Por obvias razones nos hemos centrado y documentado mucho sobre la candidatura, triunfo y transición de Trump y sus dichos sobre México y lo que pretende hacer en términos de la relación bilateral. Pero hay otros dos países que, por distintas razones, han estado muy presentes en todo este proceso: Rusia y China.

 

El caso ruso es alarmante porque normalmente el patriotismo y amor por el país genera un efecto conocido como ‘rally around the flag’ en la población estadounidense. Este efecto implica que ante un ataque desde el extranjero, la política es dejada de lado y en su lugar aparece un país unido, indignado y comprometido a defenderse de ese ataque.

 

Así sucedió cuando los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. En el momento en que cayeron las Torres Gemelas dejó de importar quien era republicano o quien demócrata; quien partidario de George W. Bush o quien de Al Gore que acababa de perder la elección del colegio electoral más no del voto popular. En ese momento todos se sintieron atacados y un presidente impopular pudo dejar de serlo y unificar a un país bastante dividido.

 

Sin embargo ahora que la CIA ha informado al legislativo norteamericano el grado de involucramiento y de intervención del gobierno ruso en la elección, los partidarios de Trump encuentran una razón más para estar contentos de que Clinton perdió y los de Clinton un motivo más para asustarse de lo que vendrá con el triunfo de Trump.

 

Ese muro de unidad que hacia impenetrable e impensable un escenario de intervención extranjera en la política estadounidense ha sido derribado. Y Putin debe ser el más contento con este efecto.

 

En lo personal me sorprende la reacción de un país que mantiene el requisito de visas para periodistas, como la que año con año debo renovar para cubrir eventos como las pasadas elecciones. Esto fue un mecanismo que nació para tener registrados y bajo control a los periodistas que desearan cubrir los acontecimientos de EUA en años de la post guerra y la Guerra Fría para evitar actos de espionaje. Hoy la visa permanece pero no la indignación frente al espionaje, al parecer.

 

Todo esto ocurre mientras el nombre de quien será el nominado por Trump para ser Secretario de Estado es Rex Tillerson, empresario del sector energético (40 años en ExxonMobile y los últimos 10 ha sido su CEO) muy cercano a los intereses rusos.

 

Tillerson fue el encargado de sacar adelante los proyectos energético de Exxon en los años 90 en la isla rusa de Sakhalin. Posteriormente fue la cabeza de los contratos entre Exxon y la paraestatal rusa, Rosneft en 2011 para llevar a cabo proyectos conjuntos de exploración y desarrollo del Ártico y Siberia. Y en el 2013, Tillerson recibió por parte del Kremlin la Orden de la Amistad, algo así como nuestra Orden Mexicana del Águila Azteca que ha sido entregada a personalidades de la talla de Mario Vargas Llosa.

 

Tan pronto como esta mañana está anunciado que Trump dará a conocer a su nominado para encabezar la diplomacia de EUA. Si éste resulta ser Tillerson veremos además de este estilo nuevo en La Casa Blanca, buscando cercanía con Rusia, a los senadores republicanos en acción frente a su próximo presidente.

 

Miembros del Comité de Relaciones Exteriores como Marco Rubio pondrán a prueba qué tan sumisos se comportarán hacia Trump. En cualquier otro escenario el nombramiento de un personaje como Tillerson sería un fracaso absoluto para el presidente electo. Como estamos hablando de Trump, la moneda queda en el aire.

 

¿Desafiará Trump las reglas elementales de la política nominando a un empresario como Tillerson? ¿Será éste el primer momento en que el partido republicano le ponga un freno a sus locuras o desplantes?

 

Pronto lo sabremos.

 

El otro país muy presente en este proceso norteamericano ha sido China. Pero ya será motivo de una columna aparte, por cuestiones de espacio

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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