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COVID-19

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En Estados Unidos Donald Trump perdió su reelección. Gran parte de la razón fue su pésimo manejo del COVID. Primero lo minimizó; nunca promovió el uso del cubrebocas y apoyó irresponsables medidas, como utilizar cloro para el tratamiento. Nunca quiso dejar de tener eventos públicos, al grado de haber provocado uno de múltiples contagios cuando quiso festejar el nombramiento de la Ministra Amy Coney Barret a la Suprema Corte en una reunión masivo en La Casa Blanca. Entre los contagiados ese día estuvo el propio Trump y su esposa Melania.

Estados Unidos es el país en el que más personas han muerto por COVID, 606 mil muertes. La situación ha mejorado gracias a la estrategia de vacunación que tan en serio se ha tomado el sucesor de Trump, Joe Biden.

En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro está viviendo momentos complicados por señalamientos de corrupción en la compra de vacunas. Primero no compraron a ninguna farmacéutica alegando precios caros y, de pronto, se hizo un compra apresurada a la farmacéutica India, Bharat Biotech para la Covaxin (Aztra Zeneca producida en India) cuando aún no estaba aprobada para su uso en Brasil. Lo peor es que se compró diez veces más cara del precio original.

Para un país que ya ha metido a la cárcel a un expresidente por corrupción, Lula da Silva, y sacado del poder a otra, Dilma Rousseff, también acusada de corrupción, no se ve fácil que toleren a otro presidente incurriendo en los mismos actos. Más aún cuando Bolsonaro se vendió como un foráneo de la política, ajeno a la corrupción.

En Brasil ha muerto más de medio millón de personas de COVID. Es el segundo país con más muertes por COVID del mundo. Y ahora las calles se han inundado de manifestantes exigiendo la dimisión del presidente. Su popularidad, en un momento de las más altas en América Latina, ahora se ha desplomado debajo de los 20 puntos. La pregunta ya no es si Bolsonaro puede reelegirse en las elecciones del año próximo. La pregunta es si va a llegar a las elecciones.

En India el Primer Ministro, Narendra Modi, tuvo que sacar a doce integrantes de su gabinete la semana pasada para tratar de dar la imagen de que está enfrentando bien al virus después de que en tan solo dos meses han muerto por COVID la mayoría de las 400 mil personas que hacen de India el tercer país con más muertes en el mundo.

Al partido de Modi, el BJP, le ha ido mal en las recientes elecciones regionales y tan pronto como febrero y marzo del 2022 debe estar más fuerte políticamente para no volver a ser derrotado en las elecciones legislativas. Si el virus sigue sin control en India, Modi se volverá a ver en aprietos. La crisis humanitaria que nos heredó India al mundo, la variante Delta, se ha convertido en una crisis política para el Primer Ministro Modi.

Así las cosas en los países que ocupan el lugar 1,2 y 3 de muertes por COVID en el mundo. La gran pregunta es ¿qué pasará en México con AMLO cuyo manejo de la pandemia nos tiene en el trágico cuarto lugar por el número de muertes en el mundo?

Columna completa en EL UNIVERSAL

Vivo en un país en donde el presidente presume que encabeza el gobierno más transparente pero en el cuál no podemos saber si éste se vacunó o no; qué día comenzó con síntomas; qué prueba se hizo; cuándo y cómo evoluciona su estado de salud.

Un país en donde López Obrador dice que al ser presidente él ya no se pertenece; es un servidor de la nación. Pero ante las peticiones de transparencia sobre su contagio de COVID, dado a conocer el domingo pasado, la respuesta del zar del coronavirus mexicano, el Dr. Hugo López Gatell, es que nada se sabrá sobre el estado de salud del presidente por derecho a su privacidad. No podremos ver una fotografía de su resultado positivo de COVID-19, como el de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien la subió a twitter el lunes pasado.

A partir de la publicación de la columna de mi colega Darío Celis en El Financiero el 19 de diciembre, en la que afirmaba que tanto el presidente como otros integrantes del gabinete, habían sido vacunados con la dosis de CanSino Biologics, decidí hacer una solicitud de información a la Oficina de la Presidencia para confirmar esta versión.

No parecía inverosímil. El presidente iba y venía; arrancaba con sus mañaneras y tenía juntas con su gabinete, todo como si el virus ni existiera. Como si su salud no fuera motivo de preocupación por la hipertensión que él mismo ha comentado padece y por su edad. Era evidente que el presidente no seguía los protocolos de salud como usar cubrebocas para protegerse y proteger a quienes lo rodeaban.

