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LÓPEZ-GATELL

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Al arranque de la pandemia el presidente López Obrador nos recomendó a los mexicanos que carguemos un amuleto para prevenir que nos enfermemos de COVID19. También dijo que si no mentimos; no robamos y no hacemos trampa, prevenimos contagiarnos. Esas declaraciones no las escribió en Twitter o Facebook lo que le evitó la vergüenza que le sucedió esta semana a Jair Bolsonaro cuando Facebook e Instagram le suspendieron su programa EnVivo por asegurar que quienes han recibido el esquema completo de vacunación están desarrollando Sida.

Pero fuera de esa diferencia entre un AMLO que dice barbaridades y un Bolsonaro que además las publica en redes sociales, hay mucho que asemeja al presidente de Brasil con el mexicano. Los dos han hecho un manejo criminal de la pandemia. Han minimizado sus riesgos, han insistido en continuar con eventos políticos masivos como si el virus no estuviera circulando, han menospreciado estudios científicos sobre la enfermedad y sus tratamientos y han mantenido a cargo a incondicionales a pesar de que se ha demostrado su falta de oficio para el monumental reto. Este manejo criminal de la pandemia ha significado muertes en exceso que eran evitables.

En Brasil la situación de salud es igual de lamentable como en México. Pero allá el Senado brasileño piensa que el presidente Jair Bolsonaro y 60 de sus colaboradores, incluyendo al ministro de salud, pueden ser acusado de crímenes de lesa humanidad, entre otros ocho señalamientos, por su manejo de la pandemia. Así lo presentó una panel especial sobre el manejo de la pandemia del senado en un documento de más de mil páginas.

El panel concluyó que un mejor manejo de la pandemia habría reducido la transmisión del coronavirus en un 40 por ciento y esto podría haber salvado un estimado de 120 mil vidas con tan solo haber impuesto medidas de prevención como el uso de cubrebocas; la vacunación y distanciamiento social.

A partir de la publicación de este informe la popularidad de Bolsonaro se ha ido en picada, de 33% está ahora en 22%, según Datafolha. Esto debe tener a Bolsonaro muy preocupado de cara a las elecciones del año próximo en donde esta burla de presidente tendrá que pelear no solo por permanecer en la silla presidencial, también para evitar ser enviado a prisión.

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Claudia Sheinbaum dijo que naranja; Hugo López-Gatell dijo que rojo. Se refieren ambos al color del semáforo epidemiológico para la Ciudad de México. Y dejan a la vista las profundas incongruencias; improvisaciones y rencillas dentro del gobierno de la 4T. Además, nos han mostrado de qué lado está el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El semáforo epidemiológico se anunció en junio del 2020. El color lo definía la Secretaría de Salud en ese momento de acuerdo con varios lineamientos, entre ellos tasas y tendencias de contagios, hospitalizaciones y muertes. Al haber 93 mil casos y 10 mil muertes, el país entero arrancó en rojo, alerta máxima, salvo Zacatecas que estaba en naranja.

La Ciudad de México dejó de estar en rojo y pasó a naranja el 29 de junio del 2020 cuando había 220 mil 600 casos y 27 mil 121 muertes reportadas en el país. Todo para volver a regresar al rojo, con cierre de actividades, a partir del 19 de diciembre del 2020 ante el aumento de casos y muertes: 1 millón 313 mil y 117 mil 876 respectivamente.

Esto aún cuando apenas el 11 de diciembre López-Gatell había dicho que el color del semáforo era “hasta cierto punto intrascendente”, que estábamos en alerta por COVID19 y que por ello debíamos cuidarnos.

Ahora que estamos en la tercera ola con 3 millones de casos y casi 245 mil muertes el Subsecretario Hugo López-Gatell dijo que la CDMX y otros seis estados regresaban a rojo en el semáforo epidemiológico a partir del lunes pasado. Lo hizo utilizando datos de CONACYT que estima, entre otras cosas, la tasa de reproducción efectiva de COVID19. Los lineamientos completos para definir el color del semáforo se pueden encontrar aquí. Pero la Jefa de Gobierno dijo que no, que la CDMX se quedaba en naranja y que no habrá cierre de actividades.

