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Sin libertad de expresión, no hay democracia.

Mi solidaridad con los medios y colegas que

han sido agredidos desde Palacio Nacional

por el simple hecho de ejercerla.

Dejemos la censura e intimidación

en el pasado.

 

El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere, como dice el dicho anglosajón, tener su pastel y comérselo también. Y esto, evidentemente no se puede. O tienes el pastel o te lo comes. O quieres ser parte de Norteamérica y todo lo que implica haber firmado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, o puedes optar por el discurso de la autosuficiencia y el nacionalismo.

Quizás en ese intento de tener y comer el pastel es que en la primera reunión que sostuvieron AMLO y Biden, en formato virtual, no se tocaron los temas delicados de la relación bilateral. No se habló de seguridad, ni de vacunas. Tampoco de la cancelación de inversiones a empresas estadounidenses. Aunque se habló de cambio climático y el presidente presumió que Biden lo invitó a participar en la cumbre que sostendrá EUA en abril sobre el tema, nada se dijo sobre la intención de López Obrador de que el país recurra a energías sucias y caras para la generación de energía eléctrica.

Un tema que López Obrador había dicho que quería tocar con Biden era el de las vacunas. Ahí está la acusación de acaparamiento que AMLO ha hecho a los países desarrollados en general y a EUA en particular. Lo que no toma en cuenta el presidente de México es que EUA invirtió más de 12 mil millones de dólares en un programa que llamó ‘Warp Speed’ para lograr vacunas que hoy permiten a Biden presumir que para mayo van a tener suficientes dosis para vacunar a todos los estadounidenses.

La Operación ‘Warp Speed’ se ideó y financió todavía con Donald Trump en la presidencia. Trump, que al igual que AMLO siempre minimizó el coronavirus en el discurso, supo ser bastante práctico a la hora de identificar en donde meter el presupuesto federal.

En México el presidente López Obrador no modificó un ápice sus política una vez que se vio el alcance y la gravedad de la COVID19. Siguió metiéndole dinero a Dos Bocas y a Santa Lucía, por ejemplo, como si eso fuera a salvar vidas de los mexicanos, e ignoró la necesidad de aumentar el presupuesto en salud y en ayudas para mitigar los impactos económicos del confinamiento. Ahora quiere que los estadounidenses nos regalen vacunas.

Por ello, y porque Biden ya aclaró que no va a regalarle vacunas a México, es que el tema ni se tocó en la conversación del lunes.

En materia de seguridad, el Canciller Marcelo Ebrard ha dejado en claro que una prioridad de México debe ser buscar trabajar con el gobierno de EUA para frenar el tráfico de armas de norte a sur. El tema no fue abordado en esta primera reunión bilateral, quizás para no desviarse a otras complicadas aristas en la materia, como la exoneración del General Salvador Cienfuegos sin una investigación exhaustiva de parte del gobierno mexicano.

De qué sí se habló: migración y combate a la corrupción. No son temas menores y son áreas en las que ambos gobiernos están alineados, cuando menos en el discurso.

Apostilla: la extorsión, intimidación y censura que ejerce el actual gobierno para tapar la realidad y que ésta se apegue a su discurso no se restringe solo a empresarios, medios y periodistas. Ahora Pemex ha decidido cancelar el contrato con Fitch Ratings para su participación en el proceso de calificación de la empresa. En lugar de trabajar para que Pemex se gane una mejor calificación crediticia, les es más fácil cancelar a la calificadora que ha tenido la mano más firme para con la empresa productiva del Estado.

Columna completa en El Universal

Pobre AMLO, tan cerca de Trump…y tan lejos de Joe Biden. El presidente López Obrador que se había acomodado tan bien con el xenófobo, misógino, antimexicano de Trump y de pronto ya no lo tendrá más en La Casa Blanca. ¿Qué le espera a la relación bilateral a partir del próximo 20 de enero que asuma el poder Joe Biden?

Empezando por lo complicado, la relación arranca con tensiones en materia de seguridad y política energética. En seguridad lo más complejo estará, desde el primer minuto, en la cooperación. La Ley de Seguridad Nacional que envió el presidente al legislativo el 7 de diciembre y que ya fue aprobada en el Senado y Cámara de Diputados tomó por sorpresa al gobierno de EUA – primer problema. Esta ley generará ganancias para los grupos criminales que verán poca cooperación entre ambos países por las prohibiciones y reglas que impone en el trabajo conjunto de inteligencia.

