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Florida, EUA: Las encuestas marcaron un país dividido hasta ayer, el último día en que pudieron votar los estadounidenses. El tono de las campañas evocó dos sentimientos muy poderosos. En el caso de Trump, el enojo con un país que ha definido como en declive, que está siendo invadido por migrantes que son criminales que llegan a EUA a contaminar la sangre de sus ciudadanos. En el caso de Harris, la esperanza en un mejor país. Un EUA que le pueda dar la vuelta a la página de Trump quien ha estado presente casi por una década en el espacio político…y más allá.

Enojo vs Esperanza. Ambos son sentimientos que mueven a los votantes. Ambos han probado ser una receta ganadora.

Enojo fue lo que llevó a Richard Nixon a ganar en 1968 con su campaña de “La Mayoría Silenciosa” que estaba fastidiada con las manifestaciones en contra de la guerra en Vietnam. Lo mismo le ocurrió a Bill Clinton con el enojo que evocó en contra de las políticas económicas de George Bush padre, en especial su promesa de no aumentar impuestos.

Esperanza es la palabra que primero viene a la mente si pensamos en la campaña ganadora de Barack Obama. Pero hay otras campañas que han ganado con este mensaje. Desde Franklin D. Roosevelt con su “New Deal” como la receta para tener esperanza en medio de la Gran Depresión o Ronald Reagan quien con su slogan “Es de mañana en América” quiso mostrar un optimismo renovador para su país.

En esta ocasión la división entre enojo y esperanza ha sido tan potente que prácticamente no ha importado qué hagan bien o qué hagan mal ambos candidatos. La aguja no se ha movido. Trump puede hacer movimientos grotescos con un micrófono; decir que su oponente es una prostituta; aplaudir que a un territorio del país le llamen una pila de basura en medio del océano al referirse a Puerto Rico y nada de eso hace que sus simpatizantes revaloren si es el indicado para dirigir al país.

Por el lado de Harris, ella es la vicepresidenta de un Biden que ha logrado que EUA sea el país que mejor se ha recuperado en todo el mundo de los efectos económicos de la pandemia. Su economía es la envidia de cualquiera y sin embargo, un 63 por ciento de los estadounidenses sienten que van por el camino incorrecto.

Escribo esta columna cuando no sabemos quién ha ganado las elecciones. Lo único seguro es esta división, o más bien polarización del país. Y que para México vendrán cuatro años sumamente complicados.

Algunos piensan que es mejor que llegue Trump con sus amenazas para poner orden en un México que no ha sabido lidiar con las amenazas del crimen organizado y a las instituciones. Y que necesitamos que lleguen los estadounidenses a exigir orden.

La verdad es que hemos sido un mal vecino. Estamos en la conversación en EUA por las razones equivocadas. Si de migración se trata, por nuestra frontera entran miles de indocumentados a Estados Unidos. Si de combate a la inseguridad hablamos, tenemos a un gobierno que se enoja por la captura de uno de los grandes capos del narcotráfico. Y en materia comercial estamos implementando reformas que vulneran el Estado de Derecho, justo lo que necesitan las empresas extranjeras para tener certeza al traer su dinero a nuestro país.

Si gana Harris, el nuevo gobierno de EUA se va a poner duro para que México deje de generar problemas al sur de su frontera. De ganar Trump, va a chantajear al gobierno mexicano desde el día uno, como ya lo hizo antes de ser electo. Así que hoy, si ya hay resultados, podremos saber si aguantar la respiración de miedo o si ponernos a trabajar para ser un mejor vecino de la economía más fuerte en el mundo.

Columna publicada en El Universal

Ayer fue la noche más importante en la carrera política de Kamala Harris. En el primer debate, y probablemente el único, que tenga con Donald Trump, su tarea era que los estadounidenses la conocieran.

A pesar de ser actualmente la Vicepresidenta, ésta es una oficina que permite muy poco foco para quien la ostenta. La labor de un vicepresidente es precisamente la de no opacar al jefe.

En una contienda tan cerrada como está actualmente la presidencial de Estados Unidos, el debate de anoche era crucial. Sabemos que la fecha de la elección es el 5 de noviembre pero la votación anticipada arranca ya, este próximo lunes 16 de septiembre, en nada más y nada menos que un Estado crucial para Harris: en Pennsylvania.

Cada uno tenía una tarea fundamental que cumplir. Harris, como ya decía, tenía que mostrar quién es ella y sacudirse la imagen que Trump ha querido plasmar sobre la demócrata. El expresidente ha dicho que Harris es básicamente una comunista y por ello la ha llamado “camarada Kamala”.

Trump debía disciplinarse y durante noventa minutos atacar a Harris sobre temas específicos como economía; migración y seguridad y no meterse en ataques personales a su contrincante.

¿Logró anoche Harris que los estadounidenses la conozcan por quien es y no por quien dice Trump que es ella?

Si. Harris se mostró como una mujer preparada que supo frenar las mentiras de Donald Trump sobre ella. Notablemente cuando reafirmó que tanto ella como su compañero de fórmula son dueños de armas y no planean quitarle su derecho a portar armas plasmado en la Segunda Enmienda a los estadounidenses. También cuando quiso pintarla como la culpable del caos en la frontera. Ahí Harris fue clara al decir que cuando había una propuesta bipartidista para poner orden, fue Trump quien pidió que los legisladores republicanos la rechazaran para no darle un triunfo político a los demócratas.

¿Logró Trump disciplinarse y no atacar personalmente a Harris?

Mas o menos. No la atacó por su risa. Sí la llamó Marxista. Pero en donde definitivamente perdió el control Donald Trump fue cuando Harris comentó que los asistentes a los mítines del expresidente se salen temprano porque se aburren de escucharlo. Ahí Trump se salió de su casilla de disciplina al grado de desviarse para hablar de una teoría de conspiración sobre inmigrantes haitianos que se comen los perros de la población de Springfield, Ohio.

Esto evidentemente hizo reír a la vicepresidenta.

Trump se vio enojado: con los migrantes; con los resultados electorales del 2020 que sigue diciendo que fueron fraudulentos; habló de una América en declive y de que vamos encaminados a la Tercera Guerra Mundial.

Harris logró poner a Trump a la defensiva. Y lo hizo de forma decidida, firme y elegante. Habló de un Estados Unidos que quiere darle la vuelta a la página de los conflictos trumpianos; de un país que debe apoyar a empresas pequeñas y medianas; con una persona en La Casa Blanca que se preocupe por los estadounidenses, no por sí mismo.

