Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está corrompida.
El párrafo anterior no es mío. Es de la reconocida escritora estadounidense, Ayn Rand, fundadora del movimiento objetivista, que no es más que un liberalismo capitalista llevado al extremo. Rand, en el párrafo tomado arriba, describe tan bien la situación actual de México. La de un México corrompido. Un México condenado al fracaso.
Rand divide al mundo en dos: los hacedores y los tomadores. Los hacedores crean, generan riqueza y en el camino logran aportaciones para la sociedad. Los tomadores simplemente succionan de los hacedores. Son unos parásitos. No generan nada y en el extremo pueden destruir lo que generan los hacedores mediante leyes, reglas o costumbres.
Rand ha sido aplaudida por unos y vilificada como una extrema egoísta por otros por el papel secundario en el que deja al país, al deber, a Dios o la fe del individuo. Para Rand lo principal es el logro individual.
Más allá de las críticas a Rand, la pregunta a la que me lleva el párrafo citado es, ¿qué están haciendo los tomadores de decisiones en México actualmente sino solo tomando como párasitos y frenando el avance del país?
Ahí está la cantidad de gobernadores que solo han sido tomadores y que hoy están en prisión o huidos, perseguidos por la justicia (es un decir). Javier Duarte es el emblema del tomador; del parásito que se cree muy inteligente porque logra estar en el lugar adecuados, en el momento adecuado.
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