En política energética, a La Casa Blanca llega el equipo más preocupado y dispuesto a ocuparse en lograr que EUA sea un país que utilice energías limpias y renovables y deseche las fósiles, sucias y caras. Biden ha decidido crear un nuevo puesto en el gabinete para John Kerry como zar para el cambio climático. Esto anticipa un choque de trenes con un Andrés Manuel López Obrador y su política energética que es el exacto opuesto: enfocada en rescatar a Pemex vía la refinación y llevándose entre las patas a la CFE a la cual obliga a producir energía con el combustóleo que nadie más le compra a Pemex.

Entre los puntos de convergencia está el comercio y la migración. Entre todos los principios neoliberales, el único que el presidente López Obrador no ha decidido tachar de su lista es el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. La convergencia que se ha logrado en esta área entre México y EUA es tan grande que por más que Trump quiso deshacerse del tratado original, el TLCAN, no pudo y lo reacomodó.

Biden va a ser, de entrada, un presidente más institucional. En el ámbito comercial esto significará que dejaremos de ver las políticas nacionalistas de “America First” que llevaron a Trump a imponer tarifas y aranceles de forma abrupta y unilateral, muchas veces simplemente anunciadas a través de twitter. Con Biden ya no veremos esto lo que será una primera buena señal, aun tomando en cuenta que el próximo presidente deberá hacer buen malabarismo para empujar y apoyar el libre comercio con México y darle gusto a los votantes de cuello azul de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania que le ayudaron a ganar la elección y sienten que el TLCAN y ahora el TMEC son la causa de la caída en su nivel de vida y desempleo.

Lo mismo puede decirse en migración. Ya no veremos la amenaza sorpresiva de imponer tarifas arancelarias a cambio de que México haga el trabajo sucio. Biden ha anunciado que buscará un camino legar para los Dreamers. Entre ellos, la mayoría son méxicoamericanos. Más allá de estos migrantes, Biden ha anunciado que las deportaciones van a ser revisadas lo mismo que la política de asilo que incluye el ‘Remain in México’ que ha complicado tanto la zona fronteriza del país al no tener la capacidad de recibir y mantener a los centroamericanos que se quedan atorados en lo que se resuelve su situación.

Las áreas de oportunidad estarán en combate a la corrupción y respeto a los Derechos Humanos. Con Biden en La Casa Blanca a AMLO le llega la hora de probar que sus promesas de acabar con la corrupción y luchar por los derechos humanos en México no son solamente retórica.

 

Columna completa en El Universal

Los simpatizantes del presidente le creen todo ciegamente. Lo que dice es tan irreal que el otro lado cree que puede simplemente ignorarlos y seguir adelante como si no existieran. Aún cuando ya se ha recurrido a la violencia, el otro lado parece pensar que se trata solo de unos cuantos. La gran pregunta del 2021 será saber qué pasará con Donald Trump y sus simpatizantes una vez que llegue Biden a La Casa Blanca. ¿Pueden simplemente ignorarlos los demócratas?

Trump ha utilizado twitter sin freno a lo largo de su presidencia para soltar mentira tras mentira. Desde que perdió la presidencia no ha parado de señalar que hubo fraude. Ha presentado múltiples demandas en las que los argumentos simplemente no han podido sostenerse frente a un juez y por ello las ha perdido todas.

Pero esa derrota legal no ha ocurrido ante la opinión pública. Trump señala que si solo se contaran los votos legales él ganaría. Los votos ilegales son, por supuesto, los que recibió Joe Biden. Argumenta que ningún presidente ha ganado una elección sin ganar Ohio y Florida y que como él ganó ambos estados, pues es imposible que Biden haya triunfado. Esto, además de no ser un argumento jurídico para demostrar fraude, es falso. Basta recordar que en 1960 Nixon ganó ambos estados y perdió la elección ante John F. Kennedy.

La gran preocupación es ¿qué hacer con los millones de estadounidenses que le creen a Trump el cuento del fraude electoral? Hasta ahora la estrategia de los demócratas y de Joe Biden parece ser de ignorarlos. Sí, Biden ha dicho que va a gobernar para todos, pero los simpatizantes de Trump no quieren eso.

En una demanda escandalosa interpuesta por el Procurador de Texas solicitando que se eliminarán a los electores de Georgia; Pennsylvania; Michigan y Wisconsin para que las legislaturas de esos estados escogieran a quienes votarían por el presidente el pasado 14 de diciembre, la Suprema Corte le puso un alto. Pero no puede dejar de alarmar que 126 miembros de la Cámara de Representantes y Procuradores de 17 estados en los que ganó Trump se sumaron a esta petición de Texas. El presidente del partido republicano en ese estado se fue tan lejos como sugerir que podrían separarse de Estados Unidos y conformar su propia Unión de Estados.