En el debate quedó claro que Trump es el candidato del odio y del enojo y Harris es la candidata del futuro y de la esperanza. Ambos son sentimientos potentes para ganar elecciones. Veremos cuál de los dos sentimientos es el que resuena en los votantes estadounidenses que comenzarán a elegir desde el lunes próximo.

Apostilla: Al terminar el debate el equipo de Trump recurrió a la clásica herramienta de quien pierde, culpar a los moderadores.

Columna publicada originalmente en El Universal

La elección que hizo Kamala Harris de Tim Walz para ser su compañero de fórmula me gustó mucho. Aun cuando se hablaba de que Harris debía escoger al senador por Arizona, Mark Kelly o al popular gobernador de Pennsylvania, Josh Shapiro, porque ambos son de estados columpio indispensables para Harris, la verdad es que el estado del cuál es un político ha demostrado tener poco impacto en las elecciones.

Basta voltear a ver contiendas del pasado. Paul Ryan, era Representante de Wisconsin y esto no le ayudo a Mitt Romney a ganar el estado en 2012 cuando fue su compañero de fórmula. John Edwards no ayudó a que John Kerry ganara su estado natal, Carolina del Norte, en el 2004.

Bueno, ni siquiera el que Joe Biden hubiese nacido en Scranton Pennsylvania fue un factor para que el hoy presidente ganara ese estado en el 2020. De hecho, Biden ganó Pennsylvania por un margen tan estrecho (80 mil votos) que no se pudo declarar quién era el ganador de la elección sino hasta tres días después, el viernes 6 de noviembre, cuando se terminaron de contar los votos precisamente en ese estado.

Lo recuerdo muy bien porque en la cobertura que estábamos haciendo en Televisa, tuve que volar de Florida a Georgia ese viernes y, alrededor de las 11am, cuando estaba en vuelo, fue cuando se definió Pennsylvania y entonces vinieron gritos de felicidad de la mayoría de los pasajeros al saber que, al ganar Biden Pennsylvania, Trump había sido finalmente derrotado.

Volviendo a Walz, el actual gobernador de Minnesota es un hombre ligero, alegre y buen comunicador. Es alguien que regresa el entusiasmo y sentimientos positivos a un país que lleva escuchando división y odio de parte de Trump por ya demasiado tiempo.

Como hombre blanco originario del corazón rural estadounidense, tiene una biografía ¡y hasta el acento! que puede ayudar a Harris a agrandar su bolsa de votantes y a balancear el que ella sea una mujer, abogada, del estado más grande y rico de EUA, California.

Walz conoce muy bien cómo funciona la Cámara de Representantes ya que él mismo lo fue por más de una década y esto ayuda a unificar al partido demócrata. Por eso el aplauso de Nancy Pelosi a su nombramiento fue tan efusivo e inmediato. Y en esos años como legislador y luego como gobernador de Minnesota, Walz ha tenido que aprender a tratar con los republicanos.

Shapiro pudo haber sido una muy buena elección pero en un momento en el que la guerra en Gaza ha tomado relevancia en la política estadounidense, el que el esposo de Harris sea judío hacía que, si además elegía ella a un compañero de fórmula de la misma religión, esto pudiese alienar a votantes jóvenes que han estado manifestándose por el apoyo tan fuerte que Biden le ha dado a Israel. En ese sentido, la religión de Shapiro pudo haber influido en que no fuera el +1 de Harris.

En el caso de Mark Kelly, era muy atractivo pensar en un astronauta haciendo campaña. Kelly, senador por Arizona, conoce la frontera y tiene posturas duras de ley y orden para componerla. Por ello le podía sumar a Harris a los escépticos del trabajo que la actual vicepresidenta ha hecho en la frontera. Sin embargo, quitarlo del Senado abría un escaño que el partido demócrata no puede darse el lujo de perder. Por ello Kelly le puede sumar más a los demócratas desde el Capitolio.

Estamos a 90 días de las elecciones y la fórmula Harris-Walz arranca con el pie derecho.

Apostilla: con Biden fuera de la contienda, ahora ha surgido un nuevo apodo para Trump: DonOLD.

Columna publicada en El Universal

El PVEM no es un partido; no es ecologista y entre sus preocupaciones no está la de lograr un mejor México. Es un negocio de una familia y de sus amigos.

Por ello no sorprende que su porcentaje de votación no sea tan grande. Lo que sí sorprende es que, a pesar de ello, ahora va a ser la segunda fuerza en el poder legislativo. Ha pasado de ganar un 6 por ciento en el 2012, al 8 por ciento de votos que recibió en las elecciones del 2 de junio pasado. Un crecimiento de apenas el 2 por ciento. Pero aun así, sin crecer en votos de manera significativa, ha crecido mucho en el número de escaños que tiene en el Poder Legislativo desde 1986 que se fundó como Partido Verde de México a la fecha.

En 2018 no superaban el 5% de representatividad en el legislativo. En 2021 llegaron al 9-10% y para 2024 lograron un 15%. Si lo comparamos con Movimiento Ciudadano, por ejemplo, que logró en las elecciones pasadas un millón y medio más votos que el PVEM (8.4% vs 10.9%), el partido que encabeza Dante Delgado va a tener 50 diputaciones menos.

Así el PVEM ha crecido mucho en curules pero marginalmente en votos. ¿Cuál es su secreto? Como bien sabemos, en los últimos años el PVEM se ha aliado primero con el PAN, luego con el PRI y ahora con Morena.

En México existen tres tipos de coaliciones políticas. Las parciales; las totales y las candidaturas comunes. Para las coaliciones parciales, que son las que ha hecho el PVEM, existe un concepto que se llama nomenclatura. En los distritos en los que hay coaliciones parciales se le debe asignar a algún partido el lugar en caso de que la coalición lo gane. Y ahí el PVEM ha sido el rey de la negociación. El secreto del avance del PVEM en representación legislativa a pesar de no crecer significativamente en votos está en las negociaciones que ha logrado en las coaliciones y sus nomenclaturas.

De los 183 distritos en los que el PVEM hizo coalición con Morena y PT en las elecciones del 2021, negociaron quedarse con 51 distritos. Es decir recibieron un 27% de los distritos que ganaron. Ahora, en el 2024, el PVEM fue coaligado en 260 distritos. Y de esos 260 distritos al PVEM se le asignaron 71 en caso de ser ganados.

