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Las palabras importan. Y en la Cuarta Transformación importan tanto que pareciera que si cambian las palabras, cambian la realidad. Por eso conviene conocer el diccionario oficial de la Real 4T, para no confundirnos y pensar que una cosa es una cosa cuando, en realidad, es otra.

Bache (sustantivo, masculino): lo que en el resto del mundo se llama bache, en la Real 4T es un registro mal intervenido. Así quedó claro en el Maratón de la Ciudad de México 2025, cuando el atleta colombiano Francisco Sanclemente cayó de su silla de ruedas al topar con uno de estos registros, provocando además la caída de otro competidor, Gonzalo Valdovinos. No era un bache, nos dicen, sino una falla técnica menor que ya se arregló. El lenguaje es generoso; las lesiones, no tanto.

Elección popular (sustantivo, femenino): lo que se llevó a cabo para designar a los nuevos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Hubo urnas, sí, pero también un raquítico 13 por ciento de participación ciudadana y, dentro de ella, un 22.8 por ciento de votos nulos. El nuevo presidente de la Corte, Hugo Aguilar Ortiz, obtuvo menos sufragios válidos que los votos anulados. Aun así, en el diccionario de la Real 4T, fue una victoria avalada por el pueblo. Y si en su primer discurso dijo que los ministros fueron “impuestos” y luego tuvo que corregir, no es lapsus: es simplemente que olvidó el glosario oficial.

Acordeón (sustantivo, masculino): no es acordeón, sino guía ciudadana. Los impresos que circularon con los nombres de los aspirantes “idóneos” para la Corte no eran instrucciones, sino trabajos académicos colectivos. Que un 45.7 por ciento de los votantes haya llegado a la exacta misma conclusión que el acordeón proponía es pura coincidencia, no copia. La democracia de la 4T tiene un sonido peculiar, pero insiste en que no viene de la música de un acordeón.

Asesinato (sustantivo, masculino): lo que para la Real 4T puede ser un infarto fulminante. La violencia homicida, que dejó sin vida a la taxista y maestra jubilada, Irma Hernández Cruz, después de ser secuestrada y violentada, puede rebautizarse con un eufemismo médico. Un país en donde los muertos son estadísticas o víctimas de padecimientos naturales resulta, sin duda, más habitable… al menos en el papel.

Austeridad republicana (locución sustantiva): no es vivir con doscientos pesos en la cartera ni con un par de zapatos remendados. Significa hablar en nombre del pueblo, pero viajar con todos los lujos o comprar mansiones despampanantes… siempre que se pueda alegar que se pagó con “recursos personales” o gracias a un crédito hipotecario. Si el origen de esos recursos no cuadra con lo declarado, ese ya es problema de quien pregunte. En Morena, la austeridad se respeta: digan lo que digan, viajen como viajen, vivan en donde vivan.

El diccionario de la Real 4T es claro: no hay baches, sino registros; no hay imposiciones, sino elecciones; no hay copias, sino coincidencias; no hay asesinatos, sino infartos; no hay lujos, sino austeridad. Lo que sí hay es un país donde, a golpe de palabras, se pretende cambiar la realidad. En esta narrativa oficial no existen las crisis, sólo relatos alternativos. Y así, con definiciones hechas a modo, se construye un México maravilloso.

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Estamos en un punto de inflexión en la violencia, declaró el flamante Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo. Lo dijo mostrando una gráfica durante la conferencia mañanera que transcurría en Palacio Nacional, en la CDMX. Y al mismo tiempo en La Aguililla, Michoacán, gritaban policías estatales desesperados: “¡K-8! ¡K-8! ¡Nos atacan!

El saldo de la mañanera de Palacio Nacional fue de complacencia. El de Michoacán de 13 policías muertos y nueve heridos en la emboscada. Además quedaron unidades policiacas calcinadas y en los parabrisas se podía leer “A todos los policías que apoyen a los lacras se los cargará la ve…Att. CJNG”.

En Palacio Nacional se escucha un día sí y el otro también al presidente decir que para combatir la inseguridad su gobierno dará abrazos, no balazos. En Michoacán y en gran parte del país la respuesta a esta ‘estrategia’ es la inversa: balazos, no abrazos.

Y es que el país que describe el presidente y sus invitados en las mañaneras de Palacio Nacional es muy distinto al México que vivimos el resto de los mortales.

Otro día más en Palacio Nacional. Ahora se reúne la primera plana de los empresarios gaseros. Sentados, un poco incómodos, aplauden al presidente López Obrador que habla de que la corrupción se está barriendo como las escaleras, de arriba para abajo, y que en su gobierno ya no hay tolerancia a la corrupción. Entre los sentados a lado de los empresarios está el Director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett.

Terminada la conferencia matutina Manuel Bartlett regresa a su despacho. Pasan las semanas y los señalamientos de corrupción y enriquecimiento ilícito en su contra siguen brillando por su ausencia.

Por su parte los empresarios que aplaudieron y prometieron que van a invertir, siguen ideando estrategias para que su dinero esté a salvo. No quieren ni hablar en fuerte, ni escuchar en público sobre el panorama que vive el país. Quizás la idea es que si no se habla de los errores del gobierno, éstos no tendrán efecto. Una estrategia parecida a la que implementó el gobierno de Peña Nieto para ‘combatir’ la inseguridad: no hablemos del tema y así la seguridad quedará resuelta.

Estamos ante una emergencia en materia de seguridad que sin duda heredó el presidente López Obrador. A esa emergencia se le suma un panorama muy negativo en materia económica. Este cuadro no augura más que un círculo vicioso: si la economía empeora, la seguridad lo hará también.

Pero en Palacio Nacional dirán que, a pesar de la terrible herencia del pasado, todo mejora. Es la Cuarta Transformación.

Apostilla: Hoy Javier Bonilla ofrecerá una conferencia de prensa a las 11:45 de la mañana. Ayer el presidente López Obrador le envió un mensaje muy claro en su conferencia mañanera: que la Ley Bonilla con la que pretende ampliar su mandato de 2 a 5 años es una pena y que el expediente perdido para poder publicar el cambio debe de ser hallado. El documento apareció ¡oh sorpresa! unas horas después.

 

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