La respuesta a esta solicitud de información por parte de la Oficina de la Presidencia fue declarase incompetentes para dar respuesta. Pidieron remitir la pregunta a SRE y/o a Salud. Se hizo la solicitud a ambas secretarías. Salud no ha dado respuesta. SRE pide que haga la solicitud a la Oficina de la Presidencia. Es decir, se están aventando la bolita y no han querido ser transparentes ante una pregunta tan puntual para conocer quiénes dentro del gobierno, incluyendo al propio presidente, se han aplicado o no la vacuna de CanSino. Las respuestas están disponibles aquí: https://anapaulaordorica.com/respuestas-presidencia-a-consulta-sobre-vacunacion/

La salud del Jefe de Estado es cuestión de seguridad nacional. Por ello se le lleva pidiendo al presidente transparencia al respecto. ¿Qué razones tiene López Obrador como para no honrar la tan cacareada transparencia en esta materia muy a su alcance?

No comparto las teorías de la conspiración que apuntan a que el contagio de COVID de López Obrador es mentira. Pero sí sorprende que en un tema que debiera ser tan sencillo ser transparente, el presidente opte por la opacidad.

No hay mal que por bien no venga, reza el dicho. Esperemos que ante el lamentable contagio del presidente, del cual seguramente saldrá bien y recuperado muy pronto, veamos una mejor respuesta de AMLO ante la pandemia que tiene a México en tan mal estado. Otros jefes de Estado lo han padecido. Boris Johnson modificó sustancialmente las políticas públicas de Gran Bretaña a partir de su contagio en torno al coronavirus a pesar de haberlo minimizado en un principio. Ojalá ocurra algo similar con el presidente de México.

Columna completa en El Universal

Apostilla: El 16 de marzo el Dr. Hugo López Gatell declaró que “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”. ¿Tampoco esta declaración merece una rectificación del encargado de lidiar con la pandemia en México?

El lunes en la mañanera el presidente López Obrador declaró que la ONU le estaba haciendo caso a su sugerencia de evitar el acaparamiento de países ricos y dar vacunas a los países más pobres y que por ello Pfizer había anunciado un retraso en su suministro a países europeos y a México. Dijo que México, como país solidario, va a dejar que estas vacunas de Pfizer que no se entreguen ahora sean entregadas a países más pobres. Agregó que el país tiene convenios con otras farmacéuticas y que por ello no era un problema recibir menos vacunas de Pfizer.

Busqué entrevistar para mi podcast Broojula a un ex Subsecretario de Salud para preguntarle por esta versión del presidente y me comentó que habláramos de las vacunas y de otros temas sobre la pandemia, de lo que yo quisiera, pero que de la versión de que el freno del suministro de Pfizer se debía a la sugerencia de AMLO a la ONU prefería ni opinar porque eso era un cuento del presidente sacado de la manga.

La razón del retraso de Pfizer se debe a una reconfiguración de su planta en Puurs, Bélgica, para poder aumentar su capacidad de producción a 2 mil millones de dosis al año. Pero el presidente expresó, convencido, su propia versión en su conferencia desde Palacio Nacional. Tan convencido como lo hemos escuchado decir otras mentiras.

Desde abril López Obrador viene diciendo que la pandemia está domada. El 9 de junio del año pasado declaró que “México está dando un ejemplo en el mundo porque logramos aplanar esta curva y evitar que se saturaran los hospitales sin medidas coercitivas, sin el uso de la fuerza”. Ese día murieron en México 596 personas a causa de la COVID19. Ayer murieron 1,584 personas. Domada la pandemia no está, ni en México, ni en el mundo.

Pero hay casos mucho más exitosos que otros. Por ejemplo, en Vietnam se han contagiado en total, en todos estos meses, 1,539 personas y han muerto 35; en Corea del Sur se han contagiado 73 mil 115 personas y han muerto 1,283; en Australia se han contagiado 28 mil 731 personas y han muerto 909 personas. Si esas cifras las ponderamos por cada 100 mil habitantes, en Vietnam han muerto .04 personas; en Corea del Sur 2.48 y en Australia 3.64.