Es decir al PVEM le dieron más nomenclaturas, muchas más que al PT. Y eso es lo que le permitió crecer primero en el 2021 y mucho más ahora en el 2024.

La pregunta es ¿por qué le deja Morena esta cancha tan amplia al PVEM? Y la respuesta es que a Morena le conviene tener aliados porque si hubiera competido solo no lograría tantos escaños en el legislativo por la cláusula de sobrerrepresentación y su tope del 8 por ciento.

Si Morena hubiera ido solo en el 2024, sin coaligarse con el PT y PVEM, solo habría obtenido entre el 48-49% de las curules en el legislativo. Al ir en coalición, ese 8 por ciento se aumenta para el PT y para el PVEM. Así, Morena, junto con sus aliados, logran un 74% de representatividad en el Poder Legislativo.

Para Morena el PVEM ha sido un socio muy cómodo. Tiene mejores resultados electorales que el PT y es más disciplinado a la hora de votar con ellos en la Cámara de Diputados y en el Senado. Le aceptan prácticamente todo, así sean iniciativas que vayan en contra de la ecología.

Además el PVEM ha logrado colocar por sí solo gubernaturas en Chiapas y en San Luis Potosí. Esto le ha permitido construir bastiones propios y por ello tiene legitimidad para exigir más de la coalición al argumentar que el PT no es tan estable ni tan redituable para la coalición.

Es así, mediante la negociación que hace en las coaliciones que un Partido que se dice verde pero que no se preocupa por la agenda ecológica, ha podido crecer hasta llegar a ser la segunda fuerza en la Cámara de Diputados que arrancará en septiembre sin importar que sea incongruente e indiferente en su desempeño como partido político.

Apostilla: En el episodio de hoy de mi podcast Broojula se puede escuchar el análisis completo del crecimiento del PVEM en la plática que tuve con Sergio Bárcena, de Buró Parlamentario, quién ha hecho este estudio sobre el desempeño del PVEM.

Columna publicada en El Universal

Cólera es una de las primeras palabras en La Ilíada. En esta epopeya, Homero nos presenta a dos archienemigos: Agamenón y el admirable Aquiles. Ambos se comportan de manera idiota porque están llenos de furia. La lección principal de esta obra es que la cólera nos ciega al convertirnos en unos monstruos llenos de odio con consecuencias terribles para sociedades e individuos. El héroe de los griegos, Aquiles, pierde su atractivo ante el príncipe de los troyanos, Héctor, que – a diferencia de Aquiles – sabe que a los enemigos hay que tratarlos con dignidad. Héctor simboliza la humanidad y compasión en un contexto de conflicto.

Hace unos días leí una columna de David Brooks en el New York Times titulada ¿Cómo mantener la sanidad en estos tiempos tan brutales? Brooks recuerda la Ilíada y escribe justo sobre como la cólera corroe a quien la padece y lo ejemplifica en Donald Trump. En como el colérico ve enemigos fuera dispuestos a la destrucción y por ello cree necesario ser inclemente en contra de los otros. El fin justifica los medios. Lo importante es mantener el poder.

Al leer esta descripción de Brooks, pensé en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. AMLO ha destacado a lo largo de su sexenio por ser colérico. Por su ánimo de venganza tras casi dos décadas de buscar llegar al poder. Una vez puesta la banda presidencial, sus palabras y acciones han sido de odio y de venganza. Un auténtico Aquiles. Ha sido el más binario de los presidentes. O se está con él o se está en su contra. No existen matices; no hay grises.

Bajo su óptica, no se puede estar de acuerdo con sus acciones para mejorar el salario mínimo, por ejemplo, y en desacuerdo con la militarización del país. Cualquier inconformidad con lo que él propone y representa coloca a esa institución o persona del lado de sus adversarios.

Esto nos ha dividido a los mexicanos. Llegamos a la actual elección con resentimiento como el principal sentimiento que motiva a los votantes. Esto me dijo Gabriel González Molina hace unos días que lo entrevisté para mi podcast Broojula. Él lleva estudiando casi tres décadas a un segmento del electorado que es clave y que en la mayoría de las ocasiones ha definido su resultado, a los indecisos. Entre los indecisos están los que González Molina llama los Switchers 2 (S2), los huérfanos de este sexenio. Se han alejado de un presidente que sienten que no los representa pero no están seguros de que la oposición sea la respuesta. Este segmento representa al 35 por ciento del electorado y, si salen a votar, van a definir la elección.

Por este segmento González Molina encuentra que la elección de junio no está definida, como muchos creen o quieren que creamos. Mi pregunta es qué tanto se ha nutrido este segmento de los Switchers 2 a partir de la cólera del presidente.

Si vemos en el estudio qué es lo que quieren los S2, encuentro que muchos de sus agravios se nutren de un presidente que en lugar de gobernar para lograr un México mejor lo ha hecho a partir de su cólera que lo ha cegado, como a Aquiles. Los agravios de los S2 están en la rampante corrupción que AMLO no logró corregir, a pesar de haber prometido que con barrer las escaleras de arriba abajo sería sencillo hacerlo. La escalera está plagada de corrupción arriba, en el peldaño de sus hijos, así que no resultó tan sencillo barrerla. También se sienten agraviados por la violencia y la inseguridad. AMLO no ha dirigido su cólera en contra del crimen organizado. Para ellos ha preferido abrazos. Para las víctimas, cólera.

En una elección en la que la candidata oficialista ofrece continuidad, la primera pregunta que me genera es si Sheinbaum mostrará en esta campaña que la mueve la misma cólera del presidente. La misma que ha nutrido a un segmento de la población que se ha alejado de AMLO y que podrá definir el resultado de junio próximo en su contra.

Columna completa en El Universal

La boleta electoral del 2024 no será solamente la elección entre dos mujeres, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum – que sabemos hoy se formalizará su candidatura. Será la elección entre dos historias distintas, entre dos visiones diametralmente opuestas y entre dos proyectos de país.

Por un lado, el proyecto de Andrés Manuel López Obrador se trata de concentración de poder en sus manos. Ya no estará en la boleta, pero su preferencia por Claudia Sheinbaum es porque confía en que ella le permitirá seguir maniobrando el bastón de mando que simbólicamente le entregará hoy. Si López Obrador realmente quisiera retirarse de la vida pública y dejar que Morena gane las elecciones del 2024 le convendría apoyar a Marcelo Ebrard como el candidato. Es alguien que, con su espaldarazo, lograría el respaldo de los morenistas duros, pero además jalaría votos de independientes y de los que aún están enojados con los partidos del pasado, PRI-PAN-PRD.

