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La 4T ha fracasado en varios frentes, pero en uno de ellos el descalabro ha sido de proporciones enormes: la transformación que ha pretendido el presidente Andrés Manuel López Obrador en materia de aviación.

El arranque de esta crónica de una catástrofe anunciada fue desde antes de llegar a la presidencia, cuando como presidente electo López Obrador decidió cancelar el NAIM que estaba ya con un avance del 30 por ciento en su construcción.

En su lugar y a pesar de toda la información que recibió de MITRE, una organización de especialistas en diseño de espacio aéreo, en la que claramente apuntaron que operar el aeropuerto Benito Juárez en conjunto con el AIFA implicaría un espacio aéreo demasiado complejo, el presidente se empeñó en la construcción del AIFA. Otros análisis señalaban que el diseño del AIFA tendría que hacerse del aire al suelo, como cualquier nuevo aeropuerto, y que si el AIFA llegaba a tener 10 operaciones por hora, tendrían que coordinarse los vuelos entre ambos aeropuertos, demorando vuelos de uno para que el otro pudiera operar. Así, la saturación del Benito Juárez no podía solucionarse con el AIFA.

A casi 7 meses de la inauguración del AIFA, Proceso sacó un reportaje en el que apunta que este nuevo aeropuerto que AMLO califica como el mejor del mundo ha tenido menos pasajero que las visitas que ha recibido el Museo del Mamut en el mismo lugar. (201 pasajeros vs 373 mil visitantes)

Por ello el presidente López Obrador instruyó a la Sedena, que es quien maneja el AIFA, a incrementar las operaciones aéreas en el AIFA para que pase de un promedio de 30 operaciones diarias a 120 para el cierre de este 2022. El documento con esta instrucción presidencial forma parte de lo filtrado por los hacktivistas Guacamaya.

Para cumplir con este deseo presidencial la Sedena está contemplando permitir el cabotaje, es decir, que líneas aéreas internacionales operen vuelos entre dos destinos nacionales. Por ejemplo, que Turkish Airlines pueda volar del AIFA a Cancún a pesar de que la Ley de Aviación. Civil de México lo prohíbe en su artículo 17bis.

Todo esto ocurre en el marco de la pérdida de categoría 1 de la Administración Federal de Aviación de EUA, la FAA, que degradó a México desde el 25 de mayo del 2021 porque no cumplimos con los estándares de seguridad de la OACI. Esto impide que las líneas aéreas mexicanas abran nuevos destinos a EUA.

Fernando Gómez Suárez, especialista en aeropuertos y aviación, ha dicho que el cabotaje sería el acabose para las aerolíneas mexicanas ya que la más chica estadounidense tiene más aviones que toda la flota mexicana en su conjunto.

Curioso que el presidente que en el sector energético acusa hasta de traidores a la patria a los legisladores que no aprobaron la LIE (Ley de la Industria Eléctrica) diciendo que prefieren apoyar a las empresas extranjeras como Iberdrola antes que a Pemex y CFE, en materia aeronáutica esté dispuesto a golpear a las líneas aéreas nacionales y premiar a las extranjeras con tal de ponerse la medalla de que el AIFA es viable.

Apostilla: Por si el fracaso del AIFA no fuera suficiente, las otras dos grandes obras de infraestructura de este gobierno están en problemas. La refinería de Dos Bocas volvió a quedar bajo el agua con las lluvias del domingo y lunes y el Tren Maya quedará trunco. No llegará hasta Campeche porque el tramo Xpujil-Chetumal se ha complicado ante las exigencias de los comisariados ejidales.

Columna completa en El Universal

Nunca había sonado tan bien que alguien dijera que va a hablar sobre la paz mundial. Pero eso fue lo que dijo que hará el presidente Andrés Manuel López Obrador en su discurso del 16 de septiembre. Y que siempre ya no hablará sobre lo que él considera es la soberanía amenazada por Estados Unidos con el llamado a consultas en el marco del TMEC por la política energética del gobierno mexicano.

Finalmente vemos una transformación positiva en el presidente que autodenomina su gobierno como el de la Cuarta Transformación.

La expectativa sobre lo que diría el presidente el 16 de septiembre era que apelaría a el segmento de su base electoral que aplaude todo lo que signifique ser anti-Yankee para encender los ánimos nacionalistas. Lo haría sin tomar en cuenta que esto pondría en peligro uno de los pilares que ha sostenido a la economía mexicana por casi tres décadas: el TLCAN, hoy TMEC, la gran herramienta de desarrollo económico de México.

