Hasta hace unos días se sabía que Ford, General Motors y Fiat Chrysler tenían pensado invertir en México para fabricar más de un millón de autos aquí para el año 2022, lo que implicaba fabricar 500 mil autos menos en Estados Unidos.
Las compañías más grandes de autos han anunciado, de acuerdo con un reporte de Bloomberg, inversiones de por lo menos 22 mil millones de dólares y la creación de 25 mil empleos en plantas automotrices nuevas o existentes en México para 2019.
Todos creemos de manera instintiva que esto se debe a la mano de obra barata que ofrece México, lo que es cierto, en parte. Pero la realidad es que lo que hace atractivo para ésta y otras industrias de invertir en México es la cantidad de tratados de libre comercio que tenemos con el resto del mundo. Con 44 países para ser exactos. Lo que en el caso de la industria automotriz significa acceso sin tarifas a la mitad del mercado global de autos.
Esto es algo que el mercado estadunidense simplemente no ofrece. De entrada, EU no tiene acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, así que para Ford, por ejemplo, ensamblar un auto mediano de más o menos 25 mil dólares en México y exportarlo a Europa le representa un ahorro de 4 mil dólares y si lo ensamblan en EU y lo exportan a Europa sólo ahorra dos mil 500 dólares por auto.
Sí, tenemos mano de obra barata. Pero tenemos mucho más, gracias a la cantidad de tratados de libre comercio que hemos firmado.
Sin embargo, con sólo un tuit de 140 caracteres o menos, Trump ha logrado que Ford (y muy probablemente GM y Fiat Chrysler le sigan los pasos) eche por la borda estos beneficios con tal de quedar bien con el futuro señor Presidente.
¿Por qué?
Sorprende que Trump haya logrado enviar un mensaje a sus seguidores de que sus triunfos son pérdidas para México y ganancias para los trabajadores norteamericanos con la interdependencia que existe entre ambos países.
La apuesta para las compañías norteamericanas parece estar en lograr obtener una fuerte desrregulación en el mercado estadunidense y recortes de impuestos, por el lado de la zanahoria. Además, hay un temor enorme a los impuestos transfronterizos que Trump amenaza vía Twitter, que les va a aplicar a quienes crean que pueden fabricar en México y exportar a EU como antes.
Para ciertos segmentos de la sociedad estadunidense que viven en el famoso “Rust Belt”, el ataque de Trump a México les puede hacer sentido. Pueden decir que finalmente alguien va a hacer algo para mejorar su situación económica.
Lo que no se dan cuenta es que, en primer lugar, esos empleos extras que creen que van a existir en EU van a ser mucho menores porque la apuesta de las empresas automotrices está cada vez más enfocada hacia la robotización de sus cadenas productivas. En segundo lugar, provocar una vecindad tensa con México va a provocar una Norteamérica problemática, sin duda.
Está documentado cómo el TLCAN, entre otras medidas bilaterales, ha logrado que las tasas de migración a EU bajen a sus menores niveles. Trump puede creer que entrar en guerra contra México le va a representar un triunfo, pero una vecindad con un México que pierde empleos, inversión y poder de su moneda, como nos está ocurriendo, no hará más que hacer que la relación México-EU empeore y con ello el entorno del señor Trump y sus seguidores.
Lo que estamos viendo no tiene sentido. Pero Trump tampoco. Así que, a abrocharnos los cinturones que en diez días Trump llega a la Casa Blanca.