¿Quién tiene la razón? ¿Sheinbaum o López-Gatell? Si nos atenemos a lo que dice el presidente López Obrador, la razón la tiene la Jefa de Gobierno. Ayer en la conferencia mañanera AMLO dijo: “Ya se decidió, porque corresponde al Gobierno de la Ciudad, que se tiene semáforo naranja, y eso es lo que se está llevando a cabo”. Pero si vemos los datos del gobierno que López Obrador preside, la CDMX está en rojo, de acuerdo con los lineamientos de la Secretaría de Salud que es la que tiene las atribuciones para determinar los colores del semáforo epidemiológico. Así que si consultamos los datos de la página web del gobierno, la CDMX está en rojo, pero si escuchamos al presidente, está en naranja.

La verdad es que el semáforo epidemiológico ha funcionado con una lógica política más que como una herramienta para manejar la emergencia de salud. Por un lado López-Gatell tiene meses que dijo que el semáforo es irrelevante. Por el otro, el presidente dice de el color lo pueden definir los gobiernos locales (quiero ver si eso pensaría si Alfaro cambia el color del semáforo en Jalisco a su antojo). Un presidente que debería preocuparse por la población antes que nada, está defendiendo a su jugadora consentida de cara al 2024 incluso si eso significa ir en contra de los lineamientos de salud que su gobierno fijó para lidiar con la pandemia.

En esas manos estamos.

Apostilla: Ante la derrota de Morena en la CDMX, la Jefa de Gobierno ha decidido que ni ve ni escucha a los alcaldes electos de la oposición. Claudia Sheinbaum no quiere reunirse con ell@s. En el caso de Álvaro Obregón, la alcaldesa electa Lía Limón ha reportado que se han negado a iniciar la transición. No entregan las cuentas. Ante ello la pregunta obligada es ¿qué ocultan en esa alcaldía que gobernó (es un decir) la próxima gobernadora de Campeche, Layda Sansores?

Columna completa en El Universal

Los dos son los encargados de hacerle frente a los grandes problemas de salud de sus países. Anthony Fauci lleva trabajando en el sector público de la salud de Estados Unidos desde hace 50 años. Hugo López-Gatell trabajó en el sector público primero en 1998 pero ha estado entre el público y el privado hasta 2018 que fue nombrado Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de esa secretaría.

Tienen trabajos similares pero Fauci y López-Gatell no podrían ser más distintos. Ambos enfrentan ataques de la opinión pública y de los medios, pero por distintas razones. En el caso de Fauci, lo atacan quienes creen que el doctor neoyorkino es uno de los principales responsables de la derrota de Trump en el 2020. Según esta visión Fauci volvió demasiado grande el tema de la COVID-19 cuando no era para tanto. Aún cuando más de 600 mil estadounidenses han muerto por el virus, hay amenazas de muerte no solo hacia él, también para su esposa e hijas.

A López-Gatell le llaman Dr. Muerte por la cantidad de personas que han fallecido no solamente por COVID, también debido al desabasto de medicinas y tratamientos oncológicos. En este último problema, López-Gatell tuvo el mal tino de llamar esta semana golpistas a los que ruegan por medicinas para salvar las vidas de sus hijos. Una muestra clarísima de como para él va primero la ideología y después la ciencia. Ya ayer, después de que AMLO reconoció el desabasto, López-Gatell trató de matizar sus dichos pero ¿cómo puedes matizar ante una declaración así, absolutamente insensible?

En el caso de las muertes por COVID-19, además de que rebasamos desde el año pasado el escenario catastrófico que había vaticinado López-Gatell de 65 mil muertes – ya vamos oficialmente en 232 mil fallecidos aunque los expertos apuntan a que estamos más cerca de 600 mil – el flamante subsecretario ha destacado por politizar el manejo de la pandemia.

Y ahí radica la principal diferencia entre Fauci y López-Gatell.

A ambos se le critica sus posturas para enfrentar la pandemia y que han dado mensajes contradictorios pero las razones para hacerlo son diametralmente distintas.

Fauci explica en una entrevista que dio para el podcast Sway del New York Times este fin de semana que a principios del 2020 su mensaje era no utilizar cubrebocas. Esta postura ha cambiado hacia la súplica a que sea utilizado. Cuánto más tiempo en lugares públicos, mejor. ¿Por qué el viraje? le preguntó la reportera Kara Swisher, y la respuesta de Fauci es que la ciencia funciona con la información disponible en cada momento. A principios de la pandemia no se sabía tan claro como ahora que la COVID19 se contagiaba principalmente por aire y en ese momento no había la producción de cubrebocas suficiente como para que todos los estadounidenses fueran a acapararlos sin generar un desabasto para la comunidad médica que los necesitaba con mayor urgencia. Sus virajes en las recomendaciones han sido sustentados por la información científica disponible cada momento, no por temas políticos.