Estados Unidos es la palanca que ha permitido a México desarrollarse y es la apuesta correcta para pensar en el desarrollo futuro del país. Si esto era cierto en 1994, cuando se firmó el TLCAN – antecesor del TMEC – lo es más cierto ahora que la lógica con la que se mueve el mundo ha dado un giro de 180 grados.

Hasta antes de la invasión Rusa a Ucrania, la lógica del mundo sobreponía la economía sobre la rivalidad geopolítica. La pregunta que se hacían los países en su toma de decisiones era ¿en dónde es más barato y eficiente producir? Poco importaba si esas inversiones se iban a países en los que se violaban los derechos humanos o no se respetaban las libertades. Por ello dinero estadounidense se fue a China, por ejemplo. Ahora la lógica ha cambiado. La geopolítica se antepone a la economía. Las nuevas preguntas que se hacen los gobiernos son ¿en dónde es más seguro producir o comprar? ¿Debemos comerciar con países que consideramos una amenaza?

Por ello el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró que hoy la libertad es más importante que el libre comercio. Y es la razón por la cual estamos viendo a Europa desvincularse de los energéticos rusos a pesar del dolor de cabeza económico que implica. Vaya, hasta se ha decidido que en aras de generar conciencia sobre la importancia de ahorrar luz, Paris – La Ciudad de la Luces -, apague la Torre Eiffel una hora antes cada noche.

Los conceptos de ‘friendshoring’ y ‘nearshoring’ son la gran oportunidad para nuestro país. Si antes era claro que la apuesta de México debía ser con Estados Unidos, ahora esto es aún más importante. Pretender incendiar los ánimos nacionalistas de algunos segmentos de la población mexicana era la apuesta más absurda y riesgosa que podría haber tomado el presidente López Obrador.

Las ganancias políticas habrían sido una victoria pírrica ante un México que, desvinculado de la economía estadounidense estaría en peores condiciones de las que estamos ahora. Si bien nos va, si nos ponemos las pilas y nos vinculamos a la economía estadounidense, tendremos un sexenio de crecimiento cero.

Qué bueno que imperó la sensatez. Hemos visto una buena transformación en el presidente López Obrador.

Columna completa en El Universal

Este es un año electoral y el presidente Andrés Manuel López Obrador quiere hacer del voto una elección entre el saqueo del pasado o la transformación que él ofrece. Así lo dijo ayer en la conferencia mañanera.

“¿Quién va a decidir si quiere que regrese la política de saqueo y de corrupción? ¿Quién va a decidir si continúa o no? Pues el pueblo, los ciudadanos.” Esa es la disyuntiva que ve el presidente López Obrador sin darse cuenta de que la decisión no es entre saqueo o la transformación. Que más bien estamos viendo la transformación del saqueo.

Porque en el pasado hubo saqueo. Sin duda tiene razón el presidente cuando dice que tras la crisis de 1995, el remedio fue convertir las deudas privadas de unos cuantos, de los banqueros, de las grandes corporaciones, en deuda pública, en referencia al Fobaproa. Pero cuando remata con que en su gobierno son distintos, le falta aclarar que son otros nombres, pero que el saqueo continúa. La transformación está en las manos que lo reciben. Y en algunos casos ni los nombres han cambiado, si nos remitimos al Director General de la CFE, Manuel Bartlett.

¿Cómo justificar que la disyuntiva es entre el saqueo y la redención de México si el actual gobierno sigue manteniendo la impunidad de quienes incurren en casos de corrupción? López Obrador desmanteló varios fideicomisos bajo el argumento que eran unas cajas opacas de gastos pero su transformación del saqueo lo ha llevado, por ejemplo, a crecer casi en un mil por ciento el Fideicomiso de Administración y Pago de Equipo Militar, el Fidape.

Al finalizar el gobierno de Peña Nieto, el Fidape tenía un saldo de 5 mil 40 millones de pesos, pero 2020 lo cerró con cerca de 50 mil millones de pesos. Este fideicomiso no rinde cuentas sobre sus gastos a nadie y es actualmente el tercero más grande del gobierno federal.

Entonces, quitarle dinero a unos fideicomisos a los que acusa de ser opacos para trasladarlo a otro fideicomiso que también es laxo en transparencia no es más que la transformación del saqueo.