Los simpatizantes de Trump están convencidos de que les robaron la elección. Viven en una realidad alternativa. Varios de ellos han enviado mensajes amenazando la vida de los funcionarios encargados de validar la elección. Entre ellos, nada más y nada menos que Joe DiGenova, abogado de la campaña Trump, que dijo que Christopher Krebs, quien fuera director de la Agencia de Ciberseguridad del Departamento del Interior hasta que Trump lo despidió por declarar que la elección no fue fraudulenta, debía ser asesinado. Estos llamados a la violencia no pueden pasar como simples locuras.

Pretender ignorar a los simpatizantes del presidente no parece ser la mejor estrategia. La democracia de Estados Unidos se vio amenazada. La próxima elección puede tener un resultado más cerrado. O el próximo presidente que quiera mantenerse en el poder puede tener un mejor equipo legal que la vergüenza que ha resultado ser Rudolph Giuliani.

La amenaza a la democracia sigue presente, aun cuando el 20 de enero salga Trump y llegue Joe Biden a La Casa Blanca. No será sencillo para el demócrata gobernar en un país en el cual casi el 50 por ciento de la población lo siente como ilegítimo.

Columna completa en El Universal

Miami, Florida. La joya de la corona se la llevó Donald Trump. Florida, con sus 22 millones de habitantes, es el 3er estado con más votos en el Colegio Electoral. Con 29 votos, empata con Nueva York y es superado solamente por California, que tiene 55 votos del Colegio Electoral, y Texas, que tiene 38. Pero a diferencia de estos otros estados, Florida es considerado columpio. Es decir, es un estado que ha votado tanto republicano como demócrata desde 1868.

De hecho, solamente una vez en las últimas 12 elecciones presidenciales, Florida ha votado por el candidato perdedor. Fue en 1992, cuando el estado se decantó por George Bush padre y la elección la ganó Bill Clinton.

Ahora estará por verse si se repite el escenario de aquel 1992 de un Trump ganador de Florida pero perdedor de la elección presidencial. El triunfo de Trump en Florida es muy simbólico de lo que ocurre hoy en Estados Unidos.

La noche del domingo acudí a un rally de Trump en el que pude escuchar las razones de tantas personas para votar por cuatro años más del presidente. Entre ellas, la comunidad hispana ha tenido un papel fundamental. Lejos de sentirse ofendidos por la retórica anti-inmigrante; por un Trump que ha llamado a los mexicanos criminales; a los centro americanos habitantes de “países de mierda” y a los Puertorriqueños los ha desdeñado ignorando primero que la isla es territorio de Estados Unidos y segundo, coqueteando con la idea de intercambiarla por Groenlandia, con todo y esto, votaron por Trump.

Los adultos mayores que se suponía iban a mostrar una revolución gris en Florida al votar por Biden enojados por el manejo que ha hecho Trump de la pandemia, no se revelaron en contra del presidente.

Por el contrario, en el condado de Sumter, en donde se ubica la zona emblemática de The Villages, el lugar en el que se retiran los adultos de más de 65 años para jugar golf y, aparentemente otras cosas ya que es el sitio número uno de ventas de Viagra, votaron por premiar a Trump con cuatro años más en La Casa Blanca 68 por ciento frente a 31 por ciento para Biden.

No hubo revolución gris.

Lo que sí logró Donald Trump en Florida fue convencer a los venezolanos; nicaragüenses y sobretodo a los cubano americanos que un triunfo de Biden significaría la llegada a Estados Unidos del socialismo. Increíble que prefieran a un narcisista que le gusta organizarse desfiles militares; poner su nombre a edificios y abrazar a los autócratas y dictadores del mundo, pensando que así evitan que en Estados Unidos ocurra lo que en los países de los que salieron expulsados. Pero eso fue claramente lo que ocurrió.

En Miami-Dade, un condado con fuerte presencia de este electorado hispano, sobre todo del cubano-americano, Joe Biden obtuvo poco más del 50 por ciento de los votos cuando hace cuatro años Hillary Clinton lo ganó con el 64 por ciento. Los demócratas no han hecho caso al electorado hispano y por más que Biden quiso ganar el terreno perdido en las últimas semanas, ya fue muy poco y muy tarde y esto le costó los 29 votos del colegio electoral que le habrían significado un triunfo temprano la noche de ayer.

Ahora la incertidumbre que acompaña este mal resultado de Biden en Florida abre un espacio para que Trump domine la retórica en los próximos días.

 

Columna completa en El Universal