En el caso de Hugo López-Gatell, aún cuando la OMS ha recomendado el uso de cubrebocas, el subsecretario se ha negado a hacer lo mismo. No ha rectificado ni en su postura hacia el cubrebocas, ni en la importancia de las pruebas y el rastreo de contactos. La razón para ello, habiendo tanta información disponible que sustente ambas recomendaciones, ha sido política. A su jefe, el presidente López Obrador, no le parece útil el uso del cubrebocas. De hecho, se niega a utilizarlo. Y por ello, López-Gatell no lo recomienda.

En Estados Unidos el encargado de lidiar con la pandemia es un científico que ha tenido que lidiar con un presidente, Donald Trump, que quiso politizar la salud. En México tenemos a un ex médico que ha decidido priorizar la política con consecuencias catastróficas para la salud del país.

 

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La falta de coherencia entre las ideas y las acciones se llama incongruencia. Es la definición de diccionario. Y es también el sello claro e indeleble de la autollamada 4T. Un gobierno que presume tener múltiples ideas para transformar y hacer de México un país mejor y que a la hora de tener que implementarlas simplemente falla.

Falla porque lo que dicen que van a hacer no es congruente con lo que hacen. El presidente lleva décadas diciendo que la corrupción es el mal que mantiene a México en el subdesarrollo. Apenas llega al poder y lleva dos años cobijando la corrupción dentro de su familia y dentro de su equipo de gobierno. No tiene un solo acto de verdadera lucha contra la corrupción que presumir. Si tener a Manuel Bartlett en el equipo y hablar de combate a la corrupción no es ejemplo suficiente de incongruencia, van otros.

Esta semana está el viaje del subsecretario de Salud, Hugo López Gatell a Oaxaca; su decisión de ir a ver a su familia – eso dijo en su respuesta cantinflesca – en lugar de ser congruente con lo que tanto pide al resto de los mexicanos: quedarnos en casa. ¿O era quédate en casa…de tus amigos en la playa? Mientras varios mexicanos están enfermos o mueren de COVID, el subsecretario cree que está bien estar sentado en un restaurante en la playa en Oaxaca porque “allá no están en semáforo rojo”.

Quizás el viaje de López Gatell a Oaxaca lo pudo haber cambiado por una visita a un hospital COVID; a una reunión con familiares de muertos por coronavirus; a un encuentro con personal médico y de enfermería, pero no. El subsecretario prefirió ir a una playa oaxaqueña y cuando fue cuestionado a su regreso, decidió echarle la culpa de su mala decisión a los medios de comunicación por querer desprestigiarlo.

En la misma semana vimos a otros políticos y al presidente en fotografías en redes sociales pasándola a todo dar. El presidente se vistió de jugador de béisbol y escribió que siempre hay tiempo para hacer deporte. Sí, mucha gente ha salido de vacaciones y otra tanta se fotografía en momentos alegres con amigos y familia y suben sus imágenes a las redes sociales, pero es muy distinto ser un ciudadano de a pie que ser funcionario público.

Al Subsecretario López-Gatell ¿no le da vergüenza con los médicos que no han podido descansar de la cantidad de pacientes que tienen que recibir en los hospitales? Y al presidente López Obrador ¿cómo puede solaparlo? ¿Cómo puede decir que le importa el pueblo y a la vez dejarlo a la merced de un hombre que claramente no está ni interesado en hacer el trabajo encomendado?

El viaje de López-Gatell es un escándalo en el mundo. Medios estadounidenses han puesto el comparativo de que el Dr. Anthony Fauci decida irse a Miami. “El zar del COVID se toma una vacación a la playa en medio del aumento de casos”, es la lectura que le dieron ayer en CNN.

En Irlanda, el Comisionado de Comercio, Phil Hogan, la Ministra de Agricultura y un senador tuvieron que renunciar a su cargo por haber asistido a un evento de 81 personas en un campo de golf. En Ontario, el Ministro de Finanzas, Rod Phillips, tuvo que renunciar cuando se supo que se fue de fin de año a St. Barth’s. Fue el mismo caso del la Jefa del Servicio Médico de Escocia, Catherine Calderwood y del Ministro de Salud de Nueva Zelanda, David Clark.