La disyuntiva electoral del 2021 es bastante pobre para México. Primero porque la oposición no logra presentar una agenda atractiva ni una verdadera solución a los problemas del país. Segundo, porque es más que evidente que al presidente López Obrador le quedó grande la tarea de transformar a México. La mejor prueba de ello es que lleva más de dos años señalando al pasado por las fallas del presente. A estas alturas, parece que la disyuntiva electoral del 2021 será entre darle más o menos poder al presidente López Obrador vía los pesos y contrapesos de la Cámara de Diputados. ¿Saqueo o transformación? No…sólo transformación del saqueo.

Apostilla: El presidente dijo, al regresar a la mañanera después de recuperarse de COVID que “se decidió la gratuidad en servicios de salud y todos los que han sido atendidos en centros de salud, que es la inmensa mayoría, porque son muchísimos más los atendidos en hospitales públicos que en hospitales privados, todos han recibido atención médica gratuita. Eso no sucedía anteriormente. En los institutos de salud, que son de lo mejor que tiene el país, hay gratuidad en atención médica, no sólo a enfermos de COVID, sino a todos los enfermos.”

El que se ha atendido de forma gratuita ha sido él. Su tratamiento corrió a costa de nuestros impuestos. Para la gran mayoría de los que nos hemos contagiado de COVID el tratamiento, por más básico, ha sido bastante caro.

 

Columna completa en El Universal

En México tenemos a un presidente que dice que está transformando al país y una de sus palancas para hacerlo es inyectando miles de millones de pesos a Pemex para intentar lograr autonomía energética.

Varios conocedores de la industria han dicho que esto es un sueño guajiro, pero aún así, AMLO persiste. Qué maravilla sería que en lugar de querer importar el penacho de Moctezuma de Austria, el presidente quisiera imitar lo que está haciendo el CEO de una de las petroleras más grandes del mundo, British Petroleum (BP), Bernard Looney.

Looney encabeza hoy en día la mayor transformación de la industria energética en sus 160 años de historia. En septiembre dio a conocer el plan de transformación de BP de una industria de petróleo y gas a una de energías renovables. Es el plan más agresivo que se ha visto en la industria. Lo que pretende BP es, para 2030 recortar en un 40 por ciento su producción de petróleo y gas y aumentar el gasto en energías renovables de $500 millones de dólares anuales actualmente a 5 mil millones de dólares. Y para el año 2050 la petrolera británica buscará que todas sus operaciones emitan cero emisiones.

Además, los cien millones de dólares al año que gasta BP en mantener su reputación como empresa de petróleo y gas se irán reduciendo y ese dinero se invertirá para apoyar políticas en favor del medio ambiente alrededor del mundo. La empresa ya está invirtiendo $6.5 millones de dólares en Estados Unidos para iniciativas en favor de las energías limpias en este 2020, a pesar del durísimo golpe económico que ha sufrido por la caída en la demanda de energías fósiles por la pandemia. Han anunciado su apoyo a la política climática de la Unión Europea y al plan de Reino Unido de prohibir para el año 2035 autos con motores de combustión interna.

Nótese la diferencia entre este propósito y el que acaba de presentar el gobierno de la Cuarta Transformación, que pretende incrementar la producción de petróleo en 101 mil 700 barriles diarios para un total de un millón 944 mil 400 barriles diarios en el 2021. Vamos en sentido contrario de lo que el mercado mundial de energéticos nos está diciendo y lo estamos haciendo cuando no tenemos ni siquiera la liquidez suficiente para estarla desperdiciando. ¡Qué frustrante!

En entrevista para el portal político Axios, Looney dijo dos cosas que me llamaron la atención. La primera fue entender que la transformación de la empresa se hace en el interés de ésta. No están tratando de proteger un negocio – el del petróleo y gas – que ya va de salida porque saben que esto significaría su quiebra. “Estamos haciendo que BP pase de ser la compañía petrolera internacional que hemos sido durante 111 años a convertirnos en una compañía de energía integrada”.

Lo segundo fue que ante la pregunta sobre el pasado de la empresa en el que defendió a quienes dudaban del cambio climático, Looney dijo algo clave: “no sirve de nada envolvernos en lo que ocurrió en el pasado ante los enormes retos que tenemos frente a nosotros.” Esta frase suena como música a los oídos ante un presidente en México que se empeña en justificar lo injustificable de hoy con base en el pasado, en lo que ha ocurrido antes de él y su fallida transformación.

Columna completa en El Universal