¿Cómo va México? Aquí, con datos oficiales que sabemos que muestran un subregistro, se han contagiado un millón 649 mil 502 personas; han muerto 141 mil 248 y por cada 100 mil habitantes han muerto 111.93.

¿Cómo puede decir el presidente que la pandemia está domada? En Vietnam, Corea del Sur y Australia, el buen manejo de la pandemia ha permitido que estos tres países no estén desesperados apostándole a la vacuna como solución nacional. Por el contrario en estos tres países, por ejemplo, el control sobre la pandemia permite que hoy la vacuna sea una elección y no una necesidad.

El Ministro de Salud de Corea del Sur declaró en diciembre que ellos, al haber controlado los contagios de COVID19, no están con prisa de empezar la vacunación. Prefieren tomarse su tiempo para descartar cualquier riesgo u efecto secundario de la inoculación y por ello estiman comenzar a hacerlo hasta otoño de este año.

El Ministro de Salud de Australia, Greg Hunt, declaró que el trabajo que está haciendo Gran Bretaña va a dar información y lecciones importantes respecto a la distribución y eficacia de las vacunas. En el país planean esperar y ver e iniciar la vacunación hasta marzo.

Haber manejado bien la pandemia desde el principio les da a estos países la oportunidad de no tomar medidas desesperadas y aceleradas. En México, en donde el presidente miente cuando dice que domamos la pandemia, la historia es otra.

Ante el escenario que atraviesa México, prefiero creer que el presidente se cree sus propias mentiras. La alternativa sería aun más desoladora.

Columna completa en El Universal

Desde el lugar 53 de 53 países medidos en el ranking de Resiliencia COVID19 que publicó Bloomberg, los autoelogios del presidente Andrés Manuel López Obrador a su estrategia para lidiar con la pandemia duelen. México es el país que peor ha manejado la pandemia. Último lugar.

Pero tenemos a un presidente y a un encargado de lidiar con ella que se empeñan en decir que somos alarmistas los que señalamos que una tasa de muerte de 8.6 por ciento no es normal. Que hay que corregir el rumbo. Que más de 100 mil muertos son la clara señal del error. Que el virus no nos vino como anillo al dedo. Que es necesario utilizar cubrebocas.

No señor presidente, su trabajo ante la pandemia no es digno de ser copiado. Merece ser repudiado. Pero ante todo, lo mejor sería rectificar el camino.

Quizás tanto López Obrador como Hugo López Gatell están sufriendo de lo que los profesores Paul Slovic y Daniel Västfjäll ((https://bit.ly/39ayNWE)) han llamado el adormecimiento psicológico ante la tragedia: son ya tantas las muertes que ya no hay sensibilidad ante el sufrimiento y lo que prevalece es la apatía y la inacción. El valor de la vida es menor cuanto más vidas se pierden.

Para ayudar a sensibilizar ante este adormecimiento psicológico, Slovic y Västfjäll recomiendan tratar de hacer los números más pequeños. Si tomamos en cuenta que el primer caso de COVID se registró en México el 27 de febrero, han transcurrido 269 días en los que han muerto 101,926 personas. Esto significa que han muerto en promedio 379 personas al día; ósea 16 personas cada hora desde aquel 27 de febrero, en promedio. Tanto AMLO como Hugo López Gatell saben que estos números son conservadores respecto a las muertes reales que han ocurrido en México pero quizás saber que en México han muerto al menos 16 personas cada hora por COVID19 ayude a sensibilizarlos que es necesario cambiar la estrategia.

El presidente López Obrador dice que en México no se han utilizado medidas autoritarias para confinar a la gente. El Ranking de Resiliencia COVID de Bloomberg muestra que ocho de los 10 países que mejor han manejado la pandemia son democracias. El éxito en contener la Covid-19 con la menor injerencia en la vida cotidiana parece depender menos de tener mano dura para ordenar a las personas a que se sometan a las reglas del Estado, y más de que los gobiernos generen un alto grado de confianza y esto invita a la cooperación y cumplimiento social.

Pero aquí el presidente anunció ayer una nueva dádiva: 11 mil 460 pesos para los gastos funerarios de cada familia que pierda a un ser querido por la pandemia. Cinco días después de presentar el acta de defunción en la que se diga que la persona murió por coronavirus llegará el dinero de manera directa.

AMLO ha decidido que regalará más migajas a los que menos tienen y así mantendrá su popularidad sin tener que ocuparse de lidiar con el virus. Pobre México, la necedad; la indolencia y la insensibilidad de una persona está costando, en cifras conservadoras, la vida de 16 personas cada hora.

