El anuncio de la compra de Twitter que hizo Elon Musk es enorme en materia de negocios pero aún más en la forma como afectará como nos comunicamos hoy en día. ¿Para bien o para mal? Esa es la gran pregunta.
Comencemos por aclarar que Twitter no es un gran negocio. Es más chico que otras plataformas, como Facebook o Instagram, y sus ingresos dependen en un 90 por ciento de anunciantes. Pero eso a Elon Musk no le importa. Sugiere mover la plataforma hacia un esquema de suscripciones pero aclara que lo que más le interesa es influir en la forma como se discuten los temas fundamentales de hoy en el mundo en general y en Estados Unidos en particular.
En ese país están muy nerviosos los demócratas y muy ansiosos los republicanos con la noticia de Elon. Los republicanos sienten que Musk logrará balancear más un discurso que sienten está cargado del lado liberal y además están con la expectativa de que regrese Donald Trump a la plataforma. Aunque el expresidente ha dicho que no regresará a Twitter, habrá que ver si resiste la tentación de utilizar la red social ante las elecciones intermedias de este año y hacia las presidenciales del 2024.
Una encuesta de YouGov muestra que el 54 por ciento de los republicanos están de acuerdo con que Elon compre Twitter, mientras que solo un 7 por ciento de los demócratas piensan igual.
Del lado demócrata hay más preocupación por esta postura de completa libertad de expresión que ha dicho Musk que será el mantra principal de Twitter. Muchos se preguntan ¿qué pasa cuando se deja en absoluta libertad la comunicación en aras de defender la libertad de expresión? Las plataformas que lo han hecho se han visto inundadas de violencia, información falsa y pornografía. El ejemplo perfecto es Perler que fue vetada de Apple y Google en su plataforma de descarga, de la cual depende Twitter.
De entrada, esta intención de absoluta libertad que quiere Musk se enfrentará a dos grandes problemas. El primero es que los reguladores de contenidos en la Unión Europea ya salieron a decir que si quiere funcionar en sus 27 países miembros, Twitter tendrá que seguir procurando moderar y/o sacar a quienes fomenten discursos de odio y promuevan información falsa.
El segundo problema será China. ¿Qué va a hacer Elon Musk con un país que censura las comunicaciones en su país, incluyendo redes sociales, y que además es comprador y suministrador importantísimo de insumos para Tesla? ¿Va a poner en riesgo las finanzas de la empresa de vehículos eléctricos en aras de mantenerse firme con la libertad de expresión? Se antoja una decisión complicada ya que, de entrada, parte del financiamiento para la compra de Twitter está respaldado por acciones de Tesla.
Algo que suena muy interesante en el código de Twitter, según Musk, es la intención de acabar con los bots y las cuentas falsas. Ojalá encuentre la receta. No será sencillo y habrá que encontrar cómo proteger la identidad de quienes viven en regímenes autoritarios que amenazan las libertades de ciudadanos que utilizan Twitter con pseudónimos para poder comunicarse con “el exterior”.
Interesante también su idea de permitir la edición de mensajes en la plataforma. ¿Qué pasa si le damos retwitt a un mensaje que después es editado y con ello cambia el sentido del mensaje?
Twitter es, como ha dicho Musk, el espacio digital en el que los temas fundamentales de la humanidad se debaten. Veremos qué significa que las llaves de ese espacio las tenga una sola persona y además la que hoy es la más rica del mundo.
Apostilla: Como todo con Elon Musk, hasta el precio que ofertó para la compra tiene su simbolismo. La oferta de $54.20 por acción contiene sus número favoritos, 420, en referencia a la mariguana.
Columna completa en El Universal