En México, el viaje ya se volvió una buena manera de promover turismo: “Si Gatell ya fue a Huatulco, tú ¿para cuándo? No te quedes fuera y reserva ya!!! Viaje a Huatulco y Puerto Escondido. Avistamiento de ballenas y liberación de tortugas del 29 de enero al 1 de febrero 2021”, es el mensaje que me apareció en redes sociales de una empresa JA Tours.

Qué ingeniosos los de la empresa turística. Y qué incongruencia la de la 4T.

 

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“El que no aspira, no respira”. Esa fue la frase que me dijo alguna vez un Secretario de Gobernación al referirse a los políticos en México y el mundo. Es perfectamente normal que un servidor público aspire a un mejor cargo popular. Por ello es legítimo y comprensible que el actual Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell (HLG) tenga sus propias aspiraciones. Lo que resulta realmente inexplicable es que, en lugar de concentrarse en hacer excepcionalmente bien el encargo actual para así poder tejer un camino más sólido y bien ganado hacia un mejor puesto, haga lo contrario.

Su trabajo como encargado de enfrentar la COVID19 es que se contagie y muera el menor número de mexicanos. Y la principal tarea al estar en los hechos ya al frente de la COFEPRIS es lograr agilizar los procesos burocráticos para que México tenga varias vacunas y tratamientos para los que enfermen de coronavirus y que esto suceda al mismo tiempo que en Estados Unidos; Europa y América Latina.

Además, esa ha sido la instrucción presidencial que recibieron el canciller, Marcelo Ebrard, el titular de la COFEPRIS, José Alonso Novelo, y el propio Subsecretario.

Pero López-Gatell está haciendo exactamente lo contrario. Según varias fuentes a las que he tenido acceso, desde distintos ámbitos tanto públicos como en las empresas intentando agilizar la llegada de la vacuna y tratamientos a México, el nombre recurrente para explicar diques y obstáculos para que ello suceda es HLG.

Ya sabemos que ha estado en contra del uso del cubrebocas y de la aplicación de pruebas. Pero en el tema de los tratamientos y las vacunas, realmente hay incredulidad ante la actitud que ha asumido López-Gatell. Sobretodo al ver que otros países ya tienen planes y estrategias para vacunación mientras que en México el Subsecretario no ha presentado nada y se ha dedicado a declarar en contra de todas las vacunas que se están trabajando actualmente en el mundo.

Primero ha obstaculizado vía la COFEPRIS que tiene cooptada, la entrada del tratamiento Remdesivir que, para mayores señas, fue uno de los utilizados para salvarle la vida a Donald Trump. A México es un medicamente que no se le permite actualmente la entrada. Prohibición que ocurre sin explicación.

Lo mismo pasa con los procesos para compra de vacunas. Mientras en la cancillería se ha hecho un trabajo profesional para tratar de que México tenga acceso a la o las primeras vacunas que logren su aprobación, una vez que ese enlace con laboratorios y/o empresas se logra, la bolita queda en la cancha de la Secretaría de Salud para los tramites de aprobación y planes de distribución. Pues todo ello está frenado en el dique llamado López-Gatell.

Haciendo un recuento de las declaraciones de HLG, lleva desde el 25 de junio y hasta la fecha hablando en contra de cada esfuerzo por lograr que una vacuna llegue a México. En la conferencia vespertina del 9 de noviembre, tras el anuncio de Pfizer de 90 por ciento de efectividad en su vacuna, declaró que la información venía sólo de la prensa. Afirmó “tenemos que ser mesurados y no porque salga una buena noticia debe apresurase el análisis ni dejarnos llevar por presiones políticas.”

¿A qué presiones políticas se referirá López-Gatell? Tal parece que siente que si llega la vacuna a México, alguien más (¿Ebrard?) y no él, recibirá los réditos políticos. Su aspiración es criminal. Está matando a los mexicanos.

 

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A uno le encantan los reflectores; el otro les huye. Uno lleva poco tiempo en la política, pero ya le gustó; el otro lleva décadas y con grandes aspiraciones. La verdad es que ambos tienen aspiraciones y por ello, parte de las tensiones. Me refiero al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, y al Canciller, Marcelo Ebrard, a quienes el presidente López Obrador ha encargado parte importante de las tareas que enfrenta México ante la pandemia.

Y aquí arranca el problema. Hugo López-Gatell quisiera ser la única figura que destaque en la estrategia para enfrentar al COVID. O si no la única, sí la principal y cuyas ideas sean las que prevalezcan en la toma de decisiones. Pero desde que el presidente López Obrador decidió, por motivos de austeridad, eliminar las ventanillas de Asuntos Internacionales de las Secretarías, la cancillería ha asumido un papel fundamental en la pandemia.