Apostilla: Y de la educación de los niños y adolescentes ni hablamos. Están abiertos gimnasios, mercados y restaurantes pero las escuelas y universidades no tienen para cuándo. Quizás valdría la pena mandar a los hijos a estudiar a un mercado, restaurante o gimnasio.

Columna completa en El Universal

“El que no aspira, no respira”. Esa fue la frase que me dijo alguna vez un Secretario de Gobernación al referirse a los políticos en México y el mundo. Es perfectamente normal que un servidor público aspire a un mejor cargo popular. Por ello es legítimo y comprensible que el actual Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell (HLG) tenga sus propias aspiraciones. Lo que resulta realmente inexplicable es que, en lugar de concentrarse en hacer excepcionalmente bien el encargo actual para así poder tejer un camino más sólido y bien ganado hacia un mejor puesto, haga lo contrario.

Su trabajo como encargado de enfrentar la COVID19 es que se contagie y muera el menor número de mexicanos. Y la principal tarea al estar en los hechos ya al frente de la COFEPRIS es lograr agilizar los procesos burocráticos para que México tenga varias vacunas y tratamientos para los que enfermen de coronavirus y que esto suceda al mismo tiempo que en Estados Unidos; Europa y América Latina.

Además, esa ha sido la instrucción presidencial que recibieron el canciller, Marcelo Ebrard, el titular de la COFEPRIS, José Alonso Novelo, y el propio Subsecretario.

Pero López-Gatell está haciendo exactamente lo contrario. Según varias fuentes a las que he tenido acceso, desde distintos ámbitos tanto públicos como en las empresas intentando agilizar la llegada de la vacuna y tratamientos a México, el nombre recurrente para explicar diques y obstáculos para que ello suceda es HLG.

Ya sabemos que ha estado en contra del uso del cubrebocas y de la aplicación de pruebas. Pero en el tema de los tratamientos y las vacunas, realmente hay incredulidad ante la actitud que ha asumido López-Gatell. Sobretodo al ver que otros países ya tienen planes y estrategias para vacunación mientras que en México el Subsecretario no ha presentado nada y se ha dedicado a declarar en contra de todas las vacunas que se están trabajando actualmente en el mundo.

Primero ha obstaculizado vía la COFEPRIS que tiene cooptada, la entrada del tratamiento Remdesivir que, para mayores señas, fue uno de los utilizados para salvarle la vida a Donald Trump. A México es un medicamente que no se le permite actualmente la entrada. Prohibición que ocurre sin explicación.

Lo mismo pasa con los procesos para compra de vacunas. Mientras en la cancillería se ha hecho un trabajo profesional para tratar de que México tenga acceso a la o las primeras vacunas que logren su aprobación, una vez que ese enlace con laboratorios y/o empresas se logra, la bolita queda en la cancha de la Secretaría de Salud para los tramites de aprobación y planes de distribución. Pues todo ello está frenado en el dique llamado López-Gatell.

Haciendo un recuento de las declaraciones de HLG, lleva desde el 25 de junio y hasta la fecha hablando en contra de cada esfuerzo por lograr que una vacuna llegue a México. En la conferencia vespertina del 9 de noviembre, tras el anuncio de Pfizer de 90 por ciento de efectividad en su vacuna, declaró que la información venía sólo de la prensa. Afirmó “tenemos que ser mesurados y no porque salga una buena noticia debe apresurase el análisis ni dejarnos llevar por presiones políticas.”

¿A qué presiones políticas se referirá López-Gatell? Tal parece que siente que si llega la vacuna a México, alguien más (¿Ebrard?) y no él, recibirá los réditos políticos. Su aspiración es criminal. Está matando a los mexicanos.

 

Columna completa en El Universal

No es la primera vez en la historia que la pandemia infecta al presidente de Estados Unidos. Así como ahora Trump tiene COVID19, en 1919 el entonces presidente Woodrow Wilson enfermó de la Gripe Española. Las consecuencias políticas de su enfermedad llevaron a la elección de Adolf Hitler en Alemania y posteriormente a la Segunda Guerra Mundial.

