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Este viernes se cumple un año desde que el magnate Elon Musk compró la red social Twitter, tiempo en el que se han producido varios recortes: 90% de su valor, el 80% de su plantilla, el 50% de sus ingresos publicitarios, y donde incluso cambió su nombre, puesto que ahora se llama X.

X, una versión financieramente magra de Twitter, está dirigida desde junio por la ejecutiva publicitaria Linda Yaccarino, nombrada por Musk para ayudarle a generar ingresos después de que muchos anunciantes huyeran de la plataforma por la falta de moderación de los contenidos dañinos resultante de sus nuevas políticas.

La compra de Twitter se cerró el 27 de octubre de 2022 por un valor de 44,000 millones de dólares e implicó que dejara de cotizar en bolsa, por lo que sus cuentas ya no son accesibles al público, pero el propio Musk ha divulgado en los últimos meses que X tiene un valor en torno a 4,000 millones de dólares y unos 1,500 empleados.

Musk tomó prestados unos 13,000 millones de bancos de Wall Street pero respaldó la operación con capital propio y de su empresa de automóviles eléctricos, Tesla, de donde además trajo empleados especializados para asesorarle en la plataforma, junto a ejecutivos de sus otras compañías como SpaceX y The Boring Company.

El magnate, que sigue siendo el hombre más rico del mundo, argumenta siempre como necesarios los cambios que ha impuesto para enderezar la situación financiera y facilitar la libertad de expresión, una de sus grandes obsesiones.

No obstante, cabe ser escéptico con sus declaraciones: en verano aseguró haber recuperado a “casi todos” sus anunciantes y algunos han vuelto, como Coca-Cola, pero otros siguen marchándose, como Gilead, este último después de que su publicidad apareciera en una cuenta “verificada” de tendencia profascista.

En julio pasado, Musk dijo que X tenía “flujo de caja negativo debido a una caída del 50% en ingresos de la publicidad y una fuerte carga de deuda”, según una conversación con una usuaria, y según datos de Reuters, esos ingresos en Estados Unidos han bajado cada mes desde la compra del empresario.

Los anunciantes son conscientes de las salidas de los ejecutivos que moderaban los contenidos, tarea ahora relegada en buena parte a las “notas comunitarias”, unos mensajes complementarios que aparecen en publicaciones virales y en los que los propios usuarios aportan matices y contexto.

Es uno de los numerosos cambios en la plataforma, aunque el más polémico fue Twitter Blue, rebautizado X Premium, un intento de diversificar los ingresos mediante un modelo de suscripción que permite a cualquiera comprar el símbolo de verificación antes vinculado a fiabilidad e interés público, entre otras cosas.

X Premium cuenta con cerca de 828,000 suscriptores, según datos del investigador Travis Brown analizados en agosto por medio especializado Mashable, es decir, en torno al 0.15% de los 550 millones de usuarios mensuales que Musk dice que tiene la red social.

Usuarios, medios y organizaciones han denunciado los efectos dañinos de este sistema, entre ellos el Center For Countering Digital Hate (CCDH), que divulgó en un informe que Twitter no eliminaba con rapidez las publicaciones de odio ni las cuentas que las emiten, y que violan sus propias políticas.

La utilidad de X como arma de manipulación ha salido a relucir de nuevo con la guerra entre Israel y Hamás, tanto que las autoridades europeas pidieron explicaciones a Musk sobre sus medidas para frenar la desinformación. Incluso se ha abierto la primera investigación bajo la nueva ley de Servicios Digitales.

Los cambios continúan: X está probando en Nueva Zelanda y Filipinas una suscripción de 1 dólar anual, por el momento solo para los que recién se incorporen a la plataforma, para poder interactuar con los contenidos, que la empresa asegura que no tiene que ver con la búsqueda de beneficios sino con la eliminación de los “bots”, otra de las cruzadas de Musk.

Meses antes de hacerse de Twitter, Elon Musk decía que veía esa red como “la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”; ahora, a un año de su compra, el magnate no solo ha renombrado esta plaza, sino que ha dado un altavoz al ala política más derechista y ha permitido que la desinformación se expanda como la pólvora.

El 25 de febrero Musk dijo en su red que había llegado la hora de luchar contra el “virus antihumano woke”, una palabra que designa lo políticamente correcto y con la que suele asociarse a la izquierda, y que según él cabe aplicar a medios como el New York Times o a Netflix.

Cuando descargué una copia de los datos de mi cuenta de Facebook, nunca esperé ver tanto. Mi perfil no es muy abarcador; prácticamente no publico en el sitio ni le doy clic a los anuncios. (Podría decirse que soy un participante silencioso).

Sin embargo, cuando abrí el archivo, fue como destapar una caja de Pandora.

Con unos clics descubrí que alrededor de 500 anunciantes (muchos de los cuales no sabía absolutamente nada, como Bad Dad (tienda de partes de motocicletas) o Space Jesus (una banda de música electrónica) tenían mi información de contacto; eso incluye mi correo electrónico, número telefónico y nombre completo. Facebook también tiene los datos de todos mis contactos y hasta el número con el que puedo abrir a distancia la puerta del edificio de apartamentos en el que vivo. La red social hasta mantiene un registro de unas cien personas a las que eliminé como amigos en los últimos catorce años… incluidas mis exparejas.

Hay tantas cosas que Facebook sabe sobre mí; más de lo que yo querría descubrir que sabe. Al revisar todo lo que la empresa de Silicon Valley ha obtenido de mi propia cuenta, decidí entender mejor cómo y por qué mis datos fueron recopilados y guardados. También quise descubrir qué tantos de esos datos pueden ser borrados.

