Hace un año, las Fuerzas Armadas mexicanas detuvieron en Sinaloa a Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán. El arresto se llevó a cabo en medio de una jornada violenta que se saldó con varios policías y narcotraficantes muertos.
Ahora Guzmán, de 33 años, afronta un difícil panorama ante la Justicia de Estados Unidos, que le acusa de ser uno de los principales responsables del tráfico de fentanilo.
Ya había sido detenido en octubre de 2019, pero la ola de violencia producida en lo que se conoció como el primer ‘culiacanazo’ (en referencia la localidad donde se produjo el arresto, Culiacán) hizo que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ordenara su liberación.
En septiembre pasado Guzmán, conocido como ‘El Ratón’, fue extraditado a Estados Unidos, donde se le acusa de liderar una organización criminal, lavado de dinero y de traficar todo tipo de drogas, incluido el fentanilo, que ha provocado la peor crisis de opioides en el país.
Se declaró no culpable de los cinco cargos de los que está acusado en el Tribunal de Distrito de Chicago, y que le podrían acarrear cadena perpetua.
López Obrador afirmó entonces que la extradición del hijo de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, quien cumple condena en una prisión de máxima seguridad de Estados Unidos, ocurrió para no dar pretextos de “politiquería” de cara al próximo proceso electoral en Estados Unidos.
“Es importante que no se dé motivo a quienes utilizan el tema de narcotráfico con propósitos politiqueros en Estados Unidos. Hay dos temas que se utilizan mucho cuando hay elecciones en Estados Unidos: lo del narcotráfico y la migración”, dijo el mandatario en una de sus conferencias de prensa.
El cartel de Sinaloa, según EUA, es la organización narcotraficante “más poderosa del mundo” y responsable en gran parte de la producción y manufactura de fentanilo para su distribución en Estados Unidos, considerada 50 veces más potente que la heroína, y calificada como la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 49 años.
Estados Unidos acusa a México de no hacer lo suficiente para frenar la producción por parte de las organizaciones criminales de fentanilo, cuyos precursores proceden mayormente de China, y cuyo destino final es el mercado estadounidense.