El relato de la enfermedad de Wilson lo tiene John M. Barry en su libro La Gran Influenza. El presidente que constantemente buscó minimizar la enfermedad para no desanimar a los jóvenes a enlistarse para la Gran Guerra contrajo la enfermedad en abril del 2019, en medio de las tensas negociaciones en el Palacio de Versalles, en Francia. En ellas participaban el Primer Ministro francés, Georges Clemenceau; el inglés, Lloyd George y en menor medida el italiano, Vittorio Orlando como las grandes figuras: los Grandes Cuatro de Versalles.

Wilson llegó a Francia como el más popular entre los Jefes de Estado. Chocó durante meses con “El Tigre” Clemenceau, quien quería imponer medidas económicas y políticas severas a los alemanes, a diferencia de Wilson, que buscaba una salida más digna y diplomática con los perdedores. Sin embargo, después de contraer la influenza, Wilson regresó a la mesa de negociación diferente. De hecho, en un primer momento la mesa de negociación regresó a Wilson con Clemenceau y Lloyd George sentados a un lado de la cama del presidente estadounidense.

La descripción de Barry es de Wilson como un hombre que no estaba coherente. Entre otras extrañezas, comenzó a decir que había espías franceses en su residencia y de pronto abandonó todos los principios por los que había luchado desde el arranque de las negociaciones. Accedió a todo lo que Clemenceau había puesto sobre la mesa, principalmente, que Alemania aceptara la responsabilidad y pagara todos los costos de la guerra; el prohibir tropas alemanas en la zona al este del Rin y regresar Alsacia y Lorena a Francia.

Existen varias biografías de Wilson que mencionan esta enfermedad y que relacionan su claudicación ante Clemenceau con el consiguiente deterioro económico alemán que condujo al auge del nacionalismo y caos político que llevaron eventualmente a Hitler al poder. El resto de la historia ya lo sabemos.

Hoy, el presidente de Estados Unidos vuelve a estar enfermo. No creo en las versiones de que es un invento de Trump como estrategia electoral. Lo que más ha querido Trump es hablar de cualquier otro tema salvo el COVID. Y, desde que anunció que había salido positivo al COVID19, ese precisamente ha sido el tema que ha dominado la agenda política a cuatro semanas de las elecciones y cuando ya han acudido a votar más de cuatro millones de estadounidenses.

Lo que sí se tiene es a un Trump que ha sido tratado con medicamentos experimentales, reservados para los pacientes más graves, cuyos efectos secundarios están todavía por verse. En el caso del esteroide dexametasona, el Washington Post reporta que sólo lo han administrado a 10 pacientes que tuvieron acceso a éste gracias a un proceso conocido como “uso compasivo” reservado para quienes tienen un caso severo de COVID. Entre esos 10 pacientes, aparece ahora Trump, a pesar de que los doctores del presidente han dicho que su estado no ha sido tan grave.

El Director del departamento de medicina de la Universidad de California en San Francisco, Robert Wachter, comentó al diario que estaba asombrado de que hubiesen dado de alta al presidente tan solo 3 días después de que se le administró este esteroide.

Trump tiene todos los incentivos políticos alineados para minimizar su enfermedad y presionar a su equipo médico para que hagan lo mismo. Las consecuencias políticas de estas acciones no necesariamente son inmediatas pero sin duda estarán por verse.

Columna completa en El Universal

La pandemia del COVID19 llegó cuando México ya traía serios problemas en el sector salud. Algunos de estos problemas venían de años atrás, otros fueron generados por la decisión presidencial de terminar de machetazo y sin planes claros con las compras de medicamentos o con programas como el del Seguro Popular aun cuando su sucesor, el INSABI, no estaba listo.

Así llegó la pandemia. Y ahora la situación es muy preocupante por tres razones: 1) Las compras que está haciendo el gobierno para surtirse de insumos médicos específicos para la pandemia están llevándose a cabo sin orden y rigor de precio y calidad 2) Por el contrario, las compras que quiere hacer la iniciativa privada para abastecer el mercado interno, también para insumos para enfrentar el COVID19, implican una pirámide de trámites extra complicados y tardados de sortear y 3) todos los medicamentos e insumos que no tengan que ver con la pandemia se encuentran paralizados.

Estas tres situaciones eventualmente influirán en el acceso a vacuna que podamos tener los mexicanos al COVID19. Como desgraciadamente en México se invierte poco en innovación médica, la idea de que seamos el país que logre la vacuna que todo el mundo está esperando es un sueño inalcanzable. Por tanto, dependemos de algún laboratorio extranjero en el cual se genere esta vacuna y después dependeremos del proceso que fije el gobierno mexicano para que esa vacuna llegue a México.

