensajes post Otis. A la fecha, la única imagen que tenemos del presidente en Acapulco es la del Jeep atorado en el lodo la tarde de la devastación. Algo que fue exactamente un espectáculo como el que dice el presidente que quiere evitar.

Ayer, durante la conferencia mañanera, un reportero le volvió a preguntar al presidente si tiene pensado ir y reunirse con la gente en Acapulco en los próximos días. La respuesta fue que él no puede exponerse.

“En Azteca hicieron unos reportajes y le abrieron el micrófono a gente para que me mentaran la madre. Entonces, no puedo exponerme, no es Andrés Manuel; si se tratara de Andrés Manuel, respondería yo como cuando estábamos en la escuela, como cuando estaba yo estudiando en Tepetitán, que había algo y decíamos: ‘A la salida nos vemos’. Pero, no. Soy el presidente de México, tengo que cuidar la investidura presidencial. No soy Andrés Manuel, soy el presidente y no puedo permitir que nadie me ningunee. O sea, prestarme, caer en una provocación, que eso es lo que quieren.”

Queda claro que el Andrés Manuel López Obrador que presumía poder caminar entre la gente y que se sentía la voz del pueblo ya no existe. El presidente sabe que sus acciones y sus omisiones le han generado enemistades y que entre ese pueblo, al que le gusta hacer referencia, ya no todos son incondicionales ni sus admiradores. Mejor se queda resguardado en su Palacio. Así no se expone.

Esta admisión viene después de otro reconocimiento: que pudo haber avisado antes sobre la fuerza de Otis, pero que decidió no hacerlo. Prefirió dejar el asunto en un simple twit que fue visto por muy pocas personas y por ello Otis pegó en el puerto cuando los ciudadanos siguieron con sus rutinas. Entre ellos, varios marineros que murieron cuando sus embarcaciones se hundieron o fueron arrasadas por el huracán. Esos marineros y pescadores que hoy o han sido confirmados muertos o están desaparecidos no tendrían que haber estado en las embarcaciones si el gobierno federal, estatal y/o municipal hubiesen avisado de forma enérgica y con la alarma que ameritaba sobre la fuerza de Otis.

El presidente hace espectáculo cuando no debe y decide dejar a la gente a su suerte para supuestamente no hacer espectáculo cuando lo que se requiere es que la autoridad acompañe y ayude a las víctimas. No exponerse es una simple excusa.

Apostilla: Las cuentas no son el fuerte de este gobierno. En dinero, dicen que van a construir una refinería con 8 mil millones de pesos y ya va en 17 mil millones de dólares el costo de Dos Bocas. El Tren Maya se dijo que costaría 150 mil millones de pesos pero ya va en 500 mil millones. En vidas, la pandemia tuvo un exceso de muertes de 800 mil personas y los datos oficiales hablan de 334 mil. En desapariciones el presidente decidió despedir a Karla Quintana como titular de la Comisión Nacional de Búsqueda con tal de no admitir que van 46 mil desaparecidos en su sexenio. Y en muertes en Acapulco, las funerarias reportan 350 muertes mientras el gobierno se empeña en minimizar lo ocurrido y prefiere dejar en 45 los fallecidos por Otis.

Columna completa en El Universal

¿Cuándo acaba la responsabilidad de un exgobernante y cuándo comienza la del entrante? Estas dos preguntas no tienen respuesta clara actualmente. López Obrador asumió la presidencia hace ya más de cinco años y sigue culpando al pasado por los errores del presente. Si bien no es sensato pretender un cambio de la noche a la mañana, menos aún con décadas de abusos, ¿qué de todas las promesas de López Obrador podemos considerar que fueron mentiras a más de un lustro de su presidencia?

