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¿Podemos confiar en Estados Unidos? La respuesta es un claro y rotundo no. No podemos confiar en Estados Unidos. No lo podíamos hacer antes, cuando tenían presidentes mucho más serios, capaces y profesionales que Donald Trump, porque siempre hemos sabido que nuestro vecino del norte no tiene amigos ni aliados, tiene intereses.

Si eso era verdad con Obama, Bush, Clinton y tantos otros presidentes antes de ellos, lo es aun más con un Donald Trump que el día de hoy se convertirá en el tercer presidente en toda la historia del país en ser sometido a un juicio político precisamente señalado por ver por sus intereses antes que por los de su país.

Y su interés desde que estaba en campaña ha sido ganar las simpatías y los votos de su base electoral principalmente a través de los señalamientos de que la relación con México ha sido perniciosa para Estados Unidos. Lo ha sido así en materia migratoria, de seguridad y de comercio.

Por eso, por lo negativo que ha sido el intercambio comercial con México, es que Trump declaró que el TLCAN era el peor acuerdo que Estados Unidos había firmado en su historia y por ello, desde el día uno lo quiso cancelar.

Ya en el curso de su presidencia el TMEC o TLCAN, como le queramos llamar, ha sido de los pocos temas en los que hemos visto rectificar marginalmente a Trump. De quererlo cancelar, estuvo dispuesto a renegociarlo, pero siempre con la idea de que el nuevo tratado sería benéfico para sus intenciones políticas: colgarse la medalla de cancelar un mal acuerdo comercial. Esto del ganar-ganar no está en el ideario del presidente norteamericano.

Tomando esto en cuenta, es evidente que la prisa que le entró al presidente Andrés Manuel López Obrador por firmar el adendum al TMEC para que la Cámara de Representantes de Estados Unidos hiciera lo propio antes de que terminara el año ha resultado bastante costoso para la cancillería y para México.

El 25 de noviembre, el Subsecretario para América del Norte y negociador del TMEC, Jesús Seade, veía poco probable que se lograra legislar y aprobar el TMEC en el legislativo estadounidense antes de que concluyera el año. Así lo dijo en la conferencia matutina en Palacio Nacional, en la que dijo claramente: estoy pesimista. AMLO, ni tarde ni perezoso, lo corrigió inmediatamente.

A partir de esta diferencia de visiones del negociador y de su jefe, el presidente, se revirtió la inercia que traía el proceso de ratificación del TMEC. Se aceleró todo hasta llegar a la firma del adendum en Palacio Nacional y la ratificación fast-track en el senado mexicano el 10 y 12 de diciembre, respectivamente.

De ahí siguió el caos del fin de semana que llevó a Seade a tomar un avión para entrevistarse con el encargado comercial, Robert Lighthizer, en Washington. La intención fue externar su sorpresa por el lenguaje utilizado en la carta de implementación del TMEC que envió La Casa Blanca al legislativo en torno a la figura de los agregados laborales. La sorpresa vino porque precisamente no se puede confiar en Estados Unidos. En lugar de esperar a que avanzara el proceso en EUA, como lo ha estado haciendo Canadá, y mientras tanto seguir funcionando bajo las reglas del TLCAN original, México quiso jugarle al gigante por las prisas del presidente López Obrador.

 

Columna completa en El Universal

No está México ni los mexicanos en la polémica. Tampoco Rusia. Ni Hillary Clinton, Arnold Schwarzenegger o la reportera Megyn Kelly. En esta ocasión Trump se fue en contra de la identidad misma de los estadounidenses al poner en igual plano moral a los neo-Nazis, Ku Klux Klan, racistas, antisemitas que se manifestaron en Charlottesville, Virginia, con los contra manifestantes que se juntaron en repudio a estos supremacistas.

 

Sabemos que Trump ha sido muy rápido en atacar, criticar, desdeñar aquello que no le parece. En el caso de los supremacistas que dejaron a una mujer de 32 años muerta, la condena tardó 48 horas y después se desdijo alegando que había radicales de ambos lados y buenas personas entre los dos grupos.

 

El resultado ha sido una nueva catástrofe para Donald Trump quien, mediante esta actuación se ha generado una nueva crisis auto infligida que lo deja de nueva cuenta aislado con su nivel de aprobación bajando (está en 34%); peleado con los líderes republicanos en el congreso; con los medios de comunicación (incluyendo a Fox News cuyos conductores – como Shepard Smith, han confesado que no pueden encontrar a un solo republicano para salir a defender a Trump al aire); líderes mundiales, en especial los europeos que vivieron los horrores del nazismo; afro-americanos; líderes militares que expresaron su repudio a Trump; gobernadores (el de Arizona, Greg Stanton, le pidió vía twitter a Trump que reconsidere postergar el rally que tiene programado para el día 22 en Phoenix) y hasta miembros de su staff en La Casa Blanca que han filtrado a la prensa que no están contentos con las expresiones de su jefe.

 

 

Columna completa en El Universal

Foto: Archivo APO