En términos económicos, el proyecto de AMLO-Sheinbaum ofrece la rectoría del Estado sobre prácticamente todo. Hemos visto a lo largo del sexenio a un presidente sacar dinero de las arcas presupuestales para la generación de energía. Desembolsó 6 mil millones de dólares para pagarle a Iberdrola por algunas de sus plantas en México sin que eso generara un solo watt adicional de energía. Lo hizo simplemente porque cree que el Estado mexicano puede por sí solo abastecer la demanda nacional. En la producción de petróleo es la misma historia. Ha desembolsado carretadas de dinero para la compra de la refinería de Deer Park y Dos Bocas con la idea de la soberanía energética. Esto es algo que no ha logrado ni Estados Unidos…ni Arabia Saudita.

En esta visión los mexicanos debemos de conformarnos con poco en lo material. Tener aspiraciones de una vida más acomodada; de lograr un negocio exitoso; de querer una educación de calidad, está mal visto. Es mejor estar agradecidos con “papa (o mamá) gobierno” por los depósitos mensuales.

En materia de Estado de Derecho, el proyecto AMLO-Sheinbaum ofrece una reconfiguración del Poder Judicial. De lograr la mayoría en el Congreso, la promesa es que se modificará la Constitución para que los ministros de la Suprema Corte sean electos mediante el voto popular.

Y en materia electoral, el proyecto AMLO-Sheinbaum quiere que los comicios regresen a ser manejados por el gobierno, como en los tiempos en que Bartlett los encabezó desde la Secretaría de Gobernación.

En seguridad es claro que el proyecto es y seguirá siendo la militarización. Actualmente la Guardia Nacional deberá regresar a estar bajo el mando de la Secretaría de Seguridad Pública en enero del año próximo. Esto por la declaración de inconstitucionalidad de la Corte de la modificación del carácter civil a militar que hizo el legislativo en septiembre del año pasado.

Todo esto lo ha dicho una y otra vez el presidente desde sus conferencias en Palacio Nacional cada mañana. Como candidato dijo todo lo que como presidente ha hecho: “al diablo con SUS instituciones”; “atrás a la reforma educativa”; “adiós al aeropuerto de Texcoco”; “rifaré el avión presidencial”.

Ahora ha leído claramente la cartilla sobre lo que viene cuando concluya su sexenio y llegue Sheinbaum a sucederlo. Lo repite cada mañana.

La única diferencia es que actualmente y con muchos asegunes sí tenemos INE y sí hay un Poder Judicial autónomo. Por ello, existe la posibilidad de elegir otro proyecto en el 2024.

En una siguiente entrega haré el repaso de la otra opción que tendremos en la boleta en el 2024.

Columna completa en El Universal

El que las campañas que hoy concluyen hayan parecido concursos de Tiktok debería de ser por sí solo un escándalo, pero ante la violencia política que las ha marcado, el proceso ha sido una tragedia. Ir a votar será un ejercicio que, en muchos casos, va a requerir hacerlo con las narices tapadas.

Aún así, la importancia de votar en esta elección no se puede minimizar. Creo que Andrés Manuel López Obrador representa una válvula de escape para un segmento de la población que se siente escuchada. Ese es el valor más importante que encuentro en el presidente. Pero creo también que no es la persona ni el proyecto que va a hacer de México un mejor país. Por el contrario, está hipotecando nuestro futuro.

Simplemente ir en alianza con el PVEM y con el PT es suficiente para asegurar que la promesa de querer un mejor país no sea auténtica.

Increíble que este negocio que se llama Partido Verde Ecologista de México se perfile para lograr pasar de 11 diputaciones federales que tiene actualmente, a 49, según datos de Oraculus. Sería así el partido que tenga proporcionalmente el mayor crecimiento en la Cámara de Diputados en esta elección y la cuarta fuerza política del país.

El Verde ha sido descrito como la prostituta de los partidos porque cada elección se vende al mejor postor. Lo ha hecho con el PAN y se enojaron cuando Vicente Fox no quiso dar la Semarnat a Jorge Emilio González, “El Niño Verde”. Al PRI lo acompañó desde el 2003 y, al perder José Antonio Meade la presidencia en 2018, brincó de barco y de lealtad. Ahora está vendido a Morena.

En lugar de querer enriquecer la biodiversidad de un país como México, en lo único que han pensado los dirigentes del Verde ha sido en enriquecerse enormemente ellos. ¿Un Partido Verde que propone pena de muerte para los secuestradores? Cuando se conoció esta propuesta del partido hace un par de elecciones, los Partidos Verdes del mundo decidieron desconocer al de México y echarlo de entre sus pares.

Y el PT se perfila para quedar muy cerca del PVEM en fuerza legislativa con 45 escaños. A diferencia del Verde, el PT decrecería porque actualmente tiene 48 diputados. Hay que acordarnos que en la elección del 2018 obtuvo 29 diputaciones y ‘tomó prestados’ 19 legisladores para convertirse en el partido que más creció, no por sus propuestas legislativas, sino por las destrezas políticas con Morena para que ambos, junto con el PVEM, pudieran llegar a 333 diputados en la actual legislatura.

¿Cuál ha sido la acción más trascendente del PT desde su fundación en 1990? Los millones de pesos que han recibido hasta en las cuentas personales del único dirigente que ha tenido el partido en sus 31 años de existencia, Alberto Anaya y su esposa María Guadalupe Martínez, para la supuesta construcción y mantenimiento de centros de desarrollo infantil que se reportó nunca se construyeron. ¡Ah! Y también por defender al venezolano, Nicolás Maduro, y a Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte.

Para las elecciones del domingo los tres partido formaron la alianza Juntos Hacemos Historia. ¿Qué tipo de historia hacen, por cierto? La alianza va en 183 de los 300 distritos electorales que se repartieron así: 50 candidaturas para el Partido Verde, 45 para el PT y 88 para Morena.

Si las buenas intenciones del presidente López Obrador son suficientes para generar en muchos esperanza en su proyecto, el simple hecho de que esté aliado con el PVEM y con el PT debiera ser razón suficiente para no tachar Morena el próximo domingo.

 

Columna completa en El Universal

Atlanta, Georgia. – El número me parece impresionante. 71.5 millones de personas votaron por Trump. Casi 8.5 millones más de personas votaron por Trump este 2020 de los que votaron por él en el 2016. No hubo un rechazo al trumpismo, como muchos anticipaban. Por el contrario, Trump recibió más apoyo.