Primero para negociar la llegada apresurada de insumos médicos a México. Segundo para la repatriación de mexicanos varados o que murieron en el extranjero a causa de la enfermedad. Y tercero y más importante en estos momentos, para negociar el acceso a una vacuna cuando ésta esté disponible.

Estos trabajos que podrían haber recaído en el área de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Salud, se han vuelto responsabilidad de Relaciones Exteriores. Y por ello están obligados a trabajar en conjunto a dos políticos que se pelean por darle gusto al presidente pero cuyas personalidades no podrían ser más distintas.

Por un lado está el dogmático Hugo López-Gatell y por el otro el pragmático Marcelo Ebrard. López-Gatell ha decidido enfrentar a los empresarios del sector alimentos al señalar que sus productos “chatarra” son los culpables del mal estado de salud de los mexicanos y de ahí tantas muertes.

El subsecretario se ha negado a repensar la ‘estrategia’ de salud para enfrentar la pandemia. Prefirió burlarse irónico de las recomendaciones de los ex Secretarios de Salud. No ha sido claro sobre la importancia de utilizar mascarillas. El semáforo epidemiológico no ha sido una guía confiable. Ha virado entre querer todo el poder de decisión sobre como enfrentar la pandemia, pero al momento de revisar los contagios y las muertes ha eludido toda responsabilidad sobre sus lineamientos prefiriendo señalar una conspiración de medios de comunicación, empresarios y gobernadores en contra de la estrategia de comunicación de la Secretaría de Salud que él de facto encabeza.

Por el otro lado está el Canciller Marcelo Ebrard quién ha decidido trazar tres caminos para lograr que México tenga una vacuna. Uno, el multilateral, a través de la negociación con COVAX que debe formalizarse mañana. Dos, el bilateral, que son negociaciones directas con farmacéuticas de otros países como Janssen y Novavax, de EUA; Sputnik V, de Rusia; CanSino de China; CureVac de Alemania; Sanofi-Pasteur de Francia y ReiThera de Italia. Y tres, buscar recursos para producir una vacuna mexicana.

La idea es traer el menú de países y de relaciones a la puerta de la Secretaría de Salud para que de ahí tome el balón López-Gatell para aprobar la vacuna más segura y planee y organice la estrategia de distribución.

Pero ¡oh problema! El ego del Subsecretario y sus dogmas entran en acción. Veremos si como ha hecho tropezar al gobierno mexicano al lidiar con el coronavirus, no provoca también un desastre a la hora del acceso a tratamientos o vacunas.

Columna completa en El Universal

La metodología del subsecretario Hugo López Gatell para informar y enfrentar al COVID19 ha sido un desastre para México y los mexicanos. Pero, como dijera el presidente en una de sus mañaneras a López-Gatell: “¡No estás solo! ¡No estás solo!”. En la fila del desastre que está siendo la planeación e implementación de una estrategia para enfrentar la pandemia está también la Cofepris y su titular, José Alonso Novelo Baeza.

Y es que, al parecer, el hombre que fuera el pediatra de la familia del presidente llegó a la Cofepris sin conocer el tamaño de la institución que encabeza ni el papel de este órgano regulador. Para dimensionar, de cada peso que gastamos los mexicanos, la Cofepris regula 45 centavos. Ya sea por lo que compramos para comer; para beber; para el cuidado de la salud; cuidado personal o, para quien fuma tabaco, pues también eso. Todo es regulado por la Cofepris.

Cuando la Cofepris hace bien su trabajo, los mexicanos tenemos acceso a alimentos y medicinas a mejores precios. Cuando no, empieza el alza en los precios, la necesidad de ir al mercado internacional a conseguirlos, usualmente a precios más altos, y, en el extremo, la escasez. Esto era algo que bien sabemos ya ocurría antes de la pandemia. El mejor y más lamentable ejemplo es la situación que enfrentan los padres de los niños con cáncer por la escasez de medicamentos oncológicos. Con la llegada del COVID, la situación ha empeorado notablemente.

En lugar de que la Cofepris creara un área COVID especial para lograr que en México tuviéramos rápidamente insumos disponibles, de calidad y a buen precio para poder enfrentar la pandemia, ha ocurrido lo contrario. Por ello hace unos días se hizo viral el video del Dr. Francisco Moreno, médico internista e infectólogo del hospital ABC, suplicando a la Cofepris que permitiera la liberación del medicamento tocilizumab que, siendo fundamental para el tratamiento del COVID, permanecía atorado en la aduana.

