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El secretario del recién fallecido papa emérito Benedicto XVI, Georg Gänswein, publicará el próximo 12 de enero un libro de memorias que anticipa dejar a la luz “las calumnias y oscuras maniobras” que trataron “en vano” de ensombrecer el legado del pontífice.

El libro, desde su título: “Nient’altro che la verità” (Nada más que la verdad), ha comenzado a despertar la curiosidad y preocupación dentro de la Iglesia Católica.

Y es que en la última década, la Santa Sede ha enfrentado tener dos papas vivos: uno reinante, Francisco, y otro emérito, Benedicto XVI, retirado en un monasterio vaticano desde su histórica renuncia a la Silla de Pedro desde 2013, la primera en seis siglos.

Según los adelantos, el texto reprocha algunas decisiones del papa Francisco, frecuente centro de ataques de las corrientes más conservadoras dentro de la Igleisa. Además, exhibe “el problema” del Vaticano sobre las pugnas de poder.

Gänswein, que encabezó las exequias de Ratzinger recibiendo el pésame casi como un hijo, confirma y lamenta en sus páginas la existencia de estas supuestas corrientes al interior del Vaticano; emplea curiosamente el término italiano ‘tifoserie’, que normalmente se emplea para referirse a los hinchadas del fútbol.

“En efecto, creo que el análisis más correcto deba indicar como problema, no tanto la coexistencia de dos Papas, uno reinante y otro emérito, sino el nacimiento y desarrollo de dos hinchadas, ya que con el paso del tiempo (Ratzinger) se dio cuenta cada vez más de que efectivamente eran dos visiones de la Iglesia”, afirma.

Durante los últimos años, Benedicto XVI respetó casi siempre el silencio prometido al renunciar para no interferir en las decisiones, aunque muchos, dentro y fuera del Vaticano, intentaron usar su figura para arremeter contra el papa argentino y sus reformas en la Iglesia.

“Estas dos hinchadas, cada una fundada en afirmaciones, gestos o impresiones sobre la actitud de Francisco y Benedicto, por otro lado a menudo con invenciones del todo gratuitas, han creado esa tensión que después reverberó sobre quienes no eran suficientemente conscientes de las dinámicas eclesiásticas”, añade el libro.

En cualquier caso, el secretario asegura que Benedicto XVI “nunca” cuestionó al papa argentino, que a su vez consideraba a su predecesor alemán “un abuelo sabio”, lo respetaba.

El monseñor, que ha aparecido hasta en las portadas de revistas de moda, es desde 2012 prefecto de la Casa Pontifica, encargado de la agenda de los pontífices, pero asegura que la llegada de Francisco un año después supuso a la postre una especie de caída en desgracia.

En este sentido recuerda que Bergoglio pidió que no apareciera a su lado en las audiencias, lo que en 2020 suscitó un gran revuelo mediático, y que le encargó cuidar del papa emérito: “De ahora en adelante quédese en casa, acompañe a Benedicto, que lo necesita, y hágale de escudo”, fue la indicación que asegura recibió.

“Usted sigue siendo prefecto pero desde mañana no regrese al trabajo”, recuerda haber escuchado de Francisco.

“Me quedé sorprendido, sin palabras (…) Regresé al monasterio y, durante el almuerzo, se lo conté a las Memores (laicas que cuidaban del papa emérito) y a Benedicto, que comentó, entre serio y chistoso, en modo irónico: ‘Parece que el Papa Francisco no se fíe más de mi y quiera que haga de guardia”, escribe.

Por otro lado, en otro capítulo titulado “La paz interrumpida”, Gänswein critica el “motu propio” (documento) “Traditionis custodes” con el que en 2021 Francisco puso coto a las misas en latín, propia de tiempos anteriores al Concilio Vaticano II, una decisión muy criticada por los cardenales más conservadores.

El secretario de Ratzinger se considera un “prefecto apartado”, que lamenta que Francisco le despojara del apartamento que habitaba en el Palacio Apostólico y denuncia que todo lo que hace y dice se ve inmediatamente interpretado en las dinámicas del poder “petrinas”.

“A veces pienso en la famosa frase de los policías americanos: ‘todo lo que diga podrá ser utilizado en tu contra'”, confiesa, para aclarar que no tiene planes tras la muerte de su mentor Ratzinger. “Lo confirmo. Hoy y también en el futuro. No he hecho y no hago planes sobre mi carrera”, subraya.

 

HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

MILENIO

 

 

Asusta el vacío intelectual en que transcurren las pugnas de nuestros partidos políticos. Todo en ellos es un pleito de posiciones sin posición, puestos sin propósito, poderes sin rumbo: una vida política puramente instrumental que se ahorra la tarea de pensar y decir para qué se quieren las cosas, para qué los puestos, para qué las candidaturas, para qué el poder.

 

Da lo mismo si se mira a la derecha, a la izquierda o al centro. No hay en realidad ni derecha ni izquierda ni centro. Hay solo conglomerados que disputan por supremacías internas, como si les fuera en ello la vida.

 

Probablemente les va la vida en ello, la única vida que son capaces de dar a sus partidos, la vida de la política sin inspiración ni propósitos públicos, la vida del pleito desnudo por el poder, un poder que ni siquiera es gran cosa, pero que es puro poder, instrumento puro.

 

Se acusa al PAN de que predomina en su directorio el pensamiento derechista. Ojalá y así fuera, ojalá y hubiera siquiera ese pensamiento en el molinillo ideológico panista, algo que fuera más allá de lo único que parece haber: una colección de prejuicios y creencias sin densidad ni linaje. Se dice que en el PRD predominan las nociones de una izquierda arcaica. Ojalá y así fuera, ojalá que la puja entre esas ideas, pobres, pero ideas al fin, explicara al menos en parte la batalla campal que libran entre sí las autollamadas tribus del partido.

 

Se dice que el PRI es reo de las ideas priistas de siempre que no se atreven a decir su nombre. Ojalá y hubiera al menos esas ideas escondidas en el tinglado de las negociaciones ventajosas que parece el único talento vivo del partido.

Bajo lo que llamamos derecha, izquierda y centro en nuestro espectro partidario no hay en realidad ideas. Hay solo, al parecer, eso que la prensa refleja día con día: pujas, pleitos, golpes, cargos, tribus, canonjías.

 

Maromas sin rumbo, y sin gracia.

 

Escribí los párrafos anteriores en este mismo espacio el 13 de febrero de 2007, hace diez años. Algo hemos cambiado, pero no mucho.