Pero lo fundamental es que si en 2016 votaron por una persona a la que realmente no conocían, ahora en el 2020 lo hicieron sabiendo que Trump es un racista; xenófobo; nativista; misógino; mentiroso; tramposo; cruel; cero empático; temerario.

Si todo esto no solo no generó repulsión, por el contrario, mayor apoyo, entonces ¿qué tiene que hacer un líder para que lo rechacen contundentemente? Lo pregunto observando a Estados Unidos pero pensando en México.

No se repudió al populismo con la intensidad que se esperaba ni con la enjundia que se merecía. 10 millones de contagios y en ruta a las 300 mil muertes y Trump logró convencer a 71.5 millones de personas que su manejo de la pandemia por la COVID-19 no era motivo para sacarlo de La Casa Blanca.

En la cobertura que he estado haciendo como parte del equipo de Noticieros Televisa he podido platicar con fervientes trumpistas que se creen absolutamente todo lo que les dice el presidente en los mítines y lo que leen en su cuenta de twitter.

Todo se lo creen: el virus no existe; es un complot. A Trump no le dio COVID, lo fingió para mostrar que es una mentira. El anuncio de Pfizer sobre 90% de efectividad en su fase 3 dado hasta pasada la elección comprueba el complot. Hay votos legales y votos ilegales. Los ilegales están solamente en los condados y estados en los que Trump no ganó, pero eso es un simple detalle. Trump ganó; Trump ganó; Trump ganó…me repitieron varios de sus votantes tanto en Florida como en Georgia.

Trump no va a quedarse más allá del 20 de enero en La Casa Blanca, pero durante los próximos cuatro años va a tener al partido republicano secuestrado con su proyecto de, ya sea reelegirse en el 2024 o que Don Jr. o Ivanka busquen esa candidatura. “Trump tendrá el potencial de ser más destructivo fuera de La Casa Blanca que dentro”, dijo Jennifer Horn, fundadora del Lincoln Project.

Desde el día después de la elección, el hijo del presidente, Don Jr., ha estado tuiteando a los republicanos más importantes, por nombre, exigiendo una postura clara de no reconocimiento a Biden y apoyo a la ola de juicios abiertos por su padre para intentar revertir la elección. Al llamado han respondido varios de ellos, incluyendo el líder del Senado, Mitch McConnell, quien logró reelegirse hace una semana y no ve la contradicción de reconocer ese resultado electoral pero de cuestionar el de la presidencia.

Vienen momentos complicados para Joe Biden. Arrancará con un montaña casi vertical de retos con los cuáles deberá lidiar con un ejército pro-Trump de millones de personas que rechazan su liderazgo.

Entre los comentarios y análisis leídos en estos días me quedo con el del periodista del New York Times, Frank Rich: en 2016 Donald Trump era un signo de interrogación; en el 2020 es un signo de exclamación. 71.5 millones de personas decidieron que era la mejor opción para su país.

Estados Unidos acaba de concluir cuatro años tumultuosos en los que dos se fueron en la campaña presidencial más concurrida (147 millones de personas) y más cara ($14 mil millones de dólares) de la historia. El resultado ha sido dejar al país en el mismo lugar: fuertemente dividido; sumamente polarizado.

71.5 millones de personas votaron por 4 años más de Trump. Sirva esto para que en México pongamos las barbas a remojar quienes creemos que los liderazgos caóticos son repudiados contundentemente en las urnas.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Miami, Florida. La joya de la corona se la llevó Donald Trump. Florida, con sus 22 millones de habitantes, es el 3er estado con más votos en el Colegio Electoral. Con 29 votos, empata con Nueva York y es superado solamente por California, que tiene 55 votos del Colegio Electoral, y Texas, que tiene 38. Pero a diferencia de estos otros estados, Florida es considerado columpio. Es decir, es un estado que ha votado tanto republicano como demócrata desde 1868.

De hecho, solamente una vez en las últimas 12 elecciones presidenciales, Florida ha votado por el candidato perdedor. Fue en 1992, cuando el estado se decantó por George Bush padre y la elección la ganó Bill Clinton.

Ahora estará por verse si se repite el escenario de aquel 1992 de un Trump ganador de Florida pero perdedor de la elección presidencial. El triunfo de Trump en Florida es muy simbólico de lo que ocurre hoy en Estados Unidos.

La noche del domingo acudí a un rally de Trump en el que pude escuchar las razones de tantas personas para votar por cuatro años más del presidente. Entre ellas, la comunidad hispana ha tenido un papel fundamental. Lejos de sentirse ofendidos por la retórica anti-inmigrante; por un Trump que ha llamado a los mexicanos criminales; a los centro americanos habitantes de “países de mierda” y a los Puertorriqueños los ha desdeñado ignorando primero que la isla es territorio de Estados Unidos y segundo, coqueteando con la idea de intercambiarla por Groenlandia, con todo y esto, votaron por Trump.

Los adultos mayores que se suponía iban a mostrar una revolución gris en Florida al votar por Biden enojados por el manejo que ha hecho Trump de la pandemia, no se revelaron en contra del presidente.

Por el contrario, en el condado de Sumter, en donde se ubica la zona emblemática de The Villages, el lugar en el que se retiran los adultos de más de 65 años para jugar golf y, aparentemente otras cosas ya que es el sitio número uno de ventas de Viagra, votaron por premiar a Trump con cuatro años más en La Casa Blanca 68 por ciento frente a 31 por ciento para Biden.

No hubo revolución gris.

Lo que sí logró Donald Trump en Florida fue convencer a los venezolanos; nicaragüenses y sobretodo a los cubano americanos que un triunfo de Biden significaría la llegada a Estados Unidos del socialismo. Increíble que prefieran a un narcisista que le gusta organizarse desfiles militares; poner su nombre a edificios y abrazar a los autócratas y dictadores del mundo, pensando que así evitan que en Estados Unidos ocurra lo que en los países de los que salieron expulsados. Pero eso fue claramente lo que ocurrió.

En Miami-Dade, un condado con fuerte presencia de este electorado hispano, sobre todo del cubano-americano, Joe Biden obtuvo poco más del 50 por ciento de los votos cuando hace cuatro años Hillary Clinton lo ganó con el 64 por ciento. Los demócratas no han hecho caso al electorado hispano y por más que Biden quiso ganar el terreno perdido en las últimas semanas, ya fue muy poco y muy tarde y esto le costó los 29 votos del colegio electoral que le habrían significado un triunfo temprano la noche de ayer.