La Cofepris que encabeza el Sr. José Alonso Novelo Baeza simplemente está pasmada. Y esto está costando vidas. El domingo pasado México fue el país que más muertes registró en todo el mundo. Ya tenemos más de 20 mil mexicanos muertos. Y eso que la contabilidad no es certera porque muchos muertos por COVID no se cuentan como tal. Si no se le practicó la prueba a la persona, se le cataloga como muerte por neumonía atípica, no por COVID19.

También está costando dinero. La Cofepris regula el 10 por ciento del PIB de México. Es el regulador más poderoso dentro del gobierno por el tamaño de lo que regula y porque su titular es nombrado por el presidente sin que el legislativo participe en el proceso. Quizás por ello es al único regulador al cual el presidente no ha atacado ni descabezado. Además, no existe un Consejo que lo supervise como sí lo hay en otros reguladores autónomos.

 

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Se ha criticado mucho la falta de acción de parte del gobierno mexicano ante la pandemia del COVID19. Aquí quiero documentar dos errores garrafales y claros del actual gobierno.

Error 1: Asumir que una vez que tienes COVID19, te vuelves inmune al virus.

Durante la conferencia mañanera del lunes, el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, declaró a la pregunta de si el presidente López Obrador se va a realizar la prueba del COVID19 que “casi sería mejor que padeciera [el presidente López Obrador] coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”.

Sorprende que quien está al frente de la tarea de enfrentar la pandemia en México haga una declaración tan irresponsable. La ‘estrategia’ de López Gatell es similar a la que Boris Johnson consideró para Inglaterra y que ya ha demostrado estar sumamente equivocada. Se llama “inmunidad en manada” e implica dejar que la población menos vulnerable a morir o enfermar gravemente del virus, como los menores de 60 años, se contagien ahora del COVID19 para generar inmunidad al virus y así, en un segundo brote que la mayoría de los médicos considera llegará con más fuerza en otoño, los servicios de salud no se verán desbordados.

Suena bien, pero hay dos problemas. El primero es que el COVID19 es un virus nuevo y nadie sabe si realmente generamos inmunidad al enfermarnos. De hecho ya van varios casos documentados de pacientes que se enfermaron del coronavirus; se recuperaron y han vuelto a contagiarse. Los detalles se pueden consultar aquí: https://www.independent.co.uk/news/world/asia/japan-coronavirus-test-positive-recover-a9404056.html

Y lo segundo es que al tener 66 años, el presidente no es precisamente el demográfico menos vulnerable de sufrir consecuencias graves si se contagia de COVID19.

Error 2: No dar seguimiento adecuado a pacientes con casos confirmados de COVID19.

En mi podcast Broojula entrevisté a un paciente que salió positivo en la prueba del COVID19. En su testimonio, Jorge -utilizamos pseudónimo – relató que el martes 10 de marzo regreso a la Ciudad de México procedente de Vail, Colorado, a donde pasó unos días de vacaciones con su esposa y amigos. Jorge tiene 50 años; su esposa 48. Ambos comenzaron a sentirse mal llegando a la Ciudad de México. Él primero que ella. Fue al médico el miércoles 11 de febrero y, al hacerle una primera revisión, el doctor lo bajó de inmediato a un área especial del hospital ABC de Observatorio en donde le hicieron la prueba tanto del H1N1 como del COVID19.

La prueba del H1N1 salió negativa en menos de 24 horas. El viernes 13 recibió los resultados de la prueba del COVID19. Resultado positivo. Su esposa acudió al médico pero ya no le hicieron la prueba. Presentaba claramente los mismos síntomas y por lo tanto decidieron no sacrificar usar una prueba que le puede servir a alguien con caso más severo. Jorge relató que hasta ayer, martes 17 a las 4:30pm, ninguna autoridad de salud lo ha contactado ni para preguntarle en qué vuelo llegó a la CDMX. Resulta que él y su esposa tomaron dos vuelos: uno de Denver a San Diego y otro de Tijuana a la Ciudad de México.

Si las autoridades no conocen sus vuelos, es imposible que contacten a quienes estuvieron en los mismos aviones. Si las autoridades no saben del caso de la esposa de Jorge, es imposible que tengan un conteo adecuado de los contagios de COVID19 en el país.

 

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