Durante la reciente comparecencia de Mark Zuckerberg ante el Congreso de Estados Unidos, el director ejecutivo de la red social dijo que Facebook tiene una herramienta para descargar tus datos que “permite a las personas ver y sacar toda la información que han metido a Facebook”.

Eso es una ligera exageración: buena parte de la información básica, como mi cumpleaños, no pudo ser borrada. Lo que es más, los pedazos de data recopilada que se me hicieron extremos, como el registro de personas a quienes borré de mi lista de amigos, tampoco pueden ser eliminados.

“No borran nada, y esa es su política general”, dijo Gabriel Weinberg, fundador de DuckDuckGo, que ofrece herramientas de privacidad en línea. Añadió que los datos son guardados para ayudar a las marcas a ofertar anuncios relativamente personalizados.

Beth Gautier, portavoz de Facebook, dijo: “Cuando borras algo, lo retiramos para que no sea visible o accesible en Facebook”. Agregó: “También puedes eliminar tu cuenta cuando quieras. Puede que tarden noventa días en borrarse todas las copias de la información en nuestros servidores”.

Recomiendo ampliamente revisar todos los archivos de tu Facebook si te importa cómo se guarda y utiliza tu información personal. Esto es lo que yo aprendí.

Facebook guarda más de lo que pensamos

Cuando descargas una copia de tus datos, obtienes una carpeta que tiene varios archivos y subcarpetas. La más importante es la que se llama “Índice”, o Index; básicamente contiene todos los datos en bruto de tu cuenta y ahí puedes revisar tu perfil, tu lista de amistades, la sección de Noticias y los mensajes, además de otras herramientas.

Algo que me sorprendió del Índice es una sección llamada Información de Contactos. Ahí estaban los 764 nombres y números telefónicos de todas las personas que tengo guardadas en mi iPhone. Al mirar más de cerca, me di cuenta de que Facebook había guardado toda esta información porque la di de alta cuando comencé a utilizar la aplicación de mensajería, Facebook Messenger.

Eso me preocupó. Esperaba que Messenger utilizara mi lista de contactos para encontrar a otras personas que ya utilizaban la aplicación para que las pudiera contactar más fácilmente y se quedara con la información de contacto respectiva únicamente en los casos de personas que ya usaban Messenger. Pero Facebook guardó la lista entera, incluidos los datos de mi mecánico, una pizzería y el botón para la puerta de mi edificio.

Eso me parece innecesario, aunque Facebook argumenta que guarda tus contactos telefónicos para mantener esa información sincronizada con la lista de contactos de Messenger y para encontrar a personas que recién se unieron al servicio de mensajería. Opté por quitar la opción de sincronizar y eliminé todas las carpetas con mis contactos telefónicos.

Mis datos de Facebook también revelan lo poco que olvida la red social. Por ejemplo, además de registrar la fecha exacta en la que me registré, en 2004, había datos de cuando desactivé mi cuenta en octubre de 2010 y la volví a dar de alta cuatro días después; ni yo recuerdo haberlo hecho.

Facebook también tiene un registro de todas las veces que abrí la red en los últimos dos años, según desde qué aparato y explorador web lo hice. En algunos de los días en el historial también hay registro de mi ubicación, como cuando estuve hospitalizado hace dos años o cuando visité Tokio el año pasado.

La red social tiene estos datos como medida de seguridad para registrar ingresos sospechosos desde aparatos o ubicaciones desconocidas, como cuando los bancos te envían una alerta de posible fraude si se usa tu tarjeta de crédito en un lugar que levante focos rojos. Esta práctica me parece razonable, entonces no intenté borrar la información.

Lo que sí me alertó fueron los datos que había eliminado de manera explícita y que pese a ello seguían ahí. En mi lista de amistades, Facebook tiene un listado de amigos eliminados, con las 112 personas a las que borré junto con la fecha en la que le di clic a “Eliminar”. ¿Por qué querría Facebook recordar a las personas a las que yo borré de mi vida?

La explicación de la empresa me dejó insatisfecho. La compañía dijo que podría utilizar esa lista para que esas personas no aparezcan en mi sección de Noticias cuando Facebook te muestra “Un día como hoy”, publicaciones en las que retoma memorias de años anteriores. Prefiero tener la opción de borrar para siempre la lista de amigos eliminados

Los anunciantes lo ven todo

Lo que Facebook guardó sobre mí no es ni remotamente tan espeluznante como la cantidad de anunciantes que tienen mi información en sus bases de datos. Esto lo descubrí al darle clic a la sección de anuncios en mi archivo de Facebook, con lo que accedí a un historial de todos los anuncios a los que les di clic mientras estaba usando la red social.

Más abajo, hay una sección llamada “Anunciantes con tu información de contacto”, seguida de una lista de alrededor de 500 marcas; nunca había interactuado con la mayoría de ellas. Algunas sonaban sospechosas: una de ellas se llama “Microphone Check”, o “Prueba de micrófono”, aunque resultó ser un programa de radio. Otras marcas eran más conocidas, como Victoria’s Secret o AARP, la asociación estadounidense para personas de edad avanzada.

Facebook dijo que podrían aparecer anunciantes desconocidos en la lista porque habrían obtenido mi información de contacto de algún otro lado, después habrían sumado esta a una lista de personas a las que querían llegar y habrían subido tal lista a Facebook. Las marcas pueden subir sus listas de clientes con una herramienta llamada “Audiencias personalizadas“, que las ayuda a encontrar los perfiles de esos clientes para mostrarles anuncios.

Texto publicado en The New York Times por Brian X. Chen