Ahora la incertidumbre que acompaña este mal resultado de Biden en Florida abre un espacio para que Trump domine la retórica en los próximos días.

 

Columna completa en El Universal

El semanario The Economist ha sacado una página con pronósticos hacia la elección presidencial en Estados Unidos. En ella, el candidato demócrata, Joe Biden, se perfila para ser el ganador del voto popular con un 97 por ciento de probabilidades y del colegio electoral (que es el que realmente importa) con un 89 por ciento de probabilidades.

Si nos asomamos a otras páginas que hacen pronósticos electorales, como RealClearPolitics.com Biden también se perfila para ganar por tener ventaja en todos los estados columpio menos en Georgia, en donde Trump le gana por 1 punto.

FiveThirtyEight también tiene pronósticos de Biden ganando cómodamente a Trump Además, hace un comparativo con índice de aprobación/desaprobación de Trump con todos los presidentes anteriores, desde Harry Truman y ahí se puede ver claramente que al nivel al que se ubica actualmente Trump solo han estado aquellos presidentes que perdieron la reelección (Jimmy Carter y George Bush padre).

Las casas de apuestas también le dan una cómoda ventaja a Biden de 60-40 frente a Trump.

Pero…

Aun con todos estos números favoreciendo a Biden, la elección todavía la podría ganar Trump. Hay que recordar que el sistema electoral de Estados Unidos es una democracia indirecta en la cual no gana quien más votos de la población en general recibe sino quien más votos del colegio electoral logra.

Me da la impresión de que los demócratas han olvidado esto en las últimas elecciones. Hillary Clinton dio por seguro los votos del medio oeste y por ello perdió el Colegio Electoral (306-232), aún habiendo ganado el voto popular por más de 3 millones de votos. Ahora, Trump puede perder el voto popular por cinco millones de votos y aun así ganar la presidencia.

Esto es porque los simpatizantes de Trump, su base electoral, se ubican en estados fundamentales para ganar el colegio electoral: en Florida, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin.

Si, se habla de que Estados Unidos es un país muy diverso y que los ataques de Trump a los hispanos; a la comunidad LGBT y a otros segmentos del electorado progresista y diversos van a llegar a cobrarle la factura a Trump. El problema para los demócratas es que esta población más liberal y progresista se ubica en estados como California y Nueva York que son los que ya están en la bolsa de los demócratas. Aquí incluso podríamos sumar a Texas, pero de todas formas, aun si los demócratas ganan Texas, Trump gana la elección si conserva los estados columpio arriba mencionados.

Para ejemplificar lo anterior basta tomar en cuenta que en 2016 Hillary Clinton ganó California con 4.2 millones de votos. Esto fue 1.2 millones de votos más de los 3 millones que recibió Barack Obama en el 2012, pero esos votos adicionales no significaron ni uno solo más del Colegio Electoral para Hillary.

Esta es la razón por la cual Trump ha gobernado para su base electoral sin importarle el resto del país o pensar en unificar a los estadounidenses. Con que Trump conserve su ventaja del 2016 de .2 por ciento en Michigan .7 por ciento en Pennsylvania y .8 por ciento en Wisconsin, ya la hizo para ganar en noviembre.

Para quienes pensamos que Trump debe abandonar La Casa Blanca para que el mundo pueda dejar atrás sus estridencias y desplantes, las encuestas animan pensando que Biden ganará, pero esta elección está lejos de haberse decidido. Los demócratas deberán dar la batalla hasta el final.

Apostilla: Su elección de Kamala Harris como compañera de fórmula fue irse a la segura. Mujer afro-asiática-americana, sin ser extrema izquierda y con experiencia en Washington deben ayudar a Biden hacia adelante.

 

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Bajo la premisa de que lo que el pueblo pone, el pueblo debe poder quitar, Andrés Manuel López Obrador está impulsando un cambio constitucional para permitir la figura de la revocación de mandato, de tal forma que, en el 2021, su nombre aparezca en la boleta electoral para ver si el pueblo quiere que siga o no siendo el presidente de México.

Habiendo tantos problemas en el país, vale la pena preguntarnos si meternos en un galimatías como el de la duración de los presidentes en su encargo es uno que apremie hoy en México. Y es que para AMLO la premisa es sencilla: que el pueblo decida si sigo o no en el poder. Pero veamos dos ejemplos de dos democracias mucho más consolidadas que la mexicana, para entender lo complejo que puede ser abrir la caja de la revocación del mandato en México.

En octubre pasado, en una pequeña ciudad de Massachusetts llamada Fall River, el alcalde Jasiel Correia fue arrestado por cargos de fraude y falsificación en su declaración de impuestos. Resulta que Correia, además de ser político, juntó dinero de inversionistas para supuestamente desarrollar una aplicación de mercadotecnia. En lugar de esta inversión, el joven de 26 años se gastó los 230 mil dólares de los inversionistas en joyería, ropa, un Mercedes Benz y para su campaña de alcalde.

Cuando es acusado de fraude, Correia se rehúsa a abandonar el cargo. Un número suficiente de ciudadanos juntó las firrmas necesarias para obligar a una consulta de revocación de mandato y una nueva elección que se llevó a cabo el martes 12 de marzo.

El resultado: 61 por ciento de los ciudadanos votaron por revocarle el mandato. Fue un claro mandato popular el que este joven abandonara la alcaldía. Pero… la segunda pregunta hecha a los ciudadanos de Fall River fue: ¿quién debe quedarse en el lugar de Correia, en caso de votarse su salida? La alternativa estaba entre cinco candidatos, uno de
ellos el mismo Correia, quien fue el que más votos recibió para ser el nuevo alcalde.

Así, el mandato popular fue revocarle el mandato a Correia…y reelegirlo. Todo el mismo día.

 

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Entre que unos se sintieron extasiados y otros derrotados con los resultados de las elecciones, hay algunas noticias que nos pueden/deben dejar contentos a todos después de los comicios del 1º de julio. Amanecimos al día siguiente de la elección más grande de la historia de México con un resultado claro de quién había ganado. Los perdedores, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y El Bronco concedieron muy rápido y felicitaron a Andrés Manuel López Obrador por su triunfo. Esto se dice fácil, pero no lo es. México llevaba desde el 2006 sin esta certeza. Hacía falta.