Pero ¿qué esperanza hay de que el proceso sea eficiente y apegado a estándares que permitan que la vacuna a la cual tengamos acceso los mexicanos va a ser segura y confiable?

Si el gobierno no está cuidando ahora lo que importa de China ¿cómo estaremos seguros de que va a cuidar la vacuna que llegue? En Holanda, la importación de urgencia de 600 mil mascarillas de China los llevó a descubrir que tiraron el dinero a la basura. La empresa exportadora fabricó a las prisas un producto que lograba cubrir lo mismo que si no se utilizara un cubre bocas. En España, otra importación de otra empresa china, en esta ocasión 5 millones de pruebas rápidas para detección del COVID, resultó en otro fiasco: de cada 10 pacientes que resultaron positivos al COVID, la prueba solo detectó correctamente a tres.

El problema principal con estar comprando estos insumos baratos que luego resultan inservibles es que, las empresas que producen insumos de calidad no pueden competir con esos precios. El resultado es perder-perder.

Si alguna empresa promete que tiene una vacuna rápida y barata ¿la va a aceptar el gobierno mexicano como ahora acepta todos estos insumos de China que han probado ser un fiasco para varios países europeos que cayeron en la trampa de comprarlos sin checar su calidad?

Lo segundo es que, al poner todas las trabas burocráticas extras para las empresas privadas que quieran importar insumos de calidad estamos impidiendo que éstos lleguen a México. Bajo el argumento de que todas las empresas del sector salud son unas corruptas, los trámites que se les han impuesto son monumentales.

Si se quisieran importar ventiladores respiratorios, por ejemplo, se debe mandar un correo al Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (CENAPRECE) en donde se den especificaciones e instructivo de uso. Tras su respuesta, se debe acudir a la COFEPRIS a solicitar el registro sanitario y el permiso de importación, el cual, a partir del 21 de abril, se debe de hacer ¡vía mensajería!

Estos trámites antes se hacían presencialmente en la COFEPRIS pero por la sana distancia, en lugar de pensar en que los trámites se hagan vía electrónica, el requisito es que sea vía mensajería. De regreso al siglo XX.

 

Columna completa en El Universal

El presidente López Obrador, fiel a su visión arcaica de la mujer, mandó a niñas y mujeres a que se encierren en casa para cuidar a los familiares enfermos. “Es un hecho, es conocido que sobre todo las hijas cuidan a los padres; los hombres podemos ser más desprendidos”, dijo el presidente, al momento de anunciar que México entraba oficialmente en fase 2 de la pandemia.

Dos días antes, apareció en las pantallas de miles de mexicanos una mujer, Ana Lucía de la Garza Barroso, directora de Investigación Operativa Epidemiológica de la Secretaría de Salud. Ella, por su especialidad médica, encabezó la conferencia de prensa matutina de Palacio Nacional para dar información sobre el coronavirus. Pero al concluir su intervención, la nota no fueron los datos valiosos que proporcionó la Doctora en Epidemiología por la UNAM con Maestría en Salud Pública. La nota fue que Ana Lucía de la Garza Barroso estaba guapa. Su nombre se convirtió en tendencia en twitter con comentarios como este: “¿Ustedes vieron el tremendo tortón que es Ana Lucía de la Garza Barroso, la directora de Investigación Operativa Epidemiológica de México? Pasa esta pandemia, me mudo y me caso.”

La sexualización de la especialista en medio de la pandemia ocurrió sin mayor indignación.

Y es que, aun cuando el 8 de marzo las calles de la Ciudad de México se pintaron de morado al salir miles de mujeres vestidas de ese color a exigir acciones de parte del gobierno para poner fin a la violencia de género, el movimiento feminista, que parecía imparable, se frenó de tajo y en el peor momento.

Y es que, tan solo dos días después del paro nacional #UnDíaDinNosotras, la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID19 como una pandemia. A partir de ese momento, todo lo que no tenga que ver con el virus ha pasado a un segundo plano, incluso la muerte de miles de mujeres.

México está enfermo. Y esa enfermedad se llama machismo.