La primera y más grande mentira es la de regresar al Ejército a sus cuarteles. La no a la militarización a la seguridad pública y el retiro de las Fuerzas Armadas de estas tareas. Esto fue una promesa de Andrés Manuel López Obrador cuando candidato. Una vez en la presidencia dio un giro de 180 grados. No solo no retiro al Ejército de estas labores sino que les ha dado aún más encomiendas. La más reciente, el manejo de aeropuertos. Y para que no les falten recursos en esta nueva tarea, el gobierno acaba de dar un manotazo en la mesa con el decreto para reducir la TUA en los aeropuertos propiedad de la iniciativa privada y otro para aumentar la contraprestación de sus concesiones. De un plumazo cambió la forma de calcular el retorno al capital y con ello las contraprestaciones de las concesiones pasaron de representar un 5 por ciento de los ingresos brutos a un 9 por ciento.

Para mantener contento al Ejército y a flote su labor al frente de los aeropuertos, López Obrador se ingenia una nueva competencia desleal y comete dos actos arbitrarios que golpean la credibilidad y el atractivo de invertir en México.

Prometió no militarizar al país, pero mintió. Prometió respetar las inversiones y mintió.

A las grandes mentiras de AMLO le podemos sumar la construcción de la refinería Olmeca. El presidente prometió que el costo de Dos Bocas sería de la friolera cantidad de 8 mil millones de dólares. Digo friolera porque para un país con las necesidades y carencias de México, destinar recursos públicos para refinar combustibles fósiles es un sinsentido, como tantas veces se ha señalado. Pero ahora Pemex acaba de informar a la SEC en EUA que ha recibido 17 mil 700 millones de dólares para Dos Bocas. Así que multipliquemos por dos la friolera cantidad de recursos públicos para este proyecto del gobierno de López Obrador.

Todas estas mentiras vienen a colación ahora que el presidente ha estado repitiendo en sus conferencias mañaneras que es un hombre de palabra y que por ello los trabajadores del Poder Judicial le deben de creer cuando les dice que la cancelación de los fideicomisos no los dañara. Que lo que está haciendo es para acabar con los privilegios de los Ministros de la Corte.

Si de acabar con privilegios se trata, quizás sería mejor que comience por los que tiene en casa, o mejor dicho, en Palacio. Me refiero simplemente a uno: el chef personal que tiene en la nómina de presidencia, Ramón Antonio Torres Morales.

El periodista Alberto Valiente, de Latinus, encontró en Guacamaya Leaks que Torres Morales se encuentra dentro de la estructura de la Secretaría Particular de la Presidencia con un sueldo de 62 mil pesos mensuales.

Todas estas mentiras nos afectan como país. Implican un despilfarro de recursos en un gobierno que se dice austero y nos dejan con los enormes problemas que venimos cargando desde el pasado sin resolver. El golpe para México es por partida doble.

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Mi colega León Krauze publicó un twitt en el que afirmó que cuando se escriba la historia del actual gobierno, la manera como los medios han cubierto las Mañaneras merecerá un capítulo importante. Y puso como ejemplo como el lunes, después de que López Obrador declaró haber cumplido prácticamente todos sus compromisos al quedarle ya menos de un año en Palacio Nacional, los medios publicaron la declaración de inmediato sin ningún proceso de verificación.

Aunque la Mañanera no es vista masivamente, datos de SPIN de Luis Estrada muestran que la vieron 118 mil personas al día el mes pasado, la falta de verificación y la reproducción que los medios masivos de comunicación le han dado ha permitido al presidente establecer una narrativa. Lo que dice el presidente en su conferencia diaria se replica sin hacer una verificación de datos. Coincido con mi colega León en el lamentable papel que hemos hecho por contrastar los dichos y los hechos los medios de comunicación.

El truco del presidente está en cómo presenta los datos que da en sus conferencias. En la citada Mañanera, López Obrador dijo que ha cumplido con 99 de los 100 compromisos que hizo al arranque del sexenio. Que solamente le falta un compromiso por cumplir, que es esclarecer lo ocurrido en el Caso Ayotzinapa. “Yo hice 100 compromisos y solamente me queda uno [por cumplir] que es ese” [Ayotzinapa].