Esa fue una primera y gran noticia de la jornada electoral que acaba de concluir. Aquí enumero otras que considero también significativas:

  1. Los gobernadores no son los señores feudales que creíamos. Tanto se habló de la movilización que lograrían los gobernadores y al final ésta no se materializó. Cuando menos no como varios de ellos lo habían prometido. Basta ver que todos los estados los ganó AMLO, salvo Guanajuato. No hubo un solo estado, ni el más priísta, como Hidalgo o el Estado de México, en donde ganara Meade. Municipios como Atlacomulco, cuna no solo del PRI sino del presidente Peña Nieto, los ganó López Obrador. ¿Qué pasó con las promesas de Roberto Sandoval de que el PRI se llevaría Nayarit? En ese Estado AMLO ganó con una ventaja de casi el 50 por ciento sobre el segundo lugar. ¿Qué pasó con Silvano Aureoles en Michoacán si él se había pronunciado a favor de Meade? Ahí AMLO tuvo una ventaja del 30 por ciento sobre el segundo lugar. Afortunadamente ese poder de los gobernadores como señores feudales que pueden inyectarle dinero a raudales y hacer con los resultados electorales de sus terruños su santa voluntad, no se materializó. Enorme y positiva noticia para México.

  1. Las instituciones electorales funcionaron tan bien que los escépticos sobre la credibilidad de la democracia mexicana van a tener que encontrar nuevas teorías de la conspiración para seguir alimentando sus dudas. El INE, tan golpeado desde la elección del 2006, dejó de ser noticia a partir de las 8pm del 1º de julio, cuando el Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, dio a conocer los números de la elección. Se instalaron casi la totalidad de las 156 mil 974 casillas; se presentaron el millón 400 mil funcionarios de casilla capacitados. Las elecciones se llevaron a cabo con calma, salvo contadas excepciones. A las 11 de la noche, Córdova volvió a aparecer para anunciar los resultados del Conteo Rápido. Pero para entonces ya La Alameda y El Zócalo estaban repletos de gente lista para festejar el triunfo de AMLO. El INE, en donde me tocó estar para la cobertura de la elección por parte de Televisa desde las 6pm, dejó de ser noticia.

  1. El nepotismo fue rechazado en las urnas. Ni Miguel Ángel Yuñez logró que su hijo quedara como gobernador en Veracruz, ni Graco Ramírez logró que Rodrigo Gayosso, hijo de su esposa Elena Garrido, fuera electo en Morelos para sucederlo. ¡Qué maravilla! (Lástima que quien ganó en Morelos fue Cuahutémoc Blanco, pero esa es otra historia.

 

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Si el promedio de las encuestas que publica oraculus.mx resulta acertado a la hora de las votaciones, Andrés Manuel López Obrador será presidente electo de México en doce días. Razones para que AMLO esté en primer lugar de las preferencias sobran. Desde el hartazgo ciudadano con la clase política hasta el conjunto de reglas electorales que se han ido acomodando a las solicitudes del propio López Obrador, pasando por sus casi dos décadas de campaña política.

La pregunta hoy es ¿qué va a hacer AMLO cuando gane? En manos de los ciudadanos está la respuesta. Que si el Fiscal General va a ser Carnal o no; que si la reforma educativa se queda o se va; que si la reforma energética sigue o se modifica…varias de las interrogantes que genera la presidencia de López Obrador podrían matizarse dependiendo del resultado de la elección en los votos legislativos.

El entendible hartazgo ciudadano no debiera ser razón suficiente para entregarle el ‘carro completo’ a un solo hombre. Mucho menos en el caso de López Obrador quien no tiene pesos ni contrapesos en su partido, en Morena, como los que cualquier otro político tiene en su partido. Basta ver como los PANistas rebeldes se la están haciendo cansada, casi imposible, a Ricardo Anaya; o como José Antonio Meade aparece echándole porras a Carlos Romero Deschamps para darnos cuenta la diferencia entre ser el manda-más del partido o ser el candidato que debe seguir ciertas reglas dentro de una estructura.

Si por Anaya fuera, mandaría a todos los rebeldes de Acción Nacional al basurero de la política. Si por Meade fuera, seguramente habría repudiado a Romero Deschamps y a tantos otros impresentables del PRI. Pero como ninguno de ellos es jefe del partido ni se manda solo, deben atenerse a restricciones que AMLO no tiene ya que Morena es AMLO y AMLO es Morena.

La importancia entonces de ponerle frenos al poder ejecutivo es fundamental si es que queremos evitar el regreso de un hombre fuerte para supuestamente guiar los destinos del país.

Por las reglas electorales que tenemos, la llave de topar el ‘carro completo’ la tenemos los votantes. Nuestro sistema le pone un techo legislativo al partido del futuro presidente, que se entiende es el partido que más votos recibe, para evitar mayorías absolutas. Ningún partido puede obtener más del 60 por ciento de las curules por sí solo.

Esto puede sonar muy técnico (lo es), pero se traduce sencillamente en que hay topes para que el Ejecutivo no tenga las curules suficientes en el legislativo para hacer por sí solo reformas constitucionales o nombramientos que van desde el Fiscal General, los Ministros de la Suprema Corte, los Consejeros del INE, hasta el Gobernador del Banco de México.

Así ha sucedido desde 1997. Ningún presidente desde entonces (Zedillo) ha tenido el ejecutivo y la mayoría absoluta en el legislativo. Así se ideo para evitar que el Congreso sirviera a una sola persona, ‘El Señor Presidente’, en lugar de a todos los mexicanos.

 

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Al Gran Museo del Mundo Maya llegó Andrés Manuel López Obrador como el claro puntero. El favorito para ganar. Nada nuevo en su posición respecto a los primeros dos debates. Pero Anaya y José Antonio Meade sí llegaron en una situación distinta. Llegaron a matar para defender quien puede quedarse con el segundo lugar que tenía Anaya desde el arranque y que fue perdiendo desde el primer escándalo de presunto lavado de dinero y la famosa nave industrial.

El odio entre Ricardo Anaya y el PRI, y viceversa ha demostrado ser mucho más fuerte que sus ganas de enfrentarse al primer lugar. Aun cuando saben que el segundo lugar no llega a Los Pinos, Anaya se ha dedicado desde el primer momento de su campaña a señalar al PRI y al gobierno de Peña Nieto como corruptos incorregibles. El enemigo a vencer.

Y José Antonio Meade también ha dedicado sus baterías en atacar a Ricardo Anaya. Por eso, cuando sale, hace casi una semana, el video de Juan Barreiro, Anaya señala al gobierno como el encargado de enviarle dicho golpe. No presenta prueba alguna de su señalamiento. Tampoco voltea siquiera a ver a AMLO como la posible fuente del ataque.

