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Pensaba que con el sí en el referéndum sus negocios, su ciudad y su vida serían mejor. Hoy está arrepentido no solo de haber votado por el sí, también de su importante papel en promover el voto. Pero ¿cómo iba a saber que la corrupción del pasado palidecería con lo que vive actualmente si el presidente y el alcalde prometían la gloria y euforia una vez que ganaran la votación?

Esa es la historia de Oleg Zubkov, un empresario de Crimea, dueño de zoológicos en Yalta, que votó en favor de anexar la península a Rusia en el referéndum de marzo 2014 que permitió a los ciudadanos de Crimea “elegir” si querían ser parte de Rusia o permanecer en Ucrania. Los anuncios espectaculares para promover el referéndum fueron poco sutiles. Rusia aparecía con su bandera tricolor y Ucrania lo marcaron con una enorme swastika negra. El referéndum ocurrió cuando las fuerzas rusas ya ocupaban la península y los medios de comunicación ya no transmitían más que propaganda rusa.

El primer zoológico de Zubkov se llamó Skazka que significa Cuento de Hadas. Irónico, ya que fue justo su creencia en el cuento de hadas que prometían los políticos afines al Kremlin lo que lo llevó no solo a votar por el sí en el referéndum, también a promoverlo de manera entusiasta. Llegó al extremo de anunciar que si perdía el sí, soltaría a los leones de sus zoológicos para defender la anexión a Rusia.

Zubkov estaba harto de la corrupción de la clase política ucraniana. Le molestaba tanto que añoraba hasta eliminar el idioma ucraniano de su ciudad y la posibilidad de hablar en ruso. Pensaba que el dineral que ese país generaba a través de la industria energética llegaría a la península para poder mejorar la infraestructura, las calles y sus zoológicos. Creía que con la anexión a Rusia se acabarían los políticos que solo buscaban enriquecerse e invertir en sus dachas. Rusia acababa de ser la sede de los Juegos Olímpicos, así que seguramente sabrían hacer las cosas mejor que los ineptos políticos de Kiev.

El resultado del referéndum fue un día de fiesta para Zubkov. La autoridad ucraniana que nombró el Kremlin cuando comenzó la anexión de la península celebraron que votó el 83 por ciento de los ciudadanos y que de ellos el 97 por ciento apoyó el sí para unirse a Rusia. En Estados Unidos, Barack Obama señaló que el referéndum fue un fraude. Zubkov decidió festejar organizando una fiesta en uno de sus zoológicos con entradas gratuitas. El león que coincidentemente nació ese día lo bautizó con el nombre Referéndum.

Muy pronto el cuento de hadas se convirtió en una pesadilla para un Zubkov que se dio cuenta el error que es pensar que cuando las cosas están mal, nunca se pueden poner peor.

Tras la anexión hubo problema en tres frentes. Por un lado, el turismo ucraniano desapareció y las autoridades de Kiev dejaron de suministrar energía y agua a la península. Por ello comenzó escasez de múltiples insumos que se agravó por las sanciones de occidente. Por si eso fuera poco, entre las autoridades nombradas por el Kremlin estaba un político que también tenía parques de diversiones y un delfinario que veía en los zoológicos de Zubkov competencia.

A partir de ese momento le llovieron demandas por falta de documentación; por supuestos malos cuidados de salubridad en sus zoológicos y hasta maltrato a sus empleados. De juicio en juicio, Zubkov pensaba que si solo pudiera acercarse al presidente, la suerte le cambiaría. A pesar de ver como se deterioraba su negocio y como el prometido turismo ruso no llegaba, Oleg tenía esperanza en Vladimir Putin.

Entrevistado por el periodista Joshua Yaffa para su libro, Entre dos fuegos: verdad, ambición y compromiso en la Rusia de Putin, Zubkov le confesó: si tuviera que volver a votar hoy, preferiría quedarme como parte de Ucrania, pero la historia no permite los hubiera.

Columna completa en El Universal