El presidente dijo que en la última encuesta de ingresos-gastos del INEGI se demostró que del 2018 al 2022, a pesar de la pandemia, se redujo la pobreza y la desigualdad en México “y eso me tiene muy contento”.

Si nos apegamos a lo que dio a conocer el INEGI, el presidente tiene razón. La pobreza disminuyó 5.6 por ciento, lo que es bastante. Pero la realidad es que los datos de reducción de la pobreza no son tan optimistas. Los académicos del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, Fernando Cortés, Héctor Nájera y Servando Valdés escribieron un texto en Nexos en el que dan a conocer que en los datos publicados en 2023 sobre la pobreza no se utilizó el Método Estadístico de Continuidad que es el que permite una comparación consistente de la pobreza. De haberse utilizado este método, como se hacía hasta el 2023, la reducción de la pobreza habría sido de tan solo 0.1 por ciento, prácticamente insignificante con todo y el dineral que han sido los programas sociales.

También habló el presidente de que en su gobierno no ha habido un aumento en el precio de los combustibles: “No ha aumentado el precio de las gasolinas, del diésel, del gas, de la luz, incluso ha disminuido en algunos casos”.

La realidad es que en el gobierno de López Obrador no ha habido un aumento significativo en los precios de los energéticos por los estímulos fiscales que han costado al erario alrededor de 400 mil millones de pesos. Algo que quiso evitar AMLO a toda costa es el gasolinazo del sexenio de Enrique Peña Nieto que fue una de las principales razones por las que perdió el PRI la presidencia. Eso nos ha costado a los mexicanos un dineral. Una evaluación balanceada sobre el tema debe de tomar en cuenta esa cantidad de recursos que el erario ha dejado de recibir por el subsidio a las gasolinas. Pero claro que esos otros datos no los menciona el presidente.

Dijo en es esta misma conferencia que el Tren Maya es la obra más grande que se está construyendo en el mundo en estos momentos. Una consulta rápida en internet muestra muchísimas obras más grandes en el mundo, empezando por el Proyecto de Transferencia de Agua Sur-Norte de China, con un costo estimado de 62 mil millones de dólares. Aquí habría que entender a qué se refiere AMLO cuando habla de grande ¿costo? ¿extensión? ¿impacto? ¡Quién sabe!

Los datos que da el presidente en la Mañanera le ayudan a su narrativa y explican parte de su popularidad. Es verdad que hace falta un ejercicio riguroso de los medios para darles el contexto y la dimensión adecuada. Queda todavía un año de gobierno – y de conferencias – para hacerlo.

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Ya van cinco resoluciones del INE ordenando al presidente guardar silencio sobre las elecciones del 2024. Hay dos resoluciones además que están en proceso. Pero López Obrador simplemente hace caso omiso a la ley. La viola a pesar de los años que estuvo en campaña pidiendo piso parejo. Las acciones en las que incurre hoy eran sus reproches ayer.

La Consejera del INE, Claudia Zavala, Presidenta de la Comisión de Quejas, ya le dijo de forma clara y valiente que la autoridad electoral está ahí para hacer cumplir con la ley, no para dar permisos. Esto ante una nueva encuesta que sacó AMLO durante su mañanera en la que Morena aparece como la mejor opción rumbo al 2024.

Zavala le volvió a recordar a AMLO que la restricción para que un presidente no se entrometa en asuntos electorales fue impulsado por él ante el legislativo después de la elección del 2006 que perdió ante Felipe Calderón. En ese momento AMLO señaló que Vicente Fox había hecho campaña en favor del candidato del PAN. Si eso pidió en 2006 y obtuvo del legislativo como parte de la reforma electoral del 2007, ahora no puede señalar censura, le dijo Zavala.

Al día siguiente, de nuevo desde su conferencia, AMLO atacó a Xóchitl Gálvez por la denuncia que interpuso en su contra por violar el secreto fiscal. “¿Por qué di a conocer estos contratos? Porque me los hicieron llegar”. Así justificó atacar a la que representa hoy la opción más fuerte de la oposición rumbo a la elección del año próximo.

Además de López Obrador, hay múltiples quejas ante el INE por presuntas violaciones de las leyes electorales en contra de Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Xóchitl Gálvez. En nota publicada en Excelsior, al corte del 21 de julio 2023 y desde el 2022, hay 314 quejas en contra de Adán Augusto López, seguido por Claudia Sheinbaum con 225 y en tercer lugar Marcelo Ebrard con 202. Xóchitl Gálvez que apenas tenía una queja en su contra a fines de junio ahora tiene 62 quejas.

No hay duda de que frente a irregularidades graves, dolosas, violatorias de principios constitucionales plenamente acreditadas, las instituciones electorales pueden anular los comicios. Pero es evidente que todos están adelantándose a los tiempos electorales y que más de uno está violando otras leyes, como el uso de recursos públicos para promocionarse. El escenario apunta a un conflicto pre y/o post electoral.

Aquí hay diversas variables a tomar en consideración. Primero, la oposición podría decidir presentar una denuncia en contra del presidente o de la candidatura de Morena por violar la equidad y los tiempos electorales. Todo dependerá del desempeño de esa candidatura. Si a pesar de las violaciones presidenciales y de la candidatura de Morena, la oposición se ve con posibilidades de ganar, es de esperarse que no presentarán denuncia y con ello la violación a las leyes electorales quedarán impunes.

Por el contrario, podría ser el presidente o la campaña de quien resulte candidato de Morena quien decide denunciar ante el INE a la candidatura de la oposición por anticipar tiempos electorales al darse cuenta de que van en desventaja en el 2024.

Cualquiera de estos escenarios anticipa un mal destino para la democracia mexicana en donde las instituciones electorales, INE y Tribunal, se verán puestas a prueba como nunca antes. Todo por haber accedido a una reforma electoral para satisfacer a quien nunca ha tenido vocación por la equidad, el piso parejo y en general, por la democracia.

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La colonia se llama Ladrón de Guevara. Un nombre ni mandado a hacer para lo que fue utilizada. Ahí se repartió dinero a quienes acudieron a un mitin que no es mitin; para una campaña que no es campaña; para un candidato que no es candidato.

Me refiero al evento del martes pasado de Adán Augusto López, quien dejó la Segob para buscar ser el próximo presidente de México. Según la crónica de Antonio Baranda para Reforma, durante 45 minutos se entregaron dos billetes de 100 pesos a cada asistente que hizo fila atrás de un auto Nissan Tilda color guinda (ni modo que fuera de otro color) después del mitin.

El político que rechazó la de por sí irrisoria cantidad de 5 millones de pesos del partido para 70 días de proselitismo (que no es proselitismo) porque dijo que haría una campaña (que no es campaña) austera, regala billetes. El político que dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero, regala billetes para ganar simpatías.

Esta es una de tantas ironías – quizás cinismo sería una mejor palabra – del movimiento que López Obrador ha bautizado como la 4T.

Pero hay más.

¿Qué tan metido en el gobierno de su papá tiene que estar Andrés Manuel López Beltrán para que Marcelo Ebrard haya pensado que ofrecerle una secretaría de estado en su futuro gabinete le compraría las llaves del corazón de AMLO?

Hay investigaciones periodísticas de Mexicanos Contra la Corrupción que han documentado la red de poder que ha tejido el segundo hijo del presidente durante el gobierno de su padre. Lo que AMLO prometió no ocurriría en su gobierno, porque no es como los del pasado, se rompe brutalmente con ‘Andy’ que ha logrado para sus amigos contratos en lo que iba a ser el NAIM, el aeropuerto en Texcoco, de acuerdo con los reportajes de Montserrat Peralta, Julio Astorga, Isabella González y Mario Gutiérrez Vega para Latinus. Si hay en este gobierno nepotismo y si hay mafia del poder, pero con nuevos integrantes. Ebrard lo sabe y por ello pensó que ofrecerle una Secretaría inventada, la de la 4T, sería la forma de ganarse al gran elector de estas campañas.

Porque esa es otra de las ironías de este gobierno. Su austeridad sale carísima. Resulta que ahora hay que financiar con recursos públicos y adicionales, no transparentes, estos 70 días de campañas que simplemente están hechos para ver quién es el más leal a un solo individuo, a Andrés Manuel López Obrador.

Ni Ebrard, ni Sheinbaum, ni Monreal, ni Adán Augusto están pensando en ganar la popularidad de los ciudadanos. Nosotros valemos gorro. Lo que importa es que AMLO vea en estos 70 días cuál es la mejor corcholata para sucederlo. Que este juego de ganarse al presidente cueste una millonada, es lo de menos. Ha transcurrido un lustro de destrucción en el sistema de salud; cultura; educación y un largo etcétera, sin consecuencias políticas. Así que, ¿qué tanto es tantito más? Que desde ahora se le dé carpetazo al sexenio y lo único que importe sea quién será el próximo inquilino de Palacio no parece importar a una clase gobernante que ha decidido estar en modo campaña desde tanto tiempo antes.

La más grande ironía de la autollamada Cuarta Transformación es que lo único que realmente parece haber transformado es la aceptación de lo que antes fue tan rechazado, que los llevó al poder. Ahora, los ciudadanos que los eligieron asumen como una acción natural y casi inevitable lo que antes parecía insoportable. Me refiero a ver con ojos de aceptación las violaciones flagrantes a las leyes de quienes juraron cumplirlas y hacer que se cumplan.

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La semana pasada vimos una probadita de lo que está por venir en el cierre del actual sexenio. Todo indica que tenemos que prepararnos para tiempos de enorme turbulencia. El Presidente intensificó su guerra contra la Suprema Corte; llevó a cabo su primera expropiación y acusó al gobierno de Biden de ser injerencista en la política en Perú. Lo hizo con poca congruencia ya que fue él más injerencista en la política de ese país al llamar usurpadora a su presidenta, Dina Boluarte.

Esta radicalización de López Obrador podría ser la plataforma ideal para que la oposición se pusiera las pilas y se presentara como la mejor alternativa ante un presidente que ha dicho ¡fuera máscaras!

Pero no. En lugar de ello, del lado de la oposición, cada actor ha decidido radicalizarse también.

En Movimiento Ciudadano decidieron que ahora mismo, a diez días de las elecciones en Coahuila y Estado de México, es el mejor momento para pedir que nadie apoye al PRI.

MC ya había decidido no participar en las elecciones de este año, pero ahora han entrado de lleno en ellas al pintar bardas con el lema de ‘Ni un voto al PRI’. Si, es verdad que el Revolucionario Institucional ha ganado más embajadas que gubernaturas en el sexenio de López Obrador y que por ello es plausible la acusación de que han claudicado convenientemente y por intereses personales en favor de Morena. Pero esta campaña de MC debió de haberse hecho o mucho antes de las dos elecciones en juego este año, o pasadas éstas.

Por su parte el PRI está para llorar. Son la peor marca política, pero bajo el liderazgo de Alejandro ‘Alito’ Moreno no han hecho más que deteriorase. Se han acrecentado las divisiones internas y no han fortalecido las externas. Alito cree que puede hoy decirle a MC que son “esquiroles, esbirros, serviles y lacayos” de Morena, pero cerrar sus insultos diciendo que está abierto, que no quiere cerrar la puerta, a que vayan juntos en el 2024. Si, ajá.

Y en el PAN, Marko Cortés pretende darle la precandidatura solamente a quien logre cumplir con varios requisitos, entre ellos la meta bastante complicada de recabar 1 millón de firmas. Este anuncio logró una nueva división en el PAN. A las acusaciones de que Marko Cortés actúa así simplemente para boicotear a Lilly Téllez vino el cuestionamiento a Creel sobre de dónde viene el dinero para que él pueda apoyar y buscar este millón de firmas.

En lugar de pensar en construir una candidatura común con PRI y PRD, lo que ha provocado la ocurrencia del dirigente del PAN es mayor división.

Ante la radicalización del Presidente, la oposición parece querer cavar anticipadamente su tumba. En lugar de “aprovechar” esta radicalización del Presidente para cuestionarlo sobre los temas relevantes, como ¿por qué le tiene tanto miedo a la transparencia en sus obras insignia? ¿por qué quiere acabar con la división de poderes? ¿por qué quiere el regreso al país donde manda un solo hombre? la oposición desperdicia esta oportunidad para irse a su propia esquina radical.

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Si algo hemos visto en estos más de cinco años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador es que cuando anuncia que quiere algo, hace hasta lo imposible por lograrlo. No importa si esto implique cometer un crimen contra la lógica.

Lo vimos con la cancelación del NAIM. El aeropuerto de Texcoco ya llevaba millones de dólares invertidos en su construcción y su cancelación costaría millones más. López Obrador era apenas presidente electo y nada de esto le impidió armar una consulta a modo que concluyó con la cancelación del aeropuerto. La sensatez y el sentido común apuntaba en una dirección y eso hacía pensar que sería el camino que tomaría AMLO. Imperó la amenaza de destruir todo lo que tuviera que ver con el pasado. El NAIM fue cancelado.

Lo vimos también con el avión presidencial. Algunos pensaban que su amenaza de volar en líneas comerciales y de vender el avión que AMLO decía mañosamente que “no tiene ni Obama” era una simple estrategia política. No fue así. Intentó todo con tal de cumplir con la venta del avión. Al final optó por rematarlo, pero cumplió.

Ahora, ante el tremendo revés de la Suprema Corte en la que nueve ministros declararon inconstitucional las modificaciones a las leyes electorales mejor conocidas como ‘Plan B’ porque el legislativo no cumplió con el debido proceso cuando las aprobó, el presidente no va a ser el político que reflexione como lograr un mejor diálogo con la oposición o cómo tejer lazos con el legislativo.

No. La nueva cruzada del presidente ya quedó clara desde unos minutos después de que se conociera el fallo de la Corte. El Plan C es lograr la mayoría calificada en el legislativo en las elecciones del 2024.

Ayer en su conferencia mañanera López Obrador llamó al pueblo a votar por la mayoría absoluta en el congreso para lograr que en septiembre del 2024 se apruebe una reforma al Poder Judicial. Ahora, dice López Obrador, quiere que sea el pueblo quien los elija.

Es una nueva estrategia política porque actualmente los ministros de la Corte se eligen de una terna nombrada por el ejecutivo y ratificada por el Senado para asegurar los contrapesos. Es una insensatez lo que propone el presidente ya que, entre otras cosas, implicaría que quienes quisieran integrarse a la corte hicieran campaña para ganar el voto ciudadano.

Pero aun siendo una insensatez, es una amenaza que se debe escuchar como seria viniendo del presidente López Obrador.

¿Lo hará la oposición? Hasta ahora vemos a los liderazgos del PAN y PRI, a Marko Cortes y Alejandro Moreno, más preocupados por mantener sus cotos de poder que en trabajar por presentar propuestas atractivas para la ciudadanía y en desnudar las estrategias políticas del presidente por su insensatez.

La Corte ha hecho su trabajo con la votación de esta semana por salvaguardar la democracia. La ciudadanía también, al salir a las calles. Es el turno de la oposición de tomarse en serio la nueva cruzada del presidente.

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