Aun cuando ya se dieron cuenta que golpearse entre sí tiene como efecto subir las preferencias de López Obrador, volvieron a la misma estrategia en los días previos y durante el tercer debate.

Así escuchamos a Anaya anoche en Mérida. Volvió a denunciar un acuerdo entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Acuerdo del cual no tiene ninguna prueba y que parece más bien ser patadas de ahogado de quien parece asumirse perdedor de la elección.

Habló al momento de cerrar el debate de transformar el enojo en esperanza, pero lo hace unos minutos después de enojarse y atacar justamente a sus contrincantes.

José Antonio Meade hizo lo mismo. Cuando le quedaban 3 segundos de intervención, en una ocasión dijo que los aprovechaba. Lo que hizo fue desaprovecharlos volviendo a atacar a Ricardo Anaya diciendo que de todos los presentes él era el único indiciado. En la otra ocasión los volvió a desaprovechar felicitando a selección mexicana. Ni al caso.

Los ataques a Andrés Manuel López Obrador merecerían una respuesta puntual y no un simple voto de confianza sobre su honestidad. Está bien que denuncie el tremendo robo de medicamentos en el país. Lástima que no hay claridad de que con solo acabar con ese robo alcanza para el programa de salud que propone quien sería su Secretario de Salud, de ganar la presidencia.

Ricardo Anaya también le pidió que contestara sin chistes ni payasadas si cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México le otorgó contratos de manera directa por 170 millones de pesos al empresario José María Riobó. La respuesta de AMLO: “Yo no soy corrupto”, sin más explicación de por medio, es insuficiente.

 

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Quedan 29 días de campañas y estamos a un mes de las elecciones. La gran tajada de los casi 27 millones de spots del periodo electoral han sido vistos y/o escuchados por la opinión pública. Pero, aun así, desde el arranque de las campañas, las preferencias electorales colocan a Andrés Manuel López Obrador en primer lugar; Ricardo Anaya en segundo y José Antonio Meade en tercero.

Los independientes han tenido variantes en las preferencias porque arrancamos con tres – las de Margarita; El Bronco y Ríos Piter- que después se redujo a una candidatura independiente, la de Margarita Zavala cuando el INE bajó a El Bronco y Ríos Piter y después volvimos a tener dos independientes que ahora son uno solo: El Bronco.

Con todo y esos movimientos en las candidaturas independientes, las preferencias entre primero, segundo y tercer lugar han permanecido iguales en el promedio que realiza oraculus.mx de las encuestas registradas ante el INE.

¿Qué está pasando? Platicando con estrategas de las campañas presidenciales me comentan, en una de ellas, que transmitir mensajes a la ciudadanía ha sido un reto monumental por dos razones. La primera es que los spots que transmiten los medios electrónicos – la radio y la televisión – tienen un formato tan rígido que es complicado reaccionar a los vaivenes de las campañas.

Si una campaña saca un tema sobre el candidato de otra que lo obliga a responder, intentar hacerlo vía spots en los medios electrónicos sería una pérdida de tiempo valioso. Entre que piensan la respuesta; realizan el spot; lo mandan al INE para que lo revise; el INE lo aprueba y luego lo envía a los medios para que éstos lo pauten, el ataque del contrincante ya habrá quedado en la memoria de los electores.

Por ello, la respuesta ha tenido que ser vía redes sociales. Y aquí el gran tema que influye en lo poco que se mueven las preferencias electorales. Las redes sociales, lejos de lograr la alta conectividad entre personas, una comunidad global como la que Mark Zuckerberg dice añoraba para Facebook, han generado islas de personas interconectadas con poca conectividad entre las islas.

Es decir, los videos que sube cada campaña en sus redes sociales los ven miles de personas, casi todas afines a cada una de las campañas. Las historias de Betty que distribuye la campaña de José Antonio Meade la ven y la transmiten los PRIístas y los simpatizantes del propio Meade; las explicaciones de Ricardo Anaya subidas a YouTube sobre la compra de su nave industrial la transmiten los PANistas y simpatizantes de Anaya y las ven entre ellos; los videos de AMLO y su esposa Beatriz cantando los distribuyen los integrantes de Morena y los afines a López Obrador.

 

 

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En los resultados que da a conocer hoy Massive Caller Ricardo Anaya se ubica por primera vez arriba del 30 por ciento de las preferencias electorales, siete puntos atrás de López Obrador. 30.24% para él; 12.48% para Meade; 37.77% para AMLO; 5.09% para Zavala; 1.95% para El Bronco y 12.45% de indecisos.

Massive Caller ha sido contratado por el PAN quien le ha pagado un millón de pesos para la realización de encuestas. Esto me lo confirmó José Carlos Campos, director de la empresa.

La casa encuestadora ha estado siguiendo la evolución de las preferencias presidenciales desde noviembre del 2017. Su metodología, me comenta su director, les permite entregar resultados mucho más rápido y a menor precio que las encuestadoras tradicionales. Esto es así porque su encuesta es exclusivamente telefónica, con robots haciendo las llamadas.

Por esto, tras el primer debate de Palacio de Minería, pudieron dar a conocer tendencias sobre quién lo había ganado 15 minutos después de haber terminado el encuentro entre los candidatos. Las encuestas tradicionales tardan aproximadamente 5 días para procesar esta información y a un precio más elevado.

En promedio, contratar una encuesta con Massive Caller cuesta entre 50 y 70 mil pesos, dependiendo si se trata del ámbito municipal, estatal o federal. Una encuestadora tradicional cobraría alrededor de medio millón de pesos por estudio, según el mismo Campos.

A partir del primer debate, la casa encuestadora anunció que daría a conocer encuestas diarias con las preferencias rumbo a las elecciones del 1º de julio. La de hoy acerca a Anaya a AMLO de tal forma que puede generar dudas sobre su confiabilidad.

El millón de pesos que el PAN le pagó a Massive Caller es por un paquete de encuestas. Campos argumenta que aun cuando el PAN es quien los ha contratado, sus resultados no se ven comprometidos. Para muestra, la encuesta publicada 15 minutos después del primer debate en donde a la pregunta de ¿quién cree que ganó el debate presidencial? resultó ganador AMLO para el 40.9% de quienes vieron el encuentro, con Anaya un punto detrás, en 39.7%. Meade obtuvo 9.2%; Zavala 7.3% y El Bronco 2.9%.

 

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