Una enfermedad que a partir de la amenaza del COVID19, apunta a que la situación empeore para miles de mujeres que se han visto obligadas a encerrarse en el lugar más peligroso para ellas: su casa. Mariana Baños, directora de Fundación Origen, me comenta que en los veinte años que lleva ofreciendo servicios psicológicos, legales y apoyo de salud mental a mujeres de México, ha podido observar como durante las crisis, las conductas de violencia incrementan.

Cuando hay desempleo, cuando no hay comida, cuando hay miedo o incertidumbre e inseguridad, las agresiones aumentan. Así se vivió después del temblor que sacudió a la Ciudad de México en el 2017, en donde las llamadas de teléfono al número 01-800 de la fundación se triplicaron. Y se espera que ocurra lo mismo ahora con el coronavirus.

El encierro trae más violencia. La asociación FEMEN habla de que en estos momentos en México las mujeres enfrentan dos pandemias, el COVID19 y la violencia machista. Por una parte, el encierro 24/7 permite más tiempo para la violencia y da la idea al agresor de que la impunidad puede prevalecer más que en tiempos ‘normales’ porque la mujer no puede salir a denunciar ni a refugiarse en casa de amigos o familiares.

 

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Se ha criticado mucho la falta de acción de parte del gobierno mexicano ante la pandemia del COVID19. Aquí quiero documentar dos errores garrafales y claros del actual gobierno.

Error 1: Asumir que una vez que tienes COVID19, te vuelves inmune al virus.

Durante la conferencia mañanera del lunes, el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, declaró a la pregunta de si el presidente López Obrador se va a realizar la prueba del COVID19 que “casi sería mejor que padeciera [el presidente López Obrador] coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”.

Sorprende que quien está al frente de la tarea de enfrentar la pandemia en México haga una declaración tan irresponsable. La ‘estrategia’ de López Gatell es similar a la que Boris Johnson consideró para Inglaterra y que ya ha demostrado estar sumamente equivocada. Se llama “inmunidad en manada” e implica dejar que la población menos vulnerable a morir o enfermar gravemente del virus, como los menores de 60 años, se contagien ahora del COVID19 para generar inmunidad al virus y así, en un segundo brote que la mayoría de los médicos considera llegará con más fuerza en otoño, los servicios de salud no se verán desbordados.

Suena bien, pero hay dos problemas. El primero es que el COVID19 es un virus nuevo y nadie sabe si realmente generamos inmunidad al enfermarnos. De hecho ya van varios casos documentados de pacientes que se enfermaron del coronavirus; se recuperaron y han vuelto a contagiarse. Los detalles se pueden consultar aquí: https://www.independent.co.uk/news/world/asia/japan-coronavirus-test-positive-recover-a9404056.html

Y lo segundo es que al tener 66 años, el presidente no es precisamente el demográfico menos vulnerable de sufrir consecuencias graves si se contagia de COVID19.

Error 2: No dar seguimiento adecuado a pacientes con casos confirmados de COVID19.

En mi podcast Broojula entrevisté a un paciente que salió positivo en la prueba del COVID19. En su testimonio, Jorge -utilizamos pseudónimo – relató que el martes 10 de marzo regreso a la Ciudad de México procedente de Vail, Colorado, a donde pasó unos días de vacaciones con su esposa y amigos. Jorge tiene 50 años; su esposa 48. Ambos comenzaron a sentirse mal llegando a la Ciudad de México. Él primero que ella. Fue al médico el miércoles 11 de febrero y, al hacerle una primera revisión, el doctor lo bajó de inmediato a un área especial del hospital ABC de Observatorio en donde le hicieron la prueba tanto del H1N1 como del COVID19.

La prueba del H1N1 salió negativa en menos de 24 horas. El viernes 13 recibió los resultados de la prueba del COVID19. Resultado positivo. Su esposa acudió al médico pero ya no le hicieron la prueba. Presentaba claramente los mismos síntomas y por lo tanto decidieron no sacrificar usar una prueba que le puede servir a alguien con caso más severo. Jorge relató que hasta ayer, martes 17 a las 4:30pm, ninguna autoridad de salud lo ha contactado ni para preguntarle en qué vuelo llegó a la CDMX. Resulta que él y su esposa tomaron dos vuelos: uno de Denver a San Diego y otro de Tijuana a la Ciudad de México.

Si las autoridades no conocen sus vuelos, es imposible que contacten a quienes estuvieron en los mismos aviones. Si las autoridades no saben del caso de la esposa de Jorge, es imposible que tengan un conteo adecuado de los contagios de COVID19 en el país.

 

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