Al dar un balance de la situación en Acapulco, el presidente López Obrador dijo que iría al puerto sólo si fuera necesario. “Si es necesario voy a ir, pero no quiero hacer de esto un espectáculo, no quiero hacer lo mismo que se hacía antes”, dijo AMLO desde la comodidad de su escritorio en Palacio Nacional.
Esto fue durante uno de sus primeros mensajes post Otis. A la fecha, la única imagen que tenemos del presidente en Acapulco es la del Jeep atorado en el lodo la tarde de la devastación. Algo que fue exactamente un espectáculo como el que dice el presidente que quiere evitar.
Ayer, durante la conferencia mañanera, un reportero le volvió a preguntar al presidente si tiene pensado ir y reunirse con la gente en Acapulco en los próximos días. La respuesta fue que él no puede exponerse.
“En Azteca hicieron unos reportajes y le abrieron el micrófono a gente para que me mentaran la madre. Entonces, no puedo exponerme, no es Andrés Manuel; si se tratara de Andrés Manuel, respondería yo como cuando estábamos en la escuela, como cuando estaba yo estudiando en Tepetitán, que había algo y decíamos: ‘A la salida nos vemos’. Pero, no. Soy el presidente de México, tengo que cuidar la investidura presidencial. No soy Andrés Manuel, soy el presidente y no puedo permitir que nadie me ningunee. O sea, prestarme, caer en una provocación, que eso es lo que quieren.”
Queda claro que el Andrés Manuel López Obrador que presumía poder caminar entre la gente y que se sentía la voz del pueblo ya no existe. El presidente sabe que sus acciones y sus omisiones le han generado enemistades y que entre ese pueblo, al que le gusta hacer referencia, ya no todos son incondicionales ni sus admiradores. Mejor se queda resguardado en su Palacio. Así no se expone.
Esta admisión viene después de otro reconocimiento: que pudo haber avisado antes sobre la fuerza de Otis, pero que decidió no hacerlo. Prefirió dejar el asunto en un simple twit que fue visto por muy pocas personas y por ello Otis pegó en el puerto cuando los ciudadanos siguieron con sus rutinas. Entre ellos, varios marineros que murieron cuando sus embarcaciones se hundieron o fueron arrasadas por el huracán. Esos marineros y pescadores que hoy o han sido confirmados muertos o están desaparecidos no tendrían que haber estado en las embarcaciones si el gobierno federal, estatal y/o municipal hubiesen avisado de forma enérgica y con la alarma que ameritaba sobre la fuerza de Otis.
El presidente hace espectáculo cuando no debe y decide dejar a la gente a su suerte para supuestamente no hacer espectáculo cuando lo que se requiere es que la autoridad acompañe y ayude a las víctimas. No exponerse es una simple excusa.
Apostilla: Las cuentas no son el fuerte de este gobierno. En dinero, dicen que van a construir una refinería con 8 mil millones de pesos y ya va en 17 mil millones de dólares el costo de Dos Bocas. El Tren Maya se dijo que costaría 150 mil millones de pesos pero ya va en 500 mil millones. En vidas, la pandemia tuvo un exceso de muertes de 800 mil personas y los datos oficiales hablan de 334 mil. En desapariciones el presidente decidió despedir a Karla Quintana como titular de la Comisión Nacional de Búsqueda con tal de no admitir que van 46 mil desaparecidos en su sexenio. Y en muertes en Acapulco, las funerarias reportan 350 muertes mientras el gobierno se empeña en minimizar lo ocurrido y prefiere dejar en 45